Augusto Monterroso todavía está aquí

Augusto Monterroso (Tegucigalpa, 21 de diciembre de 1921- Ciudad de México, 7 de febrero de 2003)

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí

Augusto Monterroso

Sevilla, 26/XII/2021

Antes de que finalice este año, deseo ofrecer un sencillo homenaje en el centenario de su nacimiento en Tegucigalpa el 21 de diciembre de 1921, al escritor hondureño Augusto Monterroso, nacionalizado posteriormente como guatemalteco y, finalmente, exiliado de por vida en México, donde falleció, famoso por su cuento breve El dinosaurio: Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. Siempre ha sido un objetivo en mi vida alcanzar el objetivo de la brevedad, que si buena es dos veces buena, como aprendí en su momento de Baltasar Gracián, pero la escuela en la que me formé desde mi infancia era analítica y así he seguido haciendo las cosas en mi vida, cuestión no inocente porque al crecer en el pensamiento filosófico de los presocráticos, la realidad diaria se convierte en algo muy complejo como para despacharlo en dos segundos rápidos y vitales.

Ítalo Calvino, el escritor italiano al que debo tanto en mi forma de pensar y escribir, reconoció el valor incalculable de la rapidez y concisión en la literatura y así lo expresó en una conferencia titulada Rapidez, que desgraciadamente nunca llegó a pronunciar porque falleció una semana antes de trasladarse a la Universidad de Harvard (Cambridge, Massachusetts) en septiembre de 1985, para llevar a cabo su compromiso de participar en las Charles Elliot Norton Poetry Lectures, que luego se recopilaron como obra póstuma bajo el título de Seis propuestas para el próximo milenio (1). Esta obra la he citado en numerosas ocasiones en este cuaderno digital porque a lo largo de los dieciséis años de vida que ya tiene, Calvino siempre ha estado presente en él ante el fenómeno de la hoja en blanco, precisamente utilizando el título de la conferencia que se ha incorporado a aquellos borradores de Harvard con el título de El arte de empezar y el arte de acabar, cuya introducción sigue siendo un norte en mi vida intelectual, procurando siempre que lo que escriba sea algo especial, siguiendo las recomendaciones de Calvino, tantas veces citadas en hojas digitales anteriores: “…es un instante crucial, como cuando se empieza a escribir una novela. Es el instante de la elección: se nos ofrece la oportunidad de decirlo todo, de todos los modos posibles; y tenemos que llegar a decir algo, de una manera especial”.

En este sentido, si traigo hoy a colación a Ítalo Calvino es por su cita en la citada conferencia, Rapidez, del escritor hondureño Monterroso, cuando se refiere a él reflexionando sobre una literatura basada en la concisión, como presagio de que sería una realidad inexorable en el siglo venidero: “La concisión es sólo un aspecto del tema que quería tratar, y me limitaré a deciros que sueño con inmensas cosmogonías, sagas y epopeyas encerradas en las dimensiones de un epigrama. En los tiempos cada vez más congestionados que nos aguardan, la necesidad de literatura deberá apuntar a la máxima concentración de la poesía y del pensamiento. Borges y Bioy Casares recopilaron una antología de Cuentos breves y extraordinarios. Yo quisiera preparar una colección de cuentos de una sola frase, o de una sola línea, si fuera posible. Pero hasta ahora no encontré ninguno que supere el del escritor guatemalteco Augusto Monterroso: «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.

Italo Calvino (Santiago de Las Vegas, Provincia de La Habana, Cuba, 15 de octubre de 1923-Siena, Italia, 19 de septiembre de 1985)

Su declaración de intenciones en esta conferencia sobre la rapidez es muy clara y contundente: “[…] hoy el valor que quiero recomendar es justamente éste: en una época en que triunfan otros media velocísimos y de amplísimo alcance, y en que corremos el riesgo de achatar toda comunicación convirtiéndola en una costra uniforme y homogénea, la función de la literatura es la de establecer una comunicación entre lo que es diferente en tanto es diferente, sin atenuar la diferencia silla exaltándola, según la vocación propia del lenguaje escrito. El siglo de la motorización ha impuesto la velocidad como un valor mensurable, cuyos récords marcan la historia del progreso de las máquinas y de los hombres. Pero la velocidad mental no se puede medir y no permite confrontaciones o competencias, ni puede disponer los propios resultados en una perspectiva histórica. La velocidad mental vale por sí misma, por el placer que provoca en quien es sensible a este placer, no por la utilidad práctica que de ella se pueda obtener. Un razonamiento veloz no es necesariamente mejor que un razonamiento ponderado, todo lo contrario; pero comunica algo especial que reside justamente en su rapidez. Cada uno de los valores que escojo como tema de mis conferencias, lo he dicho al principio, no pretende excluir el valor contrario: así como en mi elogio de la levedad estaba implícito mi respeto por el peso, así esta apología de la rapidez no pretende negar los placeres de la dilación. La literatura ha elaborado varias técnicas para retardar el curso del tiempo; he recordado ya la iteración; me referiré ahora a la digresión”.

Calvino amaba un lema por encima de todo: Festina lente, apresúrate despacio, pero sobre todo cuando se representa por contrarios. Prefería el símbolo de este lema figurativo a través de una mariposa y un cangrejo juntos, más que el clásico de Erasmo de Rotterdam, el delfín alrededor de un ancla, porque en este último caso siempre estaba el mar por medio, cuando en la mariposa y el cangrejo había dos realidades terrenales con misiones diferentes: puede volar la imaginación, pero siempre hay que volver al pensamiento que se fija en la memoria, es decir, hay que ir hacia atrás en la vida para expresar de la mejor forma posible el vuelo de la mariposa.

Después de una fantástica contraposición entre los dos estilos de literatura que pueden representarse a través de Mercurio y Saturno, incluso se declara “saturnino”, melancólico, contemplativo, solitario, aunque su gran aspiración como escritor es parecerse a Vulcano, “dios que no planea en los cielos sino que se refugia en el fondo de los cráteres, encerrado en su fragua, donde fabrica infatigablemente objetos acabados en todos sus detalles, joyas y ornamentos para las diosas y los dioses, armas, escudos, redes, trampas. Vulcano, que contrapone al vuelo aéreo de Mercurio el ritmo discontinuo de su paso claudicante y e! golpeteo cadencioso de su martillo. La conclusión de Calvino es obvia: “El trabajo del escritor debe tener en cuenta tiempos diferentes: el tiempo de Mercurio y el tiempo de Vulcano, un mensaje de inmediatez obtenido a fuerza de ajustes pacientes y meticulosos; una intuición instantánea que, apenas formulada, asume la definitividad de lo que no podía ser de otra manera; pero también el tiempo que corre sin otra intención que la de dejar que los sentimientos y los pensamientos se sedimenten, maduren, se aparten de toda impaciencia y de toda contingencia efímera”.

Finaliza su espléndida conferencia con un cuento chino, con algunas palabras más que en el de Monterroso, pero con un mensaje implícito extraordinario: “Entre sus muchas virtudes, Chuang Tzu tenía la de ser diestro en el dibujo. El rey le pidió que dibujara un cangrejo. Chuang Tzu respondió que necesitaba cinco años y una casa con doce servidores. Pasaron cinco años y el dibujo aún no estaba empezado. «Necesito otros cinco años», dijo Chuang Tzu. El rey se los concedió. Transcurridos los diez años, Chuang Tzu tomó el pincel y en un instante, con un solo gesto, dibujó un cangrejo, el cangrejo más perfecto que jamás se hubiera visto”.

A pesar de este esfuerzo literario por escribir una colección de cuentos de una sola frase, o de una sola línea, si fuera posible, Calvino no encontró ninguno que superara al del escritor guatemalteco Augusto Monterroso: «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Fue su gran homenaje al escritor de tres nacionalidades, en una azarosa vida de compromiso social, ensalzada de la mejor forma posible en esta preciosa conferencia póstuma del escritor italiano al que debo tanto.

Primer canon de la Ofrenda musical, BWV 1079 de Bach, conocido como el «canon cangrejo»

Johann Sebastian Bach mostró el arte de la rapidez y concisión musical en su reconocida obra breve Primer canon de la Ofrenda musical, BWV 1079conocido como el «canon cangrejo». Es un homenaje complementario por mi parte a Bach y Monterroso, junto a Calvino, ensalzando la brevedad buena de los tres, según Baltasar Gracián en su arte de prudencia que no olvido: lo bueno, si breve, dos veces bueno. Además, con alma.

(1) Calvino, Ítalo, Seis propuestas para el próximo mileno, 1998, Madrid: Siruela.

Este libro puede ser un regalo con estela

CIUDADANO JESÚS (2ª edición, revisada y aumentada)

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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