Si no fuera físico, probablemente sería músico. A menudo pienso en música. Vivo mis sueños en música. Veo mi vida en términos musicales. No puedo decir si habría podido hacer alguna pieza creativa de importancia en la música, pero sí sé que lo que más alegría me da en la vida es mi violín
Albert Einstein
Sevilla, 11/V/2020
Confieso que vivo una gran admiración por Mozart, porque a menudo pienso en música, vivo mis sueños en música y veo mi vida en términos musicales. Desde hace muchos años escucho sus obras, repaso con frecuencia las composiciones más queridas por mi persona de secreto y siento algo especial al interpretar al clave, piano y violín, no sin dificultades, obras suyas de niñez y adolescencia, con un cierto rubor y sorpresa por el virtuosismo expresado a través de sus partituras. En este tiempo de desconfinamiento y desescalada he decidido recuperar a Mozart a través de su biografía para conocerlo mejor e intentar comprender cómo trasladó a la composición su vida diaria y su prolífica actividad. Puede ser un estímulo para volver a la normalidad más grata que pueda pensar hoy y seguir comprometido con el pensamiento y sentimiento que permiten compartir la visión de un mundo más amable, saludable, educado y culto, valores que hacen más llevadero el largo camino actual.
Manos al teclado, nunca mejor dicho, he comenzado a volcar en la página en blanco mis primeras impresiones de la vida apasionada y apasionante de Mozart según lo escribió Alfred Einstein (primo de Albert Einstein) y publicó en 1945, en una obra que es referencia obligada para los seguidores de este excelso compositor. Me refiero a Mozart. Su vida y su obra. Creo que comprendo su respeto al gran músico de Salzburgo y el profundo conocimiento de su obra recordando cómo en 1952, cuando ya tenía 73 años, tocó en su casa de Princeton (New Jersey), junto al Juilliard String Quartet, el quinteto en Sol menor de Mozart (KV, 515) con una maestría especial digna de todo elogio.
Einstein traza un recorrido histórico sobre la vida y obra de Mozart, iniciándolo en su perfil de persona como ciudadano y genio, como músico, analizando de forma pormenorizada su obra instrumental, su producción vocal y el gran trabajo desarrollado a través de la ópera. Son 499 páginas que permiten conocer a ambos genios desde una perspectiva rigurosa como se espera de la rigurosidad científica de la familia Einstein.
Lo que verdaderamente me ha conmovido en la lectura de esta obra son las palabras finales de su conclusión, que reproduzco textualmente por su profundo sentido de respeto a uno de sus principales maestros y a su proyección en el Universo: “La música de Mozart, que a varios de sus contemporáneos pareció ser de barro, se convirtió, desde hace bastante tiempo, en oro, resplandeciente a la luz, aunque con un resplandor que cambia para cada nueva generación. Y cada generación sería sin él, infinitamente más pobre. Ningún vestigio terreno quedó de él excepto algunos retratos defectuosos de los cuales ninguno se parece a otro; es como un símbolo el que todas las copias de su mascarilla mortuoria que lo hubiera mostrado cómo era, se desvanecieran. Es como si el Espíritu del Universo hubiese querido expresar que aquí hay sonido puro, propio de un cosmos sin peso; superación de todo caos terrenal, partícula del espíritu universal”.
En un día muy importante de la desescalada en el estado de alarma que estamos viviendo en el Universo de Einstein, en plena primavera, he elegido una composición muy querida de Mozart que, como una hija, regaló a Haydn bajo el formato de seis cuartetos (sus hijos…) inspirados en él y donde encontró una forma de devolverle lo que el gran maestro le había entregado a lo largo de su trayectoria musical. Como ejemplo de su buen hacer en esta obra, fruto de un largo y laborioso trabajo, destaco hoy el tercer movimiento del primer cuarteto (Andante cantabile), De la primavera, como homenaje al compositor salzburgués, interpretados por un cuarteto nacido en aquella ciudad, Hagen Quartet, que lo expresa de forma especial. Una delicia, en tiempos difíciles que nos permite crear un clima especial de espera y esperanza sentidas. Para seguir viviendo y construyendo un mundo diferente, más amable, más cercano, más humano, con un tempo pausado y con música interior (andante cantabile), que nos permita superar el caos terrenal de la pandemia aunque solo seamos partículas humanas del Espíritu Universal tan querido por Albert Einstein.
NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de https://blogs.ua.es/fisicateleco/2015/06/15/maxwell/
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.
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