Hace muchos años que Raimon dijo no

La banda sonora de la vida de cada uno es muy particular como lo era el patio de mi casa de la infancia. Pero algunas canciones marcaron épocas inolvidables donde por ósmosis libertaria nos impregnábamos de música y músicos que nos hacían vibrar en la búsqueda de un país mejor para todos. Es el caso de Raimon, que la semana próxima se despide definitivamente de los escenarios, después de años incansables de idas y venidas cabalgando sobre un corcel imaginario de ilusiones y proyectos para todos. Recuerdo, sobre todo, dos canciones que las recupero de mi memoria de hipocampo con una facilidad asombrosa al cantarlas: Al vent y Diguem no, porque el idioma alternativo en la época de autos, finales de los sesenta y comienzos de los setenta del siglo pasado, tenían un sentido reivindicativo como plus de la lucha por la democracia en España.

Los últimos meses en este país han sido especialmente virulentos en relación con decir NO, con mayúsculas, a una situación política que era insostenible, vivida a lo largo de 2016 y con vaivenes de infeliz memoria. Lo traigo a colación porque la canción de Raimon, Diguem no, era un manual breve para mantener el no en la vida, en ocasiones en la que hay que enfrentarse a situaciones complejas y saber decir y mantener el no, a pesar de las dificultades que normalmente conlleva. Raimon nos decía en su canción que ahora que estamos juntos, diré lo que tú y yo sabemos y que a menudo olvidamos: hemos visto al miedo ser ley para todos, hemos visto a la sangre -que sólo hace sangre- ser ley del mundo. Y enarbolaba el estribillo de la dignidad personal y colectiva frente a los que no defienden el interés general, a los que conocemos por su nombre y sus siglas: no, yo digo no, digamos no. Nosotros no somos de ese mundo. No, digamos no.

Para no decaer en el empeño proseguía: hemos visto al hambre ser pan para todos. Hemos visto que han hecho callar a hombres llenos de razón. Y nos animaba a cantar juntos: no, yo digo no, digamos no. Nosotros no somos de ese mundo. No, digamos no. Nosotros no somos de ese mundo. En mi época, se prohibieron las dos estrofas finales por atentar contra principios del Régimen: hemos visto al hambre ser pan para los trabajadores. Hemos visto encerrados en la prisión a hombres llenos de razón. Sin comentarios.

Me parecía justo y benéfico ser agradecido con Raimon porque me permitió luchar por ideales puros, utópicos para los de siempre, pero que no olvido. Cuando he sabido que ya no los cantará más en público, para todos, he sentido la necesidad de compartirlos de nuevo, al viento, con el pensamiento y sentimiento puesto en esta letra, porque esos ideales son incluso más fuertes que el viento. Mediante el compromiso social activo, porque si ese compromiso no tiene la fuerza del corazón que pones en ello, es solo eso, una palabra sin más. Rafael Alberti lo expresaba de forma impecable: Libre solo el corazón, más que el viento.

Con Raimon supe lo que era cantar al viento (al vent…) cuando la vida nos da penas, porque el mero hecho de nacer es ya un gran llanto y que la vida puede ser ese llanto; pero nosotros podemos seguir cantando al viento, con la cara al viento, con el corazón al viento, con las manos al viento, el viento que sopla para todo el mundo, aunque muchos no seamos de ese mundo que tiene al miedo como ley para todos, porque hemos visto a la sangre -que sólo hace sangre- ser ley del mundo. Por todo ello, es muy importante saber mantener el No a lo que es indigno, el NO que aprendimos con Raimon cantándolo en su idioma de todos y de secreto.

Sevilla, 27/V/2017

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