Ética vendo y para mí no tengo

Sevilla, 19/XI/2021

En el refranero español, tenemos a veces remedio y consuelo para nuestras preocupaciones diarias. He recordado hoy uno en concreto, consejos vendo y para mí no tengo, muy vinculado a una actitud que aprecio sobre otras muchas por su impecable necesidad: la ejemplaridad ética. Muchas veces me he referido a la ética como “el suelo firme de nuestra existencia o la razón que justifica todos los actos humanos”, tal y como lo aprendí del profesor López-Aranguren, porque confiamos en lo que dicen los demás, como señuelos de un camino a seguir, aunque nunca sea verdad lo que muchos voceros de la ética esconden. Lo que ocurre es que caemos inmediatamente en la desafección ante todo lo que se mueve y en el desengaño más cruel, porque comprobamos que el refrán que citaba anteriormente es una verdad como un templo: ética vendo y para mí no tengo.

Recuerdo en tal sentido unas palabras de Eduardo Galeano referidas a la supuesta ejemplaridad ética de determinados políticos, líderes sociales, sindicales y empresariales, porque todos no son iguales, que figuran en El mundo al revés y que no han perdido vigencia alguna: “No se necesita ser un experto politólogo para advertir que, por regla general, los discursos sólo cobran su verdadero sentido cuando se los lee al revés. Pocas excepciones tiene la regla: en el llano, los políticos prometen cambios y en el gobierno cambian, pero cambian… de opinión. Algunos quedan redondos, de tanto dar vueltas; produce tortícolis verlos girar, de izquierda a derecha, con tanta velocidad. ¡La educación y la salud, primero!, claman, como clama el capitán del barco: ¡Las mujeres y los niños, primero!, y la educación y la salud son las primeras en ahogarse. Los discursos elogian al trabajo, mientras los hechos maldicen a los trabajadores. Los políticos que juran, mano al pecho, que la soberanía nacional no tiene precio, suelen ser los que después la regalan; y los que anuncian que correrán a los ladrones, suelen ser los que después roban hasta las herraduras de los caballos al galope” (1). Añado personalmente: si alguna vez dijeran la verdad, mentirían.

Es verdad. No todos vamos en el mismo barco de la ejemplaridad ética y de la dignidad humana, ni somos iguales, en mi caso como mero ciudadano anónimo que hace política a diario cumpliendo con los deberes ciudadanos de este país, en un marco de dignidad humana o, en sentido contrario, los que ocupan puestos definidos en el complejo conglomerado político actual, que olvidan la dignidad de su representación a través de unos votos, advirtiendo por mi parte también, de nuevo, con claridad palmaria y como aviso para navegantes dudosos, que “todos no son ni somos iguales”. Ha llegado el momento de decir ¡basta!, para iniciar nuevas singladuras éticas, aunque sea a mar abierto, para compartir ilusiones y construir un mundo mejor y ético para todos. A pesar de la que está cayendo, no perdamos esta oportunidad que nos regala la vida por el mero hecho de vivir con salud en estos momentos tan difíciles y complejos. Aunque viajemos en la fragilidad de una patera, como en la cáscara de una nuez, sin quilla, justo al lado de sofisticados barcos o yates gobernados por capitanes intrépidos que “claman, como clama el capitán del barco: ¡Las mujeres y los niños, primero!» (para salvar las apariencias), sabiendo que es el último que debe abandonar el barco, pero permitiendo que la dignidad y la ética política, al igual que “la educación y la salud”, por ejemplo, sean las primeras en ahogarse.

Desde la antigüedad se conoce el refrán citado y vinculado al alcaraván, por la costumbre que se le atribuye a este ave “cuando aparece un peligro, pues el alcaraván permanece quieto mientras lanza agudos gritos para alertar a las demás aves de la presencia de un cazador o de un ave de rapiña. Sin embargo, a él le dan caza” (2). Creo que nuestra obligación ética es no seguir participando de silencios cómplices y denunciar y destapar a los que dan clases a diario de ejemplaridad ética, cuando la realidad es que sólo esconden vicios privados a través de sus supuestas «públicas virtudes». Desde luego, no son tan inocentes, ejemplares y solidarios como el alcaraván del refrán antiguo.

¿Qué significa, entonces, ser ejemplar? Llama la atención que en este país no se introdujo la palabra “ejemplar” hasta el siglo XVIII, como adjetivo, con una sola palabra para definirla: edificativo, donde ser edificativo quiere decir que una persona “conmueve y excita al seguimiento de una virtud” (3). Es verdad que en el lenguaje ordinario que pudieron recogerla “las autoridades académicas” del siglo XVIII, no lo hicieron en este afamado siglo y sí en un diccionario de la lengua española usual, no de autoridad en el siglo XIX, lo que nos lleva a deducir que no era algo que preocupara de verdad a la población en general, menos a las monarquías y a los poderes absolutos de los gobiernos de esta época. Aparece por primera vez, como adjetivo, en el diccionario de la lengua castellana editado en Madrid por la Real Academia Española, (5ª edición), por la Imprenta Real, en 1817. Se definía como “lo que da buen ejemplo y, como tal, es digno de proponerse por dechado para la imitación a otros” (imitazione dignus, ad virtutem provocans). También sorprende que el lema “ejemplaridad”, adjetivo que recogía “la calidad de ejemplar”,  no apareciera hasta la edición del diccionario de la Real Academia publicado en 1925. Estas disquisiciones sólo pretender contextualizar un hecho claro: los adjetivos “ejemplar” y “ejemplaridad” no pertenecían al lenguaje común de este país y su clamorosa ausencia en el argot académico traducía algo muy claro: estas palabras no se suponían de los reyes y gobernantes, a diferencia del valor de los soldados que eran casi siempre ejemplares para los demás. Al buen entendedor con pocas palabras basta, siguiendo con la didáctica de los refranes.

Entre “edificativo” y “lo que da buen ejemplo y, como tal, es digno de proponerse por dechado para la imitación a otros”, anda la cosa de lo ejemplar y la ejemplaridad asociada a la ética. Así de sencillo y así de complejo a la vez, aunque de lo que sí estamos convencidos es que lo que ha pasado en la historia en reiteradas ocasiones, con muchas Coronas y Gobiernos, es que todo el mundo sabía identificar qué personajes Reales o de la Alta Política iban desnudos -de ahí el cuento de Andersen- ante los ojos pasmados de todos los que habían escuchado que el emperador llevaba un traje nuevo en su desfile ético por el mundo (el que quiera entender que entienda, otra vez), también por este país y a lo largo de los siglos. Los silencios cómplices y los miedos reverenciales hicieron el resto, a lo largo de la historia, porque ya se sabía desde antiguo que “del Rey, abajo, ninguno”.

Me retiro un momento a mi rincón de pensar y vuelvo a leer unas reflexiones sobre la ejemplaridad pública, escritas por el filósofo Javier Gomá, sabiendo que es un desiderátum de cualquier persona “la propuesta de perfección”, para sí mismos y a la hora de analizar la de los demás, porque “[…] la perfección no existe en nuestro mundo imperfecto en el modo que existe una cosa o una persona. Su modo de ser es ideal y su residencia habitual está domiciliada en la conciencia de los ciudadanos, desde donde sugiere orientaciones, ilumina la experiencia individual y moviliza el deseo” (palabras escritas por el autor en el décimo aniversario de la publicación de “Ejemplaridad pública” (2009-2019)». Es lo que me anima a seguir poniendo baldosas en la solería ética de mi vida, que me permita cuidar la razón que justifique todos mis actos humanos, tanto en mi persona de todos como en la de secreto, que también existe.

(1) Eduardo Galeano (1998). Patas arriba. La escuela del mundo al revés. Madrid: Siglo XXI Editores de España.

(2) https://cvc.cervantes.es/lengua/refranero/ficha.aspx?Par=58377&Lng=0

(3) Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes y sus correspondientes en las tres lenguas francesa, latina e italiana […], tomo segundo (1767), de Esteban de Terreros y Pando, publicado en Madrid por la Viuda de Ibarra, en 1787.

NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de http://koffi1948.blogspot.com/2012/09/los-voceros-oficiales.html

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

El Principito… andaluz

Sombra hecha de luz, / que templando repele, / es fuego con nieve / el andaluz.
Enigma al trasluz, / pues va entre gente solo, / es amor con odio / el andaluz.
Oh, hermano mío, tú. / Dios, que te crea, / será quién comprenda / al andaluz
.

Luis Cernuda, El andaluz, en Como quien espera el alba, 1947

Sevilla, 18/XI/2021

Como nada humano me es ajeno, en este caso voy a abordar un proyecto nacido en Andalucía, que me ayudará a comprender, obviamente, que nada andaluz tampoco me es ajeno y así lo he podido comprobar al transcribir al andaluz, el título de mi blog: Er mundo çólo tiene interêh açia adelante. Se trata de EPA (Er Prinçipito Andalûh), un proyecto de “un colectivo informal de estudiosas, aficionadas y amantes de la lengua andaluza en general reunidas en un homónimo grupo de facebook que se forma en Mayo de 2017. Toma su nombre de la famosa traducción de Huan Porras (Juan Porras) que tanto revuelo levantó en su momento. Al calor de la reacción tan negativa que se levantó contra el Andalûh desde la meseta, una serie de lingüistas, traductoras, conocedoras de la historia de las lenguas y hablantas particulares andaluzas se reunieron en dicho grupo para tratar el asunto. Allí se hizo una propuesta ortográfica inicial y a partir de ahí se han ido proponiendo, debatiendo colectivamente y haciendo, o no, los cambios correspondientes. En Febrero de 2018 publicaron la primera propuesta avanzada para una ortografía integradora del andalûh en sus distintas variantes. Desde entonces y apoyados por otros colectivos en red como Glorious Andalusian Emirate Memes, Andalusian Shitposting entre muchas otras, ha empezado a recibir una creciente atención de las escribientes andaluzas”.

Hacen una declaración de principios que conviene conocer para evitar confusiones:

  • Es una propuesta ortográfica, NO una propuesta gramatical.
  • LA PROPUESTA EPA NO ES LA PROPUESTA DE Huan Porras en la que se tradujo Er Prinzipito. La propuesta de Huan y el trabajo de la ZEA, fueron las principales inspiraciones de la EPA para comenzar el desarrollo de su ortografía andaluza. Supuso una invitación a ver posible el sueño andalûh de conseguir aunar nuestra lengua en una ortografía robusta, reconocible e inclusiva.
  • La propuesta EPA no está asociada a ninguna variante en particular, es una propuesta inclusiva que recoge de modo equilibrado todas las variantes de nuestra modalidad lingüística.
  • Sobre la supuesta “dificultad” de aprender andalûh escrito. Hay gente que aduce que la propuesta es “difícil de entender” y que no “se adivina” qué pone. Una ortografía no se “adivina”, hay que estudiarla igual que en cualquier otro idioma o lengua. Partiendo del conocimiento escrito del castellano, solo hay que estudiar un número reducido y simple de reglas y su aprendizaje es rápido e intuitivo.

También explican para quién está destinado este esfuerzo ortográfico:

  • La necesidad de escribir andaluz no es nueva, lo han hecho muchas autoras antes. Pasaba lo mismo que sigue pasando, que todas las que escribían (escribíamos) en andaluz por necesidad o por comodidad lo hacíamos a nuestra bola…fuese un wassa o un poema o una letrilla, un post en una red social o un texto de teatro.
  • Todas esas hablantes andaluzas que quieran aprender a escribir andalûh para poder comunicarnos por escrito de una manera estándar, más clara, unívoca, completa, coherente y eficaz tenemos ante nosotras nuestra primera gran oportunidad histórica.

Recuerdo perfectamente el debate que suscitó en las fredes sociales la publicación del cuento El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, que presentó en Sevilla el Sindicato Andaluz de trabajadores (SAT), el 9 de mayo de 2017. Aquello fue una revolución mediática por su origen “sindical” que conmovía los cimientos de la “toda Sevilla” y por la novedad de comenzar a traducirse al “andaluz” un cuento de tan larga historia: “Os invitamos a la presentación del libro clásico de «Er Prinzipito» en su traducción al andaluz por el antropólogo Huan Porrah. Entendiendo que será una oportunidad única para poder disfrutar de la filosofía que emana el libro a través de nuestro idioma andaluz. Ô imbitamô a la presentasión der libro klásiko de «Er Prinzipito» en su tradusión a l’andalú po e l’antropólogo Huan Porrah. Arremetiendo ke será una oportuniá unika pa poé difrutá de la filosofía ke mana er libro a trabé de nuettro idioma andalú”.

En un artículo muy interesante de la página web Yorokobu, que nos permite comprender bien el proyecto, se aborda el futuro del mismo con ilusión y buen hacer: “Entre los proyectos futuros en los que está trabajando AndaluGeeks está una aplicación para la elaboración colectiva de un mapa de toponimia y gentilicios de Andalucía. «Queremos usar esta aplicación como un banco de pruebas para futuros proyectos donde sean los propios hablantes y escribientes quienes puedan aportar términos y voces para recoger en nuestro vocabulario y gramática», explican. «Conseguiríamos, también, una versión actualizada y digital del conocidísimo ALEA (Atlas Lingüístico y Etnográfico de Andalucía), que está ya un poco antiguo y pide una renovación»”. Recuerdo en este sentido los trabajos de recuperación que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas está haciendo del Atlas Lingüístico de la Península Ibérica (ALPI), una obra ciclópea dirigida por Tomás Navarro Tomás, Catedrático en la Universidad de Columbia, que murió en el exilio, en Estados Unidos y que explicó en su momento y en breves palabras el objeto del mismos: “En 1914 quedaron ya definidas las líneas generales del proyectado atlas. En primer lugar, no se limitaría a la parte de España de lengua castellana, sino que abarcaría toda la unidad lingüística románica de la Península y se titularía Atlas Lingüístico de la Península Ibérica (ALPI). Su objeto sería recoger el material necesario para ofrecer una representación de la lengua popular hablada en pueblos menores y antiguos por personas iletradas o de escasa cultura, entre los cuarenta y los sesenta años de edad”. En 2019 publiqué en este cuaderno digital un artículo, El dialecto valverdeño, movido por una curiosidad especial en el momento de localizar esta aventura apasionante frustrada por la Guerra Civil. Una primera consulta a fondo de la situación actual del Atlas, gracias a los trabajos que viene desarrollando en relación con este proyecto y sin descanso el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, me llevó a la consulta del  único tomo publicado hasta ahora en su página web, Fonética I, y cuya primera edición data de 1962.

Creo que todo lo que se trabaje en torno al habla andaluza es digno de reconocimiento humano y no nos debe ser ajeno. He consultado mi biblioteca (mi clínica del alma) y he leído en castellano la primera frase de El Principito, “Cuando yo tenía seis años vi en un libro sobre la selva virgen que se titulaba «Historias vividas», una magnífica lámina” o lo que no es lo mismo ortográficamente en su transcripción al andaluz, aunque sí en su mensaje implícito: «Una beh, kuando yo tenía zeih z’añiyoh, bi un dibuho mahnífiko en un libro a tento’e la zerba bihen ke ze yamaba ‘Histoires Vécues (Ihtoriah bibíah)'». He sentido algo especial intentando no olvidar el niño andaluz que fui, aunque crecí en Castilla y esta forma de hablar sí era muy ajena a mi formar de comprender la vida. Quizás sea esta la razón de que me apasione descubrirla en su esencia cuando ya voy bastante ligero de equipaje. De lo que estoy seguro es de que voy a seguir muy de cerca este proyecto, que agradezco, reconozco y comparto con la malla pensante de la humanidad, la Noosfera, definida magistralmente así por Pierre Teilhard de Chardin en los primeros años del siglo pasado y recuperada en 2001 en un libro recopilatorio de artículos de Tom Wolfe, El periodismo canalla y otros artículos. Estoy convencido de que tiene una actualidad y frescura sorprendentes: “Con la evolución del hombre –escribió-, se ha impuesto una nueva ley de la naturaleza: la convergencia”. Gracias a la tecnología, la especie del Homo sapiens, “hasta ahora desperdigada”, empezaba a unirse en un único “sistema nervioso de la humanidad”, una “membrana viva”, una “estupenda máquina pensante”, una conciencia unificada capaz de cubrir la Tierra como una “piel pensante”, o una “noosfera”, por usar el neologismo favorito de Teilhard.

Siguiendo al pie de la letra el habla de Cernuda, me gustaría pensar hoy, cuando escribo estas líneas, que el habla de los andaluces es un enigma al trasluz, porque Dios, que los crea, será quién comprenda la forma de hablar el andaluz.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Acusamos un cierto cansancio

Sevilla, 17/XI/2021

Visto lo visto y vivido lo ya vivido hay que reconocer que llegamos a esta etapa de la vida acusando un legítimo cansancio existencial, mucho más cuando se nos acusa de utópicos si defendemos que el mundo en el que a cada uno le ha tocado vivir podría ser un lugar de acogida digna a las personas de toda clase social, condición, religión y creencia. En esa página de mi historia estoy. Sabemos que la utopía es un lugar que no existe, tal y como lo aprendí hace ya muchos años, cuando era niño y pensaba como un niño, alimentado quizá por un líder de mi infancia, Peter Pan, y su mundo del nunca jamás, pero sigo con la idea de que podemos transformarlo.

Jorge Luis Borges escribió un cuento, Utopía del hombre que está cansado, formando parte del conjunto de cuentos publicados bajo el título de El libro de arena, donde una frase de Quevedo que aparece en Cartas a Luis XIII justifica lo allí narrado, tomada del original de Santo Tomás Moro: “Llamóla Utopía, voz griega cuyo significado es no hay tal lugar«. Nunca jamás o no hay tal lugar han caminado juntas como horizontes lejanos y muchas veces perdidos. El protagonista es Eudoro Acevedo, nacido en 1897, en la ciudad de Buenos Aires: “He cumplido ya setenta años. Soy profesor de letras inglesas y americanas y escritor de cuentos fantásticos”.

Comienza su cuento con una declaración de principios: la utopía es un camino, con la cita de Quevedo: “No hay dos cerros iguales, pero en cualquier lugar de la tierra la llanura es una y la misma. Yo iba por un camino de la llanura. Me pregunté sin mucha curiosidad si estaba en Oklahoma o en Texas o en la región que los literatos llaman la pampa. Ni a derecha ni a izquierda vi un alambrado”. Después, una casa, un hombre que hablaba en latín, con una declaración de principios que me suena cercana: “Por la ropa -me dijo-, veo que llegas de otro siglo. La diversidad de las lenguas favorecía la diversidad de los pueblos y aún de las guerras; la tierra ha regresado al latín. Hay quienes temen que vuelva a degenerar en francés, en lemosín o en papiamento, pero el riesgo no es inmediato. Por lo demás, ni lo que ha sido ni lo que será me interesan”. Digo esto porque muchas veces pienso que me he equivocado de siglo al nacer. Quizás, también de idioma.

Su interlocutor, el hombre de la casa, alto hasta dar miedo, hace también su presentación, en latín, que nos ayuda a conocer su asombrosa identidad: “Recuerdo haber leído sin desagrado -me contestó- dos cuentos fantásticos, Los Viajes del Capitán Lemuel Gulliver, que muchos consideran verídicos, y la Suma Teológica. Pero no hablemos de hechos. Ya a nadie le importan los hechos. Son meros puntos de partida para la invención y el razonamiento. En las escuelas nos enseñan la duda y el arte del olvido. Ante todo el olvido de lo personal y local. Vivimos en el tiempo, que es sucesivo, pero tratamos de vivir sub specie aeternitatis. Del pasado nos quedan algunos nombres, que el lenguaje tiende a olvidar. Eludimos las precisiones inútiles. No hay cronología ni historia. No hay tampoco estadísticas. Me has dicho que te llamas Eudoro; yo no puedo decirte cómo me llamo, porque me dicen alguien”.

A partir de aquí hace su aparición el libro de Tomás Moro, Utopía, impreso en Basilea en el año 1518 y en el que «faltaban hojas y láminas”, un texto que Eudoro Acevedo consideraba “antiguo y precioso”. “Alguien”, hace una defensa de la lectura necesaria para la vida, sin necesidad de leer la literatura inútil: “En los cuatro siglos que vivo no habré pasado de una media docena. Además no importa leer sino releer. La imprenta, ahora abolida, ha sido uno de los peores males del hombre, ya que tendió a multiplicar hasta el vértigo textos innecesarios”. El cansancio que supone leer lo trivial e inútil lo describe bien Eudoro: “Todo esto se leía para el olvido, porque a las pocas horas lo borrarían otras trivialidades. De todas las funciones, la del político era sin duda la más pública. Un embajador o un ministro era una suerte de lisiado que era preciso trasladar en largos y ruidosos vehículos, cercado de ciclistas y granaderos y aguardado por ansiosos fotógrafos. Parece que les hubieran cortado los pies, solía decir mi madre. Las imágenes y la letra impresa eran más reales que las cosas. Solo lo publicado era verdadero. Esse est percipi (ser es ser retratado [percibido]) era el principio, el medio y el fin de nuestro singular concepto del mundo. En el ayer que me tocó, la gente era ingenua; creía que una mercadería era buena porque así lo afirmaba y lo repetía su propio fabricante. También eran frecuentes los robos, aunque nadie ignoraba que la posesión de dinero no da mayor felicidad ni mayor quietud”.

Alguien respondió de nuevo: “¿Dinero? -repitió-. Ya no hay quien adolezca de pobreza, que habrá sido insufrible, ni de riqueza, que habrá sido la forma más incómoda de la vulgaridad. Cada cual ejerce un oficio”. A partir de aquí expone otro mundo utópico fruto del cansancio humano: “Tampoco hay ciudades. A juzgar por las ruinas de Bahía Blanca, que tuve la curiosidad de explorar, no se ha perdido mucho. Ya que no hay posesiones, no hay herencias. Cuando el hombre madura a los cien años, está listo a enfrentarse consigo mismo y con su soledad. Ya ha engendrado un hijo”. Solo un hijo porque no conviene fomentar el género humano. De aquí llega en este “viaje espacial” a una reflexión de persona cansada: “Cumplidos los cien años, el individuo puede prescindir del amor y de la amistad. Los males y la muerte involuntaria no lo amenazan. Ejerce alguna de las artes, la filosofía, las matemáticas o juega a un ajedrez solitario. Cuando quiere se mata. Dueño el hombre de su vida, lo es también de su muerte”.

El cuento continúa como una premonición del sentido actual de los viajes espaciales en un mundo que necesita sobre todo abordar el aquí y el ahora (hic et nunc) más que nunca: “Hace ya siglos que hemos renunciado a esas traslaciones, que fueron ciertamente admirables. Nunca pudimos evadirnos de un aquí y de un ahora. Con una sonrisa agregó: -Además, todo viaje es espacial. Ir de un planeta a otro es como ir a la granja de enfrente. Cuando usted entró en este cuarto estaba ejecutando un viaje espacial”.

En la utopía de Alguien ya nada es lo mismo, con un ejemplo clarificador ante la pregunta de Eudoro Acevedo, ¿Qué sucedió con los gobiernos?: “según la tradición fueron cayendo gradualmente en desuso. Llamaban a elecciones, declaraban guerras, imponían tarifas, confiscaban fortunas, ordenaban arrestos y pretendían imponer la censura y nadie en el planeta los acataba. La prensa dejó de publicar sus colaboraciones y sus efigies. Los políticos tuvieron que buscar oficios honestos; algunos fueron buenos cómicos o buenos curanderos. La realidad sin duda habrá sido más compleja que este resumen”. Lo que viene después se encierra en una sola frase, ante las telas colgadas en las paredes de la casa de Alguien, porque si Eudoro Acevedo no veía nada representado en aquellas telas, era porque estaban pintadas con colores que sus antiguos ojos no podían ver. Lo decía Antonio Machado de forma espléndida y aleccionadora: Tras el vivir y el soñar, / está lo que más importa: / despertar. El final es un homenaje al protagonista, un hombre cansado de vivir en un mundo diseñado por el enemigo, un llanero solitario.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Gustav Klimt: cuando el color vence a la sinrazón humana

A cada época su arte, a cada arte su libertad

Lema del movimiento de la Secesión, al que perteneció Gustav Klimt

Gustav Klimt (1862-1918)

Sevilla, 16/XI/2021

No olvido la primera vez que contemplé obras de Klimt en mi visita a Viena en 2007, cuando entré en el edificio insignia de la Secesión, cerrando con su Friso de Beethoven la composición de la mejor ópera prima que podría imaginar en mi mente, a la que pondría por título: Otro mundo es posible, con libreto de Papageno (La Flauta Mágica, Mozart) y Klimt, con música salpicada de Mozart, Beethoven y Wagner. No era difícil, recorriendo con la inteligencia los 34 metros de esta pintura excelente, siguiendo paso a paso su interpretación directa, sin contaminación alguna. Inicié el trabajo en la pared lateral izquierda, tal y como se describió por el propio autor: “El anhelo de felicidad (las figuras suspendidas). Los sufrimientos de la débil Humanidad (la niña de pie y la pareja arrodillada). Las súplicas de la Humanidad al fuerte y bien armado (el caballero), la compasión y la ambición como fuerzas internas de los impulsos (las figuras femeninas detrás de él), que le mueven a luchar por conseguir la felicidad. A continuación, la pared frontal (estrecha): Las fuerzas enemigas. El gigante Tifeo, contra el que incluso los dioses lucharon en vano (el monstruo que se asemeja a un simio); sus hijas, las tres Gorgonas (a su izquierda). La Enfermedad, la Locura, la Muerte (las cabezas como de muñecos y la anciana tras ellas). La Lujuria, la Impudicia, la Desmesura (las tres figuras femeninas de la derecha junto al monstruo). La pena aguda (la que se encuentra en cuclillas). Las ansias y los deseos de los hombres, que se alejan volando por encima. Por último, la pared lateral derecha: El anhelo de felicidad encuentra reposo en la poesía (las figuras suspendidas se encuentran con una mujer que toca la cítara). Las artes (las cinco figuras de mujeres dispuestas una sobre otra, algunas de las cuales señalan al coro de ángeles que canta y toca) nos conducen al reino ideal, el único en el que podemos encontrar alegría pura, felicidad pura, amor puro. Coro de los ángeles del Paraíso. ‘Alegría, hermosa chispa de los dioses’. ‘Este beso para el mundo entero’.” (Del catálogo de la XIV Exposición Beethoven, en la Secession, 1902).

Tampoco olvido la visita que hice a la obra de un amigo suyo íntimo, Egon Schiele, de la que me asombró la expresión de su famoso Autorretrato (1910, Leopold Museum, Viena). Cuando me despedía de esta visita, contemplé también una obra impresionante de Klimt, La Muerte y la Vida, como metáfora de la trayectoria existencial de Egon, interpretada por un amigo del alma. Era una forma elegante de homenajearle, aunque su vida azarosa me la había contado antes Klimt al oído, de forma apresurada y en un ambiente libertario, en aquella visita rápida a su vida y obra en una tarde de agosto, en el democrático barrio de los Museos, en Viena.

Gustav Klimt, Medicina, 1900 / Fotografía de Moritz Nähr en blanco y negro – Recuperación del color original mediante inteligencia artificial, 2021

Ahora, catorce años después de aquella experiencia inolvidable, he conocido el proyecto Klimt vs. Klimt, promovido por Google Arts & Culture, que invito a conocer en una excelente página web que entra de lleno en su vida y en su obra pictórica, destacando un acontecimiento digital que es verdaderamente asombroso en su forma, aunque el fondo de dar color a la vida tiene una intrahistoria digna de recordar en el mundo de la fotografía y del cine, por ejemplo. Se trata del tratamiento de color que han recibido sus Pinturas de las Facultades, “creadas en nombre de la Universidad de Viena y rechazadas por esta última por considerarlas una fuerte crítica a la ciencia. En 1945, sólo unos días antes de que terminara la Segunda Guerra Mundial, las pinturas se perdieron en un incendio en el castillo de Immendorf en Austria. El aspecto de estas importantes obras sólo se puede imaginar a partir de fotografías en blanco y negro tomadas a principios del siglo XX, incapaces de transmitir la magia que hace que las obras de arte de Klimt sean tan cautivadoras: los colores llamativos, el enfoque revolucionario de las texturas, la impactante franqueza de sus figuras. Hasta hoy. Utilizando las oportunidades que ofrece el aprendizaje automático, mejoradas por el conocimiento del Dr. Franz Smola, experto en Klimt de renombre internacional, el equipo del Google Arts & Culture Lab pudo reconstruir los colores y estructuras que Klimt podría haber usado para las Pinturas de la Facultad, restaurándolas así a su colorida belleza. Por primera vez en 70 años, las personas pueden experimentar sus obras de arte tal como él las podría haber creado” (1).

Tal y como se afirma en el proyecto citado, “La actitud visionaria de Klimt inspiró estas nuevas versiones recoloreadas de las Pinturas de las facultades, creadas con aprendizaje automático y vistas por primera vez como parte del proyecto «Klimt vs. Klimt». Para conocer bien el texto y contexto de los sucedido con estas obras y con otras que fueron llevadas al castillo de Immendorf en un intento de protegerlas de los avatares de la guerra y de la invasión nazi, recomiendo ver y leer con detalle el apartado que este proyecto dedica a lo que llama “El misterio de las obras quemadas de Klimt”. Lo que verdaderamente llama la atención en la aproximación a estos cuadros, gracias a la revolución digital, de los que quedan sólo muestras de fotografías en blanco y negro, es el uso intensivo de la inteligencia artificial, mediante el aprendizaje automático, para darles nueva vida. Hay que partir de que “en 1900, a Klimt se le encargó que pintara representaciones alegóricas de Medicina, Jurisprudencia y Filosofía para el techo del aula magna de la Universidad de Viena. La universidad rechazó las obras en 1907 por motivos de «pornografía» y «exceso pervertido». Pasaron a manos de coleccionistas privados y luego fueron destruidas por oficiales de las SS durante la Segunda Guerra Mundial. Durante décadas, sobrevivieron solo en fotografías en blanco y negro. Hasta ahora…”.

¡Pasen y vean: Klimt vs. Klimt!, intentando comprender la interpretación libertaria del lema de los líderes de la Secesión, A cada época su arte, al arte su libertad, tal y como figura en el frontispicio del edificio que lleva este nombre, que marcó un antes y un después en la expresión artística de Viena y la forma cómo entendía Europa las manifestaciones artísticas en todas sus vertientes posibles, diseñado hace más de cien años por el arquitecto del Jugendstil (estilo joven), Joseph Maria Olbrich. Hoy, al contemplar el color del cuadro de Klimt, Medicina, he comprendido en la clave de la Secesión que a cada inteligencia digital que interpreta el arte, le corresponde también su libertad.

(1) Cómo el aprendizaje automático revivió las obras maestras perdidas de Klimt | Google Adictos

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

¿Qué pasa con el Ingreso Mínimo Vital?

No sabemos lo que nos pasa, y esto es precisamente lo que nos pasa, no saber lo que nos pasa

José Ortega y Gasset (1883-1995), en Lección VIII del curso En torno a Galileo, impartido en la Universidad Central de Madrid, en 1933.

Sevilla, 15/XI/2021

La Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales de nuestro país ha publicado una Nota de Prensa que no deja indiferente a nadie, con datos facilitados oficialmente por Dirección General de Política Social, de las Familias y de la Infancia, dependiente del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad: 3 de cada 4 solicitudes del Ingreso Mínimo Vital (IMV) han sido denegadas (73%), casi 100.000 están pendientes de resolver, sólo el 8,0% de la población (799.203 personas) que vive bajo el umbral de la pobreza en España se beneficia del ingreso mínimo vital. La cuantía media de la prestación por beneficiario es de 172 euros mensuales y a pesar de la crisis social, el IMV no ejecuta ni la mitad del presupuesto anual, lo que se traduce en que en nueve meses la Seguridad Social sólo ha desembolsado 1.400 millones de euros de los 3.000 anuales previstos.

Fuente. Nota de Prensa de la Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales

Estos datos se concretan todavía más en la Nota de la Asociación citada cuando se afirma que un 8,04% de la población bajo el umbral de la pobreza en España se ha beneficiado del Ingreso Mínimo Vital, el 1,7% de la ciudadanía, que la cobertura del Ingreso Mínimo Vital continúa siendo desigual en el territorio nacional, donde hay Comunidades Autónomas que únicamente tienen una cobertura menor al 6%, como Cataluña (4,9%) Canarias (5,5%), Baleares (5,8%) o Castilla La Mancha (5,6%). La nota destaca el esfuerzo de Navarra con un 22,2% de cobertura, Comunidad que ha realizado la pasarela desde su sistema de Rentas Mínimas, seguida por Melilla (20,3%) y Ceuta (19,4%). Quizás sea lo más demostrativo de la desigualdad actual y del escaso impacto social de esta Ley el dato de que tres de cada cuatro solicitudes han sido rechazadas. Ante la pregunta que da título a este artículo la respuesta de la Asociación es rotunda: la complejidad del procedimiento y los exigentes requisitos es una causa determinante de tantas denegaciones, porque la desestructuración personal y familiar de muchas personas solicitantes no cabe en un formulario estándar.

De nuevo los datos son contundentes según esta Asociación: “Hasta septiembre de 2021, se habían recibido 1,45 millones de solicitudes, de las que el 91% eran expedientes válidos. En los primeros 15 meses desde su puesta en marcha, se han tramitado 1,24 millones de solicitudes, mientras que quedan casi 100.00 aun sin resolver (97.513)”. Es escalofriante el dato siguiente: de las solicitudes resueltas, 337.000 han sido aprobadas y 888.000, denegadas: ”Las denegaciones se producen por la complejidad del procedimiento y la dificultad de cumplir unos exigentes requisitos. El propio Ministerio, en respuesta a través del Portal de Transparencia, a solicitud de nuestra Asociación, reconoce que el 60% de las aprobados y 27% denegados, el 73% de denegaciones se han producido por no cumplir el criterio de vulnerabilidad (al superar los umbrales de renta y patrimonio); hay que tener en cuenta que se valoran los ingresos de la renta de 2019, año en el que no impactó la pandemia; otro 10% de las denegaciones se deben a la falta de acreditación de la unidad de convivencia, para la que se sigue exigiendo el padrón histórico colectivo”. Esta última condición sin la cual no es posible obtener el IMV está presente actualmente en un amplio debate social, porque casos como los de mujeres maltratadas, que salen de su legítimo hogar no pueden rellenar la casilla correspondiente del cuestionario por razones obvias de seguridad y así múltiples casos de desarraigo y convivencia en hogares diversos.

El Real Decreto-ley que regula el IMV nació con una pretensión muy clara: que llegara a cubrir las necesidades de 2.300.000 personas, pero la realidad terca es que casi un año y medio después de su aprobación, sólo se ha concedido el IMV a 800.000 personas, poco más de una tercera parte (35%) de los beneficiarios previstos por el Gobierno. En ese sentido la Asociación dice textualmente que se está produciendo en el Congreso de los Diputados un debate en la actualidad para que mejore la regulación del Ingreso Mínimo Vital y “doblegue al legislativo en sus pretensiones de control al pobre a través de estrictos e injustos requisitos y la complejidad de los procedimientos”.

Fuente: Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones. Datos de expedientes por provincias (detalle de Andalucía).

En este sentido, un dato que considero de interés como radiografía de que algo está pasando en la tramitación de los expedientes administrativos para recibir este ingreso mínimo vital es el siguiente, facilitado por el Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS), mediante una nota de prensa de La Moncloa, a 13 de septiembre de este año: sobre el total de 320.580 expedientes tramitados en Andalucía (mi Comunidad), el 68,20% han sido denegados, exactamente 218.660, siendo 1.244.029 el total en España de los expedientes tramitados, de los cuales se han denegado 888.458, lo que supone un 71,41% del total. Estas cifras de denegación, en una media del 70%, deberían ser una llamada de atención sobre lo que está ocurriendo un año y medio después de la publicación del Rea Decreto-ley que ampara esta prestación social de importancia vital para nuestro país. Es una situación que matizo con datos exactos y que figura en la Nota de Prensa citada al comienzo de estas palabras.  

Desde este humilde canal de comunicación celular escribo estas líneas a modo de denuncia para romper silencios cómplices en asuntos tan delicados como el aquí expuesto. La frase final del informe es rotunda y abunda en la necesidad de una actuación urgente en el ámbito legal y regulador de este ingreso: “Los 337.000 expedientes aprobados alcanzan a unas 800.000 personas, de manera que el Gobierno ha cumplido únicamente con un tercio del objetivo que se planteó de que en unos meses llegaría el IMV a 2.300.000 personas que malviven en la pobreza extrema en nuestro país. Mientras tanto las “colas del hambre” deberían avergonzar a los gobernantes y, en lugar de ser noticia, tendrían que ser la denuncia continua de la impericia del Gobierno en la gestión de la “vacuna contra la pobreza”, que es el Ingreso Mínimo Vital”. Por cierto, un último dato: “las cuantías medias del IMV (datos de la Seguridad Social facilitados a través del Portal de Transparencia) son de 172 € por persona y 436 € por hogar. Queda en evidencia que se trata de un Ingreso Mínimo, pero no está tan claro que, con estas cuantías, pueda calificarse de Vital. Vital o no vital, esa es la cuestión.

Reitero en este sentido algo que escribí recientemente en relación con el texto y contexto de lo que he expuesto anteriormente, a través de un informe denominado Sociedad expulsada y derecho a ingresos, presentado en Madrid, el pasado mes de octubre, por parte de Cáritas y la Fundación FOESSA (Fomento de Estudios Sociales y de Sociología Aplicada), donde se analizaba el alcance de la pandemia en la cohesión social en España, con datos bastante preocupantes que se resumen en una frase: 11 millones de personas se encuentran en situación de exclusión social en España, seis millones de ellas se encuentran ya en exclusión severa, lo que ocasiona un empeoramiento generalizado de los niveles de integración para el conjunto de la población y en el que figuraban unas conclusiones de las que destaco hoy las siguientes:

  • Después de un año y medio, un primer impacto de esta crisis es un empeoramiento generalizado de los niveles de integración para el conjunto de la población. Se está produciendo un deslizamiento de los diferentes estratos de la sociedad hacia situaciones de mayor precariedad y exclusión social. Podríamos describir la situación actual del eje integración-exclusión como una sucesión de estanques y cascadas donde ha habido un trasvase desde la integración plena, que pierde caudal, a la integración precaria, de ahí a la exclusión moderada y, por último, a la exclusión severa, que es el que más crece en volumen. La consecuencia directa de esto es que 11 millones de personas en nuestro país viven en situaciones de exclusión social; son 2,5 millones más que en 2018. Una primera factura en forma de exclusión social y de empeoramiento de las condiciones de vida que están pagando muchas personas con las que convivimos a diario (familiares, vecinos y vecinas) y con las que compartimos sociedad y futuro.
  • El espacio de exclusión social se ha incrementado, donde lo que más ha crecido es el último estanque, el de aquellas situaciones más críticas. Una realidad de exclusión severa que, fruto de la pandemia, ha pasado de afectar a 4 millones de personas en 2018 a los más de 6 millones de la actualidad.
  • El empleo y la de la vivienda, se evidencian como dolencias estructurales de nuestra sociedad y como derechos vulnerados para un gran número de personas independientemente de que el contexto económico sea de crecimiento o de crisis.
  • La dimensión de la salud también ha empeorado tanto en el bienestar y en la exposición a la dependencia, como en la falta de capacidad económica para afrontar las necesidades médica.
  • Si bien el nivel de estudios continúa siendo un elemento protector contra la exclusión cada vez lo es menos, tal y como demuestra el hecho de que la exclusión que más crece es la que se da entre los hogares encabezados por una persona con estudios universitarios.
  • La pandemia sí está erosionando con fuerza la calidad de las relaciones en los hogares, duplicándose el número de aquellos cuyo clima de convivencia presenta dificultades serias.
  • La brecha digital está suponiendo una pérdida de oportunidades en diversos ámbitos como el empleo, la educación, las ayudas de la administración pública o las propias relaciones sociales. Esta situación de desigualdad conlleva la perpetuación y profundización de situaciones de desventaja preexistentes, pero, además se ha impuesto como un nuevo factor de exclusión social causando incluso el alejamiento la posibilidad de una participación plena en la sociedad para las personas y familias que la sufren.
  • La pandemia ha intensificado unas situaciones de exclusión críticas para la población de origen inmigrante, cronificando una clara posición de desventaja que se evidencia en una clara sobrerrepresentación de este grupo en el espacio de la exclusión (38%), y que es aún más marcada en el de la exclusión severa (65%).
  • Más de dos tercios de los hogares en pobreza severa no lo han solicitado (el 67,8%). Es importante resaltar también que un 6,2% de hogares lo han intentado, pero han encontrado barreras para realizar el trámite de forma presencial o telemáticamente. Finalmente, tan solo el 25,9% de los hogares en pobreza severa han conseguido realizar el trámite con éxito. Un 15,6% lo ha solicitado telemáticamente y un 10,3% de forma presencial.
  • Es preciso y urgente corregir las principales trabas del acceso al Ingreso Mínimo Vital, que excluye a determinados hogares y personas que mejorarían sus condiciones de vida si tuviesen esta prestación, siendo introducidas algunas modificaciones en su normativa actual, y reconociendo que este instrumento de protección social constituía una necesidad y una demanda previa a la llegada de la crisis sanitaria.

Lo escribo para que no se olvide ni siquiera un momento: algo muy preocupante está pasando con la tramitación administrativa de las solicitudes del Ingreso Mínimo Vital. Lo peor de todo es que a diferencia de la famosa frase de Ortega y Gasset, ahora sí sabemos lo que nos pasa, y esto es precisamente lo que nos pasa, saber lo que pasa con el IMV y no actuar urgentemente de la forma adecuada.

NOTA: la imagen de la cabecera se ha recuperado del informe Familias en riesgo, publicado en 2020 por la ONG Save the Children

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Lo clásico tiene presente y futuro

Sevilla, 13/XI/2021

Los que amamos el renacimiento diario de la vida respetamos mucho el tiempo pasado sin que afirmemos con rotundidad que siempre fue mejor, porque no fue así. Otra cosa es el respeto a determinados acontecimientos de nuestra historia para aprender siempre de ellos, sobre todo de sus errores para no volver a reproducirlos. Uno de estos aprendizajes es, sin lugar a dudas, el respeto a lo clásico, en las cinco acepciones que recoge nuestro diccionario de la lengua española que fija, brilla y da esplendor a este adjetivo, porque cada una de ellas es un compendio de aprendizaje multisecular: “Dicho de un período de tiempo: de mayor plenitud de una cultura, de una civilización, de una manifestación artística o cultural, etc.; dicho de un autor, de una obra, de un género, etc.: que pertenece al período clásico. Aplicado a un autor o a una obra: “esa película es un clásico del cine”; dicho de un autor o de una obra: que se tiene por modelo digno de imitación en cualquier arte o ciencia; perteneciente o relativo al momento histórico de una ciencia en el que se establecen teorías y modelos que son la base de su desarrollo posterior y dicho de un autor, de una obra, de un género, etc.: que pertenece a la literatura o al arte de la Antigüedad griega y romana”.

Esta referencia a lo “clásico” la traigo hoy a colación cuando recupero en mi biblioteca un libro de Salvatore Settis, El futuro de lo clásico, porque creo firmemente que lo clásico tiene futuro, como lo afirma David Hernández de la Fuente en El hilo de oro. Lo clásico en el laberinto de hoy (1), porque confirma la imperiosa necesidad de admirarnos, en el sentido aristotélico más profundo, de las aportaciones de los clásicos cada vez más populares, según afirma el propio autor en su introducción: “Y es que lo clásico tiene futuro, parafraseando el título de un conocido libro de Salvatore Settis, y lo sigue mostrando generación tras generación. Incluso hoy, pese al aparente descrédito y postergación que sufren las humanidades en nuestra sociedad y en nuestros planes de estudios, si tuviésemos que juzgar por las novedades que, año tras año, se siguen publicando sobre las antiguas Grecia y Roma, constataríamos el interés que sigue suscitando el mundo clásico, en el que reconocemos invariablemente el origen de nuestra cultura. Es un eterno retorno: desde la idea de ciudadanía a las artes o los géneros literarios, seguimos mirándonos en los modelos clásicos como en un espejo familiar. Su vigencia se constata cada día, incluso en nuestras actuales circunstancias excepcionales: son textos casi oraculares, de consulta siempre pertinente. Merece la pena detenerse a pensar en los clásicos como aquellos textos que nunca nos terminan de decir lo que tienen que decir, como escribía Ítalo Calvino en Por qué leer los clásicos”.

La sinopsis del libro de Settis explica el sentido de su obra: “Para encontrar identidad y fuerza, cada época ha inventado una idea distinta de “clásico”. Así, lo “clásico” concierne siempre no sólo al pasado, sino también al presente y a una visión del futuro. Para darle forma al mundo de mañana es necesario repensar nuestras múltiples raíces. ¿Por qué la heroína de un famoso manga japonés se llama Nausícaa? ¿Por qué tras el 11 de septiembre de 2001 el mulá Omar comparó a América con Polifemo, «un gigante cegado por un enemigo al que no sabe nombrar», por un Nadie? ¿Debemos quedarnos desconcertados por estas citas –si creemos que Homero es más “nuestro” que de los japoneses o los musulmanes– o vale más que reflexionemos sobre la intensidad y la eficacia de unas citas que vienen de tan lejos? Salvatore Settis recorre los senderos de la historia del arte, desde los rascacielos americanos posmodernos hasta los romanos y los griegos, para mostrar cómo ha cambiado la idea de lo “clásico” a lo largo de los siglos, en una estrecha comparación entre antiguos y “modernos” llevada a cabo siempre en función del presente, como un duelo entre interpretaciones opuestas del pasado y del futuro. Ninguna civilización puede pensarse a sí misma si no dispone de otras sociedades que le sirvan de término de comparación, de otro lugar en el tiempo (griegos y romanos) y de otro lugar en el espacio (las civilizaciones extraeuropeas). Cuanto mejor sepamos mirar lo “clásico” no como una herencia muerta que nos pertenece sin merecerla sino como algo sorprendente, que tenemos que reconquistar todos los días, como un potente estímulo para entender lo “diverso”, tanto más sabremos formar a las nuevas generaciones para el futuro”.

Quien sigue de cerca este cuaderno digital sabe de mi admiración de la obra de Ítalo Calvino, un clásico entre los clásicos, hasta el punto de que es un hilo conductor continuo, porque el mero hecho de enfrentarme ante la hoja en blanco a diario me recuerda el compromiso que adquirí hace casi dieciséis años al comenzar a escribir en este blog: si tengo la oportunidad de decir algo, cada día, debo procurar que sea algo especial. Esa es la razón de por qué me acerco hoy de nuevo a él, a través de una obra preciosa que me acompaña desde hace muchos años, ¿Por qué leer los clásicos? (2), en el que ofrece catorce razones para leer a estos autores, que deben ser leídas sin dejar ninguna atrás. Lo recomiendo encarecidamente como se decía en mi casa ante misiones culturales aparentemente imposibles e inútiles, entre las que destaco hoy la tercera, una vez llegado este momento de frecuentar el futuro imperfecto de nuestra vida: “Debe haber, por tanto, un momento en la vida adulta dedicada a revisar los libros más importantes de nuestra juventud. Hay grandes clásicos que ejercen una influencia tan particular en nosotros que se niegan a ser erradicados de la mente escondiéndose en los pliegues de la memoria, camuflándose como el inconsciente colectivo o individual. Es por ello por lo que deben releerse una vez alcanzamos la madurez. Incluso si los libros siguen siendo los mismos (aunque ellos no cambian, a la luz de una perspectiva histórica alterada), sin duda nosotros sí hemos cambiado, y nuestro encuentro con esa misma lectura será una cosa totalmente nueva. En realidad podríamos decir: 4 [cuarta razón]. Toda relectura de un clásico es una lectura de descubrimiento como la primera”. 

Traigo a colación esta reflexión porque sigo frecuentando mucho la lectura y seguimiento activo de los clásicos en la literatura, la poesía, el teatro, la música, la pintura, la religión y otras artes y creencias clásicas dignas de guardar, sin dejar de hacerlo también con el futuro en este terco presente, siguiendo la recomendación del Dr. Cardoso a Pereira, que aprendí en Sostiene Pereira de Tabucchi: “… deje ya de frecuentar el pasado, frecuente el futuro. ¡Qué expresión más hermosa!, dijo Pereira”. Se lo debo a profesores y profesoras que he tenido a lo largo de mi vida, auténticos maestros y maestras, que me enseñaron la forma de aprehender la belleza de su pensamiento, de su pintura, de su capacidad de representación escénica de la vida, de su forma de componer obras musicales inolvidables, de sus creencias, de su alma, de su belleza interior como personas clásicas. A veces, no populares, por supuesto.

(1) Hernández de la Fuente, David, El hilo de oro. Lo clásico en el laberinto de hoy, 2021. Barcelona: Ariel.

(2) Calvino, Ítalo, ¿Por qué leer los clásicos?, 2012. Madrid: Siruela.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Ética para la postpandemia

Sevilla, 12/XI/2021

Markus Gabriel, un filósofo alemán de vanguardia y representante destacado del Nuevo Realismo, catedrático de epistemología, filosofía moderna y contemporánea en la Universidad de Bonn, director del Centro Internacional de Filosofía (International Center for Philosophy NRW) y del Centro para la Ciencia y el Pensamiento (Center for Science and Thought) en la Universidad de Bonn, que cuida el intercambio interdisciplinario entre la filosofía y las ciencias naturales para encontrar soluciones productivas y sostenibles a varias de las cuestiones más urgentes de nuestro tiempo, acaba de publicar en su traducción española un libro de gran interés para este tiempo de postpandemia, Ética para tiempos oscuros. Valores universales para el siglo XXI (1), donde según la sinopsis oficial de la editora “analiza los grandes problemas humanos de estos tiempos oscuros: la amenaza a la democracia por parte de la ultraderecha, la xenofobia, el populismo, la coerción a la libertad y al pensamiento a través de la digitalización a ultranza y la obsesión con la tecnología, el consumismo desaforado y los retos de nuestro entorno, en especial, el coronavirus y el cambio climático. Para poder enfrentarnos a ellos necesitamos recuperar los valores universales nacidos de la Ilustración, y la filosofía será una herramienta fundamental para crear una sociedad más libre y justa, capaz de desafiar a los retos del siglo XXI!”. Considero, por tanto, de indudable interés su lectura en tiempos de postpandemia, tiempos oscuros y difíciles por definición.

Voy a leer este libro con la ilusión de dar sentido a mi vida después de una pausa ética, que tanto necesitamos. Lo escribí al comenzar este año, porque estamos haciendo un camino muy largo en tiempos de postpandemia, una singladura ciclópea en su fondo y forma. Es una ocasión para hacer esta pausa acompañado por Gabriel Markus y descubrir de nuevo el poder de la ética, en su justo sentido, tal y como la he venido definiendo a lo largo de los años en páginas especiales de este cuaderno digital que busca islas desconocidas. La ética que he aprendido y enseñado en mis tiempos académicos ha sido siempre la situación que nos interroga en nuestra persona de todos y en la de secreto, para alcanzar un objetivo que nos haga ser más felices viviendo con sentido lo que hacemos a diario. La he definido siempre como el suelo firme que justifica nuestra existencia, es decir, la solería que ponemos a lo largo de la vida y sobre la que pisamos a diario para seguir viviendo con justificación de lo que hacemos, no mero ajustamiento, tal y como me lo enseñó el profesor López-Aranguren hace ya muchos años, cuando comparaba la ética al suelo firme que justifica todos los actos humanos a lo largo de la vida: es la “raíz de la que brotan todos los actos humanos, o todavía mejor, el suelo firme que justifica dichos actos, en definitiva, una forma de vida”. Y es verdad, porque la ética no debería estar sometida a la moda o al mercado, como una mercancía más, como sucede ahora, porque bien entendida es una actitud permanente ante la vida personal y social, pública y privada, sostenida en el tiempo que corresponda vivir a cada uno, es decir, una forma de vida.

Siguiendo al pie de la letra a Cavafis, cada uno de nosotros nos podemos convertir en un Ulises redivivo y pensar que esta dura etapa de la postpandemia es sólo eso, una etapa, un alto en un puerto hasta ahora desconocido, porque el viaje es muy largo: Ten siempre a Ítaca en tu mente. / Llegar allí es tu destino. / Mas no apresures nunca el viaje. / Mejor que dure muchos años / y atracar, viejo ya, en la isla, / enriquecido de cuanto ganaste en el camino / sin esperar a que Ítaca te enriquezca. También acudo a Benedetti cuando hago esta pausa para escribir en este largo viaje ético a mi Ítaca particular, porque él siempre supo poner hermosura a la vertiente más triste de la vida, como puede ser ahora en este momento tan difícil de la salida del túnel de la pandemia y porque nos ofreció una forma de entender las necesarias pausas en el caminar diario personal, familiar, profesional y social con altura de miras éticas hacia la Ítaca de cada uno: De vez en cuando hay que hacer una pausa / contemplarse a sí mismo / sin la fruición cotidiana / examinar el pasado / rubro por rubro / etapa por etapa / baldosa por baldosa / y no llorarse las mentiras / sino cantarse las verdades.

Es verdad que solo necesitamos hacer pausas de vez en cuando y no tanto rebobinar, porque no queremos perder el sentido de la vida. Es lo que Herman Hesse llamaba obstinación, una virtud, a la que admiraba mucho, una sola, porque es obediencia a una sola ley que lleva al “propio sentido” de la vida. Fundamentalmente, algo que necesitamos con urgencia: cantarnos las verdades sobre lo que nos pasa, pisando las baldosas que vamos poniendo en nuestra vida a modo de solería, que es lo único que justifica nuestros actos éticos para no tener que llorar las mentiras. Sin prisa, con pausa, buscando con ética personal y de situación la Ítaca que todos tenemos derecho a soñar y alcanzar algún día. Aunque ahora tengamos que luchar contra un cíclope llamado coronavirus, con ojos de huracán, al que venceremos si nuestro pensar es elevado, si selecta es la emoción que toca nuestro espíritu y nuestro cuerpo. Porque hoy no olvidamos hacer una pausa Ética cuando navegamos a diario hacia cada Ítaca particular, que cuando llueve se moja como las demás al cruzar mares procelosos, a la que tenemos la legítima ilusión de llegar aunque ahora vivamos encerrados en una jaula de cristal.

Gabriel Markus habla en su libro, con rotundidad, de los peligros que nos acechan: “A los peligros de la crisis ecológica, así como de las nuevas guerras debidas a la potenciación del nacionalismo, que amenazan la vida de cientos de millones de personas, solo se les puede responder por medio del progreso moral. Ha llegado la hora de que el ser humano se acuerde de su capacidad moral y empiece a admitir que solo una cooperación global —que deje a un lado los egoísmos de los Estados nacionales— puede frenarnos en nuestro acercamiento cada vez más acelerado al precipicio de la historia mundial”. Y aborda determinadas respuestas a esta crisis galopante de valores, ofreciendo vías para alcanzar un nuevo progreso moral en el siglo XXI, entre las que destaca la detección de la nueva esclavitud humana que existe en la actualidad, el progreso y retroceso moral en tiempos de coronavirus, los límites que tiene el economicismo, arrojando una luz sobre una posible y necesaria pandemia metafísica. La Ética es hoy más necesaria que nunca, la ética de todos y para todos.

En la frase final de la Introducción del libro citado, declara el autor la intención al escribirlo y su hilo conductor: “La intolerancia radical, que tiene por objeto socavar por todos los medios posibles (incluida la violencia contra inocentes) las bases del Estado democrático de derecho, no es algo que uno deba tolerar. En consecuencia este libro se dirige a aquellas personas que sienten el deseo de abordar racionalmente —es decir, sin dejarse llevar tan solo por la propia opinión— la cuestión de si en estos tiempos oscuros hay hechos morales y un progreso moral, y de cómo podemos organizar un sistema de valores para el siglo XXI, sobre la base de los valores universales. Que esté creciendo la cantidad de personas que no se interesan por estas cuestiones forma parte del problema a cuya solución quisiera contribuir con estas reflexiones desde una perspectiva filosófica”. De ahí mi interés por divulgarlo, porque lo necesitamos ante los intolerantes y mediocres del Reino del Siempre Jamás, que están más cerca de nosotros de lo que parece a simple vista.

(1) Gabriel, Markus, Ética para tiempos oscuros. Valores universales para el siglo XXI, 2021. Barcelona: Pasado & Presente.

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Las librerías son la atención primaria del alma

Sevilla, 11/XI/2021

Dedicado especialmente a la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi, activista de las letras con alma. que obtuvo ayer el Premio Cervantes 2021,

Cuido el alma con la lectura de libros. Recuerdo que sobre las estanterías o nichos (bibliotecas, en griego) donde se colocaban los rollos de papiros que se podían leer en la Biblioteca de Alejandría, figuraba siempre un letrero sobrecogedor: lugar del cuidado del alma o más exactamente “Clínicas del alma”, tal y como nos lo ha transmitido el historiador siciliano Diodoro de Sículo en el siglo I a.C. Amo la lectura, los libros, las librerías y tengo un respeto casi reverencial a las personas que están detrás de cada página bien escrita, sobre todo con alma. De los que critican cada publicación y aconsejan su lectura. De cada persona que está detrás de este círculo virtuoso del libro en todas sus proyecciones posibles, librerías incluidas y sobre las que he escrito en muchas ocasiones en este cuaderno digital porque las admiro.

Escribo estas líneas porque hoy se celebra el Día de las Librerías, un lugar que es la antesala de las bibliotecas, a modo de atención primaria del alma, si consideramos lo manifestado anteriormente al considerar las citadas bibliotecas como lugares del cuidado del alma o más exactamente “Clínicas del alma”. No olvido el mensaje de Guido Orefice, el protagonista de La vida es bella, por su ilusión de poner una librería (que también tuve yo en una época de mi vida), que le jugaría al final una mala pasada por la invasión nazi en Italia, teniendo que explicar a su hijo Josué, de nombre hebreo, qué cartel van a poner en la librería para prohibir determinadas entradas como la que han leído al detenerse en un escaparate para ver un posible regalo para su madre: prohibida la entrada a hebreos y perros. Para quitar hierro a la dramática situación que está viviendo con su hijo, lo resuelve con una respuesta genial:

Josué: – Pero nosotros dejamos entrar a todo el mundo en la librería.
Guido: – ¡No, mañana mismo también pondremos un cartel! A ver dime algo que te caiga mal.
Josué: – Las arañas. ¿Y a ti?
Guido – ¡A mí, los visigodos! A partir de mañana vamos a poner un cartel que diga. “prohibida la entrada a las arañas y a los visigodos”. Me tienen frito los visigodos. Se acabó.

Guido era un judío pobre que tenía tres ilusiones en su vida humilde: abrir una librería, comprender bien a Schopenhauer (por su canto a la voluntad como motor de la dialéctica pendular de la vida) y saber distinguir el norte del sur (que también existe). Todo quedaría en nada excepto su dignidad humana y el ejemplo para su hijo en el campo de concentración, sin libros ya, casi sin nada. En la celebración del Día de la Librerías, estas palabras son un pequeño homenaje a los libros con alma y a Guido Orefice, un librero digno, como tantos miles que en este país, en esta Comunidad, intentan abrir sus puertas todos los días, para una comprensión de la vida diferente, porque casi todo está en los libros, hasta la posibilidad de ser más felices en tiempos de coronavirus.

Hay silencios al leer que hablan por sí solos y que cuidan con mimo nuestra alma. Es el motivo principal de por qué se hace imprescindible proclamar la necesidad de la lectura como medio de descubrimiento de la palabra articulada en frases preciosas, cuando lo que se lee nos permite comprender la capacidad humana de aprehender la realidad de la palabra escrita o hablada. Maravillosa experiencia que se convierte en arte cuando la cuidamos en el día a día, aunque paradójicamente tengamos que aprender el arte de leer siendo mayores, porque la realidad amarga es que muchas veces no lo sabemos hacer. Quizás hemos aprendido bastante sobre el placer útil de la lectura durante la pandemia, sobre todo para que no enfermemos del alma. El alma busca siempre refugio en la dignidad humana, un cortafuegos que suele encontrar su sitio en libros preciosos para comprender la imprescindible condición humana de la libertad. Para que no se olvide en un día tan importante como hoy.

Las librerías son la atención primaria del alma y la lectura de los libros que compramos es un acto de libertad intelectual que se modula a lo largo de la vida, convirtiéndose poco a poco en arte que casi todo lo cura, porque casi todo está en los libros. Desde la escuela infantil y hasta los últimos días de la vida, tenemos millones de posibilidades de leer todo lo que se pone por delante para invitarnos a dar forma a unos caracteres que en sí mismo no son nada sin nuestra intervención personal e intransferible porque, aunque alguna vez leamos algunas palabras junto a alguien, lo que se graba en cada cerebro es irrepetible. Como si fuéramos bibliotecas ambulantes conteniendo siempre lecturas diferentes de textos llenos de palabras sueltas o frases que hemos acumulado en ellas a lo largo de la vida. Maravilloso, porque en tiempos de silencio ético y cultural es necesario acudir a las librerías y a las bibliotecas (incluidas las nuestras), salvando lo que haya que salvar, porque es verdad que a lo largo de nuestra vida necesitamos acudir al médico de atención primaria o al especialista… en las clínicas del alma.

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¡Bienvenido, Black Friday! (III)


Americanos, vienen a España gordos y sanos
Viva el tronío y viva un pueblo con poderío
Olé Virginia y Michigan
Y viva Texas que no está mal, […] no está mal.

Bienvenido Mr. Marshall (1953)

Sevilla, 10/XI/2021

Como dije hace tres años…, vuelvo a exclamar con cierta desazón ¡Bienvenido Black Friday!, rememorando cómo este país acogió el siglo pasado, en plena dictadura, la influencia «salvadora», no inocente, de Estados Unidos, salvando lo que haya que salvar (valga la redundancia) en la llamada «nueva normalidad» y como símbolo del hiperconsumo desenfrenado. Al mismo tiempo, aplicando el principio de realidad a lo que está pasando y estamos viendo a diario, el Banco de Alimentos tiene que alimentar a más millones de personas en este país por haber alcanzado cifras insufribles de pobreza severa, la naturaleza sufre más que nunca por el cambio climático y el hiperconsumo de importación nos invade como justificación del funcionamiento ordinario del capital, asustándonos a diario además porque la escasez es un enemigo que acecha y es probable que de los productos deseados, no haya «para todos», teledirigidos eso sí por el Mercado como simple mercancía.

Lo he escrito recientemente: los agoreros mayores del Reino vienen anunciando desde hace unas semanas que estamos muy cerca de un gran apagón mundial (las linternas harán su Navidad) y de una escasez de productos galopante, incluidos los básicos de alimentación y de todo tipo. Dicen que los primeros avisos los podremos constatar en el próximo Viernes Negro (Black Friday), en el que faltarán productos electrónicos y de consumo por la escasez de semiconductores que les permitan funcionar, porque hay escasez de sus componentes básicos. Además, la electricidad está por las nubes, nunca mejor dicho, porque no llueve y la producción de este bien básico depende de este líquido elemento también, entre otras fuentes de generación más sofisticadas. En resumen, no salimos de una encrucijada mortal como ha sido la pandemia y ya nos tenemos que enfrentar a otras dos que son un órdago a la responsabilidad humana en relación con el consumo como determinante común, un hábito que se instaló con el capitalismo y que el desarrollo industrial y las ideologías practicadas en política universal no han logrado combatir en su justo sentido, inmersos en una espiral del mundo al revés, que demuestra que algo hay que hacer urgentemente para contener este loco mundo del que cada vez cuesta más bajarse, a pesar de las recomendaciones de Groucho Marx, hace ya muchos años, cuando lo intentó y no pudo hacerlo para desesperación de sus seguidores.

Así lo escribí también hace tres años y así lo reproduzco hoy, con una aparente normalidad que cada vez nos hace menos iguales ante los desafíos del capital. Eduardo Galeano tenía razón al describir el poder del consumo en el mundo al revés: «En esta civilización, donde las cosas importan cada vez más y las personas cada vez menos, los fines han sido secuestrados por los medios: las cosas te compran, el automóvil te maneja, la computadora te programa, la TV te ve. Globalizaciónbobalización Hasta hace algunos años, el hombre que no debía nada a nadie era un virtuoso ejemplo de honestidad y vida laboriosa. Hoy, es un extraterrestre. Quien no debe, no es. Debo, luego existo». 

Mientras más de dos millones de personas esperaban el sábado pasado un día particular, sin ningún color especial, para poder alimentarse con dignidad durante varias semanas, sin americanismo alguno, gracias a la solidaridad ciudadana con el Banco de Alimentos en todo el país, otros millones importan una iniciativa, Black Friday, en una respuesta compulsiva para no perder la maratón particular del consumo.

Es curioso constatar cómo el Mercado [sic] crea su propio ecosistema a nivel mundial, para crear necesidad de consumo donde no existe la necesidad realmente. El síndrome de la última versión, en tecnología o en moda lista para llevar, porque nos convencemos que lo último de lo último nos estaba esperando en la estantería correspondiente un día como hoy y que lo más barato hay que comprarlo con urgencia para “no ser tontos”, según el eslogan de turno, acaba haciendo estragos en las maltrechas economías de muchas familias.

Sé que estas reflexiones se pueden interpretar como una salida de tono sobre el principio de realidad de lo que está pasando y estamos viendo, pero sigo defendiendo que no es lo mismo valor que precio de lo que realmente necesitamos, como suele confundir todo necio. Además, la dignidad de la vida sencilla está por encima de las mercancías, que a toda costa intentan vendernos los nuevos Míster Marshall que merodean por nuestro país vestidos curiosamente de negro, el color del viernes que intentan justificar como necesario para ser felices. Con su tronío y poderío, porque España… ya sabemos que no es de librerías.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Noviembre, ¿mes de la calidad?

https://asq.org/

He ofendido a Dios y a la humanidad porque mi trabajo no tuvo la calidad que debía haber tenido.

Leonardo da Vinci (1452-1519)

Sevilla, 9/XI/2021

Faltan días en los calendarios para celebrar los más diversos acontecimientos que controla la economía de mercado, en un control laico del santoral católico, muy activo a lo largo de los siglos, donde todos los «santos» tenían trabajo encomendado en «su día» y cada vez que se les tuviera presentes, incluso como abogados de causas imposibles, que ya es decir.. Consumimos más con ocasión de la celebración de trescientos sesenta y cinco días de todo lo que se mueve o celebra en un año en el mundo, en días especiales y en algún caso se acumula el consumo de forma asombrosa como ocurre en el Black Friday de este mes. Por esta razón, me llama la atención que se promocionen meses de lo que sea ante el agotamiento del calendario anual, a lo que siguen y seguirán años, lustros y así sucesivamente hasta llegar a siglos y eras.

En esta vorágine de celebraciones con frenesí propio, hay que agregar en noviembre la del mes de la calidad. Nació la idea en Japón, en el año 1959, con motivo de la celebración del décimo aniversario de la revista «Control Estadístico de Calidad». No se ha promocionado mucho y es raro ver campañas publicitarias en tal sentido. Sería bueno rescatarlo en este país, como signo de que preocupa la aplicación de los grandes principios de la calidad en cualquier terreno humano. España tiene fama de chapucera en muchos órdenes y es un clamor popular que se descuida la calidad en muchos terrenos en los que nos movemos a diario, sobre todo por culpa de la mediocridad que nos invade por tierra, mar y aire.

La calidad debe ser el resultado de una actitud personal o laboral ante cualquier acontecimiento de la vida. Es curioso que en una sociedad donde proliferan los cursos de calidad por doquier, se constata que es una gran ausente en la vida ordinaria. El problema radica en que se ha convertido en un estándar más de promoción, con sello incluido y certificados ostentosos, pero no una actitud que complemente el conocimiento y la aptitud para desarrollarla desde el comienzo del ciclo educativo en la vida escolar y universitaria. La calidad no es un sello, sino una actitud continua en el tiempo que hay que aplicar en todos los órdenes de la vida. Un ejemplo contundente es el relacionado con el turismo en este país. Este año vamos a celebrar el éxito después de la pandemia, pero las estadísticas nos ofrecen datos alarmantes de estándares de calidad que aprecian o no los que nos visitan, vinculados inexorablemente a la falta de criterios de sostenibilidad, falta de profesionalidad y alta precariedad en el empleo.

En el ámbito educativo pasa lo mismo. Las encuestas internacionales ponen a este país en su sitio y no es esplendoroso que digamos por sus resultados en diversas áreas de conocimiento. Si nos referimos a la transparencia pública, igual. En el terreno de la política, mejor no hablar, porque los hechos demuestran que la calidad brilla por su ausencia en el terreno de la ejemplaridad de algunos políticos (todos no son iguales) que derrochan mediocridad a diario que se acaba convirtiendo en un estándar político, obteniendo en todo caso el sello «M» de mediocridad y no «C» de calidad.

Noviembre se convierte en un mes para reflexionar sobre qué tipo de calidad practicamos y usamos a diario. Con un Estado que debería buscarla apasionadamente como actividad diaria y sin necesidad de que lo tuviéramos que recordar en un mes con clases prácticas de mercado, porque no es eso, es simplemente un derecho y deber del Estado y también de la ciudadanía que la sustenta y la sufre a diario. Porque debería darnos miedo la mediocridad galopante que nos rodea.

Quizás haya que recordar hoy o en este mes de la calidad, especialmente, la frase de Leonardo da Vinci que encabeza estas líneas, como reflexión de todos y de cada uno en particular: he ofendido a Dios y a la humanidad porque mi trabajo no tuvo la calidad que debía haber tenido. Sería una forma excelente de comenzar a «celebrar» con dignidad el carpe diem de cada uno, bastándole a cada día su propio afán de calidad, tal y como la entendieron nuestros antepasados al referirse a las «cosas vendibles» y que aún perdura hoy día: «el ser y la bondad de las cosas, el estado actual de ellas, así en el género o especie de su constitución, como en otros requisitos y circunstancias que concurren para ser buenas o no reputadas como tales» (RAE A 1729, pag:67,1).

Publicado por primera vez en Sevilla, el 5 de noviembre de 2017 y modificado hoy en su contexto actual.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.