La memoria democrática de este país necesitaba el amparo de una Ley

SER / Podcast especial Miguel Hernández | Cuando el miedo se puede leer

Sevilla, 24/X/2022

El pasado viernes 21 de octubre, entró en vigor en nuestro país la nueva Ley 20/2022, de 19 de octubre, de Memoria Democrática. Son cincuenta y cinco páginas, imprescindibles, que ordenan en su objeto y finalidad la recuperación, salvaguarda y difusión de la memoria democrática, entendida ésta como conocimiento de la reivindicación y defensa de los valores democráticos y los derechos y libertades fundamentales a lo largo de la historia contemporánea de España, con el fin de fomentar la cohesión y solidaridad entre las diversas generaciones en torno a los principios, valores y libertades constitucionales: “Asimismo, es objeto de la ley el reconocimiento de quienes padecieron persecución o violencia, por razones políticas, ideológicas, de pensamiento u opinión, de conciencia o creencia religiosa, de orientación e identidad sexual, durante el período comprendido entre el golpe de Estado de 18 de julio de 1936, la Guerra de España y la Dictadura franquista hasta la entrada en vigor de la Constitución Española de 1978, así como promover su reparación moral y la recuperación de su memoria personal, familiar y colectiva, adoptar medidas complementarias destinadas a suprimir elementos de división entre la ciudadanía y promover lazos de unión en torno a los valores, principios y derechos constitucionales. Se repudia y condena el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y la posterior dictadura franquista, en afirmación de los principios y valores democráticos y la dignidad de las víctimas. Se declara ilegal el régimen surgido de la contienda militar iniciada con dicho golpe militar y que, como consecuencia de las luchas de los movimientos sociales antifranquistas y de diferentes actores políticos, fue sustituido con la proclamación de un Estado Social y Democrático de Derecho a la entrada en vigor de la Constitución el 29 de diciembre de 1978, tras la Transición democrática”.

Ha sido un momento histórico justo y necesario en este país tan dual y cainita, que no abandona antiguas formas de la dictadura a pesar de lo que se sufrió durante la guerra civil y los primeros años de la Transición. En este contexto he conocido hoy un sufrimiento simbólico, el del poeta Miguel Hernández porque, personalmente, he leído muchas veces el miedo a la dictadura en sus ojos, que sufrió la represión como tantos cientos de miles de personas durante la guerra civil y en los años posteriores hasta el fin de la opresión maligna del Régimen Franquista. Me ha ocurrido leyendo hoy un artículo publicado en el diario El País, que recomiendo como ejemplo de lo que no debemos olvidar, con un título doloroso para el alma humana: Una carta inédita detalla las penalidades de Miguel Hernández en su cautiverio infernal. Lo he leído con un respeto reverencial hacia su vida y obra, sobrecogiéndome la constatación del sufrimiento de él y de centenares de presos represaliados que compartieron el cautiverio en la enfermería de la cárcel de Alicante, el Reformatorio de Adultos, en el que estaban hacinados 9.000 presos en un espacio diseñado para 2.000, donde cumplía su condena y de la que su hermano fue fiel testigo: “En la carta, Vicente Hernández relataba cómo encontró a su hermano durante una de sus visitas: “Estaba tan malo en aquella enfermería donde había 90-100 hombres tendidos quitándose las puses los unos a los otros con trapos sucios, pues allí no entraba un médico o un practicante en siete u ocho días, aquello era inhumano; en fin, para qué decirte más”. En otra carta, Miguel Hernández escribía estas duras palabras a su esposa, Josefina Manresa: “Josefina, mándame inmediatamente tres o cuatro kilos de algodón y gasas que no podré curarme hoy si no me los mandas. Se ha acabado todo en esta enfermería. Comprenderás lo difícil que es curarme aquí. Ayer se me hizo una cura con trapos y mal. Quiero salir de aquí cuanto antes. Se me hacen unas curas a fuerza de tirones y todo es desidia, ignorancia, despreocupación”.

Creo que ejemplos como éste, tan significativo, justifican por sí solos que esta Ley se haya publicado finalmente, después de numerosos avatares que he recogido puntualmente en este cuaderno digital. La carta citada se encuentra depositada en el Museo dedicado al poeta, situado en Quesada (Jaén), la localidad natal de la esposa del poeta, Josefina Manresa: “La carta se ha incorporado al legado hernandiano que conserva el IEG [Instituto de Estudios Giennenses] en sus dependencias, un archivo que contiene más de 5.800 registros bibliográficos, entre manuscritos, folletos, partituras, prensa histórica o grabaciones, y también cerca de 27.000 imágenes, documentos que, como ha recordado el presidente de la Diputación de Jaén, «pueden ser consultados a través de internet por todo el mundo», cumpliendo así «el doble compromiso que asumimos con la familia de Miguel Hernández hace una década cuando adquirimos su legado: por un lado, preservarlo y, por otro, contribuir a que su figura y su obra fueran aún más conocidos en todo el mundo».

Esta noticia coincide en el tiempo con la carta que hoy ha enviado el secretario de Estado de Memoria Democrática, Fernando Martínez López, al Hermano Mayor de la Hermandad de La Macarena, aquí en Sevilla, tan cerca de mi memoria democrática, para que proceda «a la mayor brevedad» a dar cumplimiento con la Ley de Memoria Democrática y para que lleve a cabo la exhumación y posterior traslado de los restos del general Gonzalo Queipo de Llano y Sierra, así como los de Francisco Bohórquez Vecina, menos conocido pero que fue auditor de guerra y responsable de la ejecución de sentencias con aplicación de bando de guerra, que también se encuentra en la Basílica de La Macarena. Esta situación la conozco bien porque la he podido comprobar con bastante dolor en alguna visita personal a esa iglesia. Allí intenté comprender lo que “el corazón anonadado de Dios”, según Rafael Alberti en Roma, peligro para caminantes, quería decirme cuando gemía con aquella situación. Un fragmento de la carta recoge muy bien lo que significa esta petición de Estado: “esta nueva norma [la Ley de Memoria Democrática] pretende cerrar una deuda de la democracia española con su pasado y fomentar un discurso común basado en la defensa de la paz, el pluralismo y la condena de toda forma de totalitarismo político que ponga en riesgo el efectivo disfrute de los derechos y libertades inherentes a la dignidad humana».

El pasado 28 de marzo se cumplió el 80º aniversario del fallecimiento del poeta en la cárcel de Alicante. Lo recordé unos días antes en este cuaderno digital, mediante un artículo con un título que es una constante en mi vida, Cerca, siempre, de Miguel Hernández, siendo hoy, de nuevo,  un buen momento para recordarlo, aunque vuelva a ser doloroso por la forma en que ocurrió todo y cómo lo trató la dictadura hasta su muerte. En torno a su vida y obra, se ha publicado este año una revisión actualizada de Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta, escrita por José Luis Ferris (Alicante, 1960), una biografía que se editó por primera vez en 2002 por la Fundación José Manuel Lara. En ella se han actualizado bastantes datos y hechos, fundamentalmente por la entrega del Tribunal Militar Territorial al Archivo General e Histórico de Defensa, de los procedimientos judiciales militares, el 24 de noviembre de 2020, entre los que se encuentran los juicios sumarísimos llevados a cabo contra el poeta Miguel Hernández Gilabert, al finalizar la guerra civil, clasificados junto a los que figuran en más de 20.000 cajas con legajos y documentos de ese Tribunal, pudiéndose consultar algunos de ellos a través del acceso a la página principal web de Patrimonio Cultural de Defensa.

Aporté en aquel pequeño homenaje personal al poeta un enlace al podcast que se puede visualizar completo y que abría aquellas palabras, elaborado por la cadena SER, con un título del primero que sobrecoge: Cuando el miedo se puede leer. Acceder de nuevo a esta información es un privilegio para poder emitir posteriormente juicios bien informados, al habernos secuestrado la dictadura y los primeros años de transición, durante tanto tiempo, datos relevantes para conocer a fondo la figura de Miguel Hernández, que se agranda por días y que con la entrada en vigor de la Ley de Memoria Democrática rescata una acción de Estado justa y necesaria en democracia. También la de cientos de miles de personas que murieron en la guerra civil y años posteriores por el mero hecho de pensar y obrar de forma diferente a los golpistas y que merecieron siempre ser reconocidos por la memoria histórica de este país tan dual y cainita. Es justo decir ahora que la memoria democrática necesitaba ser amparada mediante una Ley como la que, afortunadamente y por dignidad humana, entró en vigor el pasado viernes 21 de octubre y que nos permite intentar “cerrar una deuda de la democracia española con su pasado y fomentar un discurso común basado en la defensa de la paz, el pluralismo y la condena de toda forma de totalitarismo político que ponga en riesgo el efectivo disfrute de los derechos y libertades inherentes a la dignidad humana”. Como demócrata, deseo expresar con estas palabras mi agradecimiento al poder legislativo de este país. Nada más. Escuchar de nuevo la voz de Miguel Hernández, hoy, me reconforta:

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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