Una quincena especial / 8. El Sur pregunta a la Ciencia

SOLEA DE LA CIENCIA

Sevilla, 22/III/2020, Día Octavo

Todos queremos saber, con prisa existencial, cómo están los avances en la investigación del coronavirus y la mejor forma de atacarlo con prevención y vacunas. El Ministro de Ciencia, en su comparecencia del pasado viernes aclaró muchas cosas y pudimos conocer que España está en un proceso de investigación muy avanzado y en perfecta sintonía con la investigación europea y mundial al respecto. La ciencia resolverá el gravísimo problema actual y he recordado cómo el Sur, donde vivo, puede hacer preguntas a la ciencia a través de su expresión genuina del flamenco sabio y popular y de una soleá preciosa cantada por Enrique Morente, Soleá de la ciencia, que publicó en una obra emblemática en su discografía bajo el título de Morente sueña la Alhambra, de la que transcribo la letra y su versión original a continuación, como homenaje a un poeta de la vida corriente, cantor de los atardeceres y de la hora malva de Granada, una hora muy querida por Gabriel García Márquez. Él, que amaba el flamenco, decía que cuando El Lebrijano cantaba «se mojaba el agua».

La soleá cantada por Morente es un reflejo fiel de lo que supone la dialéctica del conocimiento de base y el de laboratorio, de la prisa existencial que tenemos por solucionar la atención urgente al coronavirus, mirándole a la cara y pidiendo a la ciencia, tan presumida ella, que comprenda cómo estamos sufriendo sus efectos hasta que nos dé la mejor respuesta.

Presumes que eres la ciencia
Yo no lo comprendo así
Porque siendo tú la ciencia
No me has comprendido a mí

Sale el sol y da en el cristal
Cuando no quebranta el vidrio
¿Qué es lo que va a quebrantar?

Los pajarillos y yo
Nos levantamos a un tiempo
Ellos le cantan al alba
Y yo alegro mis sentimientos

Para qué tanto llover
Mis ojitos tengo secos
De sembrar y no coger

Dicen los estudiosos que este palo, la soleá, debió originarse durante el primer tercio del siglo XIX, para acompañar el baile por jaleos, aunque con posterioridad se convirtió en cante para escuchar, hasta llegar a ser considerado uno de los pilares básicos del flamenco. ¿Soleá: soledad o poner al sol? Las letras tocan muchos temas, desde lo intranscendente a lo trágico. Destacan las alusiones a la vida, el amor y la muerte. En rigor, no debe hablarse de la soleá, sino del cante por soleá, o por soleares, dada la cantidad de variantes y matices que posee. Lo importante hoy, en el contexto que lo escribo, es ilusionarnos con el saber compartido sobre la esencia de este palo: interpretar los puntos cardinales de la existencia, la vida, el amor y la muerte, desde la inteligencia del Sur, con la capacidad de hacer preguntas a la ciencia como solo Morente sabía cantarlo con quejío en nombre de Andalucía.

Mario Benedetti nos recuerda también que, en estos días de confinamiento («cada uno en su escondite»), de soleares (soledades) y de preguntas a la ciencia, tenemos muchas cosas que decir a los cuatro vientos desde Andalucía, para «alegrar nuestros sentimientos»: “[…] pero aquí abajo abajo [sic] / cada uno en su escondite / hay hombres y mujeres / que saben a qué asirse / aprovechando el sol / y también los eclipses / apartando lo inútil / y usando lo que sirve / con su fe veterana / [porque] el Sur también existe”. Escuchando una vez más a Morente cómo pregunta a la ciencia en su soleá del Sur, de Granada, de su Andalucía Universal.

NOTA: la canción forma parte del disco Morente sueña la Alhambra. Letra y Música: Popular, adaptadas por Enrique Morente. Voz: Enrique Morente. Guitarra: Tomatito. Producido por: Enrique Morente. Tomatito aparece por cortesía de Universal Music Spain, SL.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.

Una quincena especial / 7. Por el cristal de la vida

ERICH LESSING

Sevilla, 21/III/2020, Dia Séptimo

Abro mi cuaderno digital en este séptimo día de confinamiento y me encuentro de nuevo con el fenómeno de la hoja en blanco. Repaso las páginas escritas y me detengo concretamente en una muy querida, como fuente de inspiración, en unas palabras dedicadas al color de la vida, en las que exponía que todo depende del color del cristal con el que se mire cada momento de la vida. Recuerdo siempre la puerta de acceso al patio interior de la Casa-Museo de Juan Ramón Jiménez, en Moguer (Huelva), resaltando la imagen de la cancela que dejaba pasar la luz por unos cristales de color amarillo, pintando los objetos de su casa con ese color, que inspiró un libro precioso y bastante desconocido en nuestro país, Por el cristal amarillo. También recuerdo, como hecho simbólico, la insignificancia de ese cristal en la isla de los ciegos al color, que magistralmente describió Oliver Sacks en un libro que leo con frecuencia y que lleva ese nombre descriptivo.

Me refiero al color del cristal de la vida como una metáfora que se enriquece con la lectura del libro citado, La isla de los ciegos al color, que en un momento de mi vida me aproximó a su investigación de cómo determinadas personas aprenden a vivir con su enfermedad, la acromatopsia, hasta alcanzar un mimetismo asombroso con ella, porque sufren ceguera del color que no les permite agregar color a la óptica de sus vidas. Todo se ve siempre de color gris en dos islas de la Micronesia, Pingelap y Pohnpei, donde se concentra esta enfermedad, que permiten “experimentos de la naturaleza, lugares benditos y malditos por su singularidad geográfica, que albergan formas de vida únicas”, en frase del propio Sacks.

Creo que comprendí bien el trasfondo de su libro, cuando contemplé en una ocasión una foto en blanco y negro del fotógrafo Erich Lessing en pleno rodaje de la película “Sonrisas y lágrimas”, que guardo en mi caja de sueños nº 1 y que he recuperado en estos días de confinamiento: “La vida de cada una, de cada uno, que es lo más parecido a una película en blanco y negro, con la acromatopsia ética que corresponda, permite descansos, para recuperar esos momentos que tanto nos reconfortan y que nos devuelven felicidad. Pero también sabemos que la dialéctica de las sonrisas y las lágrimas permite apartarnos junto a una pared de la vida personal e intransferible, sentir el abrazo de los que nos quieren, aunque inmediatamente nos llamen mediante megafonía para seguir rodando, viviendo en definitiva, en la filmación jamás contada. Esa es la auténtica obra maestra, el extraordinario guion que está detrás, que nos entrega Lessing con la instantánea asociada de su cámara cerebral”.

Hoy, un día después del paso del invierno a la primavera y recordando a Saks de nuevo, pienso que un poema de Ángel González, Ciegos, escrito en el contexto de los otoños e inviernos en nuestras vidas, extiende geográficamente, por todo el mundo, la posibilidad de cambiar el cristal por el que se puede contemplar la maravilla de esta primavera recién nacida, sin acromatopsia alguna, porque en momentos de turbación por el coronavirus no olvido que también existe color, luz, música y vida. 

¿Ciego a qué?
No a la luz:
a la vida.

¿Sordo a qué?
No al sonido:
a la música.
Abre los ojos,
oye:
nada ve,
nada escucha.

Como si al mundo entero
una nevada súbita
lo hubiese recubierto
de silencio y blancura.

NOTA: La imagen es una fotografía de Erich Lessing, que hizo a Julie Andrews en un descanso del rodaje de “Sonrisas y Lágrimas”, que me regalaron en formato postal el 31 de octubre de 2009, en la Sala de Exposiciones del Teatro de Aracena (Huelva), en una muestra dedicada a este fotógrafo de renombre mundial.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.

Una quincena especial / 6. Propongo compartir nuestro empeño 

Propongo compartir lo que es mi empeño
Y el empeño de muchos que se afanan
Propongo, en fin, tu entrega apasionada
Cual si fuera a cumplir mi último sueño

Pablo Milanés, Proposiciones

Sevilla, 20/III/2020, Día Sexto

Hemos llegado al sexto día del confinamiento con el síndrome que he llamado en muchas ocasiones «de Errol Flynn». Los más antiguos del mundo digital saben que me refiero ahora, en el contexto del coronavirus, a que tengo que poner nombre a Todo Esto Que Me Rodea, que debo identificar bien, avanzando en desfiladeros existenciales que están situados en zona comanche permanente, pero sin la valentía e intrepidez aprendidas en mi niñez rediviva del General Custer o Errol Flynn (tanto monta, monta tanto), en los que de manera arrogante y sin despeinarse, con la botonadura reluciente y sin una mota de polvo en su traje y botas de montar, avanzaba este último con su Séptimo de Caballería para deshacerse de Caballo Loco (el coronavirus actual) o Víctor Mature (otra vez, tanto monta, monta tanto), sabiendo, eso sí, que al final del desfiladero podía estar siempre Olivia de Havilland (Beth) para fundirse en un abrazo eterno y casto, como si no pasara nada, que arrancaba aplausos eternos en el patio de butacas del Cinema Paradíso de mi infancia. Lo de menos era ya el final desastroso de la película, de cuyo nombre no quiero acordarme, en un país necesitado de escenas edulcoradas y de cartón piedra.

La vida es una película que forma parte de la filmoteca particular, que nunca tiene problema de espacio de almacenamiento gracias al maravilloso funcionamiento del cerebro. Además, con la particularidad de que es gratis total (hasta cierto punto, porque el coste anímico y existencial suele salir caro para muchas personas, probablemente para todos). Es lo que nos diferencia del mercantilismo de los necios, porque no confundimos valor y precio. Decía Mario Benedetti que “cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas”. Es verdad, de pronto cambió todo el coronavirus… Ocurre casi a diario porque nacemos sin una guía de cómo ser curiosos y saber hacer proposiciones que nos llenen el alma para vivir dignamente, fuera de toda duda, para ser felices, instalados en la utilidad de lo que muchos llaman vida inútil, pero que son siempre respuestas necesarias, baratas y al alcance de la mano: soñar despiertos, amar con locura y ser dignos con la disponibilidad de los bienes naturales y públicos que están a nuestro alcance.

El confinamiento puede ser un tiempo propicio para las proposiciones dignas y honestas, ante un mundo que rodeado por este enemigo real, de nombre galáctico, llamado Covid-19, pregunta tanto y sin cesar en un síndrome de los porqué de un Niño Peter Pan siempre redivivo. Creo que la disponibilidad de un tiempo para pensar nos permite recurrir a algo que olvidamos a diario y que puede ser un incentivo para ser más felices: olvidarnos de las respuestas que no nos gustan en la forma actual de ser y estar en el mundo, proponiendo ideas y cosas útiles para todos e instalarnos por una vez en el terreno de las proposiciones. Según la Real Academia Española, proponer es “manifestar con razones algo para conocimiento de alguien, o para inducirle a adoptarlo”, aunque el Diccionario de Autoridades da un sentido al lema «proponer» de especial relevancia: «representar o hacer presente con razones a uno alguna cosa, para que llegue a su noticia, o para inducirle a hacer lo que desea». Impecable propuesta cuando deseamos que el bien se haga difusivo de sí mismo para todos.

Recuerdo que Pablo Milanés lo sintetizó muy bien en una canción muy corta, Proposiciones, porque lo bueno, si breve, dos veces bueno. Pensando en la letra de aquella canción, no hacen falta ya muchas palabras para compartir este empeño de compartir ilusión por cambiar ahora lo que no nos hace felices, por mucho que el mercado se empeñe en convencernos que la felicidad es tener y no ser. Es más fácil estar atentos a disfrutar esta jornada, sin ir más lejos, en un curso acelerado de respeto al carpe diem,inquietando el gusto de los demás a través de los sentidos, compartir mensajes que entusiasmen a los demás, sobre todo a los que están más cerca, lanzándonos por caminos y veredas virtuales ahora anunciando que otro mundo es posible, porque la primavera y el verano llegan siempre, de forma puntual y con sus cosas, haciendo nuestro el crisol de esta morada.

Lo he manifestado varias veces en hojas sueltas de este cuaderno digital: necesitamos declarar las proposiciones decentes para avanzar en una sociedad más justa para todos. Ese es mi empeño. Escuchamos ahora todos los días noticias que reflejan un mundo atacado por el coronavirus en búsqueda permanente de soluciones inmediatas que no existen. Faltan proposiciones compartidas para aunar esfuerzos y voluntades a través del amor y el sufrimiento, como aquellos habitantes ejemplares de Santa María de Iquique, de los que aprendí tanto al escuchar atentamente su proposición a unos mensajeros de nombre araucano, Quilapayún, que no olvido.

Son cosas del confinamiento, de las proposiciones dignas y de la necesidad de compartir nuestros empeños, escuchando atentamente a Milanés en su estrofa final, compartiendo nuestros empeños individuales y colectivos cual si fuéramos a cumplir el último sueño.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.

Una quincena especial / 5. José fue un buen compañero 

EL RECIEN NACIDO-LA TOUR
Georges de La Tour, El recién nacido (1648, óleo sobre lienzo, 76 x 91 cm, Museo de Bellas Artes, Rennes)

Sevilla, 19/III/2020, Día Quinto

Dedicado especialmente a las personas que llevan el nombre de José o Josefa, Pepe o Pepa, solo o compuesto, en todas las versiones actuales, en un día muy especial y diferente al de celebraciones anteriores.

Hoy se celebra en España el día de San José, a quien me gusta recordar sólo como José de Nazareth, de profesión carpintero. Una persona buena, en el buen sentido de la palabra “bueno”, amante de sus silencios y maestro en el arte de callar. En el día de «mi santo», quiero compartir, como regalo virtual, una experiencia relacionada con este protagonista de la historia sacra de la humanidad. El año pasado, cuando comenzaba mis clases de piano, clave y violín, tuve la oportunidad de analizar a fondo la obra de un compositor francés, Michel Corrette (1709-1795), un perfecto desconocido que ha supuesto un descubrimiento extraordinario en mi aprendizaje diario para interpretar dignamente sus partituras.

Todo surgió al localizar en su ingente obra seis sinfonías dedicadas a la Navidad, preciosas, de las que quiero destacar hoy un movimiento en concreto: José es un buen compañero (Sinfonía III, Allegro), porque me permite contextualizar una historia de una persona que ha supuesto mucho para el devenir de la sociedad creyente, una historia, entre otras, que habla siempre de soledad y silencio ante la libre elección para la difícil tarea de vivir dignamente.

José, un buen compañero, es también un hecho histórico que se celebra hoy y nunca ha pasado desapercibido en nuestras vidas. José, el carpintero de Nazareth, siempre ocupó una segunda fila en la historia más sorprendente y jamás contada bien. Era la pareja oficial de María, asunto que me ha emocionado en muchas ocasiones al describirlo así, a pesar de que la historia lo ha encumbrado siempre a los altares. Recuerdo en este momento el óleo de Georges de La Tour, El recién nacido, un pintor desconocido durante siglos para la historia del arte, donde no aparece José por ningún sitio porque realmente nunca fue protagonista de esta historia mágica. Sobrecoge el silencio y austeridad en este cuadro tan realista en los últimos años del pintor: “Sus célebres “noches”, de aparente simplicidad, silenciosas y conmovedoras, dan vida a personajes que surgen con magia en espacios sumidos en el silencio, de colorido casi monocromo y formas geometrizadas. La total inexistencia de halos u otros atributos sacros, así como los tipos populares empleados, justifican la lectura laica que a veces se ha hecho de sus nocturnos en obras como La Adoración de los pastores del Louvre o El recién nacido de Rennes» (1). Sin medallas, sin atributos laicos ni sacros. Sin collares o anillos. Sin nada, solo con el regalo precioso del silencio sonoro de la noche y contemplando a su niño.

El silencio permanente de José es un secreto a voces de la asunción de su papel en la historia difícil de María. Me gusta recordarlo despojado de su santidad, ocupando su sitio en la historia, básicamente como un hombre humilde, trabajador y bueno, con un profundo respeto a María, una persona que la historia ha colocado en un sitio muy especial difícilmente entendible si te falta la fe que nos enseñaron nuestros mayores, como le gustaba decir a Antonio Machado. Creo, sinceramente, que fue un buen compañero.

Michel Corrette (1709-1795), José es un buen compañero (Seis sinfonías de Navidad, Sinfonía III, Allegro), interpretado por La Fantasía.

Escucho ahora a Corrette y comprendo mejor que nunca la categoría humana de José, ignorado hasta por el evangelista Marcos: “Solo sabemos que en el capítulo 6, versículos 1 a 3 de su crónica de la muerte anunciada de Jesús (como buen periodista), dijo lo siguiente: “Se marchó [Jesús] de allí y vino a su tierra, y sus discípulos le acompañaban. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada; y decía: “¿De dónde le viene esto? y qué sabiduría es ésta que le ha sido dada ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, de Josét, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí con nosotros? Y se escandalizaban a causa de él”. José solo ante el peligro.

José no aparecía por ningún sitio en la noticia contada por Marcos pero, dueño de su soledad y de sus silencios, siempre tuvo el sentido de la medida que tanto aprecio. Correttte sabía lo que componía. José fue un buen compañero y Marcos lo entendió así. Por esta razón es sugerente intentar comprender que José admiraba a este narrador de la época, que contó cómo el emperador César Augusto quiso acabar de una vez por todas con alternativas a su poder corrupto, a través de un niño-ciudadano de su imperio, no empadronado, llamado Jesús, rey de los judíos, un revolucionario que no quiso ser emperador, que contaba cosas muy interesantes, que formó un gran equipo y que quería atender sobre todo a los más desprotegidos, a los engañados por el poder. Y era una persona corriente, lo que suele poner muy nerviosos a los malos gobernantes: cuando se cansaba, dormía sobre el cabezal del barco, como nos lo contó hace ya muchos años un joven periodista de nombre Marcos. Mientras, José, un carpintero humilde, seguía trabajando en silencio. Es el José que todavía hoy tanto admiro.

(1) https://www.museodelprado.es/actualidad/exposicion/georges-de-la-tour/369d61b8-c430-4c43-9f51-8ed8995aa949

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Una quincena especial / 4. La música es medicina para el confinamiento

VERMEER
La lección de música

Sevilla, 18/III/2020, Día Cuarto

En un cuadro precioso de Vermeer, La lección de música, descubrí hace ya muchos años una frase que acompaña siempre a mi persona de secreto. En él se contempla un virginal que toca una joven, en el que figura una inscripción en su tapa, Musica laetitiae comes, medicina dolorum (La música es compañera en la alegría y medicina para el dolor). Efectivamente, la música está cerca de la alegría, pero en la dialéctica de la vida siempre está también cerca del dolor, de la tristeza. Así lo siguen reflejando hoy día en este tipo de instrumentos barrocos los artesanos holandeses que fabrican los diferentes modelos de cuerda pulsada con una púa de pluma de ganso, de cuervo o cóndor (llamada plectro), según el patrón artístico reflejado por Vermeer.

MUSICA LAETITIAE COMES

Inscripción en la tapa de mi clave

Esta quincena especial que estamos viviendo casi cincuenta millones de personas en este país, tenemos una oportunidad única de descubrir este mensaje del cuadro de Vermeer, porque la música es medicina para sobrellevar el confinamiento obligado para protegernos del virus, con idéntica calidad a los momentos de alegría porque también es compañera fiel. Lo he manifestado en varias ocasiones en este cuaderno digital: admiro el simbolismo de la música. En mi caso, descubro cada día un mundo nuevo al aproximarme al teclado o al arco y mástil del violín, para conocer mejor su alma. También, al abrir mi clave. Es una experiencia única que me regala la vida y en la que estoy inmerso por los sentimientos y emociones que me ofrece. Sobre todo, he descubierto la riqueza sonora del clave (virginal), el instrumento tan querido por Bach y Mozart en sus años de éxito sonoro, asimilando a diario la frase pintada por Vermeer y que ha perdurado a través de los siglos: la música es compañera en la alegría y medicina para el dolor.

Hoy propongo, al comenzar el cuarto día de confinamiento, un ejercicio de escucha atenta en la clave que exponía Shakespeare en El mercader de Venecia: “El hombre que no tiene música en sí mismo y no se mueve por la concordia de dulces sonidos está inclinado a traiciones, estratagemas y robos; las emociones de su espíritu son oscuras como la noche, y sus afectos, tan sombríos como el Érebo: no hay que fiarse de tal hombre. ¡Atiende a la música!”. En tal sentido, he escogido una obra maravillosa de Johann Sebastian Bach, Los conciertos de Brandenburgo, seis obras interpretadas por la Orquesta Bach, que creó y dirigió durante muchos años Karl Richter hasta su fallecimiento cuando solo tenía 54 años.

Una hora, treinta y ocho minutos, cincuenta y dos segundos, te sumergen en una experiencia musical inolvidable. Los conciertos, que se pueden visualizar y sentir en el vídeo que encabeza estas palabras, fueron grabados del 1 al 10 de abril de 1970 en el Castillo Nuevo de Schleissheim (Munich), bajo la dirección de Karl Richter, probablemente uno de los mejores intérpretes de Bach que han existido. Destaco un momento mágico de Richter, entre otros muchos (más bien diría que a lo largo de todos los conciertos), dirigiendo a la orquesta Bach en posiciones casi imposibles, al simultanear la dirección con la interpretación al clave, moviendo las manos en giros indicadores de melodías preciosas interpretadas por Richter y su orquesta como solo ellos sabían hacer. Me refiero, por ejemplo, al primer movimiento del Concierto número 5, Allegro, donde se puede observar la maestría de Richter en el clave, porque es maravilloso contemplar cómo vuelan sus dedos de forma armónica sobre el doble teclado negro y blanco. Pasen, vean y escuchen. Comprenderemos por qué la música es medicina para el confinamiento.

Concierto de Brandenburgo N.º 1 en Fa mayor BWV 1046

Guía práctica

[00:28~] 1º. Allegro

[04:23~] 2º. Andante (en re menor)

[08:12~] 3º. Allegro

[12:53~] 4º. Menuetto; Trío I (2 oboes y fagot); Menuetto Polacca (violines y violas); Menuetto Trío II (2 cornos y 3 oboes); Menuetto.

Concierto de Brandenburgo N.º 2 en Fa mayor BWV 1047

[20:50~] 1º. Allegro

[26:00~] 2º. Andante (en re menor)

[29:44~] 3º. Allegro assai

Concierto de Brandenburgo N.º 3 en Sol mayor BWV 1048

[32:35~] 1º. Allegro

[38:38~] 2º. Adagio

[39:41~] 3º. Allegro

Concierto de Brandenburgo N.º 4 en Sol mayor BWV 1049

[45:06~] 1º. Allegro

[52:44~] 2º. Andante (en mi menor)

[56:44~] 3º. Presto

Concierto de Brandenburgo N.º 5 en Re mayor BWV 1050

[1:01:48~] 1º. Allegro

[1:11:44~] 2º. Affettuoso (en si menor)

[1:16:38~] 3º. Allegro

Concierto de Brandeburgo N.º 6 en Si mayor BWV 1051

[1:22:00~] 1º. Moderato

[1:28:22~] 2º. Adagio ma non tanto (en Mi♭ mayor)

[1:33:07~] 3º. Allegro

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Una quincena especial / 3. Un regalo llamado tiempo

HAROLD LLOYD

Me acuerdo de esas veces en que no
sabes si estás muy feliz o muy triste

Joe Brainard (1942-1994), Me acuerdo

Sevilla, 17/III/2020, Día Tres

Si tuviéramos que hacer un esquema DAFO ultrarrápido, iniciales que corresponden al análisis de Debilidades, Amenazas, Fortalezas y Oportunidades en el confinamiento domiciliario, emerge como una Oportunidad y Fortaleza, especial, la disponibilidad de tiempo para casi todo. Suele ser un bien escaso y, a veces, no sabemos qué hacer con él porque una realidad tan próxima y sin estar en el mercado, que no se compra ni se vende en Amazon, acaba muchas veces por desbordarnos debido al mal uso del mismo y porque no sabemos qué hacer con él.

En este sentido, vuelvo a declarar ahora contenidos de un regalo que siempre nos ofrece la vida, hoy convertido en una oportunidad y fortaleza ante el coronavirus y con un nombre propio, tiempo, en la línea que tantas veces he justificado en este cuaderno digital: es uno de mis principios y si no gusta no tengo otro. El confinamiento nos permite identificar y regalar tiempo basado en los recuerdos, para entregarlo a los demás, fundamentalmente a las personas que más quiero, así como regalármelo sin descanso en la clave del recuerdo activo que aprendí hace años leyendo un libro de Joe Brainard, Me acuerdo, que he comentado en alguna ocasión a través de una reflexión especial sobre el recuerdo y la predicción: “Efectivamente, la memoria es lo que más nos pertenece, lo verdaderamente personal e intransferible en el cerebro de cada persona, lo irrepetible en el otro. Es lo que nos permite convertirnos permanentemente en nosotros mismos. Solo basta un pequeño ejercicio de parada “técnica” vital, detenernos unos minutos en el acontecer diario y comenzar a pensar bajo la estructura recomendada por Brainard: me acuerdo de…, y así hasta que el bienestar o malestar nos permita disfrutar del recuerdo o comenzar un sufrimiento posiblemente innecesario. Porque de todo hay en la memoria – ¿viña? – de cada una, de cada uno”.

En nuestro rincón de pensar, dejando al lado las noticias sobre el coronavirus por un momento, es la ocasión de recordar a las personas más próximas o lejanas en la historia de cada uno y regalarles tiempo compartido en estos momentos tan especiales en cada domicilio o llamándolas, hablar con ellas por cualquier medio y comentar lo que más nos conmueve o preocupa con lo que está sucediendo por el estado de alarma, entregándonos solo palabras, sin mezcla de objeto alguno. También, entregarlo hoy a la familia y ofrecerlo a los que sienten más preocupación, vacío de sentimientos, emociones y afectos. Podemos regalar tiempo en cualquier formato para reflexionar sobre momentos cruciales del ciclo vital de cualquier persona y su entorno: nacer, morir, plantar, arrancar lo plantado, sanar, destruir, edificar, llorar, reír, lamentarse, danzar, lanzar piedras, recogerlas, abrazarse, separarse, buscar, perder, guardar, tirar, rasgar, coser, callar, hablar, amar, odiar, guerra y paz. Son veintisiete posibilidades de repasar qué es el tiempo en nuestras vidas y cómo nos agarramos a él como al clásico minutero de Harold Lloyd, haciendo malabarismos para comprenderlo y compartirlo en momentos difíciles.

Es probable que con esta visión, al disponer de más tiempo para dedicarlo a los que más queremos o a quien más lo necesita en estos días especiales, nos demos cuenta de que la alta disponibilidad de tiempo es una Oportunidad y una Fortaleza que puede ser un auténtico regalo de la vida, sin confundir, como todo necio, valor y precio, porque lo único que entregamos son segundos, minutos u horas de cercanía, palabras, sentimientos y emociones, silencios y recuerdos en nuestra existencia personal, familiar y laboral. En el fondo, lo mejor de nuestra persona de secreto. Solo eso.

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Una quincena especial / 2. Elogio a los que nos cuidan

SNS FEBRERO 2020

SISTEMA DE INFORMACIÓN DEL SISTEMA NACIONAL DE SALUD

Sevilla, 16/III/2020, Día Dos

Estamos viviendo momentos difíciles en este país y el reconocimiento a los profesionales de la salud es unánime por parte de la sociedad española. Es importante que hoy afiancemos el principio de confianza en todas aquellas personas que por su profesión cuidan de nuestra salud, sin dejar ningún estamento profesional atrás, con un elogio expreso, alabando y honrando sus méritos personales y los del Sistema Nacional de Salud. Siendo esto así, estamos comprobando cómo este Sistema, en su configuración estrictamente pública, está haciendo visible ahora los últimos doce años de deterioro por la crisis económica que ha asolado las estructuras públicas del Estado de Bienestar.

No hay conexión directa con los hospitales que están sufriendo la mayor avalancha de pacientes afectados por el coronavirus, en las que no se escuchen las lamentaciones directas por parte de profesionales sobre la falta de personal y de medios materiales sanitarios junto a los específicos de seguridad ante este tipo de virus. Las carencias están aflorando por todos los sitios y gracias al esfuerzo heroico de todos los profesionales que conforman las mallas de atención a la salud en los hospitales públicos, mayoritariamente, se intentan paliar con dedicación, profesionalidad y altas dosis de generosidad.

Hago esta reflexión porque ahora se comprende mejor el boom de los seguros privados de salud y el trasvase de pacientes a la sanidad privada motivada en miles de casos por las deficiencias del Sistema Público que se ha ido descapitalizando tanto a nivel profesional como de recursos materiales y económicos. No es el momento de entrar en detalles, pero sí de reconocer que hoy nos encontramos con graves carencias porque en determinadas Comunidades Autónomas se han privatizado hospitales públicos e infraestructuras de atención a la salud por unas dudosas razones de eficacia y eficiencia profesional. Me recuerda esta situación a Diógenes de Sínope, aquel filósofo que “buscaba a un hombre”, prototipo de la escuela cínica y que estaba un día en los baños al mismo tiempo que Aristipos de Cirene, el cirenaico. Éste, al salir, cambió su vestidura purpúrea por la túnica desgarrada de Diógenes. Y cuando Diógenes se dio cuenta, se puso rabioso y de ninguna manera quiso ponerse el vestido purpúreo. ¿Por qué? En definitiva se podría observar la vanidad de Diógenes a través de los agujeros de su túnica, dejaba de ser él al vestirse de púrpura y esto constituía un grave problema de representación, cara a los espectadores. Es decir, a través de los agujeros de los trajes políticos de determinados responsables públicos que han alardeado y alardean todavía hoy de nuestra sanidad como “la joya de la corona”, se observan las graves carencias del Sistema Nacional de Salud. Cinismo en estado puro.

El Artículo 12 del Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, por el que se declara el estado de alarma para la gestión de la situación de crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19 (BOE núm. 67, de 14 de marzo de 2020), establece el marco de las medidas que se encuadran en la acción decidida del Gobierno para proteger la salud y seguridad de los ciudadanos, contener la progresión de la enfermedad y reforzar el sistema de salud pública, señalando especialmente las dirigidas a reforzar el Sistema Nacional de Salud en todo el territorio nacional. De esta forma, todos los profesionales implicados ahora en el Sistema Nacional de Salud y que coadyuvan al correcto funcionamiento del mismo con motivo de esta crisis, están incluidos en el reconocimiento y elogio que mediante estas palabras deseo hacerles en estos momentos como “cuidadores de nuestra salud”, sin excepción alguna en cuanto al rango profesional se refiere, aunque el ámbito de responsabilidad sea distinto. Se lo merecen y para que una vez pasado el temporal recapacitemos todos sobre el modelo del mejor Sistema Nacional de Salud posible en beneficio siempre del interés general de salud de todos los ciudadanos. Porque la responsabilidad del citado Sistema no es solo de los dirigentes políticos de turno sino de cada persona a la hora de depositar su voto en las elecciones que corresponda. De ello depende la protección del Sistema Nacional de Salud con la contribución de todos, sin excepción alguna.

En el segundo día de confinamiento domiciliario he rescatado esta palabra, elogio, eligiendo su significado en este país que ya recogió el Diccionario de Autoridades en el siglo XVIII (RAE A 1732, p. 377,2): “Testimonio o testificación que se da de alguno, alabándole y honrando sus méritos y persona”. Así, uno a uno, una a una, elogio a cada profesional que estos días en el Sistema Nacional de Salud está cuidándonos en alta disponibilidad, 24 horas al día y 365 días al año, sin descanso. Elogio también al personal que trabaja en las farmacias «cuidando» también de nuestra salud. En estos momentos la palabra “elogio” es también un medio político inalienable para construir nuestras casas, nuestras ciudades, nuestras amistades, nuestras familias, nuestro trabajo, nuestra ideología, tal y como nos lo recuerda siempre Aristóteles en un texto excelente que no olvido: “Pues la voz es signo del dolor y del placer, y por eso la poseen también los demás animales, porque su naturaleza llega hasta tener sensación de dolor y de placer e indicársela unos a otros. Pero la palabra es para manifestar lo conveniente y lo perjudicial, así como lo justo y lo injusto. Y eso es lo propio del hombre frente a los demás animales: poseer, él sólo, el sentido del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, y de los demás valores, y la participación comunitaria de estas cosas constituye la casa y la ciudad” (1). Donde estamos ahora. Elogio también para todos los empleados públicos que ayudan a cumplir con lo dispuesto en el estado de alarma, sin excepción alguna.

(1) Aristóteles (2000). Política. Madrid: Biblioteca Básica Gredos, 1253 a.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.

Una quincena especial / 1. ¿Por qué escribo hoy?

ITALO CALVINO

Sevilla, 15/III/2020, Día Uno

Empezamos bien porque no hablamos de cuarentena en el sentido literal del término, sino de una quincena especial de confinamiento domiciliario con motivo de la entrada en vigor del estado de alarma. He leído la publicación oficial del Real Decreto con la atención que merece y creo que hay una línea transversal llamada responsabilidad personal e intransferible a la hora de acatarlo. Cada uno, cada una, debe poner de su parte para contribuir a neutralizar de la forma más rápida posible el avance del coronavirus.

En lo que a mí respecta, he pensado poner a disposición de la Noosfera de este país, como ya vengo haciendo desde hace casi quince años, a través de más de 1.300 posts, las publicaciones en este cuaderno digital que busca islas desconocidas y que hoy, una vez más, me encuentro con el fenómeno de la hoja en blanco a la hora de empezar a escribir estas palabras, siguiendo el espíritu y la letra de Ítalo Calvino en su obra póstuma “Seis propuestas para el próximo milenio”: “…es un instante crucial, como cuando se empieza a escribir una novela… Es el instante de la elección: se nos ofrece la oportunidad de decirlo todo, de todos los modos posibles; y tenemos que llegar a decir algo, de una manera especial” (Ítalo Calvino, El arte de empezar y el arte de acabar). Será una serie que durará quince días, los mismos del estado de alarma y donde publicaré de forma indistinta nuevos posts junto a los que he elegido para esta ocasión especial. Ayudarán a cubrir un espacio de lectura en el rincón de pensar que todos llevamos dentro.

Lo primero que quiero publicar es la razón de por qué escribo. En esta ocasión cobra especial interés porque así intercambiamos valores culturales e intelectuales en momentos de crisis de salud pública, que se vuelcan en cada palabra de este cuaderno porque la escritura tampoco es inocente, como casi todo en la vida. Son señas de identidad y de principios que conviene conocer antes de abordar esta singladura de quince días en la que, a modo de aviso para navegantes, sigo al pie de la letra una consigna de José Saramago en su “Cuento de la isla desconocida” en un tiempo en el que no se deben hacer mudanzas físicas aunque sí psíquicas y sociales: “Si no sales de ti, no llegas a saber quién eres, El filósofo del rey, cuando no tenía nada que hacer, se sentaba junto a mí, para verme zurcir las medias de los pajes, y a veces le daba por filosofar, decía que todo hombre es una isla, yo, como aquello no iba conmigo, visto que soy mujer, no le daba importancia, tú qué crees, Que es necesario salir de la isla para ver la isla, que no nos vemos si no nos salimos de nosotros, Si no salimos de nosotros mismos, quieres decir, No es igual…”.

A tenor de lo expuesto anteriormente, entrego a la Noosfera, la malla pensante en España que utiliza las tecnologías de la información y de la comunicación, así como las redes sociales, el post que dediqué en 2017 a dar razones de por qué escribo, encontrándolas en una frase preciosa de Orhan Pamuk pronunciadas en el acto de entrega del Premio Nobel de Literatura en 2006: “¡Escribo porque quiero hacerlo, con toda el alma!”, acompañada de múltiples razones que adopto y adapto a mi realidad sonora de cada día, donde al escribir demostramos, al igual que Pamuk, que tenemos la paciencia turca de cavar pozos con una aguja, porque solo deseamos transformar la realidad poco a poco para poder soportarla, como puede ser la realidad actual de esta quincena especial.

Quien no desee seguir esta secuencia propuesta, puede utilizar el buscador del blog para localizar aquella palabra que más necesite desarrollar en su persona de secreto leyendo mi opinión sobre ella. Tendrá el mismo valor de lo aquí propuesto, porque el fondo de estas publicaciones siempre tiene el mismo hilo conductor: ayudar a convencernos de que el mundo sólo tiene interés hacia adelante. Hoy, todavía con más sentido.

NOTA: imagen recuperada de: http://lachachara.org/2013/06/propuestas-de-italo-calvino-para-la-literatura-del-siglo-xxi/

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ESCRIBIR ES COMO CAVAR UN POZO CON UNA AGUJA

DÍA DEL LIBRO 2017

Dedicado, el Día Internacional del Libro 2017, a las personas que desde hace más de diez años se acercan a este cuaderno de inteligencia digital para buscar islas desconocidas, a cuantos sienten el placer de leer libros y palabras unidas en otros formatos, que dan sentido a sus vidas; a quienes descubren el sentido de la existencia a través de autores concretos, a las personas que se sienten acompañadas por libros de cabecera que nunca les abandonan, a quienes confían en que quienes escriben tienen la paciencia turca de cavar pozos con una aguja, porque solo desean transformar la realidad poco a poco para poder soportarla.

Un día ya lejano aprendí el significado de este dicho turco leyendo el discurso de Orhan Pamuk en el acto de entrega del Premio Nobel de Literatura en 2006, publicado después con un título muy sugerente, tanto como las palabras escritas en su dilatada vida: La maleta de mi padre. Es verdad que la vida de un escritor se hace poco a poco, horadando la persona de secreto que todos llevamos dentro, aunque no todos lo descubran, es decir, cavando el pozo del alma con una aguja virtual a imagen y semejanza de cada uno. Esa es la razón de que existan pocos escritores que aporten al mundo sus pozos con agua, porque es su misión, no la de estar secos.

El día 23 de abril de cada año se celebra el Día Internacional del Libro en lugares concretos, una de las preocupaciones de más de veinticinco años de soledad de Pamuk en Estambul, buscando su lugar ansiado de escritor, encerrado en una habitación con fronteras domésticas. En este día, cada año vuelvo a hacer la reflexión que acompaña a este autor a lo largo de su vida, todavía hoy: ¿por qué escribo? Y he buscado las razones de Orhan Pamuk cuando hablaba de la maleta que un día le entregó su padre y que reflejaba lo que había aprendido de él y de una premonición hecha hacia él después de un abrazo de silencio: “…me dijo de repente y como si tal cosa que algún día me darían el premio [Nobel de Literatura] que hoy recibo con gran alegría”.

Pamuk, en ese delicioso discurso, confesó por qué escribía y hoy lo he recordado: “¡Escribo porque quiero hacerlo, con toda el alma! Escribo porque a diferencia de otros, no me siento a gusto con un trabajo común y corriente. Escribo para que libros como los míos sean escritos y para poderlos leer. Escribo porque estoy molesto con ustedes, con todo el mundo. Escribo porque me complace enormemente sentarme en un cuarto a escribir sin descanso. Escribo porque solamente modificando la realidad puedo soportarla. Escribo para que el mundo entero sepa cómo yo, cómo nosotros en Estambul y en Turquía hemos vivido y vivimos. Escribo porque amo el olor del papel, de la pluma y de la tinta. Escribo porque creo más en la literatura, en el arte de la novela, que en cualquier otra cosa. Escribo porque es un hábito, una pasión. Escribo porque tengo miedo de ser olvidado. Escribo porque me gusta la celebridad y toda la notoriedad que el escribir conlleva. Escribo para estar solo. Escribo en la esperanza de entender por qué estoy furioso con ustedes, con todos. Escribo porque me gusta ser leído. Escribo para terminar de una vez por todas esta novela, este texto, esta página que en algún momento comencé a escribir. Escribo porque todos esperan que escriba. Escribo porque tengo una fe infantil en la inmortalidad de las bibliotecas y en el lugar que mis libros tendrán en los estantes. Escribo porque la vida, el mundo, todo es increíblemente bello y maravilloso. Escribo porque gozo traduciendo en palabras toda la belleza y la opulencia de la vida. Escribo, no para contar historias sino para construir historias. Escribo para liberarme del sentimiento de que siempre existe un lugar al que -como en una pesadilla- jamás podré llegar. Escribo porque nunca he conseguido ser feliz. Escribo para ser feliz”.

Otro día, yendo del timbo al tambo, en expresión muy querida por Gabriel García Márquez, me atreví a responder también a esa pregunta, que reproduzco a continuación como justificación personal e intransferible de por qué escribo, siendo consciente de que tengo que volver a leer las palabras de Pamuk para aprender de él cómo se cava, con una aguja, un pozo literario de secreto.

Lo hago porque es una pregunta a la que todavía no había dado respuesta, como a tantas preguntas de mi vida, sobre todo tres que superan con creces a ésta (Eclesiastés, 3, 1-22): ¿Qué gana el que trabaja con fatiga? o en otra variación sobre el mismo tema: ¿qué saca el hombre de todo su fatigoso afán bajo el sol?; ¿quién sabe si el aliento de la vida de los humanos asciende hacia arriba y si el aliento de la bestia desciende hacia abajo, hacia la tierra? y, por último, ¿quién guiará al hombre a contemplar lo que ha de suceder después de él? A día de hoy, la única respuesta que me sigue pareciendo coherente es la del propio Eclesiastés, un auténtico líder de las asambleas: hay que hacer camino al andar y aprender una gran respuesta provisional en la vida: es mejor caminar con otros, porque si nos caemos siempre habrá alguien que te levante, porque la amistad es como la cuerda de tres hilos: jamás se puede romper.

¿Por qué escribo? En primer lugar, porque es la forma de expresar de forma especial, con palabras, la esencia de mi persona de secreto, interpretando la realidad que rodea permanentemente mi vida de forma voluntaria pero no inocente. Ser dueño de las palabras, es el acto humano por excelencia porque es una posibilidad que solo pertenece a mi especie, aunque genere en el acto de escribirlas un miedo cerval ante la página en blanco. Cada vez que me enfrento a esta realidad, recuerdo algo que aprendí hace ya muchos años de Ítalo Calvino en su obra póstuma “Seis propuestas para el próximo milenio”: “…es un instante crucial, como cuando se empieza a escribir una novela… Es el instante de la elección: se nos ofrece la oportunidad de decirlo todo, de todos los modos posibles; y tenemos que llegar a decir algo, de una manera especial” (Ítalo Calvino, El arte de empezar y el arte de acabar).

En segundo lugar, porque considero que escribir es un acto de militancia activa en el compromiso intelectual, por varias razones: el mero hecho de cuestionar la existencia de uno mismo al servicio estrictamente personal, es decir, el trabajo permanente en clave de autoservicio, así definido e interpretado, rompiendo moldes y preguntándonos si lo importante es salir del pequeño mundo que nos rodea como privilegiada zona de confort y mirar alrededor, ya es un signo de capacidad intelectual extraordinaria que muchas veces no está al alcance de cualquiera por imperativos del mercado. Desgraciadamente. Además, porque al escribir se hace patente el compromiso con uno mismo y con los demás, fundamentalmente con los más desfavorecidos por la vida. Siempre lo he asociado con la responsabilidad social, porque me ha gustado jugar con la palabra en sí, reinterpretando la responsabilidad como “respuestabilidad”. Ante los interrogantes de la vida, que tantas veces encontramos y sorteamos, la capacidad de respuestabilidad al escribir (valga el neologismo temporalmente) exige dos principios muy claros: el conocimiento y la libertad. Conocimiento como capacidad para comprender lo que está pasando, lo que estoy viendo y, sobre, todo lo que me está afectando, palabra esta última que me encanta señalar y resaltar, porque resume muy bien la dialéctica entre sentimientos y emociones, fundamentalmente por su propia intensidad en la afectación que es la forma de calificar la vida afectiva. Libertad, para decidir siempre, hábito que será lo más consuetudinario que jamás podamos soñar, porque desde que tenemos lo que he llamado a veces “uso de razón científica”, nos pasamos toda la vida decidiendo. Cuando tienes la “suerte” de conocer las interioridades del dilema al escribir, ya no eres prisionero de la existencia. Ya decides y cualquier ser inteligente se debe comprometer consigo mismo y con los demás porque conoce esta posibilidad, este filón de riqueza. Aunque nuestros aprendizajes programados en la Academia no vayan por estas líneas de conducta. Cualquier régimen sabe de estas posibilidades. Y cualquier régimen, de izquierdas y derechas lo sabe. Por eso lo manejan, aunque siempre me ha emocionado la sensibilidad de la izquierda organizada o la de “los de abajo” que dicen ahora.

En tercer lugar, porque me transforma y renueva continuamente el alma, porque podemos escribir la historia mejor y jamás contada, pero si le falta alma, no es nada: Y eso el lector lo nota. Intuye que a esa perfección le falta algo. Se llama corazón, alma, un texto en el cual se nota si el autor se ha enamorado de su libro más allá de las ideas que quiere contar. Y me reafirmo en lo que ya he expresado en los últimos años sobre escribir con el alma, tal y como lo estoy haciendo ahora: “Esto me ha pasado a mí. Me he enamorado de mis libros y estoy viviendo esos momentos en los que mi alma está pendiente de todo, para que no falte nada a las personas que quieres y a las desconocidas que van a captar esos sentimientos y emociones que adornan siempre la inteligencia conectiva que escribe, que se expresa desde dentro de cada autor, siendo Internet un medio poderoso y lleno de recursos para difundir este momento mágico, dando la razón a San Agustín cuando escribía en un perfecto latín un constructo que me ha acompañado siempre: bonum est diffusivum sui (el bien, se difunde a sí mismo). O lo que es lo mismo: la buena literatura, escrita con alma, se difunde a sí misma. Todavía más, con la ayuda de las tecnologías y sistemas de información, porque se construye y difunde con la inteligencia digital, cada día más al alcance de muchas personas que saben qué es escribir con el alma de la pasión.

José Manuel Blecua, ex director de la RAE, dijo en una ocasión que al escribir copiamos siempre de los autores que hemos leído a lo largo de nuestra vida y nos han marcado. Quizá, al escribir hoy estas palabras especiales, para decir algo especial, he copiado una experiencia contada una vez por el escritor portugués António Lobo Antúnes, sobre una idea preciosa aportada por un enfermo esquizofrénico al que atendió tiempo atrás: “Doctor, el mundo ha sido hecho por detrás”, como si detrás de todo está el alma humana que fabrica el cerebro. Porque según Lobo Antúnes “ésta es la solución para escribir: se escribe hacia atrás, al buscar que las emociones y pulsiones encuentren palabras. “Todos los grandes escribían hacia atrás”. También, porque todos los días, los pequeños, escribimos así en las páginas en blanco de nuestras vidas, como cavando un pozo con una aguja.

Sevilla, 23/IV/2017

NOTA 1: la imagen de Ítalo Calvino se ha recuperado de http://lachachara.org/2013/06/propuestas-de-italo-calvino-para-la-literatura-del-siglo-xxi/

NOTA 2: la imagen, que representa el Cartel del Día del Libro 2017, del Ministerio de Educación, Ciencia y Deporte y cuyo autor es Javier Sáez Castán, Premio Nacional de Ilustración 2016, inspirado en la obra Sin noticias de Gurb del último Premio Cervantes, Eduardo Mendoza, se ha recuperado hoy de: http://www.librerosmadrid.es/cartel-del-dia-del-libro-2017-del-ministerio-educacion-cultura-deporte/

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.

El músico de Venecia y el coronavirus

MUERTE EN VENECIA

Sevilla, 14/III/2020

Una pregunta de Gustav von Aschenbach en Muerte en Venecia, la obra inolvidable de Thomas Mann, a un músico que pasa junto a él pidiendo la voluntad, “¿Por qué desinfectan Venecia?” y la respuesta a la misma, “Está indicado por el calor y el siroco”, me han recordado -en este confinamiento legal y preventivo que estamos viviendo- la necesidad de que conozcamos en cada momento la verdad de lo que está pasando con el coronavirus, tal y como lo vengo expresando los últimos días. La insistencia de Aschenbach, que no se cree lo que le ha dicho el músico, traduce la inquietud legítima que tenemos en la sociedad por saber la realidad de lo que nos rodea por muy cruda que sea.

“¿De manera que no hay ninguna epidemia en Venecia?”, pregunta Aschenbach. “¿Una epidemia?”, contesta el músico de manera desafiante. “¿Qué epidemia va a haber? ¿Es epidemia el siroco? ¿Acaso es una epidemia nuestra Policía? ¡Usted bromea! ¡Una epidemia! ¡No diga usted eso! Sólo se trata de una medida de previsión policial. ¿Entiende usted? Una disposición en vista del tiempo bochornoso”.

Salvando lo que haya que salvar hoy, podemos cambiar la palabra siroco por coronavirus o policía por el estado de alarma y el acto de previsión policial como una medida para evitar mayores contagios y de previsión para contener en lo posible males mayores. El escritor Gustav von Aschenbach, uno de los protagonistas de la obra de Thomas Mann, prefirió abrazar el amor cerca de Tadzio desoyendo todas las recomendaciones para preservar su salud en una ciudad donde el cólera indio hacía estragos.

Esta cita de la literatura que tanto nos ha hecho reflexionar, es una metáfora sobre la realidad de la vida de nuestros antepasados que han intentado abordar épocas difíciles en las que el mal ha asolado la humanidad y en las que se ha intentado dejar para la posteridad un mensaje de la importancia de dar sentido a la vida, que es lo que más importa ante avisos tan importantes para navegantes.

El confinamiento en las casas impuesto por el Estado puede ser una buena oportunidad para acudir a la literatura y encontrar en ella un remanso de paz en el rincón de pensar que cada uno elija libremente en su casa. Hoy ya no se habla de ir a lazaretos sino de permanecer en nuestras casas el tiempo que sea necesario hasta que el coronavirus se dé por controlado y se autorice la vuelta a la vida normal, acompañados en el caso de Sevilla por su calor tradicional de primavera y verano, porque “aquí se puede ser feliz”. Así se expresaba Stefan Zweig en su visita a Sevilla en 1905, cuando comenzaba a despertar el siglo XX. Leo también con atención las páginas dedicadas a esta ciudad en un libro suyo muy interesante, De viaje II: Francia, España, Argelia e Italia (1), escritas por un joven de veinticuatro años, buscando rincones que ya conocía por la obra de Mozart, pensando que la barbería de Fígaro iba a devolverle la comprensión de la relación de Don Juan y Carmen.

En estos días difíciles sigo leyendo a Stefan Zweig en la obra citada y sus palabras se graban en mi cerebro como el mejor bálsamo para tiempos complejos y de turbación: “¿no es una maravilla el hecho de que los hombres y el destino trabajen juntos durante siglos para construir una ciudad, y al final resulte una sonrisa en el rostro de la vida?”. Me acompaña también un “momento estelar de la humanidad” que sobrecogió a Zweig, la resurrección de Händel a través de su obra magna “El Mesías”, que escucho con atención reverencial. Quizá me ayude a comprender bien y en toda su extensión esa frase rotunda de Zweig, “aquí [en Sevilla] se puede ser feliz”, tras una experiencia de juventud en esta ciudad.

Con ella me quedo hoy a pesar de todo y porque necesito conocer la verdad de lo que está ocurriendo, lejos de músicos celestiales como el de Venecia que no la reconocen.

(1) Zweig, Stefan (2015). De viaje II: Francia, España, Argelia e Italia. Madrid: Sequitur.

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Defendamos el principio de confianza en la sanidad pública

CORONAVIRUS MSCSC INFORMACIÓN ACTUALIZADA SOBRE EL BROTE

Sevilla, 13/III/2020

Es imprescindible en estos días estar atentos a lo que se nos comunica sobre el brote de coronavirus en el país. Recuerdo en estos momentos unas palabras de Mónica Bradford, directora ejecutiva de la revista Science, premio Príncipe de Asturias de Comunicación en 2007, sobre el papel que debe desempeñar la ciencia a la hora de transmitir datos científicos, que me enseñó en un determinado momento la importancia de saber comunicarlos a través de un blog como éste: “[…] Sin buenos comunicadores para ayudar a informar sobre lo que nos dicen los datos científicos, la sociedad sería más vulnerable a tomar decisiones malinformadas” (1). De ahí la responsabilidad de los poderes públicos al respecto o de espacios de divulgación social como son hoy los medios de comunicación social, blogs y redes sociales.

Estamos viviendo situaciones extremas en torno a la atención profesional al coronavirus y las cifras, en aumento, anuncian ya un desbordamiento de la atención de este grave problema de salud en la sanidad pública. Creo que no opera de la misma forma la información pública sobre este posible desbordamiento, también, en la sanidad privada, cuestión que se debería conocer para comprobar cómo el tejido de atención sanitaria del país, público/privado, está funcionando en estos momentos. Sobre todo por el trasvase que se pueda estar produciendo desde la atención privada a la pública por el reconocimiento social que tiene en este país el dicho de que “si tienes algo importante hay que acudir al sistema público, porque en este seguro que lo solucionan”. Por algo será.

Un problema real que se está produciendo ya es el desabastecimiento de material sanitario y de protección, con especial repercusión en los respiradores: “Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, alertó el miércoles [11 de marzo] de que “el riesgo de desabastecimiento podría ser inminente en los próximos dos o tres días”. Añadió que los envíos a las comunidades “van a solucionar el problema durante un periodo de tiempo, unos días, una semana o 15 días”, pero que hay que seguir buscando material. “A nivel global la producción está limitada y todos los países están aprovisionándose”, dijo” (2).

Lo verdaderamente preocupante, junto a la carencia de medios materiales, es que ahora se están descubriendo de forma amarga los rotos y descosidos del Sistema Público por la carencia de profesionales. La sanidad pública está hecha unos zorros desde todas las perspectivas posibles porque los últimos doce años han sido demoledores por el recorte económico sin compasión (tupida alfombra sobre la que se ha escondido mucha ineficacia y mediocridad en las autoridades políticas correspondientes, que ha ido por barrios, es decir, por Comunidades Autónomas), no cobertura de plazas necesarias e imprescindibles, bajos salarios, escasez de material, problemas graves de gestión profesional directiva, turnos imposibles y lo que es peor, falta de reconocimiento diario al esfuerzo de millones de profesionales que dejan la piel a diario para sobrevivir en este caos silencioso y oculto, pero real como la vida misma. La “joya de la corona” no es tal, en determinados lugares, porque muchos responsables en diversos ámbitos de decisión tratan de forma indigna al Sistema Nacional de Salud como “bisutería” de la citada corona, por cierto cada vez más desvirtuada.

La situación actual del coronavirus en el momento que escribo estas líneas, publicada en la página oficial del Ministerio, con datos a las 18 h. de ayer y en continua revisión es que en España hay ya 2.965 casos confirmados, con las siguientes áreas de transmisión: las Comunidades Autónomas de Madrid y de La Rioja; los municipios de Labastida-Bastida y Vitoria-Gasteiz (País Vasco) y Miranda de Ebro (Castilla y León), pudiéndose leer un interesante resumen en la página destinada al resumen epidemiológico de casos confirmados oficialmente y notificados a las autoridades sanitarias. Esta es la información de la que debemos disponer en cada momento para conocer con exactitud qué está pasando realmente en el país, junto a medios de comunicación fiables que saben contar con objetividad plena lo que está pasando a pie de calle.

Quiero defender, una vez más, el principio de confianza en la sanidad pública. A pesar de los males que está sufriendo desde tiempo atrás, es innegable lo que hacen todos los días sus profesionales para atender a la población que la elige como principal recurso de atención a su salud. Fundamentalmente, la de aquellos que menos tienen y que gracias a un Sistema Público tienen garantizada la atención en cualquier caso. Ahora es cuando debemos recordar la importancia de nuestra contribución con impuestos al sostenimiento de estos servicios públicos y a la denuncia sin compasión alguna de la economía sumergida que pasa de largo en este tipo de contribución constitucional, legal y obligada.

Después de la tempestad vendrá la calma y será el momento de poner muchas cosas en su sitio. Ahora toca trabajar en unión y acatando las pautas de comportamiento social responsable ante una pandemia que nos afecta a todos, sin excepción alguna, sin olvidar que millones de profesionales del Sistema Nacional de Salud están en este momento entregando lo mejor que tienen, conocimiento, aptitudes y actitudes, de forma heroica y con una generosidad extrema en muchas ocasiones, para mitigar un virus desbordante y del que todavía se sabe muy poco, para atacarlo con la rotundidad que todos esperamos que se alcance, en su fase actual y futura, en el menor plazo de tiempo posible.

(1) https://joseantoniocobena.com/2007/10/28/blogs-y-mision-cientifica/

(2) https://elpais.com/sociedad/2020-03-12/la-falta-de-mascarillas-y-respiradores-pone-en-tension-a-los-hospitales-espanoles.html

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.