
Sevilla, 29/XI/2022
Uno de los referentes intelectuales durante los últimos años de mi vida profesional fue el polifacético pensador alemán Hans Magnus Enzensberger, que falleció la semana pasada en su país natal a los 93 años de edad. Lo descubrí en su vertiente crítica del mundo digital, pero cargado de razones existenciales para desarrollar tejido crítico necesario en esta revolución digital tan controvertida hoy.
Como homenaje personal, justo y necesario, porque siempre le admiré en mi caminar diario como maestro intelectual, vuelvo a publicar hoy un artículo que le dediqué en 2015 en este cuaderno digital, Los ciudadanos no son ignorantes molestos, porque resume bien esa admiración aristotélica sobre una persona enciclopédica, extraordinaria e imprescindible, que tanto ha entregado al mundo de la cultura y del ensayo.
Lo dije en aquel artículo y lo vuelvo a repetir hoy, al recordar aquel “descubrimiento”, un artículo suyo publicado en Revista de Occidente, El evangelio digital, que me conmocionó en momentos transcendentales de mi carrera pública digital, fundamentalmente porque hacía una defensa de la ciudadanía tildada presuntamente de “ignorante”, que volvió a rescatar en su obra Reflexiones del señor Z, “sobre todo por las precauciones que hay que tomar en la llamada sociedad de la información y del conocimiento, así como por lo que fabrican algunos intelectuales a través de los departamentos de tonterías [sic], que incluso algunas pueden ser digitales por el uso y abuso desordenado de medios electrónicos (teléfonos inteligentes, tabletas, televisión, etc.)”.
Aprendí mucho de su sabiduría infinita y me ayudó a comprender la quintaesencia de los albores de la revolución digital en el Sistema Sanitario Público de Andalucía. No lo he olvidado y su ausencia me duele especialmente.
Los ciudadanos no son ignorantes molestos
En 2001 ya lo expuse en un momento especial en mi vida profesional: “No pertenezco a la legión de embajadores del tratamiento de la informática como los proclamadores de la buena nueva digital, del evangelio digital, en frase de Hans Magnus Enzensberger, aquellos que declaran a los ciudadanos como ignorantes molestos. No soy tampoco vendedor de cajas de trucos pragmáticas, en expresión del mismo autor. No me gustan las brechas digitales… Lo que he venido haciendo desde que tengo uso de razón es buscar sentido a la vida cualquiera que sea la posición que se ocupa en ese momento en el vivir diario”.
Hoy, he vuelto a encontrarme con Enzensberger, en una entrevista realizada por el maestro Juan Cruz, que he leído varias veces porque me ha vuelto a sorprender su frescura mental cuando ya ha alcanzado 87 años de experiencia vital, en el marco temporal de la publicación de su último libro, Reflexiones del señor Z. o migajas que dejaba caer, recogidas por sus oyentes.
Han pasado catorce años y he recordado de forma entrañable un artículo suyo publicado en Revista de Occidente, El evangelio digital, que me conmocionó en momentos transcendentales de mi carrera pública digital, fundamentalmente porque hacía una defensa de la ciudadanía tildada presuntamente de “ignorante”, que ha vuelto a rescatar en el libro citado, sobre todo por las precauciones que hay que tomar en la llamada sociedad de la información y del conocimiento, así como por lo que fabrican algunos intelectuales a través de los departamentos de tonterías [sic], que incluso algunas pueden ser digitales por el uso y abuso desordenado de medios electrónicos (teléfonos inteligentes, tabletas, televisión, etc.): “Sí, en ese sentido hay una parte reaccionaria del señor Z. Naturalmente estos aparatos no le gustan: no tiene móvil, lo rechaza, por tanto no tiene Twitter, ¡no, por favor, qué horror! En él hay todos los aspectos: el sabio, pero también el provocador, el gurú, el payaso… ¡Sí, está entre Sócrates y Jeff Koons! [risas]. Y sí, esta es una enciclopedia que alerta contra la estupidez humana. Pero tengo la cortesía de escribir libros breves; creo que es más amable que imponerle al público libros de mil páginas”.
Indiscutiblemente, hay que leer entre líneas estas afirmaciones sin darles patente de corso, porque es indudable que no dice tonterías de intelectual de tres al cuarto. Me ha preocupado siempre su reflexión acerca de que a veces digitalizamos tantos procesos humanos que se llega a considerar a los ciudadanos como ignorantes molestos por el mundo analógico en el que creemos que están instalados, pasando a formar parte del macromundo de torpes digitales. En todo se debe marcar siempre una delgada línea roja, sobre todo cuando la equidad digital sigue siendo una quimera en la sociedad actual donde se están tomando decisiones desde determinados centros de poder digital, por personas que caben en un taxi (digital, por supuesto) y que pueden llegar a afectar a la quintaesencia del ser humano (1).
Juan Cruz aborda con delicadeza una cuestión esencial para una persona de tan dilatada vida intelectual, con la prevención digital que tanto lo ha caracterizado. Su protagonista, el señor Z, “dice que la avalancha de información se evaporará. Y añade que “existe vida más allá de los medios”. Ante esta observación, Enzensberger se muestra en estado puro: “Yo también digo que en este momento todos los medios hablan de la digitalización y predicen que todo ha de ser digital. ¡Abajo con el papel, es demasiado analógico! No estoy de acuerdo: yo como analógicamente, duermo analógicamente… Este es un sistema analógico. La rodilla es analógica, la lengua no es un ordenador. ¡No hay que exagerar con lo digital, no es la solución de todo! Los industriales dicen que hay que digitalizar lo más posible, porque hay capacidad de reducir el tamaño de las máquinas… ¿No te parece que se muere también analógicamente, no digitalmente?”.
Con esta reflexión, he vuelto a pensar en el maravilloso avance de la sociedad digital, aquél mundo que preconizó Negroponte y que ha aportado a la humanidad avances tan espectaculares. Pero voy a leer con intención sana este nuevo libro de un autor que hace casi quince años me creó una inquietud razonable sobre el progreso digital, porque lo que verdaderamente me preocupa es que todo esté tan maravillosamente bien planificado desde la revolución digital, superando incluso a la industrial, que lo único que sobra realmente es la persona “ignorante molesta” a la que no se le suelen ocurrir las tonterías de los intelectuales altaneros a los que critica Enzensberger.
Sevilla, 17/V/2015
(1) Morozov, Evgeny (2015, 16 de mayo). Siervos y señores de Internet, El País.com. Artículo extraordinario que demuestra que Internet tampoco es inocente.
UCRANIA, ¡Paz y Libertad!
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Debe estar conectado para enviar un comentario.