Retrato del Dr. Haustein, pintado por Christian Schad, en Berlín, 1928 / Museo Thyssen-Bornemisza. © VEGAP, Madrid.
[…] Miedo a la noche sin pastillas para dormir y a la mañana sin pastillas para despertar. Miedo a la soledad y miedo a la multitud. Miedo a lo que fue. Miedo a lo que será. Miedo de morir. Miedo de vivir.
Eduardo Galeano, El miedo global
Sevilla, 21/X/2022
Hay profesionales de difundir miedo, de pintarlo siempre sobre fondo negro, utilizando lenguaje apocalíptico sobre todo lo que sucede a nuestro alrededor, entendiendo ese miedo como la verdadera angustia por un riesgo o daño real o imaginario y el recelo que sentimos por lo que nos puede suceder, como algo contrario a lo que deseamos. Estos “profesionales de meter miedo” suelen ser personas tóxicas o tosigosas, da lo mismo, como ya he explicado con detalle en este cuaderno digital y su característica principal es que están instalados en la mediocridad, en todas sus manifestaciones posibles, porque extender el miedo como una capa fina de aceite les llena de orgullo y satisfacción. Contra peor esté todo, mejor para ellos, más beneficio sacan desgraciadamente de personas que se atemorizan por palabras vacías y huecas, aunque suenen a apocalipsis mundial. Lo que más miedo da es cuando esta deleznable acción la llevan a cabo políticos de derechas y ultraderechas cavernícolas, desde determinadas bancadas del Congreso de los Diputados o del Senado, da igual, porque ellos torean en cualquier plaza ya que, por cierto, manejan muy bien el lenguaje taurino con capa y espada.
En este contexto traigo a colación un Curso-Cápsula sobre “Pintar el miedo” que impartirá a partir del 4 de noviembre próximo la profesora Elisa Sopeña en el Museo Thyssen-Bornemisza, el Museo de Todos, según su eslogan, que “se convierte en un lugar encantado y oscuro con este nuevo Curso Cápsula en el que se pretende desenmascarar el lado más tenebroso de una selección de obras maestras de los siglos XVI al XX. El curso se divide en tres sesiones durante las cuales se analizan los cuadros de la colección alternando leyendas del pasado con inquietantes y perturbadoras narraciones más cercanas en el tiempo, en las que nos esperan brujas, fantasmas, antiguas mansiones, espíritus errantes o asesinos célebres”. Sospecho que algo tendrá que ver la próxima celebración de la fiesta de Halloween, que nos han traído los americanos, aquellos de Bienvenido Mr. Marshall, donde solo nos falta gritar a los cuatro vientos una frase mítica de aquella película, Viva el tronío de ese gran pueblo con poderío. Soy respetuoso con las tradiciones y sé que la noche de Halloween o de la Víspera de Todos los Santos, es una de ellas, con diversas inspiraciones culturales, celta y católica, como principales raíces históricas, pero la mercadotecnia se apodera rápidamente de estas celebraciones milenarias y las transforman en una maquinaria implacable de hacer dinero, nada más. España no lo vivía así, aunque Galicia y Asturias tengan reminiscencias importantes de este tipo de celebraciones, que tienen para ellos su sentido. El miedo también se convierte en mercancía y eso es lo que me da más miedo.
Si he citado el Curso del Thyssen es porque en la convocatoria figura un cuadro enigmático, que no he parado de contemplar desde que lo vi anunciado. Se trata del Retrato del Dr. Haustein, pintado por Christian Schad en 1928, que según la ficha técnica del Museo “El Retrato del Dr. Haustein, que pintó en Berlín en 1928, es una potente imagen del prestigioso dermatólogo judío, especialista en enfermedades venéreas. En 1928, a su llegada a la capital alemana, Schad fue introducido por su amigo el periodista Félix Bryk en el célebre salón político-literario de los Haustein, convertido en un prestigioso centro de reunión de las más destacadas personalidades del momento, y que era recordado por el pintor por su «atmósfera de libertad sin prejuicios, tanto intelectual como erótica, típica del Berlín de los años veinte». Pintado con una pincelada minuciosa bajo el influjo del estilo de Rafael, en este inquietante retrato Hans Haustein aparece sujetando con el brazo contra su pecho uno de los instrumentos de su oficio, un detalle que, si bien podría resultar insignificante, cobra un protagonismo muy especial y añade una nota de misterio adicional que atrae de inmediato nuestra atención. El modelo ocupa la mitad inferior de la composición para dejar espacio a una misteriosa sombra que se proyecta sobre la pared del fondo del cuadro y que no pertenece a Haustein. Según el testimonio del propio Schad, esta sombra de una figura femenina fumando, que nos recuerda a las sombras del cine expresionista, pertenecía a Sonja, una modelo de la que se había enamorado Haustein. A la vista de los acontecimientos que se sucedieron, la sombra pintada por Schad se convierte en una premonición del oscuro y trágico futuro del matrimonio Haustein. Su mujer Friedel terminaría cometiendo suicidio a causa de la infidelidad de su marido y el propio Dr. Haustein también se quitaría la vida con cianuro al ser detenido por la Gestapo en 1933”.
La premonición del fascismo está en la expresión. ojos y manos del Dr. Haustein, junto con la sombra citada. Veo el miedo metido en su cuerpo y sobre todo la imagen enigmática del fondo del cuadro, que es el fondo de nuestras vidas en la actualidad ante los que difunden continuamente miedo y desesperanza sobre todo lo que se mueve en nuestro país. Son mediocres de profesión y lo repito hoy de nuevo hasta la saciedad: lo que representan sólo es mediocridad de mediocridades, porque (casi) todo es mediocridad. Lo que proclaman estos agoreros mayores de su reino, es de calidad media, tirando a malo, como nos enseña nuestro Diccionario de la Lengua, pero está de moda. Lo digo una y mil veces: los mediocres que operan el miedo están haciendo de cada día su día, su mes, su año, de forma silenciosa. Al igual que Diógenes de Sínope, tendremos que coger una linterna ética y gritar a los cuatro vientos ¡buscamos personas dignas y honestas, no mediocres! Es probable que los mediocres y profesionales del miedo salgan huyendo porque no soportan dignidad alguna que les pueda hacer sombra, si es que alguna vez tuvieron cuerpo presente de altura de miras, que no es el caso. Ni de los que los eligen para puestos claves en la sociedad. ¿Qué quiere decir esto? Que entre tibios, hacedores de miedo, mediocres y tristes anda el juego mundial de dirigir la vida a todos los niveles, nuestro país incluido, con especial afectación en determinados partidos que nos representan. Cuando los mediocres se instalan en nuestras vidas, en nuestra política o en nuestro trabajo diario, hay que salir corriendo porque no hay nada peor que una persona mediocre con poder equivocado, además triste y tibia, sin dignidad alguna, que azuza el miedo continuamente. Pero es necesario estar orientados y correr hacia alguna parte, hacia la dignidad en todas y cada una de sus posibles manifestaciones. Es la mejor forma de luchar contra la lacra social del miedo instaurado por mediocres y la mediocridad que los acompaña siempre, convirtiéndose casi sin darnos cuenta en sus indignos representantes, porque intentan invadirnos por tierra, mar y aire, sin compasión alguna. Cada vez tenemos menos tiempo para descubrirlos, aunar voluntades para ocupar su sitio y, de forma celular, boca a boca, recuperar tejido crítico social para crear nuevos liderazgos de esperanza en nuestro país, tan dañado en la actualidad y que tanto los necesita.
Lo que de verdad temo es tener miedo a perder la libertad, no el que aprendí de Erich Fromm, en su precioso libreo El miedo a la libertad, que guardo en mi clínica del alma, sobre todo en un texto introductorio de este libro, presentado bajo el epígrafe de “El discurso de Dios al hombre”, que corresponde a la Oratio de hominis dignitate, un texto de Giovanni Pico della Mirandola (1463-1494) que recoge en las 900 Tesis (Conclusiones Filosóficas Cabalistas y Teológicas) que presentó a la Iglesia de Roma en 1486, en las que buscaba una confluencia sincrética entre diversas creencias y postulados religiosos de la época, con una trazabilidad importante de filósofos y teólogos latinos y árabes. Es importante conocer este contexto histórico, que le costó finalmente la excomunión al poner al hombre (como ser humano primigenio) en un puesto muy importante en la vida humana gracias a su libertad. Tras este breve análisis, comprendo mucho mejor por qué Fromm lo eligió como texto introductorio de su libro, de su miedo personal a la libertad y por qué ha pasado a la posteridad como el Manifiesto del Renacimiento:
“No te di, Adán, ni un puesto determinado ni un aspecto propio ni función alguna que te fuera peculiar, con el fin de que aquel puesto, aquel aspecto, aquella función por los que te decidieras, los obtengas y conserves según tu deseo y designio. La naturaleza limitada de los otros se halla determinada por las leyes que yo he dictado. La tuya, tú mismo la determinarás sin estar limitado por barrera ninguna, por tu propia voluntad, en cuyas manos te he confiado. Te puse en el centro del mundo con el fin de que pudieras observar desde allí todo lo que existe en el mundo. No te hice ni celestial ni terrenal, ni mortal ni inmortal, con el fin de que —casi libre y soberano artífice de ti mismo— te plasmaras y te esculpieras en la forma que te hubieras elegido. Podrás degenerar hacia las cosas inferiores que son los brutos; podrás —de acuerdo con la decisión de tu voluntad— regenerarte hacia las cosas superiores que son divinas”.
Igualmente, tengo miedo a no comprender bien qué quiso exponer Eduardo Galeano en su declaración del miedo global (1), fundamentalmente porque en él se dice algo verdaderamente sobrecogedor y porque reconozco que lo que está pasando y estamos viendo en Ucrania da miedo, sintetizado en uno de sus versos: Las armas tienen miedo a la falta de guerra y un corolario anterior: Los militares tienen miedo a la falta de armas, porque la realidad es que estamos viviendo en un mundo al revés presidido por el miedo interesado que muchos meten en nuestras vidas:
Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo.
Y los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo.
Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida.
Los automovilistas tienen miedo a caminar y los peatones tienen miedo de ser atropellados.
La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir.
Los civiles tienen miedo a los militares. Los militares tienen miedo a la falta de armas.
Las armas tienen miedo a la falta de guerra.
Es el tiempo del miedo.
Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo.
Miedo a los ladrones y miedo a la policía.
Miedo a la puerta sin cerradura.
Al tiempo sin relojes.
Al niño sin televisión.
Miedo a la noche sin pastillas para dormir y a la mañana sin pastillas para despertar.
Miedo a la soledad y miedo a la multitud.
Miedo a lo que fue.
Miedo a lo que será.
Miedo de morir.
Miedo de vivir.
Lo más trágico que dice Galeano es tener “miedo de vivir”. Es verdad que en su ocaso actual la democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir. Hoy he decidido no tenerlo y escribir esta reflexión contemplando el cuadro del Dr. Hauser que, en sí mismo, encierra el miedo de soñar y vivir despiertos, retratándolo a la perfección para que no lo olvidemos ni siquiera un momento.
(1) Eduardo Galeano, Patas arriba. La escuela del mundo al revés, 1998. Madrid: Siglo XXI Editores de España.
NOTA: la imagen, descargada desde el Museo Thyssen, cumple las normas actuales de utilización y difusión no comercial de la misma.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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