Nada tan humano como un gorrión

Sevilla, 29/IX/2022

Nada tan humano como un gorrión es lo que me viene a la cabeza cuando hablo de estas aves diminutas, pero tan cercanas en la vida ordinaria de nuestros barrios y ciudades, porque acuden en masa a ellas en busca de la comida que les falta, cada día más, en el campo. Hace tan sólo unos días, compartieron conmigo un desayuno con tostadas y aceite que provocaban auténticas peleas infantiles, ¡cómo no!, por llevarse el trozo de miga más grande aunque, nunca mejor dicho, eran tan sólo migajas humanas cuando su comida necesaria y preferida no es precisamente esa. La Fundación ENDESA, ha lanzado una campaña en defensa de los gorriones, Gorriones. Un ave de barrio, apoyada por datos de la Sociedad española de Ornitología (SEO/Birdlife), aportando un dato desolador: “En SEO/BirdLife llevamos muchos años trabajando para proteger al gorrión, identificando constantemente sus problemas y promoviendo medidas de protección. Lo hacemos porque somos la organización conservacionista más antigua de España pero también porque un mundo no apto para gorriones tampoco puede ser un mundo para las personas”.

Es verdad que no soy biólogo y que desconozco las diversas variedades de este pequeño pájaro que convive con nosotros a diario, como representante de varias especies de su familia. Junto a los gorriones comunes vuelan y se posan, a veces de forma atrevida y desafiante, en nuestros campos y ciudades, los morunos, chillones, molineros o alpinos, incluso los saharianos cuando deciden venir a España a pasar unos días. Pero al que conozco bien creo que es al gorrión común, al más popular de todos, que tengo asociado a su identificación en Galicia como Pardal, el niño de nombre homónimo y protagonista de un maravilloso relato de mi apreciado Manuel Rivas, La lengua de las mariposas (1), que tantas veces he comentado en este cuaderno digital.

Siento un respeto especial hacia este pájaro tan diminuto, que he conocido bien a lo largo de mi vida. Desde el Parque del Retiro en Madrid, hasta el de María Luisa en Sevilla, es de los pocos pájaros que he distinguido bien en su alegre caminar, saltarín por excelencia y de una nobleza más que encomiable, porque se posa en tu mano con cierto descaro con solo ofrecerle una migaja de pan. Pero hay dos gorriones que me han marcado en mi vida, el de Serrat en su delicada canción Como un gorrión y el de Manuel Rivas, que citaba anteriormente, en su precioso relato La lengua de las mariposas, a través de Pardal (gorrión, en gallego), un niño con ese nombre que llevo dentro de mi persona de secreto. Conocí en 2017 a través de un fotoensayo de Juan Millás que los gorriones desaparecen y sentí entonces como si los gorriones a los que he querido especialmente fueran a desaparecer algún día también de mi vida interior: «Contrariamente a otras aves urbanas que en las plazas nos miran desde el desafecto, el gorrión tiene algo de hombrecillo emplumado que anhela nuestra suerte y forma de vida».

Lo he manifestado en numerosas ocasiones y lo repito ahora: siempre me ha asombrado el papel de Papageno, el protagonista de una ópera especial de Mozart, La Flauta Mágica, por su profesión, encantador de pájaros, por su simbología tan cercana a la vida, frente a la muerte tan propicia para la Reina de la Noche. Todavía recuerdo de mi viaje a Viena en 2007 la mirada de Papageno en su puerta del teatro sobre el río Viena (mi querido Teatro de barrio), sintiéndose cómplice del movimiento de la Secesión, a escasos metros de su deteriorada figura, cubierto de plumas y con su inseparable jaula para meter/sacar los pájaros encantados (sin saber nunca a qué tipo de pájaros –uccellaci o uccellini, pasolinianos- se estaba refiriendo en su larga andanza). He recordado a este personaje tan entrañable como si fuera posible invitarle a rescatar hoy en su jaula a los gorriones en peligro de extinción. Sería una ópera magna inolvidable, sabiendo que el libreto de Millás está garantizado.

Pardal era un niño-gorrión que estaba asombrado con su profesor republicano porque un día le dijo que podría ver la lengua de las mariposas con el microscopio que esperaban con ardiente impaciencia de los de la Instrucción Pública, “[…] una trompeta enroscada como un muelle de reloj. Si hay una flor que la atrae, la desenrolla y la mete en el cáliz para chupar. Cuando lleváis el dedo humedecido a un tarro de azúcar, ¿a que sentís ya el dulce en la boca como si la yema fuese la punta de la lengua? Pues así es la lengua de la mariposa”. Y aquel niño, como un gorrión, tuvo siempre envidia de las mariposas: “Qué maravilla. Ir por el mundo volando con esos trajes de fiesta…”. Así, ensimismado con la vida, hasta que un día el maestro, Don Gregorio, desaparece en una cordada de presos durante la guerra civil española, a los que incluso él insulta y tira piedras por el sinsentido de la vida, por tanto silencio cómplice que nos asola ¡Qué paradoja tan cercana!

Cuántos recuerdos me trajo entonces el reportaje de Millás. Cuando he visto y leído hoy el publirreportaje de la Fundación ENDESA sobre los gorriones, me he retirado a mi rincón de pensar para volver a escuchar la canción de Serrat que tanto me aportó en mi vida joven, porque soy consciente, todavía hoy, que el niño que vive dentro de mí, de nosotros, hace años que nació libre como el viento, / no tiene amo ni patrón / y se mueve por instinto / como un gorrión. Con el estribillo de la vida que cada uno pone a su verdad verdadera. La de Papageno, encantador de pájaros, sin ir más lejos o… sí, para tutearnos con las nubes mientras lo permita el cambio climático. Como un gorrión y con dolor humano al saber que en los últimos veinticinco años se han perdido 9 millones de ejemplares (dato de la Sociedad Española de Ornitología en 2018), un descenso que ya se acerca al 13% desde 1998. Todo por la acción humana que dice quererlos tanto: “la increíble adaptación del gorrión al ser humano está siendo la causa de su desaparición” […] “A los gorriones les afecta el exceso de contaminación atmosférica y la escasez de espacios verdes donde alimentarse equilibradamente. Según los datos que recabamos periódicamente en SEO/BirdLife sobre su estado -gracias a la colaboración de miles de voluntarios- los gorriones sufren anemia, malnutrición y un funcionamiento deficitario de sus sistemas de defensa”, asegura Juan Carlos del Moral, coordinador del Área de Ciencia Ciudadana de SEO/BirdLife”.

Canto del gorrión común / SEO/BirdLife

Leí un día ya lejano a Manuel Rivas en una columna inolvidable en el diario El País que “Según Louis Lefebvre, los gorriones son los mejores estrategas en los procesos de adaptación y los más innovadores según las necesidades. Pero ¿quién escucha hoy en España a un gorrión?”. Lo comenté en un artículo publicado en este cuaderno digital en 2018, que llevaba un título muy cercano a Pier Paolo Pasolini (1922-1975), Pajarracos y pajarillos (Uccelacci e uccellini), al que dedico con estas palabras un nuevo homenaje al cumplirse este año el centenario de su nacimiento. Era una pregunta inquietante para los que queremos seguir aprendiendo el lenguaje de la naturaleza, el de los gorriones, la auténtica vida.

(1) Rivas, Manuel, La lengua de las mariposas, en ¿Qué me quieres, amor?, 1999. Madrid: Alfaguara.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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