
Sevilla, 8/X/2022
Reconozco que unos versos de Rafael Alberti, Respóndeme, Señor, si te deprime / decirme lo que a nadie le dirías, en su soneto “Entro Señor en tus iglesias” (1), son como una parábola laica en un mundo cada vez más descreído de todo y de todos, unos versos escalofriantes que resuenan muchas veces en mi interior, aunque vengan curiosamente de un comunista de pro, ideología que se fustiga diariamente en este país como si no pasara nada, siendo tan respetable como las demás en términos democráticos puros y duros:
Entro, Señor, en tus iglesias… Dime,
si tienes voz, ¿por qué siempre vacías?
Te lo pregunto por si no sabías
que ya a muy pocos tu pasión redime.
Respóndeme, Señor, si te deprime
decirme lo que a nadie le dirías:
si entre las sombras de esas naves frías
tu corazón anonadado gime.
Confiésalo, Señor. Sólo tus fieles
hoy son esos anónimos tropeles
que en todo ven una lección de arte.
Miran acá, miran allá, asombrados,
ángeles, puertas, cúpulas, dorados…
Y no te encuentran por ninguna parte.
Alberti apea al Señor de su peana habitual y lo acerca a las personas, sospechando que a veces se queda Mudo ante lo que Ve, con un Corazón anonadado que Gime, necesitando Confesar a las personas que tal y como camina la Iglesia de Roma es difícil que lo Encuentren alguna vez en la vida. Es una parábola de lo que sucede en la actualidad con la Verdad encarnada que tanto necesitamos en todas sus proyecciones posibles. La descreencia desbordada y desbordante ha aflorado esta situación en las iglesias de Roma según Alberti, en la Asamblea del Mundo según los agnósticos y laicos que en el mundo son millones. Lo que verdaderamente me conturba y emociona es saber que quizás Dios o los Dioses de la Verdad repartidos por el mundo, desde América hasta Oceanía, andan buscando a millones de personas para susurrarles al oído lo que a casi nadie les dirían: que ante la situación mundial actual, cuando vemos el espectáculo dantesco en Ucrania, por ejemplo, que ayer me hizo cerrar los ojos al ver tantos cadáveres de adultos, niños y niñas que huían en caravanas hacia la seguridad individual y colectiva en una carretera cerca de Zaporiyia o lo sucedido en una guardería de Tailandia, donde los niños y niñas vuelven a llevarse la peor parte de este loco mundo, necesitan encontrar personas a las que contarles cómo se encuentran ante tanta sinrazón humana, deprimidos también entre las sombras de un mundo frío.
Para que sepamos, por si nos quedaba alguna duda, que sus Corazones Anonadados también gimen…, que quieren bajar otra vez al río de la vida para transformarla, porque es “lo suyo”, como haría San Pedro en el Vaticano (recordando otra vez a Alberti), “en bronce inmovilizado”, que tiene los pies gastados por los besos, como vemos, para Hacer la Vida más habitable y digna, para mezclarse con todos, sobre todo con los que menos tienen, con los nadies de Galeano. Para consolarnos también ante tanta desazón, porque falta nos hace. Cada uno, cada una, con su Creencia: en Dios, la Naturaleza, la Sociedad, en Nada o… en las Personas Dignas, lo que más ennoblece la vida.
(1) Alberti, Rafael, Entro Señor en tus iglesias, en Roma, peligro para caminantes, 1968. México: Joaquín Mortiz.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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