Cristóbal Toral, La nueva inquilina, 1982
Sevilla, 9/V/2020
He aprendido a conocer todavía más mi persona de todos que, según Ortega y Gasset, convive a diario con la de secreto. Es la razón por la que acudo en este incesante ir y venir del timbo al tambo de la vida, que tanto gustaba a Gabriel García Márquez, a buscar refugio en un poema precioso de Ángel González, Sé lo que es esperar, situándome una vez más en el punto de partida de la dualidad espera y esperanza en tiempos de coronavirus.
Sé lo que es esperar:
¡esperé tantos
días y tantas cosas en mi vida!
Los inviernos tediosos esperando,
los veranos, bajo el sol,
esperando,
el luminoso y amarillo otoño
—bella estación para esperar—
e incluso
la primavera abierta a toda espera
más próxima que nunca a realizarse,
me han visto inútilmente,
pero firme,
tenaz, ilusionado,
en el lugar y la hora de la cita,
alta la fe y el corazón en punto.
Alta la fe y el corazón
dispuesto,
igual que tantas veces, aquí sigo,
en la esquina del tiempo
—vendrá pronto—
tras un limpio cristal de sol, de lluvia o de aire,
acodado en el claro mirador
de los vientos,
mientras pasan y pasan los meses y los días.
Hace 43 años publiqué en la prensa libre un artículo sobre un pensador, Ernst Bloch, con motivo de su fallecimiento y porque había trabajado profundamente sobre el principio esperanza como motor de la vida, análisis filosófico que siempre me interesó mucho. Personalmente, estaba situado en la espera cósmica de la transformación del mundo que comenzábamos a experimentar en este país. He leído de nuevo aquellas palabras, de las que entresaco las que hoy pueden dar sentido a la espera aunque hayan pasado y pasado tantos meses y días de mi vida, con un cambio obligado al cambiar el sustantivo filosófico “hombre” por “persona” (en cursiva): “Bloch, por encima de teorías y prácticas, es filósofo. Su espíritu abierto y en camino le hizo adoptar una postura de sabio ante el mundo pluriforme. Es hijo de su época y debido a su experiencia frente al irracionalismo, su filosofía se hace más auténtica, más veraz. En definitiva, su marxismo es muy puro, bien estructurado, enormemente esperanzador. Aquí radica la quintaesencia de su doctrina: concebir la esperanza como principio humano para vivir la trascendencia, es decir, la posibilidad permanente de que la persona se realice plenamente en comunión. […] En un mundo dominado por la economía, Bloch se admira del poder intelectual y cultural como agentes transformadores de la sociedad, donde la persona, una vez más, es el centro por la asunción de su conciencia. Frente al principio materialista de Marx de que la realidad social determina la conciencia de las personas, Bloch presenta a la conciencia individual de la persona como determinante de la historia y de su historia, enfrentándose cotidianamente con la insatisfacción humana vivida en necesidad y negación. Por ello, cada persona lucha por alcanzar su plenitud. El hecho es que todavía no la ha alcanzado. Esta «hambre cósmica» se experimenta en el deseo de alcanzar un sentido pleno de la vida. […] La esperanza surge al experimentar la persona que si todavía no ha alcanzado el futuro, el presente no es el fin. Y el hecho de vivir éste no motiva a la persona para lograr la plenitud de su ser. […] Esta hambre es impulso cósmico y la esperanza consiste en dejarse impregnar de este impulso”.
Aquellas lecturas me prepararon para la espera más próxima que nunca a realizarse. También, los que me rodean me han visto inútilmente, pero firme, tenaz, ilusionado, en el lugar y la hora de la cita, alta la fe y el corazón en punto. Ahora, cuando se atisba una salida pautada a este duro presente del estado de alarma, que no es el fin (en la clave de Bloch), mantengo alta la fe y el corazón, dispuesto, igual que tantas veces, aquí sigo, en la esquina del tiempo —vendrá pronto— tras un limpio cristal de sol, de lluvia o de aire, acodado en el claro mirador de los vientos, mientras pasan y pasan los meses y los días.
Somos inquilinos de la vida porque sé lo que es esperar. El inquietante óleo del pintor gaditano Cristóbal Toral, La nueva inquilina, me lo recuerda siempre. Admiro la vida en esta espera urgente, ligero de equipaje y apoyado en el buzón del tiempo.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.
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