Los Idus del PSOE, según Borrell

IDUS DE OCTUBRE

He leído con prisa existencial el libro que acaba de publicar Josep Borrell, Los Idus de Octubre (1), a quien admiro desde hace muchos años, porque estoy muy pre-ocupado [sic] por lo que pasa en este país y en mi Comunidad Autónoma, Andalucía. Me considero una persona con visión de Estado, de espíritu y obra constitucionalista, porque todo lo que es humano no me es ajeno, a pesar de mis debilidades digitales, que haberlas, haylas. No voy a desvelar aquí el hilo conductor del libro en su fondo y forma, pero sí quiero compartir con la Noosfera más cercana mis impresiones de la lectura del mismo.

Para empezar, admiro la forma didáctica de Borrell para explicar hasta el misterio del Espíritu Santo si se lo propusiera, que ya es decir. Es la primera vez que he comprendido bien el mes de octubre de 2016, mes horribilis donde los haya, que me supuso una fractura en mi persona de secreto y en la de todos en relación con la prensa escrita, concretamente con mi lejanía del periódico El País, por la forma tan chapucera de inclinar la balanza de forma descarada, por la posición que tomó en el conflicto del partido socialista, donde el director no se cortó ni un pelo a la hora de insultar a Pedro Sánchez: “un insensato sin escrúpulos que no duda en destruir el partido”. Ancho y pancho se quedó en su editorial de 1 de octubre de 2016, con esta máxima de almanaque.

Pero lo que verdaderamente me ha gustado de la lectura del libro ha sido el hilo conductor en el abordaje de la crisis histórica de la socialdemocracia que va más allá de las guerras intestinas del partido socialista. Con la maestría que le caracteriza, la Introducción es más larga de lo habitual, pero imprescindible para comprender la quintaesencia del libro. Abordar de forma directa, didáctica repito, asuntos tan cruciales como la realidad política mundial, la socialización de la política, la falta de verdad en el seno del partido socialista en España, las razones de por qué hay que escribir sobre esta situación, que despacha en una frase rotunda: porque obliga a pensar, atreviéndose a decirlo en alta voz a un país que le gusta más la opinión que la teoría crítica (Gustavo Bueno, dixit); las mentiras de la operación Frankenstein, que la explica con detalles casi escabrosos, la necesaria integración de ideas, personas e instituciones [sic], finalizando estas palabras introductorias con el abordaje de la madre de todas las batallas: la crisis mundial de la socialdemocracia más allá de nuestra fronteras también, porque España no es el ombligo del mundo, así como la toma de posición es ante la obligada transformación del mundo que habitamos, en el que la socialdemocracia tendrá que integrar junto a lo económico y social, los recursos naturales que por si no nos hemos dado cuenta todavía se agotan, haciendo que el mundo sufra mucho por esta amenaza silente pero que está ahí.

El capítulo dedicado al relato de la crisis también es muy clarificador por razón de texto y contexto. Es bueno que alguien alce la voz en el seno del partido socialista para decir que el emperador (llámese así hoy al presidente Zapatero), no estuvo a la altura de las circunstancias en los albores de la traída y llevada crisis, es decir, no llevaba puesto ningún traje que representara la auténtica socialdemocracia y acabó alineándose con las exigencias del mercado. Esto es así, por mucho que nos quieran vender otra moto política y ahí está para demostrarlo el cénit del desencanto expresado de forma esplendorosa por el movimiento 15M. Ayuda a comprenderlo bien el relato cronológico de la crisis del PSOE, muy sintético, pero sumamente clarificador.

Mención aparte tiene la contextualización de la crisis narrada anteriormente, que tiene también sus razones de texto y contexto en la cercana Europa y su correlato en España. Dedica un capítulo completo al análisis técnico de lo que le ocurrió al único y primer secretario general del partido, “condicionado y cuestionado” hasta la saciedad en las entrañas directivas del partido, que fue elegido por el voto directo de sus militantes, con un título que no tiene desperdicio y del que no adelanto nada para no caer en los cebos tan típicos de la televisión rosa (o azul, según se mire).

Con la socarronería que caracteriza a Borrell se detiene a explicar en el capítulo 4, una expresión de la sabiduría popular: “nunca digas nunca jamás porque nunca siempre pasa, ni digas hasta siempre porque siempre nunca llega”. Efectivamente, Borrell dice al respecto que “Los “nunca jamás” abundan demasiado, devalúan el valor de los compromisos electorales y desacreditan el ejercicio de la actividad política. Será “nunca” salvo que las circunstancias digan otra cosa. Entonces más vale no decir “nunca”; porque al final los ciudadanos acaban creyendo que, una vez elegidos, los “políticos” hacen los que les da la gana con sus votos”. Comprendo mejor que nunca, aunque comprendamos ahora mejor que nunca algo que experimentó en su propia carne el gran político canadiense Michael Ignatieff, en su frustrada carrera hacia la presidencia de su nación: “Nada te va a causar más problemas en la política que decir la verdad”.

En el capítulo siguiente he leído con curiosidad política de un ciudadano de a pie, lo ocurrido en la semana trágica de autos y que da sentido pleno al título del libro, sin olvidar en ningún momento una frase que pronunció él y que sintetizaba bien lo ocurrido: “Si eso hubiera sido un golpe de Estado, lo habría organizado un sargento chusquero”. Al buen entendedor con pocas palabras basta. La verdad es que me ha entristecido conocer con detalle todo lo ocurrido en esa semana de autos y concretamente el desarrollo esperpéntico del Comité Federal de 1 de octubre, con situaciones surrealistas y poco aleccionadoras para el común de los normales.

Donde me he detenido a leer con interés pleno este libro ha sido en el apartado que dedica a la cuestión catalana y la plurinacionalidad del Estado. Tengo que reconocer que no es fácil comprender bien el alcance del problema actual en Cataluña y creo sinceramente que estas páginas me han ayudado a trazar una línea delgada roja con las meras opiniones que todos los días se ofrecen al mejor postor. Es necesario abordar el problema urgentemente, pero con visión de Estado, donde hay un hilo conductor de imprescindible análisis y consenso: la reforma constitucional en el abordaje de la ordenación y organización de los territorios que componen el mosaico de la nación española. Es muy interesante su lectura y sin que sea obviamente palabra de Dios, sí es una forma de aproximarse con rigor al problema, porque ofrece garantías democráticas y sin mezcla de interés partidista alguno. Ponernos de acuerdo en qué entendemos por “nación” se convierte así en un asunto de Estado y la revisión constitucional al respecto es el auténtico camino para resolver la situación actual en la que nos encontramos.

Estoy de acuerdo con Borrell cuando al finalizar el libro se enfrenta a la famosa pregunta que ha traspasado los siglos: ¿qué hacer? En este caso, con la socialdemocracia en la situación actual. Plantea cinco retos siguiendo la doctrina de Alain Bergounioux, en La revue socialiste: construcción de nuevos compromisos para regular los conflictos sociales, la sostenibilidad del desarrollo y su integración en todas las políticas sociales, las políticas socialdemócratas no pueden ser eficaces sin una dimensión europea, resolver el problema de las identidades nacionales y, en quinto lugar, adaptar la organización de los partidos socialistas a la innegable debilidad y puesta en cuestión de las democracias representativas.

Para terminar este breve análisis, desde la perspectiva de un ciudadano que milita política y exclusivamente en el compromiso social diario que acoge el Club de las Personas Dignas, he comprendido bien las dificultades para resolver un conflicto ad hominem en el que se situó el partido socialista obrero español desde comienzos de 2016, en un trilema [sic] del que no era posible escapar salvo que se pidiera ayuda a Antony Blake, uno de los mejores escapistas de España: liderar la hipotética formación de un Gobierno alternativo al del PP, dejarle gobernar en minoría o provocar las terceras elecciones. Se resolvió en los IDUS de octubre: la abstención para facilitar el Gobierno de Rajoy, porque… el No era finalmente un Sí.

Y concluye con un aserto impecable: hace falta aplicar el principio de realidad ante la situación actual de la socialdemocracia, pero hay que ser audaces ante un futuro desconocido, con dos grandes vectores de transformación: la digitalización económica y social, que comparto plenamente por oficio y beneficio, así como la lucha contra el cambio climático que según los de siempre parece solo capricho de Al Gore y sus secuaces. Si no se abordan con urgencia, las desigualdades seguirán creciendo y los pescadores de ríos revueltos seguirán haciendo su año completo sin compasión alguna. Incluidos los que están cerca de idus de octubre de 2016 y sus consecuencias, que analiza didácticamente Borrell.

Es bueno leer libros como este, porque ayudan a comprender qué pasa en España, sobre todo porque no sabemos lo que nos pasa, tal y como expresaba de forma muy lúcida José Ortega y Gasset en Esquema de las crisis, que luego formó parte de su curso En torno a Galileo, de 1933: “No sabemos lo que nos pasa, y esto es precisamente lo que nos pasa, no saber lo que nos pasa”. Para que no lo olvidemos, ni siquiera un momento.

Sevilla, 15/V/2017

(1) Borrell Fontelles, Josep (2017). Los idus de octubre. Madrid: LOS LIBROS DE LA CATARATA.

Ciberataques y tecnologías de doble uso

Estamos viviendo unas horas difíciles en el mundo digital por los ciberataques de los últimos días. Los detractores de las tecnologías digitales quieren hacer su mayo recordándonos a los tecnófilos la célebre frase de Al Gore: ya lo habíamos avisado. Es verdad que estamos ante un escenario sobrecogedor por el impacto mediático, tampoco inocente, que ha tenido el ciberataque global de rasonware, en el que España ha sufrido un daño importante en algunas empresas de presencia internacional.

Tampoco hay que minimizar el impacto desde un punto de vista policial, tal y como ha manifestado en las últimas horas el director de la Europol: “ataque sin precedentes” hasta ahora por el alcance que ha tenido, en localizaciones tan sensibles como la de los hospitales británicos afectados.

Es verdad todo lo expuesto anteriormente, pero hay que analizar algo muy importante en lo que he tenido siempre un foco gerencial: la gestión de riesgos digitales. Nuestro país es muy dado a acordarse de Santa Bárbara solo cuando truena. Lo he vivido durante muchos años como administrador público en el Sistema Sanitario Público de Andalucía y muchas veces hablar de la gerencia de riesgos era como clamar en el desierto. El riesgo digital es hoy día uno más, pero nada despreciable, porque en cuestión de segundos y si no hay una gestión estratégica corporativa de amplio espectro, se puede dar al traste con años de gestión adecuada, con una pérdida de datos verdaderamente calamitosa. Hablo de gestión del riesgo antecedente, corporativa, con dimensión estratégica y no de gestión del riesgo consecuente, un problema en el que cada unidad directiva o centro de gestión pública tiene que buscarse la vida como pueda.

Lo viví de forma muy preocupante en mi etapa como Director General de Política Digital en la Junta de Andalucía, casi como una obsesión. La gestión de riesgos digitales nunca puede ser una decisión en relación con la gestión de la demanda de los más preocupados o interesados en este problema, sino una oferta garantizada de carácter estratégico, corporativo y sin exclusión alguna. Hablar de centros de gestión de redundancia, gestión de la recuperación y, sobre todo, de la gestión del riesgo antecedente, en alta disponibilidad, en todos los frentes técnicos que existen, es una responsabilidad pública ineludible. La gestión del riesgo antecedente nunca es cara, es obligada, una inversión en definitiva y con retorno seguro. Lo caro es quedarse quieto ante estos actos recordatorios de lo que un día puede pasarnos, sin exclusión alguna, si no estamos preparados y en estado de alerta permanente ante ciberataques de amplio espectro como el que acabamos de sufrir en organizaciones muy conocidas del país.

Sabemos desde el comienzo de la revolución digital que las tecnologías son siempre de doble uso. Muchas veces lo he explicado en este blog, con ejemplos clarificadores y con reflexiones desde la perspectiva de administrador público en el ámbito general y digital. Estoy convencido que los ordenadores, el software y el hardware inventados por el cerebro humano, es decir, el conjunto de tecnologías informáticas que son el corazón de las máquinas que preocupan y mucho a Nicholas Carr, por ejemplo, de forma legítima y bien fundamentada, permiten hoy creer que llegará un día en este “siglo del cerebro”, no mucho más tarde, en que sabremos cómo funciona cada milésima de segundo, y descubriremos que somos más listos que los propios programas informáticos que usamos a diario en las máquinas que nos rodean, porque estoy convencido de que la inteligencia digital desarrolla sobre todo la capacidad y habilidad de las personas para resolver problemas utilizando los sistemas y tecnologías de la información y comunicación cuando están al servicio de la ciudadanía, sobre todo cuando seamos capaces de dar respuesta desde la gestión de riesgos digitales a la dialéctica infernal del doble uso de la informática, es decir, la utilización de los descubrimientos electrónicos para tiempos de guerra y no de paz, como en el caso de los drones o de la fabricación de los chips que paradójicamente se usan lo mismo para la consola PlayStation que para los misiles Tomahawk. Ese es el principal reto de la inteligencia.

El problema enunciado de lo que ha ocurrido con el ciberataque global del viernes pasado no es sólo de corte tecnológico, sino más bien humano, en el pleno sentido del término, siendo conveniente analizarlo en profundidad, porque no está tan lejos de nosotros, de nuestro país, de nuestra Administración, de nuestras casas, de nuestros perfiles digitales. En un contexto de efectos incalculables, quiero reforzar hoy más que nunca la teoría crítica digital de que las tecnologías y las comunicaciones tienen que planificarse y gestionarse de forma estratégica y con carácter prioritario en la Administración Pública, como garantía de un Estado de derecho y constitucional en relación con la relación que establecen los ciudadanos con cualquier Administración Pública, porque la condición humana, simbolizada en hackers, crackers y demás figuras antológicas, o en cualquier funcionario desencantado como en el caso de Wikileaks, puede entregar a intereses espurios, más o menos oscuros, la quintaesencia de las personas, su confidencialidad o la privacidad del Estado de derecho. Así de claro.

Pero ¿cómo ponemos puertas al campo digital? Desde hace muchos años, vengo defendiendo la necesidad de gestionar los riesgos digitales desde una vertiente muy profesionalizada en la Administración Pública. En 2000, en una presentación que llevé a cabo en las Jornadas de Informática Sanitaria de Andalucía, partía de un análisis que ya había lanzado al mundo Nicholas Negroponte y que hoy cobra especial actualidad: “La próxima década será testigo de un sinnúmero de casos de abusos de los derechos de propiedad intelectual y de invasión de nuestra intimidad. Habrá vandalismo digital, piratería del software y robo de información” (El mundo digital). Y allí planteé que se pueden adoptar dos decisiones estratégicas al respecto: la primera, la propugnada ya por Groucho Marx en Una noche en la ópera, cuando vende una póliza a un maletero del barco, que no cubre nada…, en una escena hilarante que siempre perdió fuerza ante la del camarote. Es decir, la cobertura del riesgo consecuente, como actitud tan castiza en España, a la que hacía alusión anteriormente: sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, doblando el papel de la póliza que cubre algún riesgo y olvidándonos de su gestión proactiva:

– O.B. DRIFTWOOD (Groucho Marx): Fíjese en ese guardabarros, está completamente abollado. Tendrá que pagarlo, amigo. ¿Qué número tiene usted?, ¡el 32, eh…! ¿Está asegurado? ¿Que si tiene seguro?
– C.: No señor
– O.B. DRIFTWOOD (G.M.): Es usted el hombre al que andaba buscando. Llevo aquí una póliza que le protegerá contra todo accidente imprevisto. Por ejemplo, pierde una pierna y nosotros le ayudamos a encontrarla y solo le costará… ¿Qué lleva usted ahí? ¡un dólar!, ¡suya es la póliza!

La segunda, la profesionalización de la planificación estratégica de la política y gestión de riesgos digitales, como dos escenarios que tienen que estar esencialmente diferenciados y que están obligatoriamente obligados a entenderse. La gestión de riesgos digitales es una función especializada dentro de la Administración Pública que tiene como objetivo gestionar globalmente la protección de los Sistemas y Tecnologías de la Información y Comunicación, en su relación con los ciudadanos y en aplicación estricta de los marcos legales actualmente establecidos. Además, los criterios clave de selección para el modelo organizativo a aplicar se pueden sintetizar en que todas las funciones se tienen que centralizar estratégicamente en el Estado (Esquema Nacional de Seguridad), agrupando responsabilidades orientadas a procesos, en la aplicación práctica descentralizada en cada Comunidad Autónoma, Diputación y Municipio, y con una gestión estratégica bajo el concepto de “Separación de Responsabilidades” (“Separation of Duties – quien administra/gestiona no opera”).

¿Estaremos ya viviendo la plenitud de una nueva ciencia de la inestabilidad, del riesgo, en el marco científico que ya expuso en su tiempo Ilya Prigogine, Premio Nobel de Química en 1977? Es el saber de la persona instruida lo que la libera, mediante la gestión del conocimiento, lo que permite desdramatizar las planificaciones, programaciones, ejecuciones y evaluaciones de la organización llamada Administración o empresa, porque vivimos en un mundo contingente, caótico, inseguro, cambiante, complejo, inestable e incierto, es decir, en un universo de riesgo, tanto en azar como en necesidad. La inteligencia creadora es la que da forma al saber, es decir, damos un voto de confianza al ser humano frente a los factores y medios de producción tradicionales. El capital y la producción, no son la quintaesencia de las organizaciones. Queda una gran tarea en la Administración Pública, que pasa indefectiblemente por crear una nueva cultura directiva y organizativa ante el riesgo de azar y de no-azar, de la protección de datos de carácter personal, o quizá también reinventando la propia Gerencia de Riesgos, a través de un nuevo paradigma científico, estando muy atentos al discurso mundial que se abre en la actual incertidumbre y ante la necesidad de no estar ajenos a la realidad del año actual y venideros. Los seres humanos seguimos siendo los propios gestores de nuestro futuro, con la ayuda de las nuevas tecnologías: el saber, hoy, sigue siendo el único recurso significativo (Drucker).

El esperpento de la inteligencia americana, que tanto sabe de riesgos digitales, por lo que ocurrió en Wikileaks en 2010 como ejemplo vergonzante, que solo se puede entender en la clave anteriormente expuesta, es una lección histórica para aprender de errores. Y para no volver a cometerlos en lugares más cercanos de lo que muchas veces creemos. A Groucho, solo deberíamos recordarlo por su excepcional sentido del humor inteligente. No por su sentido práctico y muy extendido, más lo que parece, de cobertura del riesgo antecedente y consecuente mediante acciones que no sirven para nada. Como su famosa póliza de un dólar. Gestionando el riesgo digital, sobre todo, por medio de políticas públicas digitales que gestionen directivos y empleados públicos forjados en ética pública digital, no solo transfiriendo esta responsabilidad de Estado a programas informáticos muy sofisticados y máquinas complejas. Otra vez más, no confundiendo, como todo necio, valor y precio.

Sevilla, 14/V/2017

Los que vamos en patera

PATERA

1. A veces, falta mar para recoger a todos los que se tiran del barco…
2. A veces, falta barco para recoger a todos los que se tiran a ese mar…

Aforismos

Hace muchos años decidimos tres amigos embarcar en una patera de aspecto clandestino, camino de la barra de La Punta del Moral (Ayamonte), acompañados por marineros avezados y una perra, Cañaílla, que ladraba a los cuatro vientos como ahuyentando aquellos espíritus que adivinábamos a babor y estribor. Las instrucciones eran precisas: todos de pie, en fila india, en el centro de la frágil patera y sin movernos. Todos en silencio, excepto la perrilla, en una cáscara de nuez sin quilla. Lo que sucedió después fue una aventura que no he olvidado nunca, que todavía mantengo viva en mi memoria de desván.

En tiempos de pensamiento único, deserciones políticas, corrupción, desencanto con casi todo lo que se mueve, justificaciones imposibles, desafección del compromiso social y mala prensa del sector público, es fácil iniciar conversaciones en las que los que piensan de forma diametralmente opuesta a nuestras convicciones suelen rematar la faena dialógica diciendo con sonrisa sarcástica algo que me enerva: al fin y al cabo, da igual lo que estamos discutiendo porque estamos diciendo lo mismo. Por si había alguna duda sobre este aserto tan vano, agregan un estrambote final más impresentable todavía: es que todos vamos en el mismo barco.

No. Hay que huir como de la peste de las personas que opinan de esta forma con maniobras envolventes, querulantes, para agregarnos al Club de los Tibios e Indignos, que todos los días fletan barcos de desencanto y conformismo, porque no soportan verte en la cola del Club que está siempre enfrente: el de las Personas Dignas, siempre abierto, sobre todo para los que navegan en patera, en mares sociales procelosos y no suelen tirarse al mar cuando la sociedad en general va a la deriva.

Estamos viviendo en un mundo con una clamorosa ausencia de valores y, sobre todo, de ética, tal y como lo aprendí de un maestro en el pleno sentido de la palabra, el profesor López Aranguren, cuando la definía como el «suelo firme de la existencia o la razón que justifica todos los actos humanos», que tantas veces he abordado en este blog. Estas razones nos obligan a dejar los supuestos puertos seguros y comenzar a navegar para intentar descubrir islas desconocidas que nos permitan nuevas formas de ser y estar en el mundo. Navegamos en mares procelosos de corrupción y desencanto, en los que cunde el mal ejemplo de abandonar el barco metafórico de la dignidad, con la tentación de que el mundo se pare para bajarnos o arrojarnos directamente al otro mar de la presunta tranquilidad y seguridad existencial. Se constata a veces, en esa situación, que falta ya mar para acoger a todos los que se tiran a él, un mar repleto de desertores de la dignidad.

Todos no vamos en el mismo barco de la indignidad, del desencanto, de los silencios cómplices, del conformismo feroz, del capitalismo salvaje, de la desafección social. Eso no es así ni lo admito con carácter general, porque todos no somos iguales: unos van en magníficos yates y otros, la mayoría, en pateras.

Es probable que a estas pateras éticas y llenas de dignidad y esperanza, que tienen suelo firme pero no quilla, como la cascara de una nuez, no suban nunca quienes no están interesados en que el mundo mejore, porque los poderes fácticos que dirigen y protegen la maquinaria de la guerra en cualquier lugar del mundo, el terrorismo de cualquier cuño, así como a los tristemente famosos hombres vestidos de negro, deciden desde hace ya mucho tiempo el funcionamiento y los altibajos del ecosistema económico, financiero y ético mundial, desde un rascacielos en Manhattan, a través de portátiles y teléfonos inteligentes. Ellos viajan en barcos privados, en cruceros del mal, que no surcan nunca estos mares de patera, para ellos procelosos.

Lo que detesto también es el abandono de la lucha en situaciones difíciles, como las que estamos atravesando ahora, en las que aquellos que estaban a veces con los que deseamos estos cambios urgentes en las políticas mundiales, europeas y nacionales, se arrojan a un mar en el que cada vez hay menos sitio, porque dicen que ésto no tiene remedio. Lo paradójico es que cuando se avance en la búsqueda de soluciones surcando mares diferentes que posibiliten otro mundo mejor, falte ya sitio o barco, según se mire, para recoger a los que en tiempos revueltos se tiraron al mar porque nunca quisieron buscar otras alternativas a este mundo que no nos gusta.

Es cuando tiene sentido seguir viajando en las pateras éticas que hacen singladuras difíciles y comprometidas con la sociedad que menos tiene, con un cuaderno de derrota (en lenguaje del mar) que lleva a localizar las islas desconocidas que tanto amaba Jose Saramago: si no salimos de nosotros mismos, nunca nos encontraremos. Lo importante es viajar hacia alguna parte, buscándonos a nosotros mismos y, a veces, en compañía de algunas y algunos, los más próximos y cercanos. Al fin y al cabo, tal y como finalizaba su cuento de la isla desconocida, buscando siempre puertas de compromiso más que las de regalos o peticiones sin causa, viajando en pateras de dignidad.

Sevilla, 13/V/2017

NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de: http://valencianews.es/wp-content/uploads/2014/09/patera-vacia.jpg

Lo que le pasa a la gente

No conocen ni a su padre cuando pierden el control,
ni recuerdan que en el mundo hay niños.
Nos niegan a todos el pan y la sal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.

Juan Manuel Serrat, Algo personal

Vivimos momentos muy difíciles para saber lo que nos pasa y seguro que no es solo algo personal. Dependemos mucho de la información masiva que se lanza todos los días sobre nuestra vida, a través de los medios de comunicación, como si se tratara de un avance en toda regla de la División Acorazada Guzmán el Bueno. Siempre recuerdo una frase que leí en 2014 a Juan Cruz, periodista que admiro, que decía algo muy clarificador en estos tiempos que, más que correr, vuelan: “el periodismo no está en crisis, está en crisis la industria que lo hace posible. Periodismo es, aún, lo que dijo Eugenio Scalfari, el fundador de La Repubblica de Roma, en una frase ante estudiantes españoles en la Escuela de EL PAÍS: “Periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente”.

Efectivamente, esperamos conocer la verdad de lo que pasa en la vida de todos, no en la de secreto, a través de los profesionales dignos del periodismo, que también existen y que dicen con objetividad lo que nos pasa, para que lo entendamos de la mejor forma posible. Los atenienses contemporáneos de Platón corrían todos los días hacia el areópago, ávidos siempre de la última noticia, aunque tenían un principio de confianza, envidiable hoy, que consistía en que sabían a ciencia cierta que todo lo que allí se anunciaba y comentaba era verdad (alétheia, en estado puro). Habían aprendido de Parménides, a distinguir la verdad de la simple opinión.

Atravesamos momentos de desconcierto mundial por la posverdad, verdaderamente lamentables, porque quienes propagan noticias que falsean lo que le pasa a la gente, están convencidos de antemano que poseen la verdad absoluta desde su medio de comunicación convertido en una maquinaria de mercado que paga al mejor postor, importándoles un bledo el gran aserto de Machado sobre la búsqueda ávida de la verdad en el areópago de la vida: ¿Tú verdad? No, la verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela. No digamos el de Parménides: Es justo que lo aprendas todo, tanto el corazón imperturbable de la persuasiva verdad como las opiniones de los mortales, en las cuales no hay creencia verdadera (Sobre la Naturaleza).

Les aseguro que esta reflexión no es solo algo personal, sino un aviso para periodistas navegantes: creo que le pasa a más gente.

Sevilla, 12/V/2017

Es verdad: la mujer mueve el mundo

Hoy se han entregado en Sevilla las medallas de oro de la Cruz Roja y la Media Luna, con un lema explícito, no inocente, «Mujer, compromiso y solidaridad», que se entregan a personas que luchan todos los días por la igualdad de las mujeres. Este año se han otorgado a la periodista Rosa María Calaf, Rafael del Río Sendino, ex Presidente de Cáritas Española, Excmo. Colegio Oficial de Enfermería de Sevilla; Asociación de Mujeres Jurístas Senegalesas, Sole Giménez, cantante; Ana Bella, de la Fundación Ana Bella; Elena Barraquer, Vicepresidenta y Directora Ejecutiva de la Fundación Barraquer y a Isabel García Salguero, diseñadora con síndrome de Down, por su esfuerzo, compromiso social y labor solidaria.

Más allá de la ceremonia de entrega de medallas, que al igual que la música militar «nunca me supo levantar», he conocido que el acto lo ha cerrado la cantante Sole, con una canción conmovedora, La mujer que mueve el mundo, dedicada a su madre. La he escuchado con un profundo respeto, tal y como como lo hice el primer día que la conocí a través de Presuntos Implicados. Hoy, a través de personas como Sole y sus compañeros del acto, Manifiestamente Implicados en luchar por un mundo diferente, en el que la mujer es una gran protagonista siempre. Porque lo mueve…, sin bajarse nunca de él.

Sinceramente, gracias por recordárnoslo.

Sevilla, 11/V/2017

Stefan Zweig visita de nuevo Sevilla

“Aquí se puede ser feliz”. Así se expresaba Stefan Zweig en su visita a Sevilla en 1905, cuando comenzaba a despertar el siglo XX. Leo con atención las páginas dedicadas a esta ciudad en un libro suyo muy interesante, De viaje II: Francia, España, Argelia e Italia (1), escritas por un joven de veinticuatro años, buscando rincones que ya conocía por la obra de Mozart, pensando que la barbería de Fígaro iba a devolverle la comprensión de la relación de Don Juan y Carmen. Me acompaña un “momento estelar de la humanidad” que sobrecogió a Zweig, la resurrección de Händel a través de su obra magna “El Mesías”, que escucho con atención reverencial. Quizá me ayude a comprender bien y en toda su extensión esa frase rotunda de Zweig, «aquí [en Sevilla] se puede ser feliz», tras una experiencia de juventud en esta ciudad.

El escritor austriaco ha vuelto ahora a esta ciudad como protagonista de una película, Stefan Zweig: Adiós a Europa, en la que se resaltan episodios que justifican el dolor por el exilio a Sudamérica debido al sentimiento de fracaso de Europa, aun creyendo firmemente en ella, dominada por la ideología nazi que le lleva finalmente a la decisión del suicidio como única salida a su desgarrador exilio ideológico interior. Es una película conmovedora que deja al espectador la gran tarea de componer el puzle inhumano de Zweig, que retrata con desgarro y calculada frialdad. Salvando lo que haya que salvar, Europa está atravesando otra vez una encrucijada histórica en la que movimientos de extrema derecha están cobrando un protagonismo sospechoso, ante el fracaso de la denominada izquierda organizada en torno a la socialdemocracia y con la llegada de partidos antisistema que también desean ocupar espacio político en el rescate de este viejo continente. ¿Adiós a Europa otra vez?

Es por esta razón que deseo recordar a Zweig y agradecerle su visita a esta ciudad en la primavera de 1905 y ahora, en la de 2017, con esta película de culto que afortunadamente ha entrado en el circuito de distribución comercial para público de amplio espectro. He vuelto a leer sus reflexiones del viaje a Sevilla y deseo compartir algunas semblanzas que deberían ayudarnos a comprender mejor a este controvertido autor, ahora rescatado por un programa en Be Mad, dirigido por Mercedes Milá y que lleva el sello de Zweig, Convénzeme.

Hace ciento doce años, comenzaba el autor austriaco sus apuntes sobre esta sacrosanta ciudad con una expresión que probablemente mantenga todavía hoy su vigencia: “Hay ciudades en las que nunca se está por primera vez. Deambulas por sus calles desconocidas y sientes como si de todos los rincones te acudieran los recuerdos, te llamaran voces amigas. Su rostro -porque las ciudades puedes ser como las personas: tristes y viejas, risueñas y jóvenes, amenazadoras y gráciles, dulces y afligidas- te suena de una ciudad hermana, o de una imagen, de un libro, de una canción. Y Sevilla es así”. Y nos une a Salzburgo, a Mozart, declarando a ambas «ciudades gemelas». Cuando avanza en este hermanamiento (que alguna vez habría que honrar), aborda una cuestión dolorosa en la historia de Sevilla: “La vida parece tener aquí un ritmo más veloz, y las personas la sangre más viva; en ningún lugar hay más estómagos hambrientos que en Andalucía y, aun así, Sevilla brilla con su portentoso colorido, resplandece de alegría y nos saluda con miles de banderas. Aquí se puede ser feliz”. Una reflexión que bordea los típicos tópicos de esta ciudad pero que resuena todavía en mayo de 2017, cuando sabemos que Andalucía es una de las cinco regiones españolas que está entre las diez con mayor paro en la Unión Europea.

Después de una incursión sobre las dos Españas, de Norte y Sur, que no tiene desperdicio, se adentra en lo que sabe que le une en Sevilla a su alma mozartiana: “Vamos primero en busca de la jovial barbería de Fígaro, suspirando por identificar, entre las numerosísimas casitas centelleantes, aquella en la que tuvo Don Juan esa encantadora y enrevesada aventura que nos relata Lord Byron en su poema. Aquí entona Fígaro sus cancioncillas, se oye a Carmen tararear sus habaneras, el arte ha repartido por estas calles sus símbolos más alegres, calles por las que ya trotó en su día el ingenioso hidalgo Don Quijote a lomos de su dócil Rocinante […] Sevilla no es el símbolo de España, pero sí su sonrisa”.

Recuerda también el paso por la civilización árabe en Andalucía, en esta ciudad, de la que aprendimos “el arte de vivir”. Más allá de los grandes edificios, Zweig se detiene a detallar una realidad del legado árabe: las casas y su distribución exterior e interior, con la incorporación sevillana de ventanas y balcones “rompiendo las paredes cerradas de los árabes”, llenando de luz las estancias. Fachadas de colores claros, puertas (abiertas, a falta de recelo y desconfianza), pasillos con azulejos, patios, flores, fuentes, “incluso en la judería», cerca de la casa natal de Murillo. Se adentra en un análisis de las mujeres en fiestas de primavera en Sevilla, que como las flores tienen algo así como su belleza efímera, deslumbrado por la gracia en la forma de bailar flamenco: “El baile es aquí lo que siempre ha de ser: un arte que surge de forma natural de la gracilidad del cuerpo, de sus movimientos, de sus gestos de deseo, de la excitación que produce el ritmo; no es un arte limitado al juego de piernas, sino que busca el placer y la alegría de ir trazando líneas, la flexibilidad y el cimbreo, un arte que trata de desarrollar todas las formas de belleza a que puede aspirar el cuerpo humano”.

Finaliza su semblanza recordando que, junto a este ambiente festivo, Sevilla, como sonrisa de España, esconde un pasado lleno de sobriedad y grandeza. Habla de forma breve de su Semana Santa y dedica unas palabras hermosas a la panorámica que ofrece la ciudad desde lo alto de la Giralda: “Al contemplar tamaña riqueza cromática se entiende bien que Velázquez y Murillo sean hijos de esta ciudad, pregoneros eternos de su belleza, de la misma manera que los dramas de Lope de Vega han dado testimonio de su historia, y los músicos han sabido expresar su jovialidad”.

Era justo dedicar este pequeño homenaje a Zweig y agradecerle simbólicamente sus visitas a Sevilla, pasando por el túnel del tiempo de ciento doce años encerrados en tres siglos tan diferentes, porque para él era una ciudad que ofrecía muchas cosas: “el disfrute de una vida llena de colorido, el ritmo vivo que marca los acontecimientos y ese allegro que revela una felicidad profunda”. Él comprende también la vanidad de Sevilla, porque quien no la ha visto, no ha visto lo maravillosa que es y no es capaz de reprochársela porque: “¿no es una maravilla el hecho de que los hombres y el destino trabajen juntos durante siglos para construir una ciudad, y al final resulte una sonrisa en el rostro de la vida?».

Entendiendo así la persona de secreto de Zweig en Salzburgo y Sevilla, ¡ojalá pudiéramos decir -hoy y siempre- lo mismo de Europa, a la que tanto quiso y que un día ya lejano en el tiempo le tuvo que decir adiós!

Sevilla, 6/V/2017

(1) Zweig, Stefan (2015). De viaje II: Francia, España, Argelia e Italia. Madrid: Sequitur.

Gustavo Dudamel levanta su voz

GUSTAVO DUDAMEL1

El director de orquesta venezolano Gustavo Dudamel publicó ayer en sus redes sociales un comunicado, que transcribo a continuación, conmovido por la muerte de un miembro del Sistema Nacional de Orquestas de Venezuela, Armando Cañizales Carrillo, violinista de 17 años, que recibió un tiro en la cabeza, convirtiéndose en la víctima número 34 en los últimos días de represión en su país:

Mi vida entera la he dedicado a la música y al arte como forma de transformar las sociedades. Levanto mi voz en contra de la violencia y la represión. Nada puede justificar el derramamiento de sangre. Ya basta de desatender el justo clamor de un pueblo sofocado por una intolerable crisis. Históricamente el pueblo venezolano ha sido un pueblo luchador pero jamás violento.

Para que la democracia sea sana debe haber respeto y entendimiento verdadero. La democracia no puede estar construida a la medida de un gobierno particular porque dejaría de ser democracia. El ejercicio democrático implica escuchar la voz de la mayoría, como baluarte último de la verdad social. Ninguna ideología puede ir más allá del bien común. La política se debe hacer desde la consciencia y en el más absoluto respeto a la constitucionalidad, adaptándose a una sociedad joven que, como la venezolana, tiene el derecho a reinventarse y rehacerse en el sano e inobjetable contrapeso democrático.

Los venezolanos están desesperados por su derecho inalienable al bienestar y a la satisfacción de sus más básicas necesidades. Las únicas armas que se le puede entregar a un pueblo son las herramientas para forjar su porvenir: instrumentos musicales, pinceles, libros; en fin, los más altos valores del espíritu humano: el bien, la verdad y la belleza.

Hago un llamado urgente al Presidente de la República y al gobierno nacional a que se rectifique y escuche la voz del pueblo venezolano. Los tiempos no pueden estar marcados por la sangre de nuestra gente. Debemos a nuestros jóvenes un mundo esperanzador, un país en el que se pueda caminar libremente en el disentimiento, en el respeto, en la tolerancia, en el diálogo y en el que los sueños tengan cabida para construir la Venezuela que todos anhelamos.

Es el momento de escuchar a la gente: Ya basta.

gustavo-dudamel

Como ciudadano del mundo diferente, me uno a este momento de dolor de Dudamel, que representa a la mayoría del pueblo venezolano que desea vivir en paz. Como alumno de violín en una Escuela de Música en Sevilla, me entristece la muerte de este joven músico venezolano, perteneciente a una orquesta modélica que solo ha llevado la paz al mundo que la ha querido escuchar. Mi pequeño homenaje en el tiempo consistirá en seguir aprendiendo como él a tocar el violín, un instrumento frágil que muestra la levedad del ser porque, como se recordaba en el periodo barroco, la música siempre es «compañera en la alegría y consuelo en el dolor» (Musica laetitiae comes, medicina dolorum).

Sevilla, 5/V/2017

NOTA: la imagen de Gustavo Dudamel se recuperó el 29/XII/2016 de http://www.solkes.com/gustavo-dudamel-the-orchestra-director-that-makes-berlin-talk/

Mar Vaquero, figura no oculta en la NASA

Hay hombres y [mujeres] que luchan un día y son buenos, otros [y otras] luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero están los [hombres y mujeres] que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles

Adaptado de un texto de Bertolt Brecht en Elogio a los combatientes

He conocido hoy una experiencia apasionante en la vida profesional de Mar Vaquero, ingeniera de control de trayectoria de la sonda Cassini de la NASA (1). Recomiendo la lectura completa de este artículo, porque es ejemplarizante. En los tiempos modernos y convulsos que vivimos en nuestro país y en nuestra Comunidad, con el drama galopante del paro, he recordado las palabras del cardiólogo Valentín Fuster, también residente durante muchos años en América, que pronunció en 2013 durante una visita a España: “Yo puedo estar hablando todo el rato del desastre que hay en España. Pero igual podemos sacar unos minutos para saber si algo funciona…” o lo que es lo mismo, puedo estar hablando todo el rato del desastre que hay en Andalucía, pero igual podemos sacar unos minutos para saber si algo funciona…. Y comprobaremos que es verdad, que funcionan muchas cosas que aparentemente son de otro mundo pero que gracias a una española contribuimos a dignificar el país en la meca de la ciencia.

La aventura espacial en la que colabora Mar Vaquero tiene fecha de caducidad, el 11 de septiembre de 2017, fecha en la que Cassini realizará su último acercamiento a Titán: “Pasará a 118.745 kilómetros de la luna, una distancia suficiente como para que su gravedad desvíe su rumbo hacia la atmósfera de Saturno, a la que llegará cuatro días después, y todo si usar los motores, explica Vaquero. Se espera que pueda transmitir datos a la Tierra durante uno o dos minutos antes de quedar destrozada”. Lo sorprendente es que el día después, “Vaquero comenzará a trabajar en su próximo proyecto: diseñar la ruta más eficiente para llevar un robot de exploración a la superficie de Europa, la luna de Júpiter donde también es posible que haya vida extraterrestre”. Es un ejemplo vivo de que el mundo sólo tiene interés hacia adelante.

No quería dejar pasar sin pena ni gloria esta noticia, una realidad positiva extraordinaria de la que se debe hablar, en un mar proceloso de situaciones sangrantes a escala mundial, además con especial énfasis en este país después de días de corrupción y desasosiego político en la estabilidad democrática que tanto necesitamos defender. Obviamente, Mar Vaquero es una bocanada de aire fresco para reflexionar qué significa el esfuerzo personal y la emigración de la inteligencia científica española más allá de nuestras fronteras y con escasa probabilidades de que regresen personas que como Mar aportan tanto a la humanidad.

Afortunadamente, Mar Vaquero ya no es una figura oculta en la NASA, sino una profesional imprescindible, en el sentido que utilizaba Bertolt Brecht en Elogio a los combatientes, tal y como lo comentaba en un artículo reciente sobre la película Figuras ocultas, excelente, trayéndome a la memoria de secreto la vida de personas que están en el anonimato más terco y que son imprescindibles ocultos gracias a su inteligencia y a su conciencia de clase. Recuerdo que en la película se resaltaba el papel estelar de tres mujeres afroamericanas, Katherine Johnson, Dorothy Vaughan y Mary Jackson, que fueron pioneras en el mundo aeroespacial, gracias a su inteligencia matemática y a su conciencia de clase. Impecable en su trama, que desarrolla un guion basado en hechos reales. Las tres protagonistas trabajaron en la división segregada de cálculo en el área oeste de Langley Research Center (NASA). Gracias a los cálculos matemáticos de Katherine Johnson, el coronel John Glenn se convirtió en el primer astronauta norteamericano en hacer una órbita completa de la Tierra. Dorothy Vaughan consiguió ser la primera supervisora de los servicios de IBM en la Agencia y Mary Jackson fue la primera mujer en ser ingeniera aeroespacial de Estados Unidos.

Cuando te recuerdan esta realidad histórica ejemplarizante, tomamos conciencia del valor de los talentos ocultos, que protagonizan las realidades positivas que defendía Valentín Fuster y que están muchas veces muy cerca de nosotros. Ha llegado el momento de hacerlos visibles, porque además los necesitamos para cambiar el mundo que, como se demuestra en la película, siempre es posible. En este caso, porque el parecido de las inteligencias imprescindibles con la realidad expuesta en la película y en la experiencia de Mar Vaquero, pasando por el túnel del tiempo, no es pura coincidencia.

Sevilla, I/V/2017

(1) http://elpais.com/elpais/2017/04/28/ciencia/1493398662_665692.html