
Sevilla, 19/X/2020
Palabras de reconocimiento a la editora Biblioteca Nueva y a su fundador, José Ruíz-Castillo, que permitió mediante la publicación de las Obras Completas de Freud en el siglo pasado, crear personas nuevas en este país, leyendo y estudiando al excelente neurólogo austriaco.
La semana pasada ocurrió un hecho doloroso para la cultura de este país, al conocerse el cierre de una editora centenaria con sede en Madrid: “Así mataron Biblioteca Nueva, la centenaria editorial de Freud que hoy está en quiebra. Esta semana el sello, que había sido fundado en 1916 y fue uno de los más importantes en los años veinte y treinta, se declaró insolvente. Esta es la historia de una caída”. Es un artículo excelente, del que recomiendo su lectura para conocer con detalle el devenir de esta editora, que tuve la oportunidad de conocer en mi vida universitaria al comprar, poco a poco, la obra completa de Sigmund Freud, entre otras obras importantes de su fondo editorial.
Sí importante es el cierre de librerías, que ya he tratado varias veces en este cuaderno digital, igualmente lo es el de una editora, sobre todo porque su trayectoria fue muy importante para conocer obras de autores excelentes que en los primeros años del siglo XX comenzaron a dar sus primeros pasos en el mundo del ensayo como fue el caso de Freud. Miles de estudiantes de psicología de este país debemos agradecer que se hiciera este esfuerzo encomiable para que Freud se pudiera conocer en un país tan traumatizado como el nuestro.
Para conocer bien la trayectoria editorial iniciada en 1910 por José Ruíz-Castillo, fundador posteriormente de Biblioteca Nueva, recomiendo leer el estudio publicado en 2002 por Raquel Sánchez García, profesora de la Universidad Complutense de Madrid, José Ruíz-Castillo, editor de la Edad de Plata (1910-1945), en el que se aborda el recorrido completo de la editorial hasta nuestros días, desde la fundación de la Biblioteca Renacimiento en 1910, hasta 1917 en el que hizo su presentación oficial la editorial con el nombre de Biblioteca Nueva, habiendo utilizado el año anterior la denominación de Talleres Pueyo y hasta su fallecimiento en 1945, con un cambio editorial radical impuesto claramente por imperativo ideológico del Régimen.
He elegido de mi biblioteca el Tomo II de las Obras Completas publicadas por Biblioteca Nueva, La interpretación de los sueños, para repasar sus páginas ya amarillas por el paso del tiempo, todavía con la marca a lápiz de su precio cuando lo adquirí, 800 pesetas y la pegatina de la librería Pretil, muy querida por los estudiantes y profesionales más inquietos ideológicamente en esta sacrosanta ciudad. Me ha parecido siempre que es una obra extraordinaria para comprender el sueño como “primer eslabón de una serie de fenómenos psíquicos anormales, entre cuyos elementos subsiguientes, las fobias histéricas y la formaciones obsesivas y delirantes, conciernen al médico por motivos prácticos”, tal y como lo expresaba Freud en el prefacio a la primera edición de su obra publicada en 1900 y que la encabeza una cita de Virgilio, en La Eneida, que dice textualmente: “Si no puedo conciliar a los dioses celestiales, moveré a los del infierno”. Asimismo, deseo hacer una mención especial de su traductor en este país, Luis López-Ballesteros, por el trabajo impecable que significó en su tiempo abordar una obra tan compleja como ésta, así como la ordenación y revisión de sus textos llevada a cabo por el doctor chileno Jacobo Numhauser Tognola.
En la lámina 48 de este libro, conocí la casa y consulta de Freud en Viena, en la calle Bergasse, en la que vivió desde 1981 a 1938, año en el que inició su exilio. No lo olvidé nunca y gracias a la lectura profunda de este libro publicado por Biblioteca Nueva, la mantuve en mi memoria de secreto hasta mi visita en Viena, en el verano de 2007. La última mañana de estancia en aquella preciosa ciudad, tan unida a Mozart, claro objeto del deseo de mi visita no sólo turística, nos dirigimos a su residencia profesional y familiar, en la Bergasse, 19, donde se forjó la base de todos los trabajos en torno a La interpretación de los sueños y los estudios de caso. El Museo es una mezcla de recuerdos entrañables de una experiencia física de habitabilidad en una ciudad que no tuvo reparos en colocar la cruz gamada en el dintel de su casa y que propició su exilio a Londres, hasta una colección de fotografías y algunos objetos y bienes muebles personales que puedan alumbrar determinadas características de la casa-consulta. Me impresionó mucho el fondo científico que posee en la actualidad, así como las actividades que desarrolla la Fundación para seguir explorando las diversas manifestaciones del psicoanálisis en el mundo actual.
Las palabras que anteceden son un homenaje discreto al fundador de Biblioteca Nueva, que me permitió conocer a fondo la obra de Freud, del que tanto aprendí en mis años universitarios y profesionales. Sé el papel que desempeñó Ortega y Gasset junto a este editor para que la obra de Freud se conociera en España a través de Biblioteca Nueva. Recuerdo ahora unas palabras suyas como persona preocupada por la aparición del psicoanálisis en España, por el «entendimiento constructivo» de Freud, en un país invertebrado, que ha buscado siempre entenderse a sí mismo. En un texto suyo muy conocido, decía con sentido futurible: “Freud es según un número considerable de gentes, de médicos jóvenes sobre todo…, un profeta, un descubridor de ciertos secretos humanos, cuya patentización ha de ejercer una profunda influencia reformadora no sólo en la terapéutica de los neuróticos, sino en la psicología en general, en la pedagogía, en la moral pública, en la metodología histórica, en la crítica artística, en la estética, en los procedimientos judiciales, etc. …”. Esa influencia reformadora, el carácter novedoso en la interpretación psicoanalítica de la enfermedad social, es el acicate para profundizar siempre su razón de ser. Sigue estando muy claro hoy día que la “crítica científica” y la “sobrealimentación ideológica”, según expresión de Ortega al presentar el psicoanálisis, son curiosamente necesarias en cualquier situación de crisis mental.
He vuelto a recordar hoy el hombre de secreto personal (según Unamuno) de aquellos años y mi lejana amistad con Freud. Y cómo salí de nuevo por la Herrengasse hacia la ciudad imperial, aquella mañana de Viena, como un símbolo posible del Super-Yo. También, un contrapunto importante para entender mejor la interpretación de sus sueños en Bergasse, 19. Todo ello gracias al esfuerzo editorial de una persona olvidada hoy día, José Ruíz-Castillo, fundador de Biblioteca Nueva, tristemente desaparecida bajo otros nombres, la semana pasada, de la excelente y comprometida historia editorial de este país.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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