Los alumnos cantan siempre a sus Maestros de vida

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http://elpais.com/elpais/2016/09/12/videos/1473674285_976962.html

Ha comenzado el curso escolar 2016-2017, avanzando paulatinamente en todos los niveles educativos que contempla la discutida legislación vigente, piedra angular en el presente y futuro de España. Enseñar en cualquier nivel de educación, en un país tan necesitado de ella como el nuestro, debería ser siempre un momento mágico en la vida profesional de un profesor o profesora, mejor de un maestro o maestra, si es posible con “M” mayúscula. Es un momento crucial, como cuando nos enfrentamos al fenómeno de la página en blanco, en este caso una persona, desde los locos bajitos a los universitarios consolidados como tales, incluso los profesionales discentes, donde tienen la oportunidad de decir todo o nada, enseñando, pero que en cualquier caso se espera siempre que digan algo especial.

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https://www.facebook.com/TimMcGraw

Es lo que han debido reconocer y sentir en su vida escolar los alumnos de enseñanza secundaria del profesor Ben Ellis, más de 400 y varios profesores colegas del Instituto Christ Presbyterian Academy de Nashville (Tennessee, EE UU), cuando han ido a su casa a cantarle una bella canción, Holy spirit, como muestra evidente del respeto, agradecimiento y afecto a quien les enseña a ser personas dignas cada día (carpe diem). Lo sabemos gracias a las redes sociales, porque un amigo, el cantante country Tim McGrow, subió el video el sábado pasado, alcanzando ya más de 23 millones de reproducciones en unos días. Me emocionan estas manifestaciones de respeto al trabajo bien hecho de un maestro de la enseñanza, en cualquier nivel, tal y como nos lo han transmitido películas preciosas durante los últimos diez años, entre las que destaco, Ser y Tener, Hoy comienza todo, El club de los poetas muertos, Maestro Lazhar, Los chicos del coro (¡qué hermosa canción de despedida a su querido profesor!) y la última que he visto, El profesor de violín.

Este país necesita aprender de estos alumnos de Nashville, porque más allá de visionar el vídeo en un momento puntual que pasa, llenándose nuestros ojos de lágrimas, tiene un trasfondo ejemplarizante. La educación es la piedra angular de un país, como he dicho anteriormente y más allá de las disputas políticas de cómo llevar a cabo la ciclópea tarea de educar uniendo voluntades de siglas políticas, por cierto nada inocentes, está la quintaesencia de educar para la vida, uniendo siempre, conocimiento, aptitudes y actitudes para ser personas dignas en el mundo actual. Cuando se desequilibra este trío de ases educativos, se producen resultados no pretendidos, que al fin y al cabo son los objetivos docentes no alcanzados. Suspenden los profesores y suspende el país, no solo los alumnos.

El profesor Ellis está viviendo su carpe diem particular que seguro que les habrá enseñando a sus alumnos cantores: “Era lo que John Keating/Robin Williams intentaba transmitir a sus alumnos desde la primera clase: que amaran el tiempo real de cada uno, cada momento, porque nada se repite, porque nadie se baña dos veces en el mismo río. A través de la poesía, porque siempre que se crea y piensa en algo, se puede dar el énfasis que cada persona necesita en su momento personal e intransferible y así se rompen esquemas. […] Además, la libertad debe estar presente en esta acción poética. Él se lo enseñó a los cuatro alumnos que copiaron su experiencia vital: crear un nuevo club de los poetas muertos, amando la transgresión de la vida cuando sus pilares se tambalean, tal y como está sucediendo en la actualidad. Ellos decidieron apostar por la libertad personal y colectiva frente a los cuatro pilares de su colegio: tradición, honor, disciplina y excelencia”.

Comprendo mejor que nunca que estos alumnos de Nashville hayan ido hasta la ventana de su profesor para cantarle su agradecimiento por ser como es, en un momento crucial de su existencia, así como que alguno le haya gritado “Capitán” en su pequeña persona de secreto, dándole las gracias, cantando, por haber aprendido la importancia del carpe diem que cada uno tiene que experimentar en su propia vida.

Sevilla, 13/IX/2016

NOTA: Vídeo y enlace recuperados hoy del diario El País: http://elpais.com/elpais/2016/09/12/videos/1473674285_976962.html

Grandes alamedas para personas libres

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Salvador Allende y su esposa, Tencha Bussi, en 1971 junto a sus nietas Marcia Tambutti y Maya Fernández (1)

Horas antes de finalizar este día, cargado de recuerdos amargos para la humanidad, por el terrible atentado de las Torres Gemelas en 2001, deseo recordar también que hoy se cumplen 43 años del golpe de estado en Chile. Las palabras de Allende desde el Palacio de la Moneda en la capital, horas antes de su fallecimiento, sigo leyéndolas e interiorizándolas en muchas ocasiones en su sentido más positivo, a pesar de la tragedia popular que supuso el sangriento golpe militar dirigido por el general Pinochet: “Tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”.

Marcia Tambutti, nieta del Presidente Allende, ha dirigido un documental, Allende, mi abuelo Allende, que ha supuesto una aportación fundamental para conocer de forma más cercana al presidente tristemente fallecido y que me permitirá conocer aspectos humanos de un líder carismático de mi persona de secreto: “En un relato conmovedor y honesto, es la primera investigación sobre Allende realizada desde el círculo íntimo del mandatario y está hecha sobre la base de 32 entrevistas a personas que lo conocieron de cerca. Son todos testimonios inéditos, como el de Tencha Bussi de Allende, la viuda del Presidente fallecida en junio de 2009, cuando el filme estaba en plena confección. La realizadora también logra hacer hablar a su tía Carmen Paz Allende Bussi, la primogénita del mandatario, que vive en Santiago y que por décadas ha cultivado un bajo perfil, alejado de la prensa. Sentada en el patio de la casa de calle Guardia Vieja de la capital chilena, la vivienda familiar desde 1953 decorada como si el tiempo no hubiese pasado, Tambutti explica que el hecho de que ella estuviera preparada para desempolvar recuerdos, no significaba que su familia también. “Me faltó abuelo, quería saber más de él. Lejos del exhibicionismo y desde el cariño más profundo, a través de este documental me propuse entender las razones de este silencio, que se explica en una inmensa parte por la existencia de episodios dolorosos” (2).

No he olvidado nunca las palabras de Allende y con esta breve reflexión quiero contribuir a no participar en los silencios cómplices de los olvidos, a respetar su memoria y las de miles de chilenos desaparecidos y torturados en la larga dictadura de Pinochet, sobre todo porque paseamos hoy en muchos lugares del mundo, también en España, por grandes alamedas de libertad en las que él soñó, aunque quede mucho por hacer y conseguir. Como decía en 2013, en un post que aprecio y que escribí con ocasión del 40 aniversario del golpe de estado chileno, Ardiente im-paciencia, estas palabras suyas las he seguido sabiendo y practicando, sin ninguna duda. Es mi pequeño homenaje a Salvador Allende y al pueblo chileno, hoy y siempre.

Sevilla, 11/IX/2016

(1) La imagen se ha recuperado hoy de: http://allendemiabueloallende.cl/

(2) Montes, Rocío (2015, 1 de marzo). El Tabú de Salvador Allende. El País.com.

El síndrome de la última versión

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La Keynote de Apple celebrada ayer en San Francisco, me recuerda siempre el síndrome de la última versión, como rasgo patológico que preocupa cada día más a la sociedad científica. No está catalogado como tal todavía en la Clasificación Internacional de Enfermedades, pero estaría muy cerca de un cuadro de frustración que podríamos definirlo como “sentimiento displacentero de incompletud que surge como consecuencia de un conflicto psicológico no resuelto en relación con la no posesión de la última tecnología de la información y comunicación, el último gadget tecnológico en sus múltiples manifestaciones”.

¿Quién duda del éxito de Apple en el mundo actual? Las cifras que maneja son abrumadoras: como empresa líder en el mercado de la telefonía inteligente, tabletas, ordenadores, equipos reproductores de música, etc. Igualmente podríamos hablar del éxito irrefutable de su gran adversario Samsung. Más de lo mismo, con Google, Android, Amazon, etc. El problema estriba en que sus mercancías nunca son inocentes y junto al indudable beneficio social que han supuesto y suponen para la humanidad, nos llevan inexorablemente a integrarnos en el mercado puro y duro si queremos estar a la última en todo lo que producen y presentan con periodicidad cada vez más corta y que la sociedad actual, tan lastrada por la situación económica y ética, no es capaz de digerir .

El problema radica en el enfoque ético de lo que realmente se necesita consumir, no en la bondad de los servicios que nos prestan, es decir, el denominado sentido de la medida. Pero el mercado no es inocente y cada vez se excita más la intrusión en nuestras vidas para plantearnos que ahí están las novedades y que sin ellas la vida no es tan completa y feliz. Con ocasión de la navidad de 2010, época en la que siempre se excitan las necesidades de tener lo último de lo último, escribí por primera vez sobre este síndrome de la última versión, aunque ya lo había citado en múltiples intervenciones profesionales: “Mañana es Nochebuena y pasado mañana, Navidad. Pero con la presión del mercado no sé si tengo la última versión de la Navidad perpetua, porque creo que la del iPad ya me la he bajado, del iTunes, también; igual la del móvil, de mi Notebook, no sé, si lo sé de mi Smartphone, la del procesador de texto no lo sé bien porque no depende de mí, mi televisor no sé si es Full o Ready (siempre HD), ¿Ultra Slim?, y si el TDT es HD; del teléfono fijo no sé cómo anda, mi coche ya va por dos versiones más, y mi microondas, lavadora, plancha y horno, ya van también por no sé qué versión. ¿Y mis trajes y corbatas, cinturones, abrigo, gabardina, gafas, etc. etc…? Y la última versión del menú de la cena de Navidad, ¿por dónde va? Esto es un no parar”.

Ayer vi a Tim Cook sin el encanto ensoñador de Steve Jobs, anunciando últimas versiones de todo lo que se mueve en la empresa de la manzana mordida. Pensé en el impacto sobre el síndrome que presento en estas palabras de desasosiego, digital por supuesto, acordándome también de lo que escribí aquella Navidad 1.0, que en este momento es de rabiosa actualidad: “Lo más grave es que la versión de la inteligencia no sé tampoco por cual versión va. La del alma, ni te cuento. La del corazón, creo que ya va por una versión inalcanzable. Y mientras salgo a comprar lo último de lo último que indican los gurús de la mercadotecnia, en la tarde previa a la Nochebuena, porque la versión última de la Navidad, la del año pasado y anteriores, ya no sirve, me encuentro que para muchas personas la ultimísima ya está agotada. Y la frustración es enorme, porque “el sentimiento displacentero de incompletud” de las personas que se frustran porque no tienen la última versión de todo lo que está quieto o se mueve a nuestro alrededor, es una realidad que no está versionada. Por eso me acuerdo de Rafael Alberti tantas veces en la Navidad, cuando siendo un adolescente leí aquél poema precioso recogido en El Alba del alhelí, “El Platero”:

– A la Virgen, un collar
y al niño Dios, un anillo,
– Platerillo no te los podré pagar,
– ¡Si yo no quiero dinero!
– ¿Y entonces qué? di.
– Besar al niño es lo que yo quiero.
– Besa, sí

Y una cosa más, que diría Steve Jobs en sus Keynotes para recordar: hoy día me doy cuenta que no necesito versiones de casi nada porque tengo cerca unas personas que esperan como el platerillo de veinte siglos atrás que no confunda nunca, como todo necio, valor y precio.

Low Todo, para entendernos… es la etiqueta que busco hoy, la que deseamos encontrar, en definitiva, los que deseamos vivir ligeros de equipaje, lejos de las últimas versiones de todo, para no frustrarnos, porque hoy, afortunadamente, me basta con lo tengo y necesito si soy capaz de actualizar todos los días el sentido de la medida y de los sueños que me permiten ser feliz cada día.

Sevilla, 8/IX/2016

NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de: http://www.zonamovilidad.es/fotos/2/tim-cook-apple_1_thumb_1280.jpg

La verdad de las mentiras políticas

VARGAS LLOSA

No escribo estas palabras por desencanto existencial como algún lector puede deducir de su hilo conductor, sino por necesidad de expresar algo que me conmueve todavía: necesitamos conocer la verdad de lo que ocurre en nuestro aquí y ahora, pero la política, a veces, no es buena compañera de camino. No es la primera vez que escribo sobre este aserto, pero me lo ha recordado en esta ocasión un libro de Vargas Llosa, La verdad de las mentiras, a modo de diccionario de verdades sobre realidades contadas por autores célebres como novelas inolvidables sobre la vida y la muerte, en una dialéctica casi imposible de entender a tiempo.

En el caso de la literatura, la aproximación a ella nos descubre casi siempre la verdad de las mentiras “piadosas”, aunque no inocentes, que se narran a lo largo de la prosa novelada. Igual que en la advertencia de los títulos de crédito de muchas películas: cualquier parecido del guión con la realidad es pura coincidencia. Es decir, ya sabemos qué nos estamos jugando existencialmente, estamos avisados. No ocurre así con la política, porque las mentiras políticas nos llevan de la mano, afortunadamente con honrosas excepciones porque todos los políticos no son iguales, al descubrimiento de la falta de verdad que hay casi siempre detrás de ella, aunque nadie nos avisó de que eso no iba a ser así, confiando en ella como elemento crucial de la democracia.

¿Los programas políticos tendrían que incorporar en sus índices, la llamada de atención que hacíamos referencia anteriormente, sobre la ficción que encierran en sí mismos? No quiero pensarlo y por esa razón voy al cine a ver películas basadas en hechos reales que me conmuevan (El profesor de violín) y vuelvo a leer la obra de Vargas Llosa citada para comprobar si a través de la palabra literaria puedo encontrar la verdad que no encuentro en la realidad política actual: la ficción literaria, dice él, es por sí sola “una acusación terrible contra la existencia bajo cualquier régimen o ideología: un testimonio llameante de sus insuficiencias, de su ineptitud para colmarnos. Y, por lo tanto, un corrosivo permanente de todos los poderes, que quisieran tener a los hombres satisfechos y conformes. Las mentiras de la literatura, si germinan en libertad, nos prueban que eso nunca fue cierto. Y ellas son una conspiración permanente para que tampoco lo sea en el futuro”.

Si nos dijeran la verdad mentirían”, escribí después de las elecciones generales en España en diciembre de 2015 y finalizaba con una reflexión sobre la que hago hoy una operación rescate para comprobar si a través de mis palabras encuentro sentido a esta verdad que nos corroe en la película real del día a día: “El problema radica también en que estamos sobrepasados por experiencias políticas pasadas, enmarcadas en mentiras que parecían en el mejor de los casos verdades a medias, muy lejos del interés general. Ahora hace falta altura de miras, sensatez extrema, diálogo donde la búsqueda de la verdad sea un esfuerzo común, guardándose cada uno la suya en aquello que no une, no toda la verdad, aunque comprendamos ahora mejor que nunca algo que experimentó en su experiencia vital el gran político canadiense Michael Ignatieff en su frustrada carrera hacia la presidencia de su nación: “Nada te va a causar más problemas en la política que decir la verdad”. Porque si no, solo nos quedará en nuestro pensamiento y sentimiento una reflexión […] que se podría convertir los próximos días en trending topic popular a todas luces: si nos dicen la verdad (algunos políticos, no todos), mentirían. Aprendiendo con humildad de la paradoja de Epiménides, cuando afirmó que todos los cretenses eran unos mentirosos, porque casualmente…, él también lo era”.

Sevilla, 5/IX/2016

#IzquierdaJamásVencida

 

La izquierda digna, unida, jamás será vencida

Sé que las personas que lean estas palabras pensarán con nostalgia en días ya lejanos para algunos, en los que con orgullo y sentimiento de clase no importaba sentirse parte de lo que todo el mundo conocía como “la izquierda” y que te identificaran como integrante de sus formaciones políticas que no ocultaban con actitud vergonzante sus siglas e ideologías implícitas. Tampoco importaba que los que no estaban en este espacio ético de la izquierda se burlaran de sus «utopías», como los de siempre, para tranquilizar sus conciencias, han llamado y quieren seguir llamando hoy a toda pre-ocupación por los demás desde las políticas de izquierda, sobre todo cuando se centran en el beneficio del interés general y de los que menos tienen (por cierto, no solo en relación con el dinero).

El resultado de la sesión de investidura de ayer mostró la necesidad de gritar a los cuatro vientos que hasta aquí hemos llegado en este país, que la izquierda tiene que organizarse urgentemente, olvidar rencillas y disputas cortesanas, y dedicarse a formar una alternativa de progreso y cambio que devuelva a través del Gobierno y del Congreso el sentido de la vida y de la dignidad humana a todo el país y sobre todo a millones de personas que malviven por el paro y que a pesar de todo piensan que un día no muy lejano se resolverá su drama personal y familiar. Los agoreros mayores del reino piensan que fuera de la derecha no hay salvación, como nos enseñaban en el catecismo de nuestra infancia sobre la pertenencia salvadora a la Iglesia oficial. Pero no es verdad.

Ha llegado el momento de actuar. Con independencia de lo que puedan hacer los partidos de izquierda o de abajo, los de toda la vida al final, en la resaca del acto fallido de ayer,  deberíamos aunar voluntades con el amor y el sufrimiento, desde las bases ciudadanas de la izquierda popular, para luchar por un futuro digno, propio y ajeno, como aprendimos de la voz de Quilapayún en la Cantata de Santa María de Iquique y que no me avergüenza citarla todavía hoy. Deberíamos celebrar encuentros en la calle, tomarla en el sentido más democrático del término, inundar las redes de mensajes solidarios de la izquierda digna (#IzquierdaJamásVencida, como ejemplo de hashtag, entre otros), publicar artículos en blogs y mensajes cortos en redes sociales, plantear debates en el tejido asociativo en el que estemos insertos, estar presentes en todos los medios de comunicación y celebrar actos en la Universidad, entre otras muchas actividades, para demostrar y demostrarnos que todavía hay una solución a la gobernabilidad de este país sin tener que esperar pacientemente y en silencio cómplice al 31 de octubre. Es imprescindible la movilidad social y las redes sociales son esenciales para organizarnos y encontrarnos en lugares abiertos, en la Noosfera (la piel pensante que envuelve el mundo), para demostrar que otro país es posible.

Aprendí de Víctor Jara que “hoy es el tiempo que puede ser mañana”. La mejor forma de no olvidarlo es atender estas palabras en su hoy, que ahora es el nuestro, porque no han perdido valor alguno al recordarlas en estos momentos cruciales para este país. Sería una forma de salir del silencio cómplice en el que a veces estamos instalados para complicarnos la vida en el pleno sentido de la palabra. Merece la pena porque en la izquierda digna se sabe que mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor. Palabra de Allende y ¿por qué no?, nuestra.

(Si te preocupa la situación actual de este país y crees en la izquierda digna, pasa estas palabras a quien creas que le pueden interesar, porque hoy es el tiempo que puede ser mañana. Estamos en la cuenta atrás para luchar por la gobernabilidad de este país, ante la incapacidad demostrada por nuestros representantes políticos hasta hoy)

Sevilla, 3/IX/2016

NOTA: el vídeo se ha recuperado hoy de: https://www.youtube.com/watch?v=LWlkWPXfvXc

Necesitamos recompensar los descubrimientos políticos de utilidad general

EUREKA

Estoy muy pre-ocupado [sic] con la situación política actual en este país. Todo tiene su tiempo y cada tiempo su momento, pero mi condición actual -ordenada administrativamente- de estar siempre en estado de júbilo (con perdón), no justifica que no siga comprometido intelectualmente con la cosa política que nos ocupa en estos tiempos revueltos. Por ello he recordado una curiosa experiencia política que conocí hace ya muchos años a través de Aristóteles, en su extraordinaria obra dedicada íntegramente a la política, que sería muy interesante importar con carácter inmediato, salvando lo que haya que salvar, ante el desconcierto que estamos viviendo en esta etapa de investidura política. Por si fuera útil para alguien, algunos o todos los que viven de forma especial la cosa política que tanto nos concierne.

Me refiero concretamente a una parte de la Constitución ideada por Hipódamo de Mileto, hijo de Eurifón, “inventor de la división de las ciudades en calles que aplicó al Pireo, y que por otra parte mostraba en su manera de vivir una excesiva vanidad, complaciéndose en arrostrar la opinión pública que le censuraba por la compostura de su cabellera y la elegancia de su vestido, usando lo mismo en verano que en invierno trajes a la vez ligeros y de abrigo, hombre que tenía la pretensión de no ignorar nada de cuanto existía en la naturaleza, es también el primero que, sin haberse ocupado nunca de los negocios públicos, se aventuró a publicar algo sobre la mejor forma de gobierno. Su república se componía de diez mil ciudadanos, distribuidos en tres clases: artesanos, labradores, y defensores de la ciudad, que eran los que hacían uso de las armas. Dividía el territorio en tres partes: una sagrada, otra pública, y la tercera poseída individualmente”. Pero lo que he recordado hoy especialmente es que “garantizaba también por medio de la ley las recompensas debidas a los descubrimientos políticos de utilidad general”. Genial.

En estos tiempos de mediocridad galopante y de enrocamiento de los partidos que teóricamente deberían defender el interés general, observamos el agotamiento y desencanto que transmiten en general como si la cosa política estuviera agotada, afectando muy seriamente a los principios de la democracia. Sería necesario rescatar también a Mozart para aprender de un protagonista de su ópera La Flauta Mágica, Papageno, ante la necesidad urgente de buscar con él encantadores de pájaros (ya sabemos que sin aclararnos qué tipos de pájaros son imposibles de encantar), que fueran capaces de desmantelar los negocios de Reinas y Reyes de la Noche que corresponda y que cada uno sabrá interpretar con ejemplos de hoy.

Volvamos a Hipódamo de Mileto. Decía Aristóteles en el comentario a esta experiencia tan atrevida, que “En cuanto a las recompensas que se conceden a los que hacen algunos descubrimientos útiles para la ciudad, es una ley seductora en la apariencia, pero peligrosa. Será origen de muchas intrigas y quizá causa de revoluciones. Hipódamo toca aquí una cuestión sobre un objeto bien diferente: ¿están o no interesados los Estados en cambiar sus instituciones antiguas en el caso de poderlas reemplazar con otras mejores? Si se decide que tienen interés en no cambiarlas, no podría admitirse sin un maduro examen el proyecto de Hipódamo, porque un ciudadano podría proponer el trastorno de las leyes y de la constitución como un beneficio público”. Es verdad, pero estamos asistiendo a un espectáculo de agotamiento político por las fórmulas encorsetadas en las que transcurren los debates y la forma de abordarlos en el Palacio de la verdad democrática, el Congreso, así como de la propia representación política con el sistema electoral actual, que urge introducir cambios a marchas forzadas, maximis itineribus que decía Aristóteles.

En cualquier caso, es imprescindible que en política se hable de futuro y de una forma diferente de hacer las cosas políticas, con arte. Es una delicia seguir leyendo a Aristóteles cuando analiza, eso sí sin emitir juicios personales sobre la experiencia que narra, el modelo político de Hipódamo de Mileto: “La innovación ha sido provechosa en todas las ciencias, en la medicina, que ha prescindido de sus viejas prácticas, en la gimnástica, y en general, en todas las artes en que se ejercitan las facultades humanas; y como la política debe ocupar también un lugar entre las ciencias, es claro que es necesariamente aplicable a ella el mismo principio. Podría añadirse que los hechos mismos vienen en apoyo de esta aserción. […] La humanidad en general debe ir en busca, no de lo que es antiguo, sino de lo que es bueno. Nuestros primeros padres, ya hayan salido del seno de la tierra, ya hayan sobrevivido a alguna gran catástrofe, se parecen probablemente al vulgo y a los ignorantes de nuestros días; por lo menos, esta es la idea que la tradición nos da de los gigantes hijos de la tierra; y sería un solemne absurdo atenerse a la opinión de semejantes gentes. Además la razón nos dice, que las leyes escritas no deben conservarse siempre inmutables. La política, y lo mismo pasa con las demás ciencias, no puede precisar todos los pormenores. La ley debe en absoluto disponer de un modo general, mientras que los actos humanos recaen todos sobre casos particulares. La consecuencia necesaria de esto es, que en ciertas épocas es preciso modificar determinadas leyes”.

Sin comentarios ante estas últimas palabras. No nos queda duda alguna: necesitamos recompensar los descubrimientos políticos de utilidad general. Salgamos como Diógenes a buscarlos por las calles, que son de todos, que preconizó en su día este arquitecto de la política tan singular, Hipódamo de Mileto, a quien se las debemos hoy día. Hagámoslos públicos, porque el museo de innovación política tiene desgraciadamente las estanterías vacías.

Sevilla, 2/IX/2016

NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de: http://latam.askmen.com/noticias-poder-dinero/2344/article/como-sucede-un-momento-eureka