«Cuanto vale se ignora y nadie sabe / ni ha de saber de cuánto vale el precio»
Antonio Machado (1875-1939). Nota manuscrita en unos papeles perdidos
Lo dejó escrito Antonio Machado en unas maravillosas notas manuscritas y descubiertas no hace tantos años y que ahora cobran especial importancia porque se ignora cuánto valen las cosas públicas. Hoy es importante recordar esta frase del gran poeta sevillano porque se aprobarán los Presupuestos Generales del Estado para 2017, después de un largo recorrido político, mediático, y creo que estamos obligatoriamente obligados a conocerlos con detalle porque en ellos se encuentra la financiación del Estado y su proyección en las Comunidades Autónomas, en lo que corresponda. Además, no son inocentes, es decir, están planteados desde una determinada perspectiva política y ya sabemos que en su conjunto los Presupuestos Generales del Estado y los de las Comunidades Autónomas, tampoco lo son, porque todo depende del color político desde el que ve la forma de gobernanza correspondiente.
Hoy es unos de los días, políticamente hablando, más importantes para el país. Sé que estamos viviendo una etapa de desafección política muy preocupante, pero deberíamos prestar especial atención a lo que pasa -en este momento que escribo este post- en el Congreso de los Diputados, cuando no sabemos lo que realmente está pasando y tanto nos puede llegar a afectar en ámbitos tan transcendentales para la vida diaria de la ciudadanía como el empleo, la educación pública en todos sus niveles, la atención a la salud y su proyección en el Sistema Nacional de Salud, el desarrollo e implantación de servicios sociales equitativos y su proyección actual tan preocupante por la falta de aplicación efectiva de la llamada Ley de la Dependencia.
La verdad es que ignoramos cuánto valen las cosas públicas, mucho más por los años que llevamos instalados en la corrupción pública a todos los niveles, donde todo necio confunde valor y precio. También, por la falta de transparencia real y efectiva para conocer el recorrido completo del presupuesto, gasto y evaluación del dinero público, una tríada capitolina para el empoderamiento auténtico de la población.
Un ejemplo de transparencia que tiene el sustento de los datos públicos masivos, vale más que mil palabras. Sé que el Presupuesto del Estado y de las Comunidades Autónomas maneja términos diseñados a veces por el enemigo, pero conozco casos muy emblemáticos y didácticos para comprenderlo. Pongo el ejemplo del trabajo que realiza actualmente en España la Fundación Civio con algunas Comunidades Autónomas que se están situando cada vez más en clave de Gobiernos abiertos y transparentes, a través de la herramienta basada en la aplicación de los Presupuestos Abiertos de Aragón que Aragón Open Data ha abierto al uso público y que recomiendo analizar con detalle respecto de Andalucía, por ejemplo, donde se muestra y demuestra con creces que cuando hay voluntad política de difundir un Presupuesto es posible hacerlo. Se analiza la distribución del presupuesto regional en España durante los años 2006 al 2015, pudiéndose observar tanto el gasto presupuestado total, como el presupuesto por habitante. Se pueden ver las cantidades por área funcional, como por ejemplo Sanidad, referidas a cada región o a todo el territorio nacional. Conozco a David Cabo, trabajador incansable a favor del conocimiento accesible y libre, Patrono Fundador y director de la Fundación, porque en su momento trabajé con mucha ilusión por incorporar esta herramienta en Andalucía, solución que finalmente no se llevó a cabo, con gran decepción por mi parte.
La política presupuestaria transparente es aquella que transmite las acciones de gobierno de forma “clara, evidente, que se comprende sin duda ni ambigüedad”, tal y como define la Real Academia Española la cualidad de transparente, es decir, la transparencia. Es verdad, porque el marco en el que se tiene que desenvolver la política de la gestión del dinero público por parte de los Gobiernos progresistas que la desarrollen, es el de la transparencia que se comprende en sí misma, que algunos viven (sin hacer esta política) como un castigo divino, cuando debía ser la quintaesencia de esta acción política que ahora nos ocupa en esta serie. Mucho más cuando se debería acompañar de una política digital para garantizar la equidad en la accesibilidad a los datos públicos masivos que hay detrás de cada presupuesto público, no digamos de los Presupuestos Generales del Estado. No solo es el resultado final de un camino legal, que también lo es, sino una actitud política de gobernanza que ampara los datos públicos masivos que posee en sus servidores gracias a la interrelación con la ciudadanía, a quien sirve y de la que se retroalimenta. La transparencia no es solo el objeto de una ley o un portal específico, sino una actitud pública mantenida en el tiempo, para que la accesibilidad a los datos digitales sea una constante en alta disponibilidad, gracias a una clara y rotunda política digital de carácter sustantivo, con visión de Estado y con una proyección hacia el Estado de las Autonomías, cruzada permanentemente por una transversalidad digital de amplio espectro que solo se consigue con políticas y estrategias digitales progresistas, avanzadas, que trabajan siempre en clave de interoperabilidad integral, sin fronteras atómicas que lo impidan.
El Gobierno actual debería abrir la trastienda donde se tramitan y gestionan de principio a fin los Presupuestos Generales del Estado, una vez aprobados y como compromiso en toda regla. Me quedo, sin ninguna duda, con la expresión preciosa sobre el lema “trastienda” que se utilizaba en el Siglo XVIII en España y así lo transmitió la Autoridad correspondiente (RAE A, 1739), pág. 341,2): hay que trabajar en la trastienda [pública], es decir, con cautela advertida y reflexiva en el gobierno de las cosas [públicas]… Sobre todo, repito, de las públicas, porque ignoramos cuánto valen realmente aunque todos participamos y/o nos beneficiamos o perjudicamos por ellas. De ahí que estemos obligatoriamente obligados a entenderlas.
Sevilla, 31/V/2017
PORQUE NO QUIERO OLVIDARLO, NI SIQUIERA UN MOMENTO…