El buscador de historias / 1. Caminantes del mundo

Sevilla, 24/VIII/2021

Que en belleza camine.
Que haya belleza delante de mí
y belleza detrás
y debajo
y encima
y que todo a mi alrededor sea belleza
a lo largo de un camino de belleza
que en belleza acabe.

Eduardo Galeano, Quise, quiero, quisiera, del «Canto de la noche», del pueblo navajo, en «El cazador de historias»

Inicio hoy una nueva serie, El buscador de historias, inspirada en una obra póstuma de Eduardo Galeano, El cazador de historias, que su editorial de cabecera, Siglo XXI, cuidó con él hasta el último detalle, pero sobre la que decidió esperar el mejor momento para publicarla en 2016, dado el delicado estado de salud del escritor que falleció en 2015. Creo que es un auténtico testamento espiritual en el que a través de innumerables historias nos entrega su alma convertida en palabras recogidas en cuatro capítulos de su vida, «Molinos de tiempo», «Los cuentos cuentan», «Prontuario» y «Quise, quiero, quisiera», que agrupan palabras sentidas y sintientes para él y para todos, en un ejemplo de su generosidad literaria y de compromiso activo a través de la palabra. El último, «Quise, quiero, quisiera», corresponde al poema navajo que escogió personalmente para abrochar su obra, con tres tiempos verbales que encierran en sí mismos toda su vida y que he elegido para abrir el largo caminar de estas líneas.

La sinopsis oficial del libro nos deja algunas pistas sobre lo manifestado anteriormente: “El siglo XXI no está resultando ser un gran siglo. Los abusos de un sistema formado por ricos cada vez más ricos y jodidos muy jodidos están a la orden del día. Siguen soñando las pulgas con comprarse un perro y los nadies con salir de pobres. En esta obra, que terminó un año antes de morir, Eduardo Galeano sale a cazar en esa jungla para mostrarnos con crudeza, con humor, con ternura, el mundo en que vivimos, desnudando ciertas realidades que, pese a estar al alcance de la mano, no todos llegan a ver. Pero, como sugiere su título, El cazador de historias devela también al narrador que acecha detrás de todos los relatos. Y así, aunque siempre fue reticente a hablar de sí mismo, Galeano cierra este libro con un puñado de bellas y poderosas historias que sorprenden tanto porque ofrecen pistas de su biografía, de sus años de infancia y juventud, de los primeros viajes por América Latina, de las personas que marcaron su vida y su escritura, como porque expresan sus ideas sobre la muerte. Lejos de cualquier lamento, con el puro impulso de la curiosidad y la imaginación, se pregunta cómo será el final, qué deseos, afectos o necesidades aparecerán entonces. Eduardo Galeano creó una obra que no pasó inadvertida, que culmina con este libro. Varias generaciones la han leído con fruición y seguramente seguirán haciéndolo, porque algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende”.

Con este espíritu que arde en mi vida, inicio esa serie deteniéndome en un relato, Las Estrellas, del que he escogido sus palabras finales, porque representan lo que me ha sucedido a lo largo de la vida, fundamentalmente porque soy un caminante del mundo. Es más, incluso en algunas orillas he decidido iniciar singladuras para buscar islas desconocidas, algo que vengo haciendo en los últimos quince años en este cuaderno de bitácora digital. Nadie mejor que Galeano para hacer este camino o singladura, tanto monta monta tanto, cuando pasado el ecuador de este verano tan especial nos acercamos a una estación que suele inspirar también mi alma de secreto y, a veces, la de todos.

Aquella historia de la tribu Pawnee contada por Galeano, junto al río Platte, un río que baña tres estados americanos, Colorado, Wyoming y Nebraska, permitió descubrir creencias sobre el origen de la vida a través de las estrellas del amanecer y del atardecer, que no son las mismas y cómo al intentar su encuentro la luna les jugó una mala pasada. A pesar de todo siguieron en su empeño, consiguiendo finalmente abrazarse hasta confundirse entre ellas. De ahí nació nuestra historia humana de encuentros, desencuentros y guerras, hasta que un día descubrimos que esa era nuestra tarea diaria, caminar por este mundo hasta conseguir lo que pasó con nuestras estrellas guía. Algo precioso:

A orillas del río Platte, los indios pawnees cuentan el origen.
Jamás de los jamases se cruzaban los caminos de la estrella del atardecer y la estrella del amanecer.
Y quisieron conocerse.
La luna, amable, las acompañó en el camino del encuentro, pero en pleno viaje las arrojó al abismo, y durante varias noches se rio a carcajadas de ese chiste.
Las estrellas no se desalentaron. El deseo les dio fuerzas para trepar desde el fondo del precipicio hasta el alto cielo.
Y allá arriba se abrazaron con tanta fuerza que ya no se sabía quién era quién.
Y de ese abracísimo brotamos nosotros, los caminantes del mundo
.

Los pawnee tienen una historia que conviene conocer con detalle. He leído estos días bastantes reseñas de ellos y he comprobado cómo sufrieron la huella del hombre blanco: “Dicen, y he escuchado de viva voz, que los primeros Pawnees llegados a Oklahoma murieron de melancolía, de la tristeza más profunda de abandonar la tierra que los amamantó, más importante aún, los Hopis, por ejemplo, llegaron a la actual Arizona tras un conjunto de migraciones y quehaceres más que fantásticos y mitológicos. Los Pawnees, rompen la regla. Ellos bajaron de las estrellas, y es a ellas a donde retornan cuando mueren. Cuando Tirawa, dios supremo, decidió ponerlos en la tierra los bajó directamente a lo que hoy en día es Nebraska: su tierra sagrada par excellence. Por ello, cuando partieron hacia esa otra tierra desconocida por mandato y amenaza del gobierno, estaban acongojados al ver que no volverían a su cuna natal. No fue un viaje fácil, sino terrible. Mucha gente iba a pie, otros en tren hacinados como judíos en la Alemania nazi. Mucha gente murió en el trayecto” (1).

Me considero caminante del mundo aunque sé que gran parte de mi recorrido se ilumina por las estrellas, gracias al abrazo que en un momento determinado de la Historia decidieron hacer algo importante en favor del mundo descreído. En este camino, he escogido un libro para orientarme: Cuentos de los indios Pawnee, que he leído atentamente, dedicado a un Jefe Solitario, donde la madre ocupó un papel muy especial en su vida: “Jefe Solitario era hijo del jefe de la banda Kit-ke-kahk’-i. Su padre murió cuando el muchacho era muy niño, apenas de un año de edad. Hasta que fue lo bastante mayor como para ir a la guerra, su madre se ocupó de su manutención cultivando maíz, judías y calabazas. Ella enseñó al muchacho muchas cosas, y le aconsejó acerca de cómo vivir y cómo actuar para tener éxito en la vida: “Cuando llegues a ser un hombre, recuerda que es su ambición la que hace al hombre. Si sales de campaña, no te vuelvas cuando hayas andado parte del camino, sino continúa hasta que llegues a donde te diriges, y entonces regresa. Si yo pudiera vivir para verte hecho un hombre… Quiero que te conviertas en un gran hombre. Quiero que pienses en los duros momentos que hemos atravesado. Ten piedad de la gente que es pobre, porque nosotros también hemos sido pobres y la gente ha tenido piedad de nosotros” (2).

Creo que he comprendido por qué Eduardo Galeano se detuvo a reflexionar sobre la bella historia de las estrellas y su abrazo, contada por los Pawnees. Fundamentalmente, porque de allí nacimos nosotros y porque sé, como él, que “las palabras caminan latiendo” en un mundo que sólo tiene interés hacia adelante, explorando su belleza en un camino que en belleza acabe.

(1) Consideraciones Filosóficas sobre los Pawnee. (mec.es)

(2) Bird Grinnell, George, Cuentos de los indios Pawnee, 1986, Madrid: Miraguano.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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