Un “sorpasso” digno en el “ferragosto”

Roberto Mariani (Jean-Louis Trintignant) y Bruno Cortona (Vittorio Gassman), Il sorpasso

Sevilla, 2/VIII/2021

Estos italianismos vinieron a España en el siglo pasado para quedarse, aunque todavía no han tenido la acogida en el diccionario de la lengua española de la RAE. Quizá sea “sorpasso” la que más ha calado popularmente y sobre todo en el ámbito político, desde que Julio Anguita, el líder carismático del Partido Comunista de España y de Izquierda Unida en los años ochenta y noventa, la cooptó del partido comunista italiano. Su acepción más clara es “adelantamiento” y junto a “ferragosto” tuvimos la oportunidad en España de asociarlas siempre a través de una película de culto, Il sorpasso (1962), que en este país se tradujo, creo que de forma equivocada, por La escapada, quitándole la fuerza de la palabra en su país de origen. Esta película, una road movie en estado puro, la dirigió Dino Risi y sus dos protagonistas inolvidables fueron Vittorio Gassman y Jean-Louis Trintignant. Un auténtico «capolavoro», en una bellísima palabra italiana, es decir, una obra maestra. Inolvidable el comentario de Bruno (Gassman) al comienzo de la película y recorriendo Roma con su vehículo en pleno mes de agosto: «Está todo cerrado, Roma parece un cementerio”. Más o menos, el tedio de la vida corriente.

La realidad es que agosto es el mes de una festividad laica en Italia, el ferragosto, en homenaje a la feria de Augusto (Feriae Augusti), una fiesta que comenzó a celebrarse en Roma en el siglo I a.C., el día 15 de este mes, con motivo de la finalización de las tareas en el campo. Me ha traído a mi persona de secreto, como en los famosos “yo me acuerdo” de Brainard en su libro homónimo, la perfecta sincronía entre las dos palabras en el momento actual, comparando la gran lección de aquella película que no dejó indiferente a nadie. ¿Es verdad que se puede producir ahora un sorpasso a este ferragosto simbólico? Intentaré relacionarlo con unas reflexiones que vienen al caso, porque el hilo conductor de la película es un exponente de la misma vida, de una huida hacia adelante que muchas veces llevamos a cabo cuando estamos desorientados, situación en la que llevamos inmersos desde hace bastante tiempo.

En el momento actual, en el que se podría decir sotto voce (en voz baja), en una Sevilla desierta, en el ferragosto de 2021, saliendo a duras penas de una pandemia, con permanentes avisos para navegantes de que la prudencia es la mejor consejera para salir de esta grave epidemia, es necesario reflexionar sobre cualquier ocurrencia de sorpasso sobre lo que está ocurriendo, porque todavía sabemos poco sobre lo que ha pasado y sus consecuencias. Es verdad que imitando a Vittorio Gassman podemos salir una tarde cualquiera en busca de algo trivial para seguir viviendo, encontrarnos que en este mes está casi todo cerrado por vacaciones (algo menos que otros años por la dichosa pandemia) y encontrar almas cándidas que nos ofrecen una solución inmediata a nuestra necesidad. Llamada telefónica, WhatsApp, redes sociales, cualquier oportunidad de salir fuera de nosotros una vez y alejarnos de los confinamientos grabados a fuego en nuestras personas de secreto. Después, podemos acompañar a los dos protagonistas, Bruno Cortona (Vittorio Gassman) y Roberto Mariani (Jean-Louis Trintignant), ocupando una plaza en su Lancia Aurelia B24 Spider, como testigos de cargo de sus aventuras hacia ninguna parte y hasta el fatal sorpasso, al igual que nos puede ocurrir en la vida ordinaria, porque la huida hacia adelante no suele traer nada bueno. En el fondo es el escapismo que vimos tantas veces en Anthony Blake, un profesional de esta suerte de magia.

La película transmite un hilo conductor complejo, centrado en la soledad acompañada que es la peor que uno puede vivir. Son mundos diferentes pero que caminan en paralelo en una aventura de búsqueda de algo que dé sentido a la vida, pero con un condicionante: que ese algo sea en el instante que nosotros elijamos no el que la vida nos ofrezca. Además, aquella película nos enseñó la gran dialéctica de la vida, la separación que se nos presenta a menudo al vivir sin tener en cuenta a los demás, como puede estar pasando ahora con el desprecio a las personas a las que muchos pueden contagiar, por el mero hecho de que unos pocos “tienen derecho a divertirse”, importándoles nada las medidas de seguridad que, de forma tan reiterativa, se transmiten por todos los medios a nuestro alcance. En el fondo es lo mismo que el desprecio a las clases sociales más desfavorecidas que, en este aquí y ahora, puede ser cualquiera, es decir, todavía es peor por el comportamiento de falta de civismo, respeto y solidaridad con las personas susceptibles de contagio, por el mero hecho de hacer ahora lo que me plazca sin miramiento alguno. Bruno Cortona en estado puro.

Un diálogo de la película, escogido por mí, resume bien el sentido metafórico del sorpasso italiano: “Parece que estamos en Inglaterra”, dice Bruno (Trintignant), a lo que contesta Roberto (Gassman): “¿por la campiña? “No, es que viajamos siempre por la izquierda…”, responde finalmente Bruno. Los sorpassi permanentes e imposibles de la película, con el trato vejatorio a las personas y vehículos a los que adelantan los protagonistas, son el reflejo de los adelantamientos innecesarios, peligrosos y suicidas de la vida, en una alocada huida hacia adelante. El principio de realidad debe ser aplicado siempre y Bruno, a pesar de su juventud, lo sabe: “Cada uno de nosotros tiene un recuerdo fallido de la infancia. ¿Sabes por qué siempre decimos que fue la época más hermosa? Porque en realidad ya no la recordamos como era”. Una de las razones para la huida del tedio de la vida con adelantamientos (sorpassi) arriesgados y peligrosos en el caminar diario que, al igual que en esta película de Gassman y Trintignant, pueden tener un final muy triste.

Es verdad. Todas las películas tienen un final (es lo que tienen de malo…), pero la vida sigue siempre dispuesta a ofrecernos miles de oportunidades para creer que todavía es posible ser y estar en el mundo de otra forma, soñando despiertos, porque deseamos cambiar aquello que no nos hace felices, que mina a diario la persona de todos o la de secreto que llevamos dentro. El cine de mi infancia contemplaba siempre descansos pero, cuando soñamos, la vida no se detiene sino que solo esperamos, mientras caminamos, que se cumplan los deseos irrefrenables de alcanzar resultados pretendidos, en el mejor sorpasso jamás soñado. Descansar en agosto es, a veces, despertar a nuevas experiencias de lo que está por venir, donde cualquier parecido con la realidad, a diferencia de lo que ocurre con las películas, no es pura coincidencia, sino el fruto de un sueño realizado, porque es legítimo que así sea. Como en el campo, los sueños realizados son solo para quienes los trabajan, incluso en el ferragosto más próximo, que nos puede permitir, si nos empeñamos en ello, efectuar el mejor sorpasso a lo que verdaderamente no nos gusta y nos hace sufrir a diario.

Una cosa más en este ferragosto. Siempre me gustaron las interpretaciones de Trintignant -no olvido su papel en Il conformista– y después de Il sorpasso, tuve un reencuentro con él en 2019, cuando vi una película suya inolvidable, Los años más bellos de la vida, porque me permitió soñar de nuevo, hacer viajes casi imposibles, utilizar la tecnología para perpetuar los reencuentros a través de un selfi (autofoto), porque da igual casi todo, excepto el amor verdadero: la autoridad, las prohibiciones o la cicatería en el amor. Porque siempre quedará París, antes Roma, recorrido de punta a punta gracias a la cámara de Lelouch en un plano secuencia memorable, que utiliza un corto suyo de ocho minutos (Era una cita) para transmitirnos que el mundo sólo tiene interés hacia adelante cuando respetamos el amor de cada presente, sin necesidad de sorpassi, es decir, adelantamientos sorprendentes e innecesarios. Incluso, como en esta película, en las tinieblas del Alzhéimer, con una banda sonora de fondo gracias a Francis Lai y con los semáforos en rojo de la vida. Sin necesidad de saltárselos o de entrar en calles con dirección prohibida, como vemos en los primeros planos de Il sorpasso. Sobre todo, si alguien nos espera al final de un largo camino y en una cita inolvidable para ser más felices. Al final, sería el mejor sorpasso, en este ferragosto, a la pandemia que nos asola.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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