
Sevilla, 27/VIII/2021
Cuando me enfrento hoy al fenómeno de la hoja en blanco en esta serie, recuerdo especialmente a Eduardo Galeano, durante una entrevista en este país, cuando dijo que cada día “intento mirar el universo por el ojo de la cerradura, desde lo pequeñito, lo que puede parecer insignificante. Cada historia es una baldosita cuyo color se incorpora al gran mosaico de la historia que entre todos hacemos cada día, aunque no lo sepamos”. Es la gran misión de los buscadores de historias y el motor que ayuda a localizar y compartir experiencias ajenas que pueden ser útiles en la sociedad de lo inútil. Hoy abordo la historia de cómo Galeano compendió la palabra mágica de nuestros cuentos y juegos infantiles, Abracadabra, que para él era algo más que un simple juego de letras.
Conocí a través de D. Pedro Laín Entralgo, a quien seguí muy de cerca en mis años jóvenes siguiendo las indicaciones de una persona a la que estoy muy agradecido, el profesor Diego Gracia Guillén, una reflexión muy interesante sobre una conmovedora soleá (Soleá de Triana) que había oído cantar cierta noche de San Silvestre y luego enseñó a José Menese, que finaliza así: «Tengo las manos vacías / de tanto dar sin tener; / pero las manos son mías». Me sorprendió, un día ya lejano, encontrar de nuevo estas palabras en un artículo publicado por Eduardo Galeano el 17 de marzo de 2006, en el que rememoraba la celebración del Día del Liberado, en homenaje a los desaparecidos por la dictadura uruguaya en el pasado siglo, ensalzando la memoria de la dignidad y la dignidad de la memoria, con un título que justifica hoy mi búsqueda de historias, Abracadabra, en el que explica lo siguiente: “Tarde o temprano nosotros, caminantes, seremos caminados, caminados por los pasos de después, así como nuestros pasos caminan, ahora, sobre las huellas que otros pasos dejaron. Ahora que los dueños del mundo nos están obligando a arrepentirnos de toda pasión, ahora que tan de moda se ha puesto la vida frígida y mezquina, no viene nada mal recordar aquella palabrita que todos aprendimos en los cuentos de la infancia, abracadabra, la palabra mágica que abría todas las puertas, y recordar que abracadabra significa, en hebreo antiguo: “Envía tu fuego hasta el final”.
Si me detengo precisamente en este discurso, leyéndolo hasta el final y recordando al profesor Laín Entralgo, es porque Galeano tiene también tiene un recuerdo especial hacia Andalucía, en unas emocionantes palabras de aquella soleá preciosa: “Porque en las horas más difíciles, en aquellos tiempos enemigos, en los años de mugre y miedo de la dictadura militar, ellos supieron vivir para darse y se dieron enteros, se dieron sin pedir nada a cambio, como si viviendo cantaran aquella antigua copla andaluza que decía, y dice todavía, y por siempre dice: «Tengo las manos vacías, …pero las manos son mías”. Magnífica referencia a la manera de sentir la vida el pueblo andaluz.
Efectivamente, me consta que Galeano, cada vez que pudo, citó Abracadabra en textos y contextos diferentes. En Los hijos de los días (1), dedica una reflexión profunda sobre el viaje de esta palabra a través de la historia: “En el año 208, Serenus Sammonicus escribió en Roma un libro, Asuntos secretos, donde revelaba sus descubrimientos en el arte de la sanación. Este médico de dos emperadores, poeta, dueño de la mejor biblioteca de su tiempo, proponía, entre otros remedios, un infalible método para evitar la fiebre terciana y espantar la muerte: había que colgarse al pecho una palabra y protegerse con ella noche y día. Era la palabra Abracadabra, que en hebreo antiguo quería decir, y sigue diciendo: Envía tu fuego hasta el final”.
Su amor a esta palabra queda reflejado de nuevo en un discurso que pronunció en el Obelisco de Montevideo, en el cierre de la campaña contra la ley de impunidad, la noche del 20 de octubre de 2009: “Yo suelo invocar una palabra, una palabra mágica, una palabra abrepuertas, que es, quizá, la más universal de todas. Es la palabra abracadabra, que en hebreo antiguo significa: envía tu fuego hasta el final. A modo de homenaje a todos los fuegos caminantes, que van abriendo puertas por los caminos del mundo, la repito ahora: Caminantes de la justicia, portadores del fuego sagrado, ¡abracadabra, compañeros!”.
Galeano me ha llevado de la mano a verificar la verdadera historia de esta palabra acudiendo a la obra de Serenus Sammonicus, en la que aparece por primera vez en documento escrito esta palabra cabalística, Abracadabra, comprobando que se trata de Preceptos Médicos, en la que se dice textualmente en el capítulo LII dedicado a la fiebre terciana que “La fiebre que los griegos llaman hmitritaion [terciana] es más peligrosa. El nombre griego de esta fiebre no se ha traducido al latín, ya sea porque la genialidad de esta lengua se opone a ella, o porque los padres y las madres, por temor a traer mala suerte a sus hijos, no se han atrevido a ponerle un nombre. Escriba en una hoja de papel ABRACADABRA; luego repita esta palabra tantas veces como letras haya en la palabra, pero cada vez quitando una letra, de modo que el conjunto tenga forma de cono. Hecho esto, cuelgue la hoja de papel alrededor del cuello del paciente con un hilo de lino”.
Hoy, leyendo de nuevo a Galeano, he recordado otra estrofa de la Soleá de Triana, que recordó en aquella conmemoración de la libertad en Montevideo, para comprender bien cómo podemos enviar fuego de vida hasta el final de nuestros días, en su interpretación de Abracadabra, en una dialéctica posible para convertirnos en fuegos caminantes en otro mundo posible: “Dos escaleras de vidrio yo llevo en mi corazón / por una suben las penas por otra baja el dolor”, que nos deberían ayudar a ser siempre solidarios y tener las manos vacías de tanto dar sin tener, pero sabiendo siempre que las manos son las nuestras, la tuya y la mía. Abracadabra nos suena hoy como la gran oportunidad de abrir puertas en este mundo hostil, sabiendo también que como “caminantes, seremos caminados, caminados por los pasos de después, así como nuestros pasos caminan, ahora, sobre las huellas que otros pasos dejaron”.
NOTA: La imagen de cabecera figura en una nota a pie de página, en el libro citado, sobre el precepto dedicado a la fiebre terciana, explicando la palabra ABRACADABRA, cuyas letras se podían ordenar de las dos formas. Esta figura se compone principalmente de las letras de la palabra ABRACA, igual que ABRACAX, porque se creía que era el más antiguo de los dioses, siendo ella misma referida como una especie de divinidad (véase en Préceptes médicaux de Serenus Sammonius (texte bilingue) (remacle.org).
(1) Galeano, Eduardo. Los hijos de los días, 2012. Madrid: Siglo XXI de España.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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