Sevilla, 15/VIII/2021
Hace ciento treinta años, después de visitar el país de las maravillas, Alicia se metió en un espejo para descubrir el mundo al revés. Si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría con asomarse a la ventana. Al fin del milenio, el mundo al revés está a la vista: es el mundo tal cual es, con la izquierda a la derecha, el ombligo en la espalda y la cabeza en los pies.
Eduardo Galeano, en Patas arriba. La escuela del mundo al revés
El Diccionario de la lengua española (DLE), en la edición del Tricentenario y en su actualización de 2020, define el “negacionismo” como una “actitud que consiste en la negación de determinadas realidades y hechos históricos o naturales relevantes, especialmente el holocausto”. El lema se incorporó en la vigésimo tercera edición, correspondiente a 2014. Aborda una realidad sin paliativos, que sobrevuela todos los días sobre nuestras vidas y que da pavor: la vinculación con un hecho histórico tan lacerante como el exterminio de los judíos por el nazismo, quizás para que se comprenda bien desde su raíz la intrahistoria de este fenómeno tan en boga en este tiempo de pandemia y desafección política. También se utiliza en este ámbito la palabra “negacionista”, como adjetivo y con el siguiente significado: “Perteneciente o relativo al negacionismo. Partidario del negacionismo”.
A mayor abundamiento en la concreción del lema, el Diccionario panhispánico del español jurídico, lo define como término en el ámbito penal como “Delito de odio que comete quien niegue públicamente un delito de genocidio, de lesa humanidad o contra las personas y bienes protegidos en caso de conflicto armado”. El buscador urgente de dudas (Fundéu RAE), explica como extensión del lema en el DLE, que este lema “normalmente se ha empleado en relación con el Holocausto y puede aplicarse también, como extensión de este sentido, a la negación de otros hechos que no son necesariamente históricos, en particular científicos, como ocurre con el cambio climático”.
Aunque efectivamente el término es de uso relativamente reciente, la realidad que transmite es muy antigua, casi como la vida misma, a través de la dialéctica histórica y científica del creacionismo y del evolucionismo. Sé que nos adentramos en terrenos pantanosos pero conviene que hablemos de ello para no seguir participando de silencios cómplices que no ayudan a nadie. También es conveniente que no se asimile el término “negacionista” con el de “negación” a secas, porque la carga ideológica que lleva ser “negacionista” no es lo mismo que “negar” algo sin más, que tiene sobre todo un sesgo psicológico de amplio espectro, es decir, la negación se trata como mecanismo de defensa del yo. Sabemos que las ideologías no son inocentes y el negacionismo como tal actitud tiene un componente grupal sobre todo, más que el de la mera negación que casi siempre es una actitud individual. En este sentido creo que es importante señalar la distinción que establece el antropólogo Didier Fassin (1) entre “negación”, definida como «la observación empírica de que la realidad y la verdad son negados», y “negacionismo”, que él define como «una posición ideológica a través de la cual el sujeto reacciona sistemáticamente contra la realidad y la verdad».
La dialéctica expuesta coopta un nuevo término, denialismo, a tener en cuenta en este preocupante debate, caracterizado por la negación de la realidad y de la verdad porque se convierten en algo incómodo para la conducta humana. Uno de sus mejores exponentes ha sido Edward Skidelsky, académico de filosofía de Universidad de Exeter, ha sugerido que la palabra denial (negación) “puede tener sus orígenes en el antiguo sentido de deny, relativo a rechazar (como cuando el apóstol Pedro negó a Jesús), cuyo antecedente más reciente proviene del sentido freudiano de negar como un rechazo a aceptar una verdad dolorosa o humillante. Escribió: «Una acusación de “negación” es seria, pues implica ya sea deshonestidad deliberada o autoengaño. La cosa negada es, por inferencia, tan obviamente cierta que el negador debe actuar motivado por la perversidad, malicia o ceguera obstinada». Sugiere que, por la introducción de la etiqueta «negacionista» en áreas profundas de debate histórico o científico, «uno de los grandes logros de la Ilustración -la liberación de la investigación científica e histórica del dogma- es silenciosamente revertida», y que debiese ser motivo de preocupación para las personas de mente liberal (2).
En estos días, estamos asistiendo a un espectáculo mundial del negacionismo puro y duro en torno a la pandemia y a la vacunación inherente a ella, así como sobre la realidad inexorable del cambio climático. Es la negación por antonomasia de la realidad científica que además causa graves daños a la Humanidad. Podemos poner muchos ejemplos de la actualidad, pero he escogido una exposición científica divulgativa que me parece aclarar de fondo y forma qué significa en la actualidad el negacionismo que nos asola por tierra, mar y aire. Me refiero a un artículo que publicó Mark Hoofnagle en 2009, doctor en Fisiología por la Universidad de Virginia y experto en denialismo, describiendo el negacionismo como «el empleo de tácticas retóricas para dar la apariencia de argumento o debate legítimo, cuando en realidad no lo hay». Es el proceso que funciona usando una o más de las siguientes cinco tácticas con el fin de mantener la apariencia de una controversia auténtica (3):
1. Teoría de conspiración. Desestimar la información o la observación sugiriendo que los rivales participan en «una conspiración para esconder la verdad».
2. Falacia de evidencia incompleta. Seleccionar un artículo aislado apoyando su idea, o usar artículos obsoletos, defectuosos o desacreditados para hacer parecer la postura opuesta como si estos apoyaran sus ideas en una investigación débil.
3. Expertos falsos. Pagarle a un experto en el campo, o en otra área, para que dé evidencia de apoyo o credibilidad.
4. Cambiar las reglas. Desestimar la evidencia presentada en respuesta a una afirmación en específico, solicitando continuamente otra pieza de evidencia.
5. Otras falacias lógicas. Usualmente, una o más falsas analogías, tales como argumento ad consequentiam (los prejuicios cognitivos), falacia del hombre de paja (nunca se toca el argumento de fondo), o red herrings (maniobras de distracción).
El debate actual en torno a la pandemia y los actos humanos en torno a ella no se debe plantear como ciencia sí o no, en clave negacionista, porque es erróneo y conduce a ninguna parte. El debate se centra en el poder actual de las tecnologías para intervenir en las personas de forma violenta e intrusiva en lo más preciado que tiene, el cerebro, es decir, la sede del comportamiento humano y su forma de actuar ante la pandemia. También en la salud y en la enfermedad. Creo que hay que hacer un esfuerzo en estos días por romper las barreras del conocimiento humano y dejarse llevar por lo que la ciencia nos demuestra a diario y de forma amable y didáctica a través de investigaciones dignas. Es lo que pensábamos en breves palabras cuando esperábamos como agua del calendario completo, la aparición de la vacuna que controlará definitivamente esta pandemia y, todo ello, gracias a la ciencia y frente a sus detractores.
Hay que descubrir urgentemente a los negacionistas de nuevo cuño, que nos rodean a diario. Conocemos sus tácticas y frente a ellos debemos unirnos para defender la verdad del principio de realidad, apoyándonos en las evidencias científicas, como ocurre por ejemplo con el cambio climático. Son peligrosos porque normalmente son un ejército de mediocres, a los que he descrito ya en múltiples ocasiones en este cuaderno digital. Ya sabemos que no es lo mismo negar una verdad, que cargar esta negación de ideología, porque tendrá un significado muy diferente. No lo olvidemos: “negación”, es “la observación empírica de que la realidad y la verdad son negados», y “negacionismo” es «una posición ideológica a través de la cual el sujeto reacciona sistemáticamente contra la realidad y la verdad». No es lo mismo. El negacionismo es un gran aliado del mundo al revés, al que he dedicado una serie en este cuaderno que busca islas desconocidas de felicidad legítima para todos. Recomiendo su lectura, porque el negacionismo encuentra su verdadero caldo de cultivo en su expresión continua en un mundo al revés que suele estar diseñado por los negacionistas de la Vida.
NOTA: la imagen de cabecera se ha recuperado hoy de Consejos para hablar con negacionistas sin perder la razón (rtve.es)
(1) Didier Fassin, When bodies remember: experiences and politics of AIDS in South Africa, Volume 15 of California Series in Public Anthropology, University of California Press, 2007, p. 115.
(2) Skidelsky, Edward (27 de enero de 2010). «Words that think for us: The tyranny of denial»
(3) Mark Hoofnagle (11 de marzo de 2009). «Climate change deniers: failsafe tips on how to spot them». The Guardian.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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