
Sevilla, 13/X/2022
En nuestro país se siguen utilizando refranes a diario que reflejan la forma del decir y sentir popular desde hace muchos siglos, expresados como “dichos agudos y sentenciosos de uso común” (DLE, RAE, 2021). Hoy, por el contexto en el que vivimos en la actualidad, en el que se desprecia muchas veces la cultura y la educación en su sentido más profundo, traigo a colación uno que necesitamos recordar por su verdadero significado, que tiene una antigüedad sustancial –Diógenes de Sínope dicen que ya lo utilizaba–, No es la miel para la boca del asno, que lo volví a encontrar un día ya lejano en la lectura de Don Quijote de la Mancha, en un diálogo precioso de Sancho Panza con su mujer, Juana Panza, que no tiene desperdicio (Don Quijote de la Mancha, I, 52). También, porque me solidarizo con él, en su búsqueda de ínsulas (islas) desconocidas junto a Don Quijote porque, al fin y al cabo, es el claro objeto de mi deseo al escribir a diario en este cuaderno digital:
A las nuevas desta venida de don Quijote, acudió la mujer de Sancho Panza, que ya había sabido que había ido con él sirviéndole de escudero, y así como vio a Sancho, lo primero que le preguntó fue que si venía bueno el asno. Sancho respondió que venía mejor que su amo.
—Gracias sean dadas a Dios —replicó ella—, que tanto bien me ha hecho; pero contadme agora, amigo, qué bien habéis sacado de vuestras escuderías. ¿Qué saboyana [faldilla abierta por delante en forma de “V”] me traéis a mí? ¿Qué zapaticos a vuestros hijos?
—No traigo nada deso —dijo Sancho—, mujer mía, aunque traigo otras cosas de más momento y consideración.
—Deso recibo yo mucho gusto —respondió la mujer—. Mostradme esas cosas de más consideración y más momento, amigo mío, que las quiero ver, para que se me alegre este corazón, que tan triste y descontento ha estado en todos los siglos de vuestra ausencia.
—En casa os las mostraré, mujer —dijo Panza—, y por agora estad contenta, que siendo Dios servido de que otra vez salgamos en viaje a buscar aventuras, vos me veréis presto conde, o gobernador de una ínsula, y no de las de por ahí, sino la mejor que pueda hallarse.
—Quiéralo así el cielo, marido mío, que bien lo habemos menester. Mas decidme qué es eso de ínsulas, que no lo entiendo.
—No es la miel para la boca del asno —respondió Sancho—; a su tiempo lo verás, mujer, y aun te admirarás de oírte llamar señoría de todos tus vasallos.
—¿Qué es lo que decís, Sancho, de señorías, ínsulas y vasallos? —respondió Juana Panza, que así se llamaba la mujer de Sancho, aunque no eran parientes, sino porque se usa en la Mancha tomar las mujeres el apellido de sus maridos.
—No te acucies, Juana, por saber todo esto tan apriesa: basta que te digo verdad, y cose la boca. Solo te sabré decir, así de paso, que no hay cosa más gustosa en el mundo que ser un hombre honrado escudero de un caballero andante buscador de aventuras. Bien es verdad que las más que se hallan no salen tan a gusto como el hombre querría, porque, de ciento que se encuentran, las noventa y nueve suelen salir aviesas y torcidas. Sélo yo de expiriencia, porque de algunas he salido manteado y de otras molido; pero, con todo eso, es linda cosa esperar los sucesos atravesando montes, escudriñando selvas, pisando peñas, visitando castillos, alojando en ventas a toda discreción, sin pagar ofrecido sea al diablo el maravedí.
Anteriormente, en los siglos XV y XVI, fue Erasmo de Roterdam quien explicó de forma extraordinaria el significado profundo de la primera acepción de este “adagio”, Asno en ungüento, tomado de su literal griego: Ὄνος ἐν μύρῳ, es decir, un asno en ungüento. Cuando los lujos se usan para aquellos de quienes no son dignos, ni saben usarlos ni se deleitan en ellos. Porque el asno prefiere la hojarasca y el heno al oro o al perfume, por lo cual también tropieza. Hay lugar para este adagio, si alguna vez una persona inculta se topa con los mejores autores, a los que descuida o incluso distorsiona por ignorancia, o si convive con los hombres más eruditos, cuya costumbre no sabe disfrutar ni disfruta en absoluto. Diógenes relata un proverbio”.
Posteriormente, el Diccionario de Autoridades explicaba en siglo XVIII y de forma excelente este refrán (RAE A 1726, pág. 433, 2), que transcribo por su cuidada redacción de respeto a Autoridades Literarias que ya la habían utilizado en sus escritos, con la expresión concreta “No se hizo la miel para la boca del asno”: “Refrán que reprehende a los necios, que ordinariamente se ríen y desprecian las sutilezas y discreciones de los hombres entendidos y sabios: y aprecian y celebran las necedades de los ignorantes, a imitación del asno que deja el panal de miel por comer el cardo”. Asimismo, orienta sobre la raíz latina del refrán, citada anteriormente: Asinus in unguento (asno en ungüento).
El refrán tiene hoy plena actualidad. Basta escuchar a diario a los Opinadores Mayores de Nuestro Reino, donde entran gente de todo tipo e identidad, mediocres en general y políticos ultras sobre todo, para comprender al momento este viejo refrán. Fundamentalmente son personas necias y mediocres, a las que hay que hacer oídos sordos, cuando estamos convencidos de que, efectivamente, no está hecha la miel para el asno, porque ordinariamente se ríen y desprecian las sutilezas y discreciones de las personas que tienen conocimiento leal y verdadero de las cosas, aunque sabemos que solo aprecian y celebran las necedades de los ignorantes, a imitación del asno, que “deja el panal de miel por comer el cardo”.
Continúo con la lectura del Quijote, aunque sólo sea para convencerme de que Sancho Panza fue un escudero fiel, que al volver de sus viajes llenos de sorpresas con Don Quijote, traía cosas de “más momento y consideración” que los regalos de toda la vida, una “saboyana” para Juana, su mujer, o unos “zapaticos” para sus hijos, porque soñaba con ser “presto conde, o gobernador de una ínsula, y no de las de por ahí, sino la mejor que pueda hallarse”, sabiendo que “no hay cosa más gustosa en el mundo que ser un hombre honrado escudero de un caballero andante buscador de aventuras”. Lo que le dolía era la incomprensión de Juana y de la gente que les rodeaban, porque su sueño, a pesar de los contrariedades de la vida y de eso sabía mucho junto al Quijote, “Sélo yo de expiriencia, porque de algunas he salido manteado y de otras molido”, lo concretaba en una frase para la posteridad: “es linda cosa esperar los sucesos atravesando montes, escudriñando selvas, pisando peñas, visitando castillos, alojando en ventas a toda discreción, sin pagar ofrecido sea al diablo el maravedí”.
Es lo que pasa cuando perseguimos sueños, los contamos y se ríen de nosotros. El sueño, por ejemplo, de que otro mundo es posible aunque, aunque comprobemos en nuestra propia carne que, efectivamente, no se hizo la miel para la boca del asno, animal al que, por cierto, Sancho Panza conocía bien y cuidaba con esmero. Volvía de los viajes “mejor que su amo” y todavía resuenan en mi alma de secreto su voz temblorosa al dirigirse a su rucio después de mil batallas perdidas: “[…] llegándose al rucio le abrazó y le dio un beso de paz en la frente, y no sin lágrimas en los ojos le dijo: Venid vos acá, compañero mío y amigo mío y conllevador de mis trabajos y miserias: cuando yo me avenía con vos y no tenía otros pensamientos que los que me daban los cuidados de remendar vuestros aparejos y de sustentar vuestro corpezuelo, dichosas eran mis horas, mis días y mis años; pero después que os dejé y me subí sobre las torres de la ambición y de la soberbia, se me han entrado por el alma adentro mil miserias, mil trabajos y cuatro mil desasosiegos”. Al buen entendedor con pocas palabras basta. Sancho Panza sabía que la miel no estaba hecha para él, pero sí el respeto y el aprecio a la forma de estar el rucio en su vida, para enriquecer sus sueños.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Debe estar conectado para enviar un comentario.