Sevilla, 29/VIII/2021
En medio de tanta confusión con la moda de vestir, los y las “influencers”, campañas publicitarias de cada estación y desfiles de modistos y modistas de todo tipo, así como las grandes tiendas virtuales, he encontrado una historia de Galeano que me ha encantado y que hoy quiero compartir con el resto de buscadores del mundo. Él le puso un título en principio aséptico, El tejedor, aunque todo lo que escribe nunca es inocente. Vean por qué:
“En Oaxaca, en el taller de Remigio Mestas, se aprende que la ropa está viva.
Hay curiosos que se asoman atraídos por la hermosura de los huipiles, los rebozos y los paños, pero ese no es más que el punto de partida de un hondo espacio de encuentro.
Remigio, indio zapoteca, ha organizado un grupo de tejedores de las diversas comunidades mexicanas, que tejiendo recuperan sus raíces y su orgullo:
–La ropa no es un trapo-, dice Remigio, y explica que las ropas de vestir tienen espíritu y trasmiten energía, cuando son nacidas de manos amantes.
–La buena tela te dice: soy tu segunda piel.
Y para comprobar que no miente, basta con tocar cualquiera de sus obras”.
Me he sumergido en el mundo de Remigio, maestro textilero, para conocer con detalle su ingente obra cultural y me he quedado con una idea que repite sin cesar: las personas que tejen la ropa en la Asociación de Hermanos de Hebra, fundada por él, tienen una genética que les hace idear y amar lo que hacen, con proyectos tan interesantes como el denominado “Telares que retoñan”. Hoy he comprendido que, efectivamente, la ropa nunca debería ser considerada como trapos sino como la segunda piel. Valoraríamos entonces qué importancia tiene respetar qué significado tiene, quiénes están detrás de cada ropa que nos ponemos y cómo las etiquetas de fabricación y origen delatan qué está pasando en el mundo de la confección lista para llevar.
He leído la etiqueta de mi camiseta y he visto que está hecha en Myanmar (Birmania). La han fabricado máquinas sin alma, pero con personas que dan a un botón para que en una cadena de producción llegue hasta mi cuerpo, por un miserable salario y en jornadas laborables interminables. No tengo conciencia de su valor humano. Este es el motivo de haber compartido hoy esta historia, para que nos ayude a aprender, de una vez por todas, a comprender que cada cosa que nos ponemos o calzamos deberían ser siempre una segunda piel.

Cuando Remigio Mestas explica que en una tela aparece una balsa, que llevan también unas iniciales, sabe que la ha confeccionado la familia Palafox. Incluso si no lleva estas iniciales, el identificador de la familia desde sus ancestros es la balsa con pescadores. No hace falta nada más. Cuando alguien se pone su ropa sabe que tiene alma y una larga historia familiar detrás. Además, la ropa, los tintes y la confección son artesanales de principio a fin. Esa ropa está hecha por manos amantes, tienen espíritu y transmiten energía. No es lo mismo, no es lo mismo que la realidad de la confección actual. La familia Palafox plasma en sus telas sus protecciones, sus dioses, su medio ambiente, desde hace miles de años. Viven en San Mateo del Mar (Tehuantepec), donde confeccionan auténticas obras de arte. Es impresionante escucharle decir que después de dieciocho años de trabajo en la Hermanos de Hebras, han logrado que el trabajo tenga una remuneración justa, tanto para el artesano como para el consumidor, así como cuidar la calidad en todas las fases de confección de cada pieza. La constancia y lo justo son la clave de su éxito.
Otro mundo por descubrir por nuestra parte es el universo de los colores de sus ropas: “En el Textil Oaxaqueño existen tres colores fundamentales: la grana cochinilla, que se usa en comunidades zapotecas, mixtecas, tacuates; el azul añil, de la familia de la leguminosa, presente en mucha de la indumentaria tradicional del Estado; y el caracol [violeta], que es uno de los colores más importantes en el mundo y en Oaxaca también, sobre todo en la costa chica y en la parte del istmo. El caracol se obtiene de un molusco que hay en los pueblos chontales de huatulco, algunos zapotecos y mixtecos de la costa de Puerto Ángel, y rumbo a Pinotepa Nacional”.
Me despido por hoy de Galeano y de Remigio Mestas, agradeciéndoles que con su compañía haya descubierto de nuevo el valor auténtico de la ropa, el valor de su circulo sostenible y del respeto a la cultura y la dignidad de los pueblos artesanos desde su genética. Ha sido extraordinario entrar hoy en su tienda de la dignidad textil, de su arte, en el centro de Oaxaca, con un nombre de profundo respeto a los antepasados: Los baúles de Juana Cata. Volveré de nuevo para conocer a fondo sus huipiles, rebozos y paños, ropas que dignifican al ser humano de Oaxaca o de cualquier lugar del mundo dónde sus ropas viajan, como segunda piel, hacia alguna parte de la dignidad humana.
NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de El hilo continuo: La conservación de las tradiciones textiles de Oaxaca (d2aohiyo3d3idm.cloudfront.net)
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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