Sevilla, 3/II/2021
Te marchaste sin decirnos adiós / Yo sé que tú no pudiste decirnos adiós / ¿No sabes tú que tampoco / nosotros hemos podido / decirte adiós? / Tiempos malditos y tristes / en los que hasta un triste adiós / hay sombras que lo prohíben.
Rafael Alberti, Canción 55, Baladas y canciones del Paraná (1953-1954)
“Preferiría no hacerlo”, era la frase icónica de Bartleby, el escribiente. Siento ahora la misma sensación al abordar la página en blanco sobre un asunto que me ocupa y pre-ocupa, así, con guion. Se trata de la situación social de las personas mayores en nuestro país, no sólo por la covid-19, sino por otras dos realidades que vivimos día a día: la larga y extensa espera en las listas del reconocimiento público de la dependencia y los millones de pensionistas que malviven con una pensión exigua para sus necesidades diarias. Se une a esta situación una actitud ética, personal y quizá transferible que radica en no participar de los silencios cómplices, por tierra, mar y aire, políticos y sociales, tan característicos de este país.
En este sentido, nuestro país no goza de buena salud política y social en relación con los mayores, visto lo visto con la pandemia y aunque suene muy fuerte decirlo así, de forma tan concisa y abrupta. Es verdad que se han logrado avances significativos en relación con la situación de partida desde la transición, pero creo que no nos deberíamos conformar con lo conseguido porque las tres realidades enunciadas anteriormente nos dejan, a algunas personas, helado el corazón. El conformismo hace estragos allí donde nace, se desarrolla y muere, porque se instala en el confort de los tibios y tristes, alejando como por arte de magia a las personas dignas de cualquier movimiento andante. Tengo que reconocer que me dan pánico, pero crecen como por encanto, porque todos coinciden en que la cosa de las personas mayores está fatal. Pero ¿qué es la cosa? ¿su cosa?
Hoy me centro en el impacto de la cosa de la pandemia en las personas mayores. Las cifras actuales dan pánico, son tercas y debemos acudir a ellas para no cometer errores en este planteamiento. En tal sentido, recojo los datos que ofrece el Informe nº 63. Situación de COVID-19 en España. Casos diagnosticados a partir 10 de mayo Informe COVID-19, elaborado por la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica (RENAVE) y publicado por el Instituto de Salud Carlos III. Son datos actualizados desde 10 de mayo de 2020 a 27 de enero de este año. Es importante reseñar que la fecha de 10 de mayo no es aleatoria sino el resultado de la entrada en vigor, a partir del 11 de mayo de 2020, de la nueva Estrategia de Vigilancia y Control en la fase de transición de la pandemia de COVID-19, que propició un cambio en la notificación de las CCAA al Ministerio de Sanidad, simplificando la encuesta epidemiológica a cumplimentar por las citadas CCAA, para hacerla más ágil.
Atendiendo las observaciones finales del informe, recojo algunas de ellas a continuación (en cursiva) con un planteamiento secuencial que no es el del informe, pero que me parece demostrativo de lo que está ocurriendo en esta tercera ola, con un total estadístico digno de mención: “En el análisis de los casos notificados a la RENAVE con fecha de diagnóstico posterior al 10 de mayo, y hasta las 15:30 h del 27 de enero de 2021, se identifican 2.435.880 casos de COVID-19 en España. Un 5,7% de los casos han sido hospitalizados, un 0,5% han sido admitidos en UCI y un 1,1% han fallecido”:
1. La mayor proporción de casos de COVID-19 se producen en el grupo de 15 a 59 años (66% del total), siendo el grupo de 15-29 años el más representado, con un 20.5% de los casos. Se confirma que el comportamiento de los jóvenes ha sido crucial en esta etapa tan desfavorable, otra vez, para los mayores, siendo evidente en el cruce con el ámbito de posible exposición, el entorno domiciliario, que se ha convertido en el principal foco de contagio. Miles de jóvenes han vuelto a sus casas después de salidas descontroladas e irresponsables.
2. El porcentaje de hospitalizaciones y defunciones con COVID-19 aumenta con la edad, alcanzando un 26% y 11.1% en mayores de 79 años, respectivamente. Es evidente el impacto del contagio y sus consecuencias directas, de nuevo, en las personas mayores.
3. A nivel nacional, entre las semanas 01/2021 (4 – 10 de enero) y 02/2021 (11 – 17 de enero), la incidencia semanal acumulada de COVID-19 aumenta un 26%. El mayor ascenso se produce en los menores de 15 años (53%) y en los mayores de 80 años (41%). Es evidente que la cruzada de salvación nacional de puentes, navidades, año nuevo y reyes, han propiciado estas cifras, si tenemos en cuenta el informe anterior como ejemplo de esta trazabilidad: “A nivel nacional, entre las semanas 53/2020 (28 de diciembre – 3 de enero) y 01/2021 (4 – 10 de enero), la incidencia semanal acumulada de COVID-19 aumenta un 60%, y entre las semanas 01/2021 y 02/2021 (11-17 de enero) el aumento es de al menos un 9%. Entre las semanas 53/2020 y 01/2021, el ascenso es igual o superior al 50% en todos los grupos de edad. El mayor ascenso se produce en los grupos de 15-29 años y de 50-59 años, con un incremento del 65%”.
4. Con respecto a la distribución por sexo y edad de la población española, los casos de COVID-19, están sobrerrepresentados en los hombres de 15-34 años, en mujeres de 15-54 años y en mayores de 84 años para ambos sexos, especialmente en mujeres. Otra vez sorprende la edad de la población afectada, a diferencia de la primera ola.
5. Un 35,7% no refería contacto conocido con un caso diagnosticado de COVID-19, porcentaje que asciende al 38,8% al restringir el análisis a las últimas tres semanas epidemiológicas. El rastreo ha brillado por su ausencia y aunque se recoja esta cifra como dato objetivo, es obvio pensar que los comportamientos que hemos visto en varios tramos de edad no eran los propicios para una fiabilidad absoluta en lo comunicado a los profesionales sanitarios, simplemente porque las grandes aglomeraciones eran un vector clarísimo de contagio.
6. El ámbito más frecuente de exposición se da en el entorno del domicilio (34,7%). Este dato es muy difuso y confuso, atendiendo a la clasificación que figura en el informe bajo el descriptor, “Ámbito de posible exposición”, en el que los centros sociosanitarios, como podrían ser las residencias de mayores, sólo registran un 3,0 por ciento de los casos, siendo muy desconcertante el epígrafe de “Otros”, con un segundo porcentaje más elevado, el 10,3 del total, ocupando el “Laboral” el tercer puesto con un 5,6 por ciento del total. La conclusión primera más importante es que la vuelta a casa por el puente de la Inmaculada y las fiestas de Navidad ha sido letal para la pandemia.
Del análisis completo del documento se desprende una conclusión muy dura: el 50 por ciento de todas las personas ingresadas han sido personas con más de 70 años, una cifra de distancia clamorosa sobre casi el 3 por ciento de los más jóvenes. Estas cifras se agravan porque el 34 por ciento tuvieron que ser ingresados en UCI, teniendo en cuenta que las personas de entre 70 y 79 años fueron en torno al 27% y las mayores de 80 alrededor del 7. El resultado final ha sido que el 85 por ciento de los 27.781 fallecidos, han sido personas mayores de 70 años. Andalucía ha registrado un total de 4.653 personas fallecidas, siendo la Comunidad que ha registrado el porcentaje más alto del país.
Cuando escuchamos a diario las cifras de fallecimientos de las personas fallecidas por la Covid-19, en general, experimentamos dolor, sabiendo que son días de lágrimas para las familias que han sufrido la terrible ausencia de sus parientes más cercanos, personas mayores en un porcentaje muy alto, dejando abiertas las creencias de cada uno en este momento de duelo para comprender el día después de la forma más humana posible. También, días muy dolorosos para los profesionales sanitarios que los han atendido de forma heroica hasta el último suspiro en su silencio y soledad acompañada. Decía Alberti en el prólogo del libro que recoge la canción citada en el encabezamiento de estas líneas, entre otras cosas, que “[…] como por transparencia, entrelazados al río y raro paisaje que las provocan, se ven latir en ellas todos los años de dolor y nostalgia que andan dentro de mí, al mismo ritmo de la sangre; porque yo no podré cantar ya nunca dividiendo en dos partes el correr de mi vida; aquí, de este lado, lo sereno, luminoso, optimista, y de este otro, lo dramático, oscuro, triste, todo lo señalado por los signos crueles de mi tiempo. Por esta causa son así, no de otro modo”. Me ocurre hoy lo mismo. No puedo estar tan tranquilo con lo que está sucediendo aunque yo esté del lado de los no afectados, porque al escribir hoy siento el dolor de lo que está ocurriendo y no puedo escribir solo sobre lo sereno, luminoso u optimista, porque estas ausencias me llegan a lo más profundo de mi corazón.
Queda mucho por analizar y por hacer a través de una evaluación continua, pública, transparente y responsable de lo que está sucediendo. Recuerdo en este momento a Benedetti porque escribió en Testigo de uno mismo (1) un soneto del pensamiento, algo precioso que leyéndolo de nuevo me ha pre-ocupado (así, de nuevo con guion), en mi persona de secreto, sobre todo por la segunda estrofa: sin pensar uno ahorra desalientos / porque no espera nada en cada espera / si uno no piensa no se desespera / ni pregunta por dónde van los vientos. Cuando preguntamos a nuestro alrededor ¿cómo va la cosa del coronavirus? lo habitual es que te respondan siempre ¿no lo ves? ¡fatal! Y la cosa es un constructo universal que tiene nombres y apellidos de casi todo lo que se mueve. De ahí al conformismo más activo solo hay un paso. No hay pensamiento, aliento, espera, ni preguntas para saber por dónde va la cosa de los vientos del Sur, que también existe. Más adelante, en el mismo soneto, dice Benedetti: la mente se acostumbra a ese vacío / no sabe ya de nortes ni de sures / no sabe ya de invierno ni de estío. Quizás, tampoco de coronavirus. Es verdad, porque el conformismo lleva a un electroencefalograma plano de la inteligencia que inhibe para tomar conciencia de lo que está sucediendo con las personas mayores. Lo que ocurre es que cuando se decide salir del conformismo que nos invade, el pensamiento, acostumbrado al vacío, huye de ángeles y tahúres y busca desesperadamente la noche, para pensar en lo que está pasando, a troche y moche. Es lo que me ha ocurrido hoy al recordar a las personas mayores, mis compañeros actuales de viaje, pero confieso que necesito ver la luz del día.
Lo decía en tiempos de la primera ola de la pandemia y en esta tercera estamos viviendo otra vez los estragos de un tsunami de contagio y propagación de una enfermedad letal y desconocida todavía en su alcance actual de mutaciones, aunque no en su base científica. En este desconcierto mundial nos queda la palabra y hoy quiero dedicarla a estas personas que han fallecido sin que hayamos podido decirles adiós, porque no me quiero quedar callado como si no estuviera pasando nada, porque está pasando y lo estamos escuchando y viendo, tal y como se puede refrendar en los informes oficiales del Ministerio de Sanidad, acercándome a los familiares y personas más llegadas de los ausentes, en silencio no cómplice y a través de la palabra que aún me queda. También, para reivindicar con todas mis fuerzas que el mejor homenaje que podemos hacerles hoy, más allá de banderas a media asta, corbatas y trajes negros, crespones también negros y funerales de Estado o panegíricos diversos, tan lejanos ya porque ahora sólo son cifras, es urgir a nuestros gobernantes para que se trabaje sin descanso sobre un Pacto de Estado de Atención Integral a las Personas Mayores. Es alarmante constatar que todavía no se sabe a ciencia cierta el número de víctimas mortales que el coronavirus ha dejado en las aproximadamente 5.457 residencias de ancianos españolas, ya sean públicas, concertadas o privadas. Creo que ha llegado el momento, por transparencia y dignidad pública, que se sepa la verdad de lo ocurrido desde el principio de la pandemia hasta el momento actual, a la mayor brevedad ética posible. La evaluación de carácter público proporciona siempre juicios bien informados para que el Pacto de Estado de Atención Integral a las Personas Mayores sea una realidad próxima en beneficio de todos pero, sobre todo, de los que más están sufriendo en la pandemia en su pasado, presente y futuro.
(1) Benedetti, Mario (2014, 2º ed.). Testigo de uno mismo. Madrid: Visor Libros, pág. 122.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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