Antonio Machado retrató su soledad en otoño

Aula donde Antonio Machado impartió clases de francés, en Baeza (Jaén), de 1912 a 1919

Sevilla, 30/IX/2020

Antonio Machado compuso varios poemas sobre el otoño, estación que describió siempre a tenor de su estado de ánimo, casi en permanente melancolía. He querido estar cerca de él en estos días, como paisano que puedo comprender bien su sobrecogedor retrato personal y de la vida. También de las estaciones del año. Me he detenido en uno especialmente profundo, Caminos, escrito durante su estancia en Baeza, porque destila en él sentimientos de soledad y pena. Había fallecido Leonor recientemente, con sólo 18 años, y ya acostumbraba ir acompañado solo por su soledad sonora, con su sombra y con su pena, haciendo camino al andar como solo él sabía hacerlo:

De la ciudad moruna
tras las murallas viejas,
yo contemplo la tarde silenciosa,
a solas con mi sombra y con mi pena.

El río va corriendo,
entre sombrías huertas
y grises olivares,
por los alegres campos de Baeza.

Tienen las vides pámpanos dorados
sobre las rojas cepas.
Guadalquivir, como un alfanje roto
y disperso, reluce y espejea.

Lejos los montes duermen
envueltos en la niebla,
niebla de otoño, maternal; descansan
las rudas moles de su ser de piedra
en esta tibia tarde de noviembre,
tarde piadosa, cárdena y violeta.

El viento ha sacudido
los mustios olmos de la carretera,
levantando en rosados torbellinos
el polvo de la tierra.
La luna está subiendo
amoratada, jadeante y llena.

Los caminitos blancos
se cruzan y se alejan,
buscando los dispersos caseríos
del valle y de la sierra.
Caminos de los campos…
¡Ay, ya no puedo caminar con ella!

(Caminos, CXVIII)

Baeza fue su primer destino después de la ausencia de Leonor, reconociendo que estaba profundamente afectado en su estado anímico y que la vida no le sonreía como el quisiera: ¿Será porque se ha ido / quien asentó mis pasos en la tierra, / y en este nuevo ejido / sin rubia mies, la soledad me aterra? (Elogios, CXLI). Siempre que voy a Baeza tengo una cita obligada con el poeta en un sitio muy querido por él, su clase del Instituto General y Técnico donde daba clases de francés, donde me siento en la primera banca como a la espera de sus palabras. Allí intento recrear en mi imaginario personal la presencia de Machado y sus alumnos en cualquier estación del año, siete largos cursos académicos y vitales en los que se acostumbró a vivir solo y junto a los recuerdos de su querida Leonor Izquierdo. Voy siempre a Baeza al igual que lo hizo Mario Benedetti hace ya algún tiempo, en su Peregrinación a Machado, con la ilusión de verlo y comprenderlo (1):

mas no vine a baeza a ver baeza
sino a encontrar a don antonio
que estuvo por aquí
desolado y a solas
la muerte adolescente
de leonor en sus manos
y en su mirada y en su sombra
tengo que imaginarlo
aterido en el aula
junto al brasero las botas raídas
dictando lamartine y víctor hugo
ya que tan solo era
profesor de francés uno de tantos

Soy consciente de que en este otoño tan especial, rodeado de tanta niebla y tanto miedo, podría quedarme también con la reflexión final de Benedetti en su visita a Baeza, al entrar ahora en la niebla del otoño, aprendiendo a sobrellevar esta estación junto a Machado: él como el caminante de sus sueños / yo como un peregrino de los suyos

(1) Benedetti, Mario (2005). Inventario 2: poesía completa (1986-1991). Madrid: Visor Libros.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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