
Sevilla, 20/IX/2022
Este año ha pasado mi recuerdo puntual, metódico, del golpe de Estado en Chile en 1973, sin una referencia especial al día 11 de septiembre, fecha que recordaba el 49º aniversario del golpe de estado. La verdad es que como mi pasión es defender a diario que el mundo sólo tiene interés hacia adelante, he estado muy atento a los resultados del plebiscito constitucional del pasado 4 de septiembre, en ese país, que he seguido de cerca, en el que participaron más de trece millones de electores y cuyo resultado me sumió en una profunda tristeza al conocerse que el 61,87% había votado RECHAZO a la reforma constitucional, mientras que APRUEBO había obtenido sólo el 38,13% de los votos, según los datos del Servicio Electoral de Chile. En cualquier caso, el 11 de septiembre es una cita anual de mi calendario del alma que no olvido, junto a la del sangriento atentado de las Torres Gemelas -cada hecho luctuoso en su tiempo y momento-, porque tengo grabado en mi persona de secreto desde hace 49 años ese golpe de estado en Chile, por parte de un general de cuyo nombre no quiero hoy acordarme. Yo había crecido en aquellos años muy cerca de cantores, no cantantes, de ese país y de Latinoamérica (cantante es el que puede cantar, mientras que cantor es el que debe hacerlo, según Facundo Cabral) y, sobre todo, de un grupo inolvidable, Quilapayún, junto a uno de sus fundadores, Víctor Jara. Su vida me marcó en mi juventud. Su muerte…, me creó un desosiego democrático que todavía perdura en mi alma de secreto, aunque utilizo siempre los mismos principios en relación con lo ocurrido, porque no tengo otros, no quedándome en las trincheras del desafío por frustración, sino saliendo al aire libre y de progreso de la vida, frecuentando el futuro propio y asociado, con el tu puedo y mi quiero de todos.
Como, efectivamente, no vivo en las trincheras de la nostalgia paralizante, sólo quiero recordar de nuevo mi agradecimiento a Chile por sus lecciones democráticas, entre las que recojo expresamente de nuevo, en este cuaderno digital, el comportamiento ejemplar con los exiliados españoles que participaron en 1939, al finalizar la guerra civil, en la llamada Misión de Amor (1), una empresa humanitaria que se convirtió en un poema que recibió este título del mismo Neruda y del que decía “Que la crítica borre toda mi poesía. Pero este poema [Misión de Amor], que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie”. En el puerto de Valparaíso, tan querido para Neruda, desembarcaron el 3 de setiembre de 1939, más de 2.300 exiliados españoles a bordo del Winnipeg, siendo recibidos por el presidente Aguirre Cerdá y por el jovencísimo y recién nombrado Ministro de Salubridad, Previsión y Asistencia Social, Salvador Allende: “[…] Al descender las movedizas escalinatas, ante ellos se abría la posibilidad de rehacer sus vidas y de retribuir con su trabajo y esfuerzos la hospitalidad que generosamente les brindaban el pueblo y el Gobierno chilenos. Manos fraternas acogieron a los inmigrantes, rescatados por el humanitario corazón de Neruda, para quienes, a contar de ese momento, la esperanza comenzó a ser una realidad” (2). Salvador Allende estuvo allí y con estas palabras simbolizo en este Día Después el agradecimiento de nuestro país al pueblo chileno, en clave democrática y de respeto a la memoria histórica. Avanzando en el arduo camino de la vida, pienso mucho en el después de lo acontecido en Chile, en cada Día Después, tal y como lo explicó espléndidamente Mario Benedetti en un poema inédito publicado dos años después de su fallecimiento, El Después, formando parte de un conjunto de poemas seleccionados por el autor en los últimos años de su vida: “El Después nos espera / con las brasas y los brazos abiertos / ah pero mientras tanto / vemos pasar con su cadencia/ la muerte meridiana de los otros / los más queridos y los no queridos” (3).
Han pasado días desde aquél fatídico 11 de septiembre de 1973. En este Día después simbólico, quiero quedarme con todo lo bueno aprendido de Chile, recordando especialmente a Pablo Neruda en un poema dedicado a este mes de septiembre de infeliz memoria, ahora por lo ocurrido en su país con el Golpe de Estado y por el golpe mundial a la democracia y a la paz con el atentado de las Torres Gemelas llevados a cabo en ambos casos un 11 de septiembre. Ha llegado septiembre, el séptimo mes como su propio nombre indicaba en el calendario romano. Una vez más acudo a mi clínica del alma, mi biblioteca, para buscar poesía llamando a su puerta, sabiendo que las oscuras golondrinas de Bécquer no volverán por ahora, sobre todo las que aprendieron nuestros nombres en los momentos en los que no conocíamos lo que vendría después. Esa es la razón que me ha llevado a encontrarme de nuevo con Neruda, porque hoy necesitaba volar sobre sus queridas tijeras del cielo a través de una oda especial, Oda a las alas de septiembre (4), aunque sólo pueda hacerlo en mi imaginario particular y para poder compartir momentos amables con las personas que me acompañan a diario:
He visto entrar a todos los tejados
las tijeras del cielo:
van y vienen y cortan transparencia:
nadie se quedará sin golondrinas.
Aquí era todo
ropa, el aire espeso
como frazada y un vapor de sal
nos empapó el otoño
y nos acurrucó contra la leña.
En la costa del Valparaíso,
hacía el sur de la Planta Ballenera:
allí todo el invierno se sostuvo
intransferible con su cielo amargo.
Hasta que hoy al salir
volaba el vuelo,
no paré mientes al principio, anduve
aún entumido, con dolor de frío,
y allí estaba volando,
allí volvía
la primavera a repartir el cielo.
Golondrinas de agosto y de la costa,
tajantes, disparadas
en el primer azul,
saetas de aroma:
de pronto respiré las acrobacias
y comprendí que aquello
era la luz que volvía a la tierra,
las proezas del polen en el vuelo,
y la velocidad volvía a mi sangre.
Volví a ser piedra de la primavera.
Buenos días, señores golondrinas
o señoritas o alas o tijeras,
buenos días al vuelo del cielo
que volvió a mi tejado:
he comprendido al fin
que las primeras flores
son plumas de septiembre.
Al pueblo de Chile le deseo lo mejor, esperando que se cumplan los presagios de su presidente actual, Gabriel Boric, recordando algunas palabras suyas dirigidas a sus “compatriotas”, en el discurso oficial al conocer los resultados del plebiscito constitucional del 4 de septiembre: “Hoy ha hablado el pueblo de Chile y lo ha hecho de manera fuerte y clara. Nos ha entregado dos mensajes. El primero es que quiere y valora a su democracia. Que confía en ella para superar las diferencias y avanzar. Y eso lo confirma este proceso electoral que ha tenido la mayor convocatoria de ciudadanos y ciudadanas en las urnas en toda nuestra historia. […] Este 4 de septiembre la democracia chilena sale más robusta. Así lo ha visto y reconocido el mundo entero: un país que en sus momentos más difíciles opta por el diálogo y los acuerdos para superar sus fracturas y dolores. Y de esto compatriotas, debemos estar profundamente orgullosos. […] El segundo mensaje del pueblo chileno es que no quedó satisfecho con la propuesta de Constitución que la Convención le presentó a Chile, y por ende ha decidido rechazarla de manera clara en las urnas. Esta decisión de los chilenos y chilenas exige a nuestras instituciones y actores políticos que trabajemos con más empeño, con más diálogo, con más respeto y cariño, hasta arribar a una propuesta que nos interprete a todos, que dé confianza, que nos una como país. Y allí, el maximalismo, la violencia y la intolerancia con quien piensa distinto deben quedar definitivamente a un lado. Como Presidente de la República, recojo con mucha humildad este mensaje y lo hago propio. Y es que hay que escuchar la voz del pueblo, no sólo de este día sino de todo lo acontecido en estos últimos años intensos que hemos vivido. No olvidemos por qué llegamos hasta aquí, ese malestar sigue latente y no podemos ignorarlo. También, quienes hemos sido históricamente partidarios de este proceso de transformación, debemos ser autocríticos sobre lo obrado. Los chilenos y chilenas han exigido una nueva oportunidad para encontrarnos, y debemos estar a la altura de este llamado. Por ello es que me comprometo a poner todo de mi parte para construir, en conjunto con el Congreso y la sociedad civil, un nuevo itinerario constituyente que nos entregue un texto que, recogiendo los aprendizajes del proceso, logre interpretar a una amplia mayoría ciudadana. Y sé que en eso todos y todas nos van a acompañar”
Finalizó el discurso con palabras dignas de un gran mandatario democrático, aleccionadoras: “Ustedes lo saben, es cuando actuamos en unidad, cuando sacamos lo mejor de nosotros mismos. A eso, a volver a encontrarnos para hacer grande a nuestra patria, es a lo que les invito. Un abrazo grande, ¡Qué viva Chile!”. Sus palabras son también y ahora, “plumas de septiembre” en los días después de su amado Chile.
(1) Neruda, Pablo. Misión de Amor, en Memorial de Isla Negra, 1964. Buenos Aires: Losada.
(2) https://winnipeg70.wordpress.com/a-historia-del-winnipeg/
(3) Benedetti, Mario, en Biografía para encontrarme, 2020. Madrid: Alfaguara.
(4) Neruda, Pablo, en Navegaciones y regresos, 1959. Buenos Aires: Losada.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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