
Sevilla, 28/I/2022
El fotógrafo de doble nacionalidad, suiza y francesa, René Robert, falleció el 20 de enero en París, como consecuencia de la hipotermia que sufrió al caer en una calle del centro de la ciudad de la luz, perder el conocimiento y permanecer durante nueve horas en una acera sin ser atendido por nadie, a pesar de que la hora en que se produjo la caída era en torno a las nueve y media de la noche del día 19. Fue una mujer sin techo, durante la madrugada, la que llamó a los servicios de emergencia, aunque ya no pudieron hacer nada por salvarle la vida. Creo que es un retrato inhumano y descarnado que refleja determinados comportamientos sociales en la actualidad. Surge una pregunta: ¿qué hubiéramos hecho nosotros al verlo así? No sé, probablemente pasar de largo también, como hacemos muchas veces al pasar por aceras de nuestras ciudades donde se refugian personas en condiciones inhumanas, en una negación del principio de realidad que es muy terco. Al menos, en esta ocasión, nos queda la pregunta, más que la palabra.
Robert era muy conocido en nuestro país por ser un fotógrafo del flamenco, en blanco y negro, con una dilatada trayectoria que se prolongó más allá de cincuenta años. Fue el bailaor Manolo Marín (Sevilla, 1936) el que en el año 1967 le mostró la belleza que el flamenco lleva dentro, tal y como la ha mostrado Robert a lo largo de su vida profesional, fotografías que se realizaron en la casa de René Robert. He leído con suma atención una entrevista realizada para Musique Alhambra, que nos ofrece una muestra interesante de su arte fotográfico: “Descubrí el flamenco por casualidad, alrededor de los 30 años. Fue una mujer sueca quien me lo hizo descubrir en un tablao llamado «LE CATALAN» que existía en los años 50 y estaba situado al otro lado del Sena, rue des Grands Augustins. Picasso lo había frecuentado, sobre todo porque su estudio estaba situado en esa calle. Este tablao era el lugar de encuentro de algunos españoles de París, pero también de todas las personas interesadas en el Flamenco. Se benefició de una época extraordinaria, porque era el franquismo, y el dueño, que tenía buen “olfato”, traía artistas de España. Al pesar de que se les pagaba relativamente mal, a estos artistas se les pagaba más que en España. Tenía habitaciones en el edificio donde los alojaba. Había un restaurante en el primer piso, un bar en la planta baja. Íbamos principalmente al bar, a escuchar a los artistas, y asistíamos a veladas extraordinarias”. Más adelante, afirma que “El cante es lo que más me ha emocionado después [después del baile y de la guitarra], es la base del flamenco y me toca especialmente”. Allí nació la pasión por el mundo mágico del flamenco, que pudo comprobar y fotografiar por continuos viajes a nuestro país.
Lo verdaderamente sorprendente y mágico en los trabajos desarrollados en torno al flamenco por René Robert es por la utilización del blanco y negro de forma exclusiva en este arte, que muestra en todo su esplendor en su obra “Flamencos. La rabia o la gracia” (1993): “Trabajé el 95% en color en mi trabajo habitual como fotógrafo. Para el Flamenco, al principio, traté de hacer color y encontré que era demasiado turístico. Elegí el blanco y negro porque tiene mayor fuerza expresiva que el color. Quizás sea el hecho de que el color le da un aspecto más natural, más cercano a la realidad, a veces inocuo. El blanco y negro traspone la imagen, le da un impacto. También hay, en blanco y negro, un lado trágico que me parece que corresponde más al flamenco que el color, y el lado de los contrastes entre el blanco y el negro se corresponde mejor con sus diferentes matices”. Avanzando en su conocimiento del flamenco le llevó a publicar su segunda obra, La Rabia & la Gracia (2001), en la que ya no había duda alguna en el título, porque había desaparecido la duda de lo que significaba para él: “La rabia y la gracia, tienen dos connotaciones: la rabia obviamente evoca el aspecto enojado, pero también ese lado desesperado: la rabia de vivir. En la gracia existe tanto el lado gracioso como el estado de gracia que puede asimilarse al duende”.
Quizás nos ayude hoy a comprender bien el trabajo de René Robert cuando conocemos su forma de entender el flamenco: “El flamenco es la expresión de una forma de ser. Es una forma de vida que no existe en otras artes. Soy un poco escéptico sobre aprender flamenco cuando no vives en su contexto. Se puede aprender, claro, pero a la hora de tocar me parece difícil cuando no se vive en este ambiente, y en tierra flamenca. Estos artistas “ajenos” a menudo carecen de “el acento”, como diría un amigo. Es mérito de los artistas flamencos que practican este arte en Francia por ejemplo, porque les resulta mucho más difícil. En lo que a mí respecta, no practico flamenco, solo lo recibo, soy espectador”. Explica también que la técnica fotográfica que utiliza es muy simple, que observa durante mucho tiempo antes de efectuar la toma correspondiente: “Intento conseguir la imagen más real posible, con el menor número de efectos y, sobre todo, que el artista no se fije en mí. Los observo primero, me dejo penetrar por la especificidad de cada uno, trato de ver qué da y cuándo es particularmente expresivo. De hecho, trato de tomar una foto que le corresponda, que lo represente”.
La vida es algo más que el blanco y negro, que los grises, donde la belleza de las imágenes desean trascender siempre la propia realidad “porque el cerebro está preparado para interpretar todos los matices cromáticos de la vida en libertad, sin dejar ninguno atrás”, como reflexionaba en un post que escribí en 2009, Nuevas sonrisas, nuevas lágrimas, dedicado al fotógrafo Erick Lessing: la vida de cada una, de cada uno, que es lo más parecido a una película en blanco y negro, con la acromatopsia ética que corresponda, permite descansos, para recuperar esos momentos que tanto nos reconfortan y que nos devuelven felicidad. Pero también sabemos que la dialéctica de las sonrisas y las lágrimas permite apartarnos junto a una pared de la vida personal e intransferible, sentir el abrazo de los que nos quieren, aunque inmediatamente nos llamen mediante megafonía para seguir rodando, viviendo, en definitiva, en la filmación en color jamás contada.
Un especialista en los cuidados del ojo, del siglo XIII, Pietro Spanno, que llegó a ser Papa bajo el nombre de Juan XXI dijo en cierta ocasión algo que no he olvidado: “El ojo es un miembro noble, redondo y radiante. Ver es el paraíso del alma”. Ese es el secreto y la magia del ojo humano cuando ordena el clic que fija momentos especiales de la vida para la posteridad. Igual que cuando se fotografía el dolor o la muerte, muchas veces con alto riesgo personal de profesionales excelentes, comprometidos, facilitando imágenes recientes que desgraciadamente ya son habituales para el procesamiento en nuestra retina y que tanto nos hacen pensar, cumpliendo su función.
Las palabras de René Robert creo que nos ofrecen un retrato humano y profesional para comprender su obra. Su lenta agonía en una acera de París, no ha sido en blanco y negro, sino en color aunque todo se convierte en un fundido en negro, con la acromatopsia que la sociedad actual observa la vida, porque los retratos que hacemos a diario de lo que está ocurriendo cerca de nosotros, son muchas veces inhumanos. Hoy, con estas palabras, le hago un pequeño homenaje desde Andalucía y Sevilla, porque amó nuestra tierra y nuestras formas de expresarnos a través del flamenco. Manolo Marín, Chano Lobato, Paco de Lucía, Vicente Amigo, Mayte Martín, Miguel Poveda, Belén Maya y “muchos nuevos talentos, hay muchos”, que decía él y entre otros muchos representantes de este arte que ya es patrimonio de la humanidad, lo recordarán en sus personas de secreto. Algunos, desde su cielo particular que también existe. Todos, ofreciéndole ahora simbólicamente el respeto y el calor que necesitó siempre para seguir viviendo.
NOTA: la imagen de Miguel Poveda se ha recuperado hoy de Musique Alhambra.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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