
Sevilla, 1/X/2020
Incorporo hoy a estas reflexiones de otoño a un poeta andaluz, onubense, de Minas de Riotinto, de cuyo nombre quiero acordarme especialmente, Juan Cobos Wilkins, a quien conocí hace ya muchos años, casi cuarenta, en mi etapa profesional en Huelva. Aprecio mucho la vida y la obra de Juan, a quien sigo después de tantos años en los que ha alternado entre la poesía y la novela, con alguna incursión en guiones cinematográficos. Juan es un excelente poeta y escritor de contrapuntos vitales, con una ironía finísima, yo diría que británica y de la que hace honor a su segundo apellido de raíces profundas en su ancestral tierra de cobre. Le escuché una vez decir que “Yo soy un poeta profundamente lírico e intimista pero no soy un poeta ajeno a lo que sucede en el mundo, tanto en mis libros de poemas como en mis novelas”. Me consta su pre-ocupación [sic] por el mundo de todos y sus circunstancias.
Acudo a mi biblioteca y escojo una publicación suya, cuidadísima, a modo de carpeta con hojas sueltas, El jardín mojado (1), un texto iniciático que conservo como una joya bibliográfica de indudable valor sentimental. De esas hojas sueltas, que no caídas por el otoño, escojo la veintiocho (XXVIII), que lleva un título paradigmático para la vida de cada cual, El prisionero, con una duda existencial que podría ser la mía en este otoño, bellamente expresado a lo largo del poema:
Quiero salir de aquí.
Debe haber, tras estos muros vencidos a la yedra,
una curva suave, azul, estremecida.
Infinito nadir. Línea trazada por un niño
con el dedo azul de su secreta caja de colores.
Ha de existir, lo sé.
Y necesito navegarla;
escapar de la pesada clorofila, del
asfixiante aroma densísimo, cargado, agotador.
Pero cómo olvidar desde la huida
que ahora allí es octubre y todo
se volverá dorado, hirviente. Mágico.
Cómo no torturarme pensando
quién regará El Jardín si yo me voy. Quién
mojará el llantén., el culantrillo…
Quién
barrerá las hojas, la maleza…
Cómo es posible no recordar tu casa,
la luz que cada noche tendía
una trampa de amor.
Huir y no volver. Dejar que las ortigas
lo inunden todo.
Morir en El Jardín, vivir
por siempre
encerrado. Prisionero
de la cárcel que tú mismo cultivas.
Y presiento que existe esa remota línea.
Y veo que está oleándose. Y me aguarda.,
a ti voy,
en el azul nadar.
La verdad es que leyendo este poema siento que quiero salir de esta situación tan amarga que estamos viviendo como prisioneros en el mundo del coronavirus. Gracias Juan, por ayudarnos a abandonar nuestras zonas de confort y arriesgarnos a hacer singladuras vitales hacia alguna parte que nos puedan reconfortar ahora. A través de tus palabras, sé ahora que un día, ya lejano, dibujé también en mi «Diario» una curva azul, suave, estremecida, cerca de mi maestra Dª Antonia y bajo su atenta mirada, con un lápiz de color azul Alpino, pensando siempre en regresar al Sur, en el que había nacido. Y eso hoy me reconforta, comenzando el mes de octubre, quizás dorado e hirviente.
NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de https://huelvaya.es/2015/08/06/las-generaciones-poeticas-onubenses-i/
(1) Cobos Wilkins, Juan (1981). El jardín mojado. Sevilla: Dendrónoma.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Debe estar conectado para enviar un comentario.