
Sevilla, 11/X/2022
El próximo 23 de octubre se va a celebrar en Madrid, en la sede del Museo Thyssen-Bornemisza, el Museo de Todos, como expresa su eslogan, un encuentro sobre Educación + cuidados, destinado a profesionales de la educación en museos, que busca reflexionar en torno a la idea de los museos y de la cultura como espacios de cuidados y de bienestar para las personas y las comunidades, con preguntas muy importantes: ¿Qué papel juegan la cultura y los museos en el bienestar de las comunidades y las personas? ¿Cómo y desde dónde se establecen las relaciones entre comunidades y museos? ¿Es el museo un espacio para los cuidados? ¿Los cuidados son también cultura? En este ámbito de investigación, el Museo “pretende abrir una conversación en torno a la idea de la cultura y de los museos como “espacios de cuidados” y a cómo, desde esta óptica, se establecen relaciones entre los diferentes agentes”.
Entre los ponentes figuran dos de especial interés, Jessica y Matthew Turtle, cofundadores del MOH (Museo de las personas sin hogar), con sede en Londres, a los que he deseado conocer más detenidamente por un proyecto de marcado interés social. Este Museo está configurando un fondo nacional para personas sin hogar, preservando y compartiendo historias de personas sin hogar, pobreza y acción social, con un objetivo muy claro: luchar contra la injusticia, llevando a cabo investigaciones y haciendo campaña por el cambio que necesita la sociedad. Sus investigaciones y campañas independientes influyen en los legisladores y en el campo de las personas sin hogar para realizar cambios en las políticas y prácticas. Un ejemplo claro es el proyecto, Los extremos de la pandemia, en el que se cuenta la historia de lo que sucedió a las personas en el extremo más crítico de la sociedad en 2020 y 2021, compartiendo mapas de historias, visualizaciones de datos, líneas de tiempo y, lo que es más importante, extractos de testimonios de la vida real de la época.
Lo que ha ocurrido con la pandemia y los daños colaterales asociados, que todavía estamos sufriendo, merecen la atención especial en este Museo, a través de lo que ellos llaman “una historia visual” que no se debe olvidar, porque “cuenta la historia de lo que sucedió a las personas en el extremo más crítico de la sociedad. Es una historia que se compartió con más de 1000 personas como parte de nuestro Museo Secreto a fines de 2021. Incluye mapas de historias, visualizaciones de datos, líneas de tiempo y, lo que es más importante, extractos de testimonios de la vida real de la época. En última instancia, refleja una historia contada por personas que trabajan y viven con la desigualdad y se organizan para cambiarla. Son diferentes a los titulares que podrías haber visto. Aunque algunos políticos y formuladores de políticas tuvieron mucho que decir en 2020 sobre atraer a la gente, la imagen real es mucho más compleja y estratificada. Lo que descubrirá aquí no es lo que sucedió con las organizaciones benéficas más grandes o la versión gubernamental “oficial”. En cambio, encontrará lo que sucedió desde la perspectiva de los organizadores de base y desde el punto de vista de las personas sin hogar, sin filtros. En el centro de esta historia visual se encuentran los objetos y sus historias, recopilados de personas afectadas por la falta de vivienda y personas en primera línea. Nuestro trabajo sobre la historia de las personas sin hogar nos ha dicho que esta versión de los hechos es la que a menudo se deja fuera de los libros de historia”.
Lo que me ha impresionado es la secuencia de imágenes de objetos de la pandemia que simbolizan el sufrimiento que llevan dentro. He escogido una, La caja (de cartón), que según el autor de la foto y su mensaje, Anthony Luvera, “simboliza la generosidad de la comunidad. Eso es lo que hace. Simboliza eso. Porque fue la generosidad de la comunidad. No la de las autoridades locales. No fue la caridad. Fue la comunidad, y eso es lo que trajo y nos unió a todos. Entonces, creo que también trae, para mí, unión». Sobran más palabras.
El encuentro del Thyssen-Bornemisza me parece un acontecimiento digno de mención, respeto y divulgación máxima de la sociedad. Visto lo visto y sentido, crear un Museo de los Nadies en nuestro país es una necesidad social, para que se tome conciencia de que los pobres están muy cerca de nosotros, porque incluso lo somos también a veces cada uno de nosotros, sobre todo cuando no confundimos valor y precio, como todo necio, siguiendo de cerca a Antonio Machado. Un patrono de excelencia, respetando su memoria, sería Eduardo Galeano, porque ayudaría a elegir las mejores historias visuales y objetos de los llamados Nadies, los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida. que pasarían directamente al fondo histórico del mismo, para que no lo olvidáramos nunca después de volverlos a ver en ese Museo, en una visita guiada por la conciencia y dignidad humana.
Lo expuesto anteriormente me ha recordado un artículo de Orhan Pamuk, Premio Nobel de Literatura en 2006, Una mirada a mis fuentes de inspiración, en el que explica de forma minuciosa, cómo se fraguó una novela que ha tenido luego su proyección en un museo de Estambul que conserva su título: El museo de la inocencia (1), un Museo de cuidados y bienestar. Una de sus fuentes, que me llamó poderosamente la atención, es la que él cataloga como 12, que he escogido porque aborda otra realidad museística que siempre me llenó de emoción cuando lo leí: la creación de un Museo de los Sentimientos: “Spoerri [artista suizo de origen rumano] dijo que una de las fuentes de inspiración para su Museo de los sentimientos en Colonia fue el Museo Frederic Marès de Barcelona. El protagonista de mi novela, Kemal Basmacı, visitó la “planta superior de horquillas, pendientes, naipes, llaves, abanicos, frascos de perfume, pañuelos, broches, collares, bolsos y pulseras” de este museo, y después yo también fui en numerosas ocasiones. Igual que mi novela y mi museo muestran una profunda influencia de Proust, Joseph Cornell, Tolstói, Nabokov, Borges y el Museo Bagatti Valsecchi de Milán, debo aprovechar esta ocasión para dar las gracias y honrar a Frederic Marès”. El Museo de la Inocencia se presenta con palabras muy atrayentes: “La novela [del mismo nombre], que trata sobre el amor, está ambientada entre 1974 y principios de los 2000, y describe la vida en Estambul entre 1950 y 2000 a través de recuerdos y flashbacks centrados en dos familias: una rica y otra de clase media baja. El museo presenta lo que los personajes de la novela usaron, vistieron, escucharon, vieron, coleccionaron y soñaron, todo meticulosamente dispuesto en cajas y vitrinas. No es imprescindible haber leído el libro para disfrutar del museo, como tampoco es necesario haber visitado el museo para disfrutar plenamente del libro. Pero quienes hayan leído la novela comprenderán mejor las muchas connotaciones del museo, y quienes hayan visitado el museo descubrirán muchos matices que se habían perdido al leer el libro. La novela se publicó en 2008 y el museo abrió sus puertas en la primavera de 2012”.
Una última propuesta. En la puerta de un hipotético nuevo Museo de los Nadies y en la página principal de su sede en Internet, deberían figurar unas palabras excepcionales de Eduardo Galeano (2) para identificar mejor a los visitantes, probablemente porque podríamos dejar allí bastantes historias reales de nuestras vidas, como pobres de solemnidad ética:
Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen tiempo para perder el tiempo.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen silencio, ni pueden comprarlo.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que tienen piernas que han olvidado de caminar, como las alas de las gallinas se han olvidado de volar.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que comen basura y pagan por ella como si fuese comida.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que tienen el derecho de respirar mierda, como si fuera aire, sin pagar nada por ella.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen más libertad que la libertad de elegir entre uno y otro canal de televisión.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que viven dramas pasionales con las máquinas.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que son siempre muchos y están siempre solos.
Pobres, lo que se dicen pobres, son los que no saben que son pobres.
Entrar allí, sería la visita más importante de nuestras vidas a un Museo, jamás contada. Podríamos salir ligeros de equipaje, dejando allí en depósito historias y objetos reales de nuestras vidas por si fueran útiles para los demás. Sería una misión preciosa en un Museo de Cuidados y Bienestar, que falta nos hace. Fundamentalmente, porque puede cuidar el alma.
(1) Pamuk, Orhan, El museo de la inocencia, 2011. Barcelona: DeBolsillo – Penguin Random House Grupo Editorial.
(2) Galeano, Eduardo, en Patas arriba. La escuela del mundo al revés, 1998. Madrid: Siglo XXI Editores de España.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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