Stefan Zweig me recuerda la historia de Job en tiempos difíciles

Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta. ¡Sólo Dios basta!

Santa Teresa de Jesús (1515-1582), Nada te turbe

Sevilla, 8/I/2022

Vuelvo a leer los clásicos con frecuencia. En esta ocasión de la mano de Stefan Zweig, en una obra suya preciosa, que recomiendo con ardor guerrero en este tiempo de mudanzas: Encuentros con libros (1). Entre sus reseñas extraordinarias, localizo de nuevo una que no olvido, la dedicada a un libro de Joseph Roth publicado en 1930, Job (2), que cuenta una historia que se repite siempre en la cotidianidad más pura y sin tener que esperar a tiempos difíciles, aunque ahora se nos pida más que nunca tener la paciencia de Job, tal y como lo describí en un artículo del año pasado que dediqué a esta locución que tanto estragos ha hecho en la humanidad frente a la rebeldía con causa: «La historia de Mendel Singer, que abandona a un hijo tullido en su aldea natal para partir con el resto de su familia a América, sirve a Roth para retomar con sutileza la historia de Job y sus infortunios, la pérdida de la fe y la experiencia del sufrimiento. El antiguo y familiar libro bíblico adquiere, en esta elaboración contemporánea, nueva e inesperada fuerza. Cuando fue publicado en 1930, representó el primer gran éxito para su autor, consagrándolo como uno de los más grandes escritores de su tiempo».

Stefan Zweig resalta en el análisis del libro de su entrañable amigo Joseph Roth, diversos aspectos que me interesa mucho destacar en esta ocasión de reencuentro con su obra en plena pandemia. En primer lugar, la define como una novela que se caracteriza por su «sencillez y contención», algo que había conseguido Roth después de publicar A diestra y siniestra y Fuga sin fin. Añade que su gran acierto es abordar un problema que sigue teniendo vigencia en cada día de la vida de cualquier persona: como de repente: «de la noche a la mañana, el destino nos envía una desgracia a casa, enfermedad, muerte o pobreza». Y surgen en el protagonista de la obra las grandes preguntas de la historia de la humanidad: «Por qué a mí? ¿Qué he echo yo para merecer esto? ¿Por qué no le ha ocurrido a otro? ¿Por qué no ha podido tocarle al vecino, al amigo, al enemigo? ¿Por qué me ha tenido que pasar precisamente a mí y no a ellos?» Así se encadenan eternas preguntas que lo conducen a Job, el personaje de la Biblia. No voy a descubrir la novela en su integridad pero suceden cosas que nos resultan cercanas a las de Job, incluso recupera la felicidad después de múltiples episodios, incluidos los del «exilio» a Nueva York. Me quedo con sus comentarios finales. «En lugar de leer, tenemos la oportunidad de experimentar el dolor del justo. Por una vez, no tendremos que sentir rubor por emocionarnos con una verdadera obra de arte que conmueve el corazón». El dolor del justo, esa es la cuestión y para que no olvidemos esa injusticia social.

He recuperado mi artículo del año pasado sobre esta historia de fondo del «santo Job», tal y como se la citaba en mi casa cuando era niño y pensaba, sentía y hacia las cosas de niño. Aquella historia tan mal contada, me llevó siempre a cultivar una gran virtud, la paciencia: «Si la inteligencia humana es la capacidad de resolver problemas para que la paciencia sea ardiente pero no nos queme, voy a repasar la historia de la inteligencia paciente en la humanidad, con brevedad, para que sea dos veces buena para mi alma impaciente, fundamentalmente para aprender de sus errores y horrores que se han cometido, planteándome si es posible averiguar dónde se aloja la paciencia en el cerebro (la sede de la inteligencia que nos hace ser pacientes) y como se configuran las manifestaciones humanas de una realidad existencial que, al menos, la gran mayoría de las personas, conocemos como virtud refrendada por el santo Job que, recuerdo, no la tuvo durante los momentos difíciles en su vida ni era un dechado de esa virtud. Gran empresa, sin ánimo de escribir las bases de un libro de autoayuda, que no me gusta nada». Pasen y lean. Hoy, le debo a Zweig seguir cultivando una virtud cada vez más en desuso.

Stefan Zweig y Joseph Roth, fotografiados en Ostende (Bélgica) en 1936.

Me enseñaron a tener la paciencia del santo Job

Estamos viviendo en tiempos de coronavirus y de paciencia infinita. Cuando era niño me enseñaron que el modelo de paciencia que debía adoptar en mi vida era la del santo Job, al que desconocía por completo. Cuando dejé de hacer y pensar las cosas de niño, comprobé que había sufrido un engaño monumental porque Job tenía de todo menos la paciencia infinita que me habían inculcado desde que tuve uso de razón. Lo que pasó es que usé la razón de forma audaz y verifiqué qué pensaba Job de las injusticias del mundo, dándome cuenta de que tenía muy poca paciencia cuando contaba sus penas, que no alegrías: los terrores se vuelven contra mí, como el viento mi dignidad arrastra; como una nube ha pasado mi saludY ahora en mí se derrama mi alma, me atenazan días de aflicción (Job, 30, 15s), hasta el punto de que el joven Elihú le reprende y lo lleva de la mano para ser paciente (Job, 32-37), para que busque, curiosamente, la sede de la Inteligencia [sic]: huir del mal, claro objeto del deseo impaciente de Job, porque lo que declaraba como sede de la inteligencia, reaccionar ante cualquier tipo de agresión, resolver problemas, era un elemento diferenciador esencial de la búsqueda desesperada de la sede de la sabiduría: temer a Dios, es decir, para los no creyentes hay que aceptar que algo pasa ahí fuera, a veces, que no controlamos y que nos hace sufrir mucho. La conclusión de Job ante tanto sufrimiento en su vida es que Dios se había pasado con él.

Si la inteligencia humana es la capacidad de resolver problemas para que la paciencia sea ardiente pero no nos queme, voy a repasar la historia de la inteligencia paciente en la humanidad, con brevedad para que sea dos veces buena para mi alma impaciente, fundamentalmente para aprender de sus errores y horrores que se han cometido, planteándome si es posible averiguar dónde se aloja la paciencia en el cerebro (la sede de la inteligencia que nos hace ser pacientes) y como se configuran las manifestaciones humanas de una realidad existencial que, al menos, la gran mayoría de las personas, conocemos como virtud refrendada por el santo Job que, recuerdo, no la tuvo durante los momentos difíciles en su vida ni era un dechado de esa virtud. Gran empresa, sin ánimo de escribir las bases de un libro de autoayuda, que no me gusta nada.

¿Cómo nace la paciencia? Sin lugar a dudas porque el cerebro actual ha vencido al cerebro reptiliano, es decir, la corteza cerebral que configura hoy la realidad existencial de cada persona permite controlar los impulsos más primitivos de los seres humanos, de nuestros antepasados, que solucionaban cualquier beligerancia y adversidad (infortunios y trabajos) con agresividad total. Hay una realidad histórica: se han necesitado millones de años para “preparar” la configuración del cerebro que posibilite “tener paciencia” y “aprender” a convivir con ella si tener que llamarla necesariamente “virtud”, porque es una posibilidad que ofrece históricamente la estructura global del cerebro humano. Job fue una prueba palpable de ello.

¿Dónde reside la paciencia? En todas las estructuras del cerebro que interactúan para dar órdenes pacientes e impacientes a través de la corteza cerebral, reflejadas en la conducta implícita o explícita de cada persona, aprendida o genéticamente fundada, con un control férreo del sistema límbico donde se alojan las centralitas de los sentimientos y emociones, sabiendo también que los ojos están grabando permanentemente miles de ocasiones para provocar la paciencia e impaciencia, en un debate ético que hacen trabajar a destajo a las neuronas en lo que saben hacer: alimentar acciones humanas pacientes e impacientes en milisegundos. Sabiendo, que no descansan nunca a pesar de que dormimos y soñamos desesperadamente. Científicamente se sabe que las neuronas no se permiten nunca la licencia para descansar. A no ser que las obliguemos farmacológicamente a cambiar su rumbo desestructurado cuando, a veces, la impaciencia no nos deja vivir como personas y nos provoca algún trastorno mental que nos inhibe la posibilidad de ser y estar en el mundo dignamente.

Y yendo de mis asuntos a mi corazón, repaso, por último, el Diccionario de la Lengua Española (edición el Tricentenario), encontrándome con definiciones de paciencia (del latín patientia) de amplio calado cultural: capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse, capacidad para hacer cosas pesadas o minuciosas, facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho, lentitud para hacer algo, […] y tolerancia o consentimiento en mengua del honor. De todas ellas, me quedo con una: saber esperar, aunque sea con ardiente paciencia (Neruda). Creo que la propia necesidad cerebral de autoformarse a lo largo de la vida, con más de cien mil millones de posibilidades (neuronas) de hacer cosas y sentir nuevas vibraciones de sentimientos y emociones, acotadas en el tiempo vital de cada persona, son un reflejo de que las estructuras del cerebro necesitan a veces esperar, con más o menos paciencia aprendida o inducida genéticamente, para que nos mostremos tal y como somos, para que alcancemos nuestros proyectos más queridos y deseados, porque oportunidades tenemos de forma personal e intransferible a través de una estructura que dignifica por sí mismo a cada ser humano: la corteza cerebral que venció al cerebro original de los reptiles, otorgándonos genéticamente la posibilidad de ser inteligentes.

Aprendamos por tanto de ella, de su forma de ser en cada una, en cada uno. Por aquello de las posibilidades que se abren a través de las cadaunadas, de la ética del cerebro. Sin alterarnos, escuchando a Teresa de Jesús en el momento actual, reinterpretándola, por si nos alumbra algo en tanto desconcierto que nos derrama el alma, tal y como lo describía el ciudadano Job: porque la vida a veces nos turba, nos espanta, porque estas situaciones pasan, porque Dios se muda en la conciencia de muchas personas, porque la paciencia casi nada alcanza. Porque muchas personas no tienen a Dios, no tienen nada, todo les falta ¡Y sólo Dios no basta!

(1) Zweig, Stefan, Encuentros con libros. 2020, Barcelona: Acantilado: Quaderns Crema.

(2) Roth, Joseph, Job, 2007. Barcelona: Acantilado: Quaderns Crema.

NOTA: la imagen de Zweig y Roth se ha recuperado de https://elpais.com/cultura/2015/03/23/babelia/1427132022_446499.html

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Ayeres, mañanas, pero no hoyes

Sevilla, 7/I/2022

Hemos pasado de ayeres navideños a mañanas laicos casi sin darnos cuenta, porque la palabra hoyes no existe. Hoy, nos queda un gran trabajo personal por realizar. Tengo que reconocer que estaba avisado por Mario Benedetti en su poema Conjugaciones (1), Entre siempre y jamás, cuando decía con una brevedad temporal pasmosa lo siguiente:

1 (álbum)

Cómo quisiera fotografiar
minucia por minucia
pedazos de futuro
y colocar las instantáneas
en un álbum
para poder hojearlo
lenta, morosamente
en un manso remanso
del pasado

2 (claves)

Algunas claves
del futuro
no están en el presente
ni en el pasado
están
extrañamente
en el futuro

3 (variantes)

La muerte es sólo una
de las varias variantes
del futuro
quizá la más primaria
acerca de la otras
espléndidas variantes
no han concluido aún
las investigaciones

4 (complemento)

Para entender mejor
cuán reaccionario
era Jorge Manrique
hay que desarrollar
el complemento de su tesis
o sea
todo tiempo futuro
será peor

5 (después)

El futuro no es
una página en blanco
es una fe
de erratas

6 (ausencia)

En la última
asamblea
del futuro
faltaré
sin aviso

7 (rigores)

En las fronteras
del futuro
hay un control
estricto
sólo son admitidos
los sobrevivientes

8 (previsión)

De vez en cuando es bueno
ser consciente
de que hoy
de que ahora
estamos fabricando
las nostalgias
que descongelarán
algún futuro

9 (plurales)

Hay
ayeres
y mañanas
pero no hay
hoyes

Ha amanecido hoy, un día de calendario de enero corriente, en su papel de después de tanto fasto, porque ya no habrá otro igual, en el que tomo conciencia de que al singular de hoy le viene muy bien su singularidad, porque no se pueden coleccionar hoyes sino ayeres y mañanas. No es culpa de la Real Academia Española de la Lengua el hecho probado de que no exista esa palabra, sino de que a cada día le basta su propio afán (un evangelista lo recogió hace siglos como un refrán de la calle) y que su representación latina mediante dos palabras mágicas, carpe diem, está demostrado que es una experiencia maravillosa. Es verdad, porque hoy es un día muy especial y puede ser un gran día, que tendrá ayeres y mañanas, pero no hoyes. Sólo futuro, porque el pasado ya se fue. De lo que estoy seguro es de que la singularidad de hoy de cada persona es lo más importante, el tesoro más preciado que tenemos en su afán, sabiendo que esa singularidad, entendida como servir a los demás con el talento, no imitar otros, sino beneficiar el que ya dio el Cielo (RAE, Diccionario de Autoridades, 1730), tiene algo mágico: el tiempo de cada hoy dentro.

(1) Benedetti, Mario, en Vientos del exilio, 1983. Madrid: Visor.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

El Rey Proletario, que no Mago, al que esperaba siempre un niño llamado José Saramago, el hijo de José y María

José Saramago (1922, Azinhaga, Golegã – 2010, Tías, Lanzarote)

Sevilla, 5/I/2022

A tal Niño, tal Honor de Rey. El niño Jesús proletario, que Saramago llevó también dentro, esperaba siempre que los Reyes le correspondieran según su deseo, porque no estaban en el Mercado sino en la Realidad Proletaria de su pequeño pueblo, Azinhaga, que lo vio nacer hace ya cien años. Sencillamente, los Reyes, tal y como los conocemos hoy, no existían, porque el niño Jesús era el Rey. Precisamente en este año, en el que se celebra el centenario del nacimiento de José Saramago, me lleva hoy a escribir estas palabras de reconocimiento a su sentir navideño, incluidos los Reyes, como primer acto de reconocimiento a su vida y a su obra literaria: “En ese tiempo, los Reyes Magos todavía no existían (o soy yo quien no se acuerda de ellos), ni existía la costumbre de montar belenes con la vaca, el buey y el resto de la compañía. Por lo menos en nuestra casa. Se dejaba por la noche el zapato (“el zapatinho”) en la chimenea, al lado de los hornillos de petróleo, y a la mañana siguiente se iba a ver lo que el Niño Jesús habría dejado. Sí, en aquel tiempo era el Niño Jesús quien bajaba por la chimenea, no se quedaba acostado en la paja, con el ombligo al aire, a la espera de que los pastores le llevasen leche y queso, porque de esto, sí, iba a necesitar para vivir, no del-oro-incienso-y-mirra de los magos, que, como se sabe, solo le trajeron amargores para la boca. El Niño Jesús de aquella época era un niño Jesús que trabajaba, que se esforzaba por ser útil a la sociedad, en fin, un proletario como tantos otros” (1).

Esta imagen preciosa de Jesús, Rey Proletario, que nos contó José Saramago en su infancia rediviva de Azinhaga, donde nació hace cien años, no la olvido. Me parece que coincide con la de miles de niños y niñas en Andalucía, que siguen viviendo en umbrales de pobreza, según los datos facilitados por la Red Andaluza de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social (EAPN de Andalucía), en su Informe sobre el Estado de Pobreza en Andalucía 2021, con un título que sobrecoge: La pobreza que llega: “Andalucía ha sido una de las comunidades autónomas que ha sufrido con mayor intensidad las consecuencias de la crisis y de la evolución del decenio [2010-2020]. Desde el año 2008 su tasa AROPE se incrementó en 3,5 puntos porcentuales, lo que tuvo como consecuencia la creación de un total de 414.000 nuevas personas en riesgo de pobreza y/o exclusión social. En total, en el año 2020 Andalucía registra 2,97 millones de personas en riesgo de pobreza y/o exclusión social. En la actualidad, las tasas AROPE, de pobreza, PMS y BITH son superiores a la media nacional en porcentajes que oscilan entre el 14 % y el 33 % y superiores a las que tenía al inicio del período” (2).

La conclusión del Informe que me interesa resaltar es la cifra tan alta de personas en riesgo de pobreza: “En su conjunto, Andalucía tiene 2,4 millones de personas pobres. Por sexo, la reducción de la tasa de pobreza es mayor entre los hombres, que pasaron del 31,6% al 27,1%, es decir, 4,5 puntos porcentuales menos, mientras que la de las mujeres sólo disminuyó en 1,2 puntos. Esto supone que la cifra de hombres que abandonaron la pobreza este año en Andalucía es cuatro veces superior a la de las mujeres que lo consiguieron. En este sentido, 181 mil hombres y 44.000 mujeres dejaron de estar en pobreza en el 2020. Por otra parte, la mejora con respecto al año 2015, que es la fecha de referencia de la nueva Agenda 2030, y en la que registró los valores más elevados de pobreza severa en todo el período, es, también, importante. A pesar de estos resultados, Andalucía tiene una tasa de pobreza severa dos puntos porcentuales más elevada que la media, lo que la sitúa entre las cinco regiones más desfavorecidas”.

La lectura del Informe nos sitúa en identificar cuáles son los verdaderos regalos de Reyes que necesita este país y esta Comunidad en concreto. Basta un ejemplo por clarificador en relación con una parte que nos duele especialmente, la población andaluza pobre que está en una situación de Privación Material Severa: “[…] la privación material severa incluye este año el brutal efecto de la pandemia provocada por la covid-19 y, tanto el conjunto del territorio nacional como la inmensa mayoría de las regiones sufrieron un importante aumento de las tasas. En este sentido, aunque el incremento absoluto de la privación material severa en Andalucía es superior al registrado para la media nacional, es proporcionalmente más bajo (incremento nacional: 2,3 puntos porcentuales que equivalen al 49% de incremento; Andalucía: 2,1 puntos porcentuales que equivalen al 36% de incremento). Con el aumento de este año, la PMS se sitúa en el mismo nivel que la registrada en 2015 (objetivos Agenda 2030 y ODS), sin embargo, los cambios poblacionales resultan en un aumento de 10.000 personas más en PMS”:

  Fuente: Informe sobre el Estado de Pobreza en Andalucía 2021, p. 15.

Nunca deseo aburrir con números en estos artículos, pero las cifras son elocuentes por sí mismas y recomiendo a tal efecto analizar con detalle el citado Informe en su proyección en Andalucía, sin descartar las consultas necesarias al Informe a nivel nacional para establecer las desigualdades clamorosas que existen en el país, que en este informe llega a expresar que “el territorio es una significativa fuente de desigualdad y la cohesión territorial debería ser, no solo desde un punto de vista formal, un importante objetivo político”.

En un día como hoy, de espera y esperanza en los Reyes Magos de Oriente, quiero hacer especial hincapié en la Pobreza Infantil, la del niño Jesús proletario de Saramago, que por ahí empecé y que al premio Nobel portugués le gustaría destacar en estos momentos, señalando el capítulo dedicado en el Informe sobre Andalucía ya citado, titulado Infancia y Educación: “La pobreza infantil tiene un carácter estructural y, además de agravarse con la crisis, se mantienen unas bolsas de niños y niñas en situación de vulnerabilidad, que pese al repunte económico que se puede observar en algunos datos, los altos niveles de desempleo se ensañan con los hogares en los que existen niñas y niños a su cargo. En los años anteriores a la crisis, las tasas de pobreza de los menores de 16 años siempre han sido muy superiores a las del resto de los grupos de edad. El 29,5% de los niños, niñas y adolescentes en Andalucía, es decir 469.995 menores de 18 años, se encuentran en riesgo de pobreza o exclusión social en 2019 (indicador AROPE con umbral de pobreza de Andalucía). Si se emplea el umbral de pobreza relativa de España, el riesgo de pobreza o exclusión social alcanza al 40,8% de los niños, niñas y adolescentes andaluces (650.027). Respecto a 2018 el indicador AROPE para menores de 18 años en Andalucía ha aumentado 3 puntos porcentuales si se calcula con el umbral de pobreza andaluz y 2 puntos si se emplea el umbral de pobreza español para su cálculo”. Sobran comentarios y faltan soluciones urgentes a esta realidad lacerante de los menores en este país y en esta Comunidad con datos concretos. En torno a 600.000 niños en Andalucía, lo que esperan hoy es una respuesta a su situación verdaderamente injusta, triste e indigna.

Hoy vuelvo a abrir el libro de las pequeñas memorias de Saramago por las páginas 107 y 108, buscando el final de esta microhistoria navideña del Nobel portugués, aplicado a nuestra navidad y reyes en Andalucía. Y no me sorprende su reflexión de cierre y recuerdo de aquellos días: la ansiada presencia de los ángeles, una recreación de sus mayores, a los que nunca divisó en su cocina real, aunque los adultos que le rodeaban en aquella Nochebuena se empeñaban en demostrar que “lo sobrenatural, además de existir de verdad, lo teníamos dentro de casa”. Y Saramago niño, incluso ya mayor, aun dejándose llevar por el niño que siempre fue, nunca los vio, “ni uno como muestra”, porque el Niño Jesús que llevaba dentro estaba en otras cosas más mundanas, yendo del corazón a sus asuntos proletarios… Los que un día, no muy lejano, atendería como compromisos sociales el Niño-Ciudadano Jesús, un Niño especial que deberíamos recordar siempre en la historia actual y real de Andalucía, la de los niños y niñas, proletarios, en situación de riesgo o viviendo en pobreza extrema. Están, en Sevilla, más cerca de lo que parece. Basta recordar a los niños y a las niñas de los seis barrios más pobres de Sevilla (entre los 15 más pobres de España), por este orden: Polígono Sur, Pajaritos-Amate, Torreblanca, Cerro-Su Eminencia, La Oliva y Polígono Norte-Villegas, donde viven niños y niñas proletarios, como se demuestra en los estudios recientes a nivel europeo y de España, según los datos estadísticos irrefutables que se mencionan en el Informe tratado en estas palabras antecedentes, actualizados de acuerdo con el último informe de 2021 elaborado por la Red Andaluza de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social (EAPN de Andalucía).

(1) Saramago, J. (2008). Las pequeñas memorias. Madrid: Punto de Lectura, p. 107.

(2) El índice AROPE (At Risk Of Poverty and/or Exclusion) mide el porcentaje de la población que se encuentra incluida en al menos una de las tres categorías siguientes (riesgo de pobreza, carencia material severa y baja intensidad laboral).

NOTA: la imagen se recuperó el 23 de octubre de 2018 de https://www.eldiario.es/cultura/libros/diario-oculto-Saramago_0_828017469.html

Este libro puede ser un regalo de reyes con estela

CIUDADANO JESÚS (2ª edición, revisada y aumentada)

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Un Manifiesto imprescindible por la lectura

A mis amados les dejo las cosas pequeñas;
las cosas grandes son para todos
.

Rabindranath Tagore, Pájaros perdidos, 178

Sevilla, 4/I/2022

Si todavía les queda alguna duda sobre el mejor regalo de Reyes, les recomiendo uno que les encantará. Se trata de un pequeño libro, Manifiesto por la lectura (1), de Irene Vallejo, la entrañable autora de El infinito en un junco (2), libro muy cercano en mi alma de secreto, porque descubrirán en él la importancia de enamorarse de la lectura como compañera inseparable en el viaje de la vida a cada Ítaca particular y a la de todos, según la ideología que justifica los actos humanos de cada cual: “Somos seres entretejidos de relatos, bordados con hilos de voces, de historia, de filosofía y de ciencia, de leyes y leyendas. Por eso, la lectura seguirá cuidándonos si cuidamos de ella. No puede desaparecer lo que nos salva. Los libros nos recuerdan, serenos y siempre dispuestos a desplegarse ante nuestros ojos, que la salud de las palabras enraíza en las editoriales, en las librerías, en los círculos de lecturas compartidas, en las bibliotecas, en las escuelas. Es allí donde imaginamos el futuro que nos une”.

El libro es el resultado de un encargo que le hizo la Federación de Gremios de Editores de España en los primeros meses del año pasado, para que su sabia escritura acompañara a la petición de un Pacto de Estado por la lectura y el libro, necesario e imprescindible, en un país que edita mucho pero lee menos. El subtítulo que utiliza Irene Vallejo es precioso: caligrafías de un cuidado. Es verdad, porque a través de nueve semblanzas, nos lleva de la mano a descubrir la belleza de la escritura y su resultado inmediato en formato libro en la actualidad o en papiros hace ya miles de años: frágiles, alas y cimientos, arquitecturas del cuidado, fantasmas de voces, ideas extravagantes, estremecimientos de agua, peligros casi imperceptibles, herramientas de reconstrucción y salvemos el milagro. Es importante resaltar que Irene Vallejo ha expresado el deseo de que todos los derechos de autora que se generen de este libro, se dediquen al apoyo de proyectos e instituciones en favor del fomento de la lectura. Una muestra de su grandeza humana y altura de miras que tanto echamos de menos en la sociedad de mercado actual, donde casi todo es mercancía y donde hay una confusión permanente entre valor y precio.

He llegado a este libro, tal y como Irene Vallejo lo presenta en sus primeras páginas, a través de unas palabras de Gustavo Martín Garzo en Elogio de la fragilidad: «A los libros se llega como a las islas mágicas de los cuentos, no porque alguien nos lleve de la mano, sino simplemente porque nos salen al paso. Eso es leer, llegar inesperadamente a un lugar nuevo. Un lugar que, como una isla perdida, no sabíamos que pudiera existir, y en el que tampoco podemos prever lo que nos aguarda. Un lugar en el que debemos entrar en silencio, con los ojos muy abiertos, como suelen hacer los niños cuando se adentran en una casa abandonada». Una persona como yo, que busca siempre islas desconocidas, debe agradecer siempre y compartir este hallazgo tan feliz.

Irene Vallejo escribe siempre con alma. Lo podrán comprender leyendo este fragmento dedicado a la fragilidad humana en el Manifiesto citado, especialmente en este tiempo de pandemia: “Somos una especie frágil, particularmente frágil: ni muy fuerte, ni demasiado rápida ni especialmente resistente al hambre, la sed, el calor o el frío. No estamos adaptados al vuelo o la vida bajo el agua. Nacemos completamente indefensos y nuestra infancia es más prolongada que la de ningún otro animal. Hasta un virus minúsculo nos pone en peligro. Sin embargo, la brisa de una cualidad asombrosa nos ha impulsado hacia un desarrollo inesperado, hacia un imprevisible progreso. Esa facultad es nuestra imaginación, que, aliada con el lenguaje, nos permite soñar lo inconcebible, colaborar y fortalecernos unas a otros. Somos la única especie que explica el mundo con historias, que las desea, las añora y las usa para sanar”.

No se lo pierdan, porque casi sin darse cuenta habrán firmado con su lectura el mejor pacto posible por la lectura, individual y colectivo, que como las alas de mariposa conmoverá el alma de todos y de cada uno en particular, en este tiempo existencial tan revuelto y tan poco propicio para hacer mudanzas en la forma de ser y estar en el mundo. Una cosa más: si lo desean, pueden acompañar la lectura de este pequeño libro escuchando unas obras de música clásica vinculada a Mozart, en su trayectoria vital, que les permitirá soñar despiertos con él a través de composiciones magistrales, respetando su cronología de creación, en las que he seleccionado movimientos serenos, sobre todo andantes, andantinos y adagios, que inspiran tranquilidad, confianza y esperanza en cada presente y para animarnos a frecuentar el futuro leyendo. Ante la sexta ola de la pandemia que nos asola, la música puede ser compañera en la alegría y medicina para el dolor (musica laetitiae comes, medicina dolorum), tal y como aparece en la tapa de mi clave, que tanto amo. En el fondo, lo que hago hoy es enviar un regalo pequeño, siguiendo a Tagore, el Manifiesto por la lectura, de Irene Vallejo, a las personas con las que comparto la Noosfera, la malla pensante de la humanidad.

(1) Vallejo, Irene, Manifiesto por la lectura, 2021. Madrid: Siruela.

(2) Vallejo, Irene, El infinito en un junco, 2020. Madrid: Siruela.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Vida digna

Escena de «Antes de ti», en las que ambos protagonistas acuden a un Concierto en el que se interpreta el Concierto para oboe y orquesta de Mozart (KV 314)
Concierto para oboe y orquesta de Mozart (KV 314), primer movimiento (Allegro aperto), bajo la dirección de Claudio Abbado y con la interpretación como solista de oboe de Lucas Macías

Sevilla, 2/I/2022

El año pasado escribía en este cuaderno digital que la democracia brilla en todo su esplendor cuando avanza en derechos y libertades individuales y colectivas que tienen fiel reflejo, finalmente, en leyes sustantivas del Estado. Es el caso de la eutanasia, entendida como un derecho individual, que contempla la “actuación que produce la muerte de una persona de forma directa e intencionada mediante una relación causa-efecto única e inmediata, a petición informada, expresa y reiterada en el tiempo por dicha persona, y que se lleva a cabo en un contexto de sufrimiento debido a una enfermedad o padecimiento incurable que la persona experimenta como inaceptable y que no ha podido ser mitigado por otros medios”, tal y como se defendía con ardor guerrero y democrático en el Congreso de los Diputados, cuando se aprobó, el 17 de diciembre de 2020, la Proposición de Ley Orgánica de regulación de la eutanasia con 198 votos a favor, 138 en contra y 2 abstenciones “en una votación de conjunto tal y como exigen el artículo 81 de la Constitución y el 131 del Reglamento del Congreso, donde también establece la necesaria mayoría absoluta para su aprobación y continuar así su tramitación en el Senado”. También se aprobó en esa sesión del Congreso “el dictamen remitido por la Comisión de Justicia con la incorporación de las correcciones técnicas de los G.P Socialista y Confederal de Unidas Podemos-En Comú Podem-Galicia en Común aprobadas en Pleno, con 198 votos a favor, 138 en contra y 2 abstenciones. No toda la política es igual ni los políticos que la ejercen tampoco son iguales. Para que no se olvide ni siquiera un momento, porque hubo muchos votos en contra.

Sin embargo, el 25 de junio de 2021 fue un día muy importante para la democracia española porque entró en vigor la Ley Orgánica 3/2021 de regulación de la eutanasia, aprobada por el Congreso en el mes de marzo, tres meses después de su publicación en el Boletín Oficial del Estado (BOE). El recorrido de esta disposición ha sido muy largo en este país tan dual y controvertido, pero finalmente es un derecho más para la ciudadanía y un deber que hay que desarrollar todavía a través de las Comunidades Autónomas, con sus famosas “peculiaridades”, donde la política nunca es inocente. Muestra de ello es la batalla que están planteando desde hace tiempo todos los sectores conservadores del país con el objetivo de presentar recursos de inconstitucionalidad de esta norma sustantiva.

En este sentido, al haber tenido anoche la oportunidad de ver de nuevo la película «Antes de ti», vuelvo a publicar hoy, en mi espíritu y letra de escritura circular, el artículo que publiqué en julio de 2020, Dignitas, porque entendí que había que hacer una labor divulgativa del derecho a morir con dignidad, que se ha refrendado con la Ley que lo ampara y que sigue vigente en todas y cada una de sus palabras. Asimismo, vuelvo a agradecer también el Tiempo de Democracia Actual que vivimos en este aquí y ahora en nuestro país, sin el que no hubiera sido posible aprobar esta ley de salvaguarda de la dignidad humana ante el sufrimiento y la muerte. Sirva como ejemplo que la primera persona que se acogió a la Ley de eutanasia fue una mujer residente en el País Vasco de 86 años, enferma en fase terminal. Murió en su casa con la ayuda de los médicos y rodeada de sus familiares el 23 de julio de 2021, casi un mes después de haber entrado en vigor la Ley.

Dignitas

El cine es un medio extraordinario para crear conciencia y tejido crítico social sobre muchos asuntos de la vida ordinaria. Cumple una función cultural y social muy importante. Anoche repusieron una película que se ha presentado siempre como una historia de amor (lo es), Antes de ti, que tiene un hilo conductor muy profundo: la eutanasia en su sentido más exquisito de amor y respeto a la vida digna. Está basada en un best seller de Jojo Moyes, que se ha tratado siempre como un film edulcorado, pero creo que es justo y necesario que se reconozca que aborda también un problema que no acabamos de asumir con normalidad absoluta: la elección de una muerte digna por parte del protagonista, un joven que es atropellado por una moto y queda tetrapléjico por una lesión medular, frustrando plenamente su vida personal y profesional.

En España tenemos una muestra cinematográfica que conmovió a muchos patios de butacas y salas de estar, no sé si de ser, no hace tantos años. Me refiero a la película “Mar adentro”, basada en un hecho real, la muerte asistida de Ramón Sampedro hace ya 22 años, derecho sobre el que ya había reflexionado previamente en su obra Cartas desde el infierno, en 1996, antes de elegir una buena muerte ante tanto sufrimiento personal: “No me guía otro interés que el de mostrar que la intolerancia del Estado y la religión son como una idea fija (…) Dejadme cruzar la línea, dejadme saltar”.

El 11 de febrero pasado sentí una emoción especial al conocer que el Congreso de los Diputados había “tomado en consideración” la proposición de ley para regular la eutanasia, con el siguiente resultado: 201 votos a favor, 140 votos en contra y 2 abstenciones y, por tanto, se comenzaba «a tramitar la ley orgánica de regulación de la eutanasia que presentó el Grupo Parlamentario Socialista [el 24 de enero de 2020]. Este es el primer paso del procedimiento legislativo, que continuará con la apertura del plazo para presentar enmiendas”, según recoge la nota de prensa del Congreso. Creo que ha sido un hecho memorable en este país, después de un recorrido tortuoso de esta proposición de ley, tal y como lo recordaba en mi post anterior dedicado a la eutanasia y publicado en este medio el 6 de abril de 2019. Desgraciadamente, el proceso del coronavirus ha ralentizado de nuevo su tramitación parlamentaria, pero de momento está blindado el procedimiento legal y en la fase de presentación de enmiendas al articulado en el seno de la Comisión de Justicia del Congreso.

Soy especialmente sensible a esta realidad humana que tanto sufrimiento supone a las personas y a sus familias. Tengo presentes hoy a miles de alumnas y alumnos a los que enseñé que la eutanasia era una buena opción humana, la mejor decisión cuando el hecho de vivir en estadios permanentes de sufrimiento y dolor, sin esperanza alguna, deja de tener sentido. Les hablaba de la ética de situación, como resquicio ético para estas situaciones, en un país en el que una gran parte de él tenía helado el corazón, jugándome el tipo porque los comisarios políticos del Régimen también asistían a clase camuflados: “Hago esta mención de mi intrahistoria porque en aquellos años descubrí que era imprescindible abordar la ética de situación como guía y camino para el discernimiento humano más digno, de la que me enamoré para siempre, frente al dogmatismo de la Iglesia Católica que hacía estragos en este país. Aquellas clases del Profesor Häring [del que fui alumno durante un Curso impartido por él] me abrieron los ojos definitivamente sobre la importancia de hacer uso de la libertad en momentos transcendentales de la existencia, tanto en la vida como en la muerte. Me lo explicaba Häring en las clases y en su humilde habitación del Alfonsianum en Roma, porque había prestado servicios en la aviación alemana de Hitler, como capellán y en Rusia, donde aprendió que tenía que atender siempre a cualquier ser humano aplicando la ética de situación, fuera amigo o enemigo, actitud que le acarreó serios disgustos y la separación final de aquellos servicios militares por ser considerado persona non grata para el ejército alemán. El problema radicaba en que había contemplado mucha muerte indigna en directo y había tenido que ayudar a morir alejado del dogma católico que había aprendido y enseñado en su proceso de evolución ética. Häring sufrió mucho por sus actitudes éticas hasta su fallecimiento, sobre todo por el trato recibido por la iglesia oficial, a la que recordó que cuando era citado en Roma para justificar su doctrina de libertades le recordaba algo tan grave como estar presente ante Hitler en un juicio sumarísimo. Häring me enseñó a defender la vida digna, en cualquier circunstancia, sin más limitación que la aplicación de la ética de situación en su defensa plena y con el amparo de la ley correspondiente” (1).

Estas reflexiones ya las he hecho anteriormente en este cuaderno digital, pero he considerado que debía rescatarlas hoy. Más pronto que tarde, ya no hará falta recurrir a la ética de situación vergonzante y oculta, porque la libre elección de morir dignamente estará regulada legalmente en este país, esperemos que a muy corto plazo. Literalmente, lo único que pretende esta ley es “legislar para respetar la autonomía y voluntad de poner fin a la vida de quien está en una situación de enfermedad grave e incurable, o de una enfermedad grave, crónica e invalidante, padeciendo un sufrimiento insoportable que no puede ser aliviado en condiciones que considere aceptables. Con ese fin, la ley regula y despenaliza la eutanasia en determinados supuestos, definidos claramente, y sujetos a garantías suficientes que salvaguarden la absoluta libertad de la decisión, descartando presión externa de cualquier índole» (2).

Ha sido un recorrido largo y lo verdaderamente lamentable es que no se ha llegado a tiempo para ayudar a miles de personas a morir dignamente por una elección personal que permite, como decía Sampedro, cruzar la línea de la intransigencia, saltar…, en un acto de libertad plena para elegir la mejor muerte, sobre todo, la más digna. Anoche, en un plano casi final de la película se podía leer el membrete de la carta que recibe el protagonista, Dignitas, porque había elegido una muerte digna. Dignitas es un grupo suizo “que ayuda y asiste a morir, con la asistencia de médicos y enfermeras calificados, a personas con enfermedad terminal y enfermedades graves físicas y mentales. Además proporciona el suicidio asistido para personas con plenas facultades mentales que deben someterse a un informe médico riguroso preparado por un psiquiatra, que establecerá la condición del paciente, aspectos todos ellos requeridos por la legislación y la Corte Federal de Suiza” (3).

Afortunadamente, cualquier parecido de la película de anoche con la realidad, ya no será en los próximos meses en nuestro país una pura coincidencia. Mientras, escucho con veneración una versión muy premiada del concierto para oboe y orquesta de Mozart (KV 314), bajo la dirección de Claudio Abbado y con la interpretación como solista de oboe del valverdeño Lucas Macías, recogido en su primer movimiento en planos especiales en la película, recordando cómo la pareja protagonista intenta con la música dar un sentido a sus vidas, porque es compañera en la alegría y medicina para el dolor (musica laetitiae comes, medicina dolorum). Una gran lección que no olvido.

(1) https://joseantoniocobena.com/2019/04/06/eutanasia-y-muerte-digna/

(2) Proposición de ley orgánica de regulación de la eutanasia, Exposición de motivos, p. 2.

(3) http://www.dignitas.ch/

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Adiós, adiós, 2021

Sevilla, 2/I/2022

Comienzo el año repasando lo sucedido en 2021 a través del programa especial que la RTVE preparó para despedir el año, siendo en esta ocasión Blanca Portillo, en su papel de 2021, la que recibió el testigo de José Coronado, el insigne y complejo 2020, que había tenido que explicar cómo fue ese año de cuya fecha no queremos acordarnos a veces, en el que se presentó en sociedad el coronavirus. Carlos del Amor es el autor del guion y una vez más ha acertado en su planteamiento porque en media hora ha sintetizado lo ocurrido en un año muy complejo , en el que el final del túnel nos hizo comprender que no era el último que teníamos que atravesar a lo largo del año.

Sobran los comentarios, excepto los laudatorios para Blanca Portillo en esta ocasión y para la radio y televisión pública de este país (RTVE), por el esfuerzo que hace de difusión pública de ámbito nacional sobre lo qué ha pasado, hemos visto y, sobre todo, hemos sufrido. Una forma muy original, a través de un monólogo apoyado con imágenes, en un teatro de la comedia que es un símbolo del gran teatro del mundo, que Blanca lo hace cada vez más amable a pesar de lo nos está contando.

Luis García Montero, La ausencia es una forma de invierno, en Almudena

Vaya por delante mi agradecimiento personal, formando parte de un país que lucha por sobrevivir en un mundo diseñado a veces por el enemigo. Gracias, Carlos del Amor, por tu esfuerzo en hacernos accesible la condición humana ante la adversidad, lanzándonos un reto: tener empatía, un buen propósito para 2022, es decir, ponernos en el lugar del otro y no enfrente.

Me quedo contemplando los planos finales del reportaje escuchando a Los Secretos y Nina, con una canción, Pero a tu lado, que deletreo, palabra por palabra, con ellos.

He muerto y he resucitado.
Con mis cenizas un árbol he plantado,
Su fruto ha dado y desde hoy algo ha empezado.

He roto todos mis poemas,
Los de tristezas y de penas,
Lo he pensado y hoy sin dudar vuelvo a tu lado.

Ayúdame y te habré ayudado,
Que hoy he soñado en otra vida,
En otro mundo, pero a tu lado.

Ya no persigo sueños rotos,
Los he cosido con el hilo de tus ojos,
Y te he cantado al son de acordes aún no inventados.

Ayúdame y te habré ayudado,
Que hoy he soñado en otra vida,
En otro mundo, pero a tu lado.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.