
Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.
Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.
Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.
Miguel Hernández, Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941)
Sevilla, 1/II/2023
Es verdad que vuelve la tristura a nuestras vidas, a pesar de que la palabra tristura es una voz antigua, denominación que conocí por primera vez leyendo a Garcilaso de la Vega, en su segunda canción, vinculada al sentimiento que genera el desamor, que él expresaba con bellas palabras:
Mas ¿qué haré, señora,
en tanta desventura?
¿A dónde iré si a vos no voy con ella?
¿De quién podré yo ahora
valerme en mi tristura
si en vos no halla abrigo mi querella?
Tristura, tristor, tristeza, pesar, tormento, melancolía incluso, pena o aflicción son lo mismo, porque el dolor que produce aprehender personas, situaciones o cosas que nos afectan, contrarias a nuestros deseos, es desde siglos algo que hace sufrir al ser humano y da igual lo antiguo que sea estar triste. En mi singladura de hoy, temprana, he descubierto esta palabra porque da nombre a una compañía de teatro, La tristura, fundada por la filóloga, poeta y creadora escénica Violeta Gil, que me ha llamado poderosamente la atención, porque hacía muchos años que no escuchaba esta denominación de ese sentimiento tan real y próximo en nuestras vidas, aunque hoy leamos en la última edición del Diccionario de la Lengua Española (RAE) que tristura es igual a tristeza, es decir, la cualidad de triste, un adjetivo vinculado casi siempre a la melancolía: afligido, apesadumbrado, de carácter o genio melancólico, que denota pesadumbre o melancolía, que ocasiona pesadumbre o melancolía y pasado o hecho con pesadumbre o melancolía, entre otras acepciones.
Volviendo al origen de localización de la tristura, me ha interesado mucho la primera novela publicada por Violeta Gil, Llego con tres heridas (Caballo de Troya, 2022), porque conoce bien qué significa la tristura, su tristura, una situación sentimental y emocional a ratos, que arrastra desde que conoció que su padre se suicidó cuando ella tenía tan sólo nueve meses, convirtiendo la escritura en su hogar secreto, fundamentalmente porque “construye un espacio de intimidad mientras dibuja la historia reciente de España” y a mí eso me pre-ocupa a diario. La crítica de este libro en Babelia me parece magnífica y recomiendo su atenta lectura: “Llego con tres heridas es un libro con un claro aire de época, sobre todo en el enfoque de sus temas, pero hablar de la España vaciada, de literatura de duelo o de terapia relacional se quedan cortos frente a la solvencia de Violeta Gil para construir un espacio de intimidad leve y abstracto. Y es indudable su apariencia de “primer libro”, pero también por sus virtudes: el sosiego para contar cuestiones que han requerido una decantación, “por fin me doy cuenta de que estoy aquí, en lugar de mirando las cosas con distancia”. Una gracia que vuelve esta escritura invulnerable a tendencias, y ambiciosa y fluida: a veces coquetea con el verso, con el diálogo ficticio o se concentra en un presente narrativo marcadamente visual. Es ahí donde de Violeta Gil (como su padre en las cartas y notas que la autora transcribe) encuentra un hogar flexible y duradero. No en Cheles, ni en Hoyuelos. Ni en una pareja ni en una familia ni en una utópica repoblación de pueblos abandonados. Tampoco en el padre ausente. Sino en el puro pulso narrativo, incómodo e inacabado (maravillosamente impersonal) de la propia escritura”.
Me ayuda a priori para comprender su obra algo que dice sin ambages: “Quizá todo esto sea una despedida amistosa de mi padre, una forma de dejarle para poder seguir. Seguro que él lo comprendería. Es la única manera de hacer la vida. José, espero que lo entiendas. Tengo que despedirme de ti. Tengo que reconocer que de alguna manera me he protegido todos estos años a través de esa figura que es y no eres tú. De esa idea de lo que debía ser yo como hija tuya. Y ahora me toca avanzar. Me toca seguir sin ti. Como cuando en la película se ve al fantasma despedirse, como cuando el espíritu sale del cuerpo, como cuando la sombra de Peter Pan se le despega de los talones. No pasa nada. Vamos a estar bien. Ya verás”. La sinopsis oficial me ha aproximado también a la razón de ser del título, donde en mi imaginario actual y en el de la persona de secreto conviven Miguel Hernández, Serrat o Joan Báez: “Este libro nace de tres heridas, como en el poema de Miguel Hernández: la de la vida, la de la muerte, la del amor; Violeta Gil parte de ellas para dar forma a una historia íntima y emocionante. Con esta novela asistimos a un emocionante ejercicio de creación en el que la autora se transparenta de manera valiente, poniendo voz, cuerpo y alma al servicio de su destino, retomando caminos olvidados, conversaciones con familiares, documentos reales o, a falta de ellos, inventados. Pocas veces los libros se sienten tan necesarios y se confían de forma tan admirable a su propia razón de ser”.
Busco salir a menudo de la tristura, sentimiento muy vinculado a la melancolía por páginas complicadas en la vida diaria, tantas veces analizada en este cuaderno digital, apeándola de sus principios patológicos, que estudié en su momento bien e incluso escribí algún artículo sobre su realidad clínica y existencial. Violeta Gil aporta una visión tripartita que es muy común en nuestras vidas: las heridas del amor, de la muerte y de la vida. Sigo leyendo su cancionero y romancero de ausencias (1938-1941), en el que logro comprender bien lo que significa dignificar la vida cada día, llenos de sentimiento y pensamiento, donde el sentimiento se debe escuchar siempre mucho más fuerte que el viento (Alberti, dixit). Porque todos los días convivimos con heridas de vida, muerte y amor…, en ese orden, con tristura, porque así lo exige la dignidad de la existencia. La que vivió Miguel Hernández, por ejemplo, en días terribles de ausencias, a la que hoy agrego la pregunta del contexto anterior, auspiciada por Garcilaso de la Vega: ¿De quién podré yo ahora valerme en mi tristura, si no hallo en el mundo que me rodea abrigo para mi querella existencial? Esa es la cuestión.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
UCRANIA, ¡Paz y Libertad!
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