Lo que le pasa a la gente

No conocen ni a su padre cuando pierden el control,
ni recuerdan que en el mundo hay niños.
Nos niegan a todos el pan y la sal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.

Juan Manuel Serrat, Algo personal

Vivimos momentos muy difíciles para saber lo que nos pasa y seguro que no es solo algo personal. Dependemos mucho de la información masiva que se lanza todos los días sobre nuestra vida, a través de los medios de comunicación, como si se tratara de un avance en toda regla de la División Acorazada Guzmán el Bueno. Siempre recuerdo una frase que leí en 2014 a Juan Cruz, periodista que admiro, que decía algo muy clarificador en estos tiempos que, más que correr, vuelan: “el periodismo no está en crisis, está en crisis la industria que lo hace posible. Periodismo es, aún, lo que dijo Eugenio Scalfari, el fundador de La Repubblica de Roma, en una frase ante estudiantes españoles en la Escuela de EL PAÍS: “Periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente”.

Efectivamente, esperamos conocer la verdad de lo que pasa en la vida de todos, no en la de secreto, a través de los profesionales dignos del periodismo, que también existen y que dicen con objetividad lo que nos pasa, para que lo entendamos de la mejor forma posible. Los atenienses contemporáneos de Platón corrían todos los días hacia el areópago, ávidos siempre de la última noticia, aunque tenían un principio de confianza, envidiable hoy, que consistía en que sabían a ciencia cierta que todo lo que allí se anunciaba y comentaba era verdad (alétheia, en estado puro). Habían aprendido de Parménides, a distinguir la verdad de la simple opinión.

Atravesamos momentos de desconcierto mundial por la posverdad, verdaderamente lamentables, porque quienes propagan noticias que falsean lo que le pasa a la gente, están convencidos de antemano que poseen la verdad absoluta desde su medio de comunicación convertido en una maquinaria de mercado que paga al mejor postor, importándoles un bledo el gran aserto de Machado sobre la búsqueda ávida de la verdad en el areópago de la vida: ¿Tú verdad? No, la verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela. No digamos el de Parménides: Es justo que lo aprendas todo, tanto el corazón imperturbable de la persuasiva verdad como las opiniones de los mortales, en las cuales no hay creencia verdadera (Sobre la Naturaleza).

Les aseguro que esta reflexión no es solo algo personal, sino un aviso para periodistas navegantes: creo que le pasa a más gente.

Sevilla, 12/V/2017

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