Sevilla, 4/VII/2022
Si se callan…, el cantor, el compositor, el escritor, el soñador, el bloguero, el político digno, el artista o el ciudadano anónimo, no conformes con las injusticias que pasan en nuestro mundo cotidiano al revés, se calla la vida y la palabra.
Casualidades de la vida. Preparando la clase de hoy, porque siempre se nos pide que propongamos un tema de actualidad para contrastarlo con páginas del libro de texto de Eduardo Galeano, ha coincidido en el tiempo con el asunto tratado en el Curso anterior en la cuarta clase, dedicado a la memoria democrática, asunto muy preocupante para cualquier país, pero obviamente con especial impacto democrático en España, fundamentalmente porque hemos crecido en algo que detesto y que es una de las mayores amenazas para su democracia. Me refiero, concretamente, a los silencios cómplices, porque siempre derivan en olvidos, respaldados además por tribunales especializados en apoyar el ocaso de la democracia. Reconozco que cuando la memoria democrática se convierte en noticia en este país, se generan desencuentros entre las dos o más Españas, entre las que hay una especializada en helar el corazón. De ahí su interés.
Si elijo este tema de especial sensibilidad democrática en este país al revés, es porque hoy se aprobará en la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados el dictamen de la ley de Memoria Democrática, el último paso que afronta la disposición antes de su votación en el pleno previsto el próximo jueves 14 de julio, donde todo apunta a que se aprobará gracias al pacto suscrito entre el Gobierno y EH Bildu. Resuenan todavía en mi alma de secreto las palabras que recogía el Proyecto de Ley de Memoria Democrática, que se aprobó el 20 de julio del año pasado, y que se remitió inmediatamente a las Cortes, tramitación que ha derivado en el dictamen señalado anteriormente, cuando definía así su objeto: “la recuperación, salvaguarda y difusión de la Memoria Democrática con el fin de fomentar la cohesión y solidaridad entre las distintas generaciones en torno a los principios, valores y libertades constitucionales, así como el reconocimiento de los que padecieron persecución o violencia por razones políticas, ideológicas, de conciencia o creencia religiosa, de orientación e identidad sexual, durante el período comprendido entre el golpe de Estado de 1936, la Guerra Civil y la Dictadura franquista hasta la promulgación de la Constitución Española de 1978. Se trata de promover su reparación moral y recuperar su memoria e incluye el repudio y condena del golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y la posterior Dictadura franquista”.
La ponencia que ha trabajado durante casi un años sobre el proyecto de ley citado, ha introducido cambios sustanciales en su redacción final, de los que destaco los siguientes a título orientativo y no exhaustivo: inclusión de referencias a la Ley de Amnistía de 1977, sin derogarla, reconocimiento de violaciones de derechos humanos hasta 1983, la consideración de víctimas a “las comunidades, las lenguas y las culturas vasca, catalana y gallega en sus ámbitos territoriales lingüísticos”, la auditoria de incautaciones, la creación de una oficina de víctimas para “la recogida de los testimonios de las personas que padecieron persecución y de sus familiares, así como para realizar labores de divulgación y sensibilización”, creación de una base de datos de ADN de bebés robados y de muestras de restos óseos de distintas exhumaciones, recuperación de “Los archivos y documentación del gobierno de la Dictadura, en particular del Jefe del Estado, que se encuentren en poder de entidades privadas o personas físicas”, como la Fundación Franco, que se incorporarán, una vez superados los trámites legales, al Centro Documental de la Memoria Histórica o al archivo del organismo público que se determine de manera motivada”, apoyo a los investigadores y, finalmente, a título orientativo y no exhaustivo en esta relación de cambios introducidos al proyecto de ley aprobado en 2021, la inclusión entre “los fines” del sistema educativo español, “el conocimiento de la historia y de la memoria democrática española y la lucha por los valores y libertades democráticas”. Para ello se desarrollará “en los libros de texto y materiales curriculares la represión que se produjo durante la Guerra y la Dictadura” en la educación secundaria obligatoria, formación profesional y bachillerato”.
Espero que esta mañana, a última hora, se elija esta propuesta por parte de todos los asistentes a la clase de hoy. También, su correlato con el libro de Galeano. Creo que podemos utilizar de nuevo el que se propuso el año pasado, porque es impecable: “Olvidar el olvido: don Ramón Gómez de la Serna contó de alguien que tenía tan mala memoria que un día se olvidó de que tenía mala memoria y se acordó de todo. Recordar el pasado, para liberarnos de sus maldiciones: no para atar los pies del tiempo presente, sino para que el presente camine libre de trampas. Hasta hace algunos siglos, se decía recordar para decir despertar, y todavía la palabra se usa en este sentido en algunos campos de América latina. La memoria despierta es contradictoria, como nosotros; nunca está quieta, y con nosotros cambia. No nació para ancla. Tiene, más bien, vocación de catapulta. Quiere ser puerto de partida, no de llegada. Ella no reniega de la nostalgia: pero prefiere la esperanza, su peligro, su intemperie. Creyeron los griegos que la memoria es hermana del tiempo y de la mar, y no se equivocaron”. Excelente reflexión.
He repasado también mi cuaderno digital, con ayuda del buscador, porque el olvido es una cuestión que me preocupa y mucho, hecho que se demuestra con la profusión de artículos dedicados a este proceso de la inteligencia no inocente. Concretamente, he elegido una reflexión dedicada a una pregunta de Neruda, inquietante, dedicada al olvido, ¿Y qué importancia tengo yo en el tribunal del olvido?, sobre todo porque vivo en un país muy dado a propagar con silencios cómplices el delicado pasado que ha llenado páginas tristes de su historia; que no reconoce en vida a los grandes protagonistas del progreso de este país y que no tolera en muchas ocasiones los éxitos de los demás, sea quien sea, condenando al ostracismo a todos los que hablan de cambio y transformación de nuestra sociedad caduca. Siendo esto así, no digamos el triste papel que para estos silenciadores juegan los anónimos en este país, cuando miles de ellos son los que sacan a diario a flote a esta sociedad maltrecha. Los tribunales del olvido en este país abundan por doquier y creo que habría que organizar una operación para descubrirlos y desenmascararlos con urgencia porque hacen mucho daño a todo y a todos. Es una ocasión para reivindicarnos como personas dignas ante esos tribunales del olvido, de los silencios cómplices.
Cuando finalmente se apruebe y entre en vigor en España la Ley de Memoria Democrática, después de este paso democrático necesario que tendrá lugar el próximo 14 de julio, quizá podamos dar la razón a Gómez de la Serna porque ese día, este país, que ha tenido durante muchos años tan mala memoria democrática, se olvidará de que había tenido mala memoria y se acordará finalmente de todo, quitando la razón a los negacionistas de nuevo cuño. Tiene razón Galeano al proclamar en su escuela del mundo al revés que “la memoria despierta es contradictoria, como nosotros; nunca está quieta, y con nosotros cambia. No nació para ancla. Tiene, más bien, vocación de catapulta. Quiere ser puerto de partida, no de llegada. Ella no reniega de la nostalgia: pero prefiere la esperanza, su peligro, su intemperie. Creyeron los griegos que la memoria es hermana del tiempo y de la mar, y no se equivocaron”.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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