Sevilla, 26/V/2020
Lo decía ayer el ministro de ciencia e innovación, Pedro Duque, contestando en una entrevista muy interesante a una pregunta que debería estar presente en cualquier cuestionario actual de economía de Estado: “Habla de la escasez de recursos de la ciencia y la investigación, ¿es el momento para revertir esta situación?”, a la que el ministro Duque responde con una proyección que valoro profundamente: “Estoy convencido de que esta es la única decisión inteligente que se puede tomar en cuanto al fomento de la investigación y desarrollo en España. Espero que no haya nadie que no haya entendido que con el doble de innovación podemos pagar las pensiones a medio plazo. La innovación es la base para tener márgenes en las empresas y estar por delante del mercado, y a su vez para que sus trabajadores tengan sueldos cercanos a los que tienen en Centroeuropa, y eso además implica que puedan contribuir a la Seguridad Social y poder pagar las pensiones de nuestros jubilados. No podemos pretender que el sistema de bienestar español pueda ser sostenible si no invertimos en conocimiento e innovación. Las empresas tienen que exportar producto de alto valor añadido, y eso no sale de otro sitio que no sea de la innovación y de la aplicación de la ciencia básica y de la transferencia de conocimiento”.
Creo que un DAFO (análisis de debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades) ultrarrápido de esta epidemia, nos abre un capítulo muy esperanzador en relación con las oportunidades y fortalezas que nos brinda la situación actual de descalabro económico y científico, donde ha quedado clara y manifiesta la dependencia vergonzante de la investigación, innovación y desarrollo en España respecto de otros países, que se ha tenido que buscar fuera para dar respuesta a situaciones extremas en las que, paradójicamente, ha aflorado de forma esplendorosa la inteligencia de un gran sector de profesionales, que estaba oculta y trabajando en muchos casos en áreas de innovación estratégica para el Estado con sueldos miserables y en perpetua economía precaria.
Me ha parecido un gran logro un ejemplo que ya funciona en este país en relación con la Oficina de Compra Pública Innovadora, “un método cercano a los programas aeroespaciales, por el que los poderes públicos compran el primer prototipo de algo prometedor. Esa compra pública de innovación revierte en unos servicios públicos más eficientes, y a la industria le favorece porque le ayuda a dar el último empujón de innovación para la conversión de la idea en un producto. Lo estamos relanzando y estamos creando programas de este tipo que no existían. Se trata de tener un primer cliente ancla, que en este caso es el Estado, que además se beneficia con una propiedad compartida de los derechos generados de propiedad intelectual. Al Estado le costaría un poco menos comprar más de este producto y la empresa puede venderlo con beneficio. Estamos en buen camino, aunque creo que esta crisis tiene que ayudarnos a acelerar esta evolución y que llegue a los Presupuestos generales. Es importante que todo el mundo lo entienda, pero sobre todo que ningún elector achaque a su partido un fallo por utilizar algo de dinero en ciencia e innovación y no a arreglar los problemas de hoy”.
Me detengo en esta experiencia, implantada en nuestro país en 2018, al ser la Compra Pública de Innovación (CPI) una herramienta para fomentar la innovación desde el sector público, concretamente a través de la adquisición de soluciones innovadoras o de soluciones en fase de desarrollo. La Oficina de Compra Pública Innovadora (OCPI), cuyo objetivo es, esencialmente, impulsar la CPI en la modalidad de Compra Pública Precomercial (CPP) se cofinancia a través de los fondos FEDER: “A través de este instrumento, el CDTI [Centro de Desarrollo Tecnológico Industrial] adquirirá servicios de I+D que puedan resultar en prototipos de primeros productos o servicios, en forma de series de prueba, tecnológicamente innovadores y que satisfagan necesidades públicas. El prototipo que en su caso se desarrolle, será cedido a la Administración Pública española que esté interesada en el mismo y pueda proporcionar el entorno real necesario para validar la tecnología propuesta. El prototipo deberá utilizarse exclusivamente para validar tecnología, sin fines comerciales posteriores”. Se puede acceder en su portal web específico a las subvenciones a proyectos de I+D y de Inversión para hacer frente a la emergencia sanitaria declarada por la enfermedad COVID-19, como ejemplo de la inversión científica actual en términos de oportunidades de investigación.
Como un ejemplo vale más que mil palabras, es interesante dar a conocer una experiencia concreta de una empresa sevillana, Airvant Mediciones Ambientales, S.L., que ayer se reunió por videoconferencia con el Ministro Duque, para explicarle el desarrollo de un proyecto, denominado PREVENZAL, financiado por su Ministerio a través del Centro de Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI), empresa pública ya citada y dependiente del Ministerio de Ciencia e Innovación, que generará puestos de trabajo y cotizaciones a la Seguridad Social, beneficiando a los pensionistas de hoy y de mañana, como ejemplo claro de que con ocasión de la pandemia de la COVID-19, se puede innovar y crear un nuevo tejido empresarial en beneficio de todos.
Aprovecho el fondo y forma de esta reflexión como un pequeño homenaje a la visión estratégica de Bill Gates, al cumplirse hoy 25 años de la publicación de un memorándum interno a su empresa (Microsoft), con un título premonitorio, El maremoto Internet, donde detallaba su visión en torno al fenómeno mundial de las tecnologías de la información y comunicación, que se ha hecho viral, nunca mejor dicho, en todos los supuestos que se contemplaban en aquel documento: “Internet es el desarrollo singular más importante que llega después de que el PC de IBM fue presentado en 1981. Es incluso más importante que la llegada de la interfaz gráfica del usuario (GUI) […] Internet es un maremoto. Cambia las reglas”.
El ejemplo de los hiperenlaces, que también los citaba en el documento, es una muestra de ello y al utilizarlos y compartirlos hoy con la Noosfera, he sentido la necesidad de agradecer lo que queda en el fondo y forma de estas palabras que escribo ahora, con la emoción de un usuario de la innovación que, hace ya veinticinco años, determinados científicos pusieron en marcha, con todo su empeño en avanzar y justificar que el mundo solo tiene interés hacia adelante y que la sociedad es una red tupida de relaciones humanas, políticas y comerciales, como bien preconizó el ministro Castells en una publicación estelar, La galaxia Internet (1), en la que irónicamente nos anunciaba algo importante: “Existen malas noticias para los que sólo quieren vivir su vida: si no nos relacionamos con las redes, las redes si se relacionan con nosotros. Mientras queramos seguir viviendo en sociedad, en este tiempo y en este lugar, tenemos que tratar con la sociedad red. Porque vivimos en la galaxia Internet”.
Sinceramente, creo que las propuestas planteadas desde el Ministerio de Ciencia e Innovación garantizan una determinada inversión pública en ciencia, en todas y cada una de sus proyecciones prioritarias que se deben marcar en una estrategia del Estado del Bienestar, pero queda mucho por hacer. El Estado tiene que plantear con urgencia una inversión pública revolucionaria y transformadora en ciencia y tecnología, en sus bases de investigación, innovación y desarrollo, así como en la proyección nacional e internacional de sus resultados. La pandemia ha mostrado las debilidades del Estado en muchos recursos públicos que se han tenido que buscar fuera, generando un gasto insoportable, solo gasto, cuando con una buena previsión e inversión científica se podría haber generado un tejido empresarial innovador, joven, atractivo para estudiantes recién egresados de la Universidad e instituciones científicas del país que ahora, por miles, trabajan fuera de España, en una sangría de conocimiento de la que vamos a tardar muchos años en recuperarnos. No olvidemos las palabras de Manuel Castells: vivimos en una sociedad red llena de oportunidades. Aprovechémoslas. El ejemplo de la empresa sevillana es un claro exponente de que también podemos inventar e innovar nosotros. Los mayores lo agradecemos ya, olvidando el sentido controvertido de la frase de Unamuno, «Que inventen, pues, ellos y nosotros nos aprovecharemos de sus invenciones», porque pensamos que inventando nosotros se beneficiará probablemente el mundo en general y los pensionistas, en particular, en el presente y futuro de este país que envejece por días, una cuestión de Estado que, en beneficio de todo el país, no se debe olvidar ni siquiera un momento.
(1) Castells, Manuel (2001). La Galaxia Internet. Barcelona: Areté.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.