
Los ojos envían la información y luego la mente trabaja por su cuenta.
Manuel Rivas, en Las voces bajas
Sevilla, 9/X/2022
Navegando al desvío, tal y como recomendaba hace unos años el excelente escritor Manuel Rivas en el diario El País, he vuelto a encontrarme con Blas Pascal, un filósofo que leía profusamente en mi juventud, cuando decía entre otras muchas cosas de interés que el corazón tiene razones que la razón no conoce. No era un mero juego de palabras, sino la afirmación sin ambages de que cada uno va por su sitio, la mente y el corazón, cada uno a lo suyo. Algunos años después descubrí que eso no era así, porque quien manda en nuestras vidas es el cerebro, en una sinfonía armónica de todas las estructuras cerebrales que lo conforman, constituyendo el suelo firme de nuestras vidas que acaba justificando todos nuestros actos humanos. Así lo he demostrado a lo largo de los años en este cuaderno digital, que después recopilé en una publicación con el título Origen y futuro de la ética cerebral, donde explicaba en su prólogo que “No he querido escribir un tratado de ética, pero sí ensayar una reflexión compartida de la razón y del corazón, que siempre coexisten, para abordar una tesis que me acompaña en mi persona de secreto desde hace ya muchos años. Se trata, nada más y nada menos, de intentar descubrir que los actos humanos nacen siempre de la solería que hemos ido instalando a lo largo de la vida en nuestro cerebro, es decir, el suelo firme que hemos construido en la vida diaria, que justifica todos los actos humanos, en frase muy feliz del Profesor López Aranguren, que aprendí hace también muchos años, pero que nunca logré comprender bien hasta que descubrí qué es el cerebro y qué papel juega en nuestras vidas y en su proyección ética. Esta es la razón de ser de este libro, entregar a la Noosfera, a la malla pensante de la humanidad, es decir, a aquellas personas que lo quieran leer con pre-ocupación [sic] e interés social, unas reflexiones que demuestran que el cerebro es la base donde residen todos los actos humanos, el lugar donde se forja la historia de cada uno, su intrahistoria, en una estructura cerebral que se llama hipocampo, por ejemplo, y entre muchas otras como podrán comprobar, que trabajan incansablemente con independencia de lo que queramos hacer y entender cada día”.
El encuentro con la dialéctica pascaliana entre razón y corazón, se ha producido al conocer la publicación de la tercera novela del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, Salvo mi corazón, todo está bien (1), que trata, en el fondo, de una historia del corazón: “todo lo que se puede escribir sobre el corazón se convierte en imagen y metáfora” que ayuda a conocer con todas “sus razones que la razón no conoce”, como dijo Pascal, centrándose sobre todo en el Amor. ¿Saben por qué he descubierto este libro hasta ahora desconocido, como una isla entre las que busco a diario? Porque aprecio la escritura sentida, con alma, de este autor colombiano, sobre todo después de haber leído una obra suya emblemática, El olvido que seremos (2),
La experiencia que motiva estas palabras, escritas hoy con el vértigo que siento siempre ante la página en blanco, es el descubrimiento de una historia que leí con detalle a través de un extenso artículo de Héctor Abad Faciolince, protagonizada por una nota encontrada en el bolsillo de la chaqueta de su padre, el doctor y activista de derechos humanos Héctor Abad Gómez, el día que lo asesinaron (probablemente a manos de paramilitares), el 25 de agosto de 1987, en la calle Argentina, en Medellín (Colombia), donde figuraba un poema de Borges, tal y como lo describió meses después en el Magazín Dominical de El Espectador. Fue el momento en el que dijo que el poema era de Borges. Lo que sucedió después, a lo largo de los años, es una historia muy larga de contar que propició la publicación de El olvido que seremos, que fue la base del guion de una película dirigida por Fernando Trueba y que ha sido premiada en diversos foros internacionales del cine, entre los que destaco el Goya que recibió en 2021 y que traté en este cuaderno digital como un pequeño homenaje al fondo y forma de la película. Esta concatenación de hechos fue para mí muy sugerente, a modo de una novela no de ficción, sino de realismo mágico y trágico colombiano que tan bien trató siempre Gabriel García Márquez, aunque en esta ocasión con visión plena y triste de una gran realidad vivida y sentida en primera persona por otro colombiano digno de admiración, Héctor Abad Faciolince.
Ya somos el olvido que seremos.
El polvo elemental que nos ignora
y que fue el rojo Adán y que es ahora
todos los hombres y los que seremos.
Jorge Luis Borges, en Aquí. Hoy.
Si quieren conocer con detalle el contenido de Salvo mi corazón, todo está bien, les recomiendo conocer primero la sinopsis oficial del libro para situar su hilo conductor: “El sacerdote Luis Córdoba está a la espera de un trasplante de corazón. Es un cura amable, alto, gordo, pero su mismo tamaño hace que no sea fácil encontrar un donante. Como los médicos le aconsejan reposo y su residencia tiene muchas escaleras, recibe hospedaje en una casa donde viven dos mujeres, una de ellas recién separada, y tres niños. Córdoba, que es bueno y culto -crítico de cine y experto en ópera-, goza compartiendo lo que sabe con las mujeres sin esposo y los niños sin padre. Pronto se ve envuelto y fascinado por la vida familiar y, sin pretenderlo, empieza a desempeñar el papel de paterfamilias y a replantearse sus opciones de vida. Salvo mi corazón, todo está bien es la historia de un sacerdote bondadoso -inspirado en un cura real- que pone a prueba sus creencias y su optimismo inquebrantable en un mundo hostil. Su crisis existencial, en medio de personajes llenos de ganas de vivir, nos muestra una visión del matrimonio como una fortaleza sitiada: los que están adentro quieren salir, y los que están afuera quieren entrar”. Después, la lectura atenta del artículo publicado en el diario El País, Héctor Abad y las razones del corazón, como homenaje a un autor que aprecio y admiro por su escritura con alma, algo imprescindible al enfrentarnos siempre a la hoja en blanco y que nos permite entregar algo especial a los demás, trascendiendo el poder del mercado, de sus mercancías. Lo que puedo asegurar en la dialéctica “razón y corazón”, es que siempre triunfa el cerebro. De ahí la necesidad de conocerlo muy bien, porque es un conjunto de estructuras maravillosas, que de forma sinfónica se conforma a diario y se manifiesta gracias a la singularidad que contiene, porque hoy sabemos a través de la ciencia que nos hay dos cerebros iguales. Ni almas, ni razones, ni corazones iguales. Tan sólo, de origen, cerebros sorprendentemente maravillosos, cuyas conexiones internas acaban transformándose en razones indignas, sin que el “corazón» tenga «culpa» de nada. Sólo es eso, corazón.
(1) Abad Faciolince, Héctor, Salvo mi corazón, todo está bien, 2022. Madrid: Alfaguara.
(2) Abad Faciolince, Héctor, El olvido que seremos, 2017. Madrid: Alfaguara.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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