Cuaderno de campaña / 4. Aunque esperemos lo mejor, hay que prepararse para lo peor

Hay un precepto bajo el cual he vivido: prepárate para lo peor, espera lo mejor y acepta lo que venga.

Hannah Arendt.

Sevilla, 10/VII/2023

En plena campaña electoral recuerdo hoy una locución inglesa, aunque de origen alemán, que he escuchado y leído estos días de forma reiterada, espera lo mejor, prepárate para lo peor, porque lo que estamos viviendo en torno a las próximas elecciones generales nos preocupa de forma exponencial a algunas personas, entre las que me encuentro, en la medida que vamos constatando el contenido de algunos programas políticos y lo que dicen de fondo y forma, impresentables, algunos líderes de derecha extrema y ultra en actos electorales. Es por eso que reflexionando sobre todo lo que se avecina para este país, en principio muy preocupante para la democracia en el sentido más puro del término, según los agoreros mayores del Reino, se constata que no es nada bueno. Es más, nos dicen que lo que está por venir es un conjunto de males sin mezcla de bien alguno, con fecha impresa: este mes en concreto, a tenor de los resultados de las elecciones, en un sentido u otro, dependiendo de quien lo explique y quien las gane finalmente, porque no va a ser lo mismo. Por eso he recordado la frase de Hannah Arendt: Hay un precepto bajo el cual he vivido: prepárate para lo peor, espera lo mejor y acepta lo que venga.

Ante este ocaso acelerado de democracia, como se constata por los pactos poselectorales en las recientes elecciones municipales y autonómicas, insisto sobremanera en la necesidad de estar bien informados a la hora de emitir el voto, porque es urgente poder emitir juicios correctos sobre lo que está pasando y ajustarlos al principio de realidad. Creo que ha llegado el momento de elegir la mejor información posible, porque nada es inocente. En principio, voy a respetar en mi vida el aserto de Hannah Arendt como introducción a un manual de elecciones en tiempos difíciles. La aplicación del principio de realidad social en nuestras vidas, el más terco de los principios que las sustentan, hará el resto, sabiendo que el principio de realidad es uno de los dos principios que, según Freud, rigen el funcionamiento mental. Forma un par con el principio del placer, al cual modifica: en la medida en que logra imponerse como principio regulador, la búsqueda de la satisfacción ya no se efectúa por los caminos más cortos, sino mediante rodeos, y aplaza su resultado en función de las condiciones impuestas por el mundo exterior (1). Todo ello, sin llegar al absurdo de Groucho Marx: “¿Por qué debería preocuparme por la posteridad? ¿Qué ha hecho la posteridad por mí?”. Quizás, lo que necesito en este presente tan complejo es completar la expresión citada que utilizaba en su vida y obra la filósofa alemana Hannah Arendt: “Hay un precepto bajo el cual he vivido: prepárate para lo peor, espera lo mejor y acepta lo que venga”, sin conformismo alguno, sólo aplicando el principio de realidad que, al final, es el que me permite seguir luchando por alcanzar el necesario principio del placer político, que también existe, que tanto necesitamos para seguir viviendo dignamente.

En un libro que se publicó en 2021, El ocaso de la democracia, de Anne Applebaum, que he recuperado estos días por razones obvias, dice su sinopsis, como adelanto siempre para animar a leerlo en profundidad, en este caso porque lo necesitamos más que nunca, que: “Las democracias occidentales modernas están bajo asedio y el auge del autoritarismo es una cuestión que debería preocuparnos a todos. […] Anne Applebaum (premio Pulitzer y una de las primeras historiadoras que alertó de las peligrosas tendencias antidemocráticas en Occidente) expone de forma clara y concisa las trampas del nacionalismo y de la autocracia. En este extraordinario ensayo explica por qué los sistemas con mensajes simples y radicales son tan atractivos. Los líderes despóticos no llegan solos al poder; lo hacen aupados por aliados políticos, ejércitos de burócratas y unos medios de comunicación que les allanan el camino y apoyan sus mandatos. Asimismo, los partidos nacionalistas y autoritarios que han ido tomando relevancia en las democracias modernas ofrecen unas perspectivas que benefician exclusivamente a sus partidarios, permitiéndoles alcanzar unas cotas de riqueza y poder inigualables. Siguiendo los pasos de Julien Benda y Hannah Arendt, Applebaum retrata a los nuevos defensores de las ideas antiliberales y denuncia cómo estas élites autoritarias utilizan las teorías de la conspiración, la polarización política, el terrorífico alcance de las redes sociales e incluso el sentimiento de nostalgia para destruirlo todo y redefinir nuestra idea de nación. Escrito de forma magistral, y de lectura urgente y necesaria, El ocaso de la democracia es un brillante análisis pormenorizado del terremoto que está sacudiendo el mundo y una apasionante defensa de los valores democráticos”. Literal y real, como la vida misma.

La democracia peligra ahora más que nunca, porque impera la teoría del mundo al revés y la de que fuera de la nación y del autoritarismo único no hay salvación social. Se acabó la diversidad y la singularidad, en cualquiera de sus múltiples manifestaciones, porque el patrón de vida y convivencia tiene que ser único. De ahí la necesidad de defender la democracia, cada uno en su sitio, por tres razones que ya he expuesto a lo largo de la vida de este cuaderno digital, centradas sobre todo en el poder que cada persona tiene a través del voto, situación muy próxima en este país, concretamente el próximo 23 de julio. La primera, porque la democracia se construye entre todos y la traducción inmediata para vivir en ella es formar parte activa de su configuración que, hoy por hoy, pasa por participar en procesos electorales y ser consecuentes con lo que cada uno vota, sabiendo que las ideologías no son inocentes y que todos los partidos no son lo mismo. De ahí la necesidad de recurrir a una información veraz y objetiva de los programas y del conocimiento de los líderes que los representan, con objeto de que cada persona pueda emitir juicios bien informados, no sólo en el momento de introducir el voto en la urna, sino también en la convivencia diaria, huyendo de silencios cómplices.

La segunda razón estriba en ejercer la responsabilidad activa de ciudadanía, porque ser responsable es la conjunción de conocimiento y libertad. Conocimiento, porque la inteligencia es el bien más preciado para vivir dignamente, entendida como la capacidad de resolver problemas en libertad de conciencia y acto del día a día, considerando siempre que es lo más bello que tiene el ser humano. Esa es la dialéctica de la responsabilidad, conocimiento más libertad, entendida como respuestabilidad (perdón por el neologismo), quedando probado que se puede librar de convertirse en mercancía cuando se sabe distinguir valor y precio. En tercer lugar, porque hay que pensar en el día después de las elecciones, porque detrás del voto debe haber siempre un compromiso activo con mi voto fiado a terceros que probablemente ni conozco, a través de un papel de color blanco, alargado como la sombra ética y decente que lo protege. Es decir, tengo que mantener activo el compromiso diario de mi opción a través de la participación activa, como ciudadano o ciudadana que vive en un ámbito local concreto, en la consecución de aquellos objetivos que me han llevado a elegir una determinada opción política volcada en un programa, que nunca se debe entender como flor de un día. El éxito político, como el campo, es para quien lo trabaja y no hay que olvidar que cuando la política se entiende así podemos ser protagonistas de la misma en mi casa, mi barrio, mi trabajo, mi ciudad, mi país o, simplemente, entre mis amigos o familia del alma. Somos, como bien decía Aristóteles, animales políticos queramos o no, a pesar del Fondo Monetario Internacional.

Lo que no se comprende en democracia es la abstención masiva, dejar pasar una ocasión mágica de la democracia, no depositando el voto, dejando que el país o la Comunidad Autónoma de Andalucía viajen posiblemente, de nuevo, hacia ninguna parte, como si la cosa política, la res pública, no fuera cosa de todos. El Partido Abstencionista prepara ya los resultados de las próximas elecciones generales, en su mejor encuesta. Estamos avisados de nuevo y sabemos que está muy interesado en fomentar la abstención a cualquier precio. El autoritarismo tiene así campo libre para imponer su visión de la vida, que también es visión de la muerte, la de la democracia. Al buen entendedor con pocas palabras basta. Necesitamos defender a toda costa el sentido de la vida y de la dignidad humana en todo el país, sobre todo para millones de personas que malviven por el paro, por el dolor de la pobreza y que a pesar de todo piensan que un día no muy lejano se resolverá su drama personal y familiar. Los agoreros mayores del reino piensan que fuera de la derecha extrema o ultra no hay salvación, como nos enseñaban en el catecismo de nuestra infancia sobre la pertenencia salvadora a la Iglesia oficial. Pero no es verdad. Si grave es esto, lo que verdaderamente peligra es la democracia, algo mucho más profundo todavía. Estamos avisados.

En estos tiempos tan modernos, rescato a Chaplin, porque no acepto fácilmente el final del aserto de Hannah Arendt, “acepta lo que venga”: Hay un precepto bajo el cual he vivido: prepárate para lo peor, espera lo mejor y acepta lo que venga. Por ello, vuelvo siempre a mi rincón de pensar y de escuchar la banda sonora de mi vida, con una fuerte carga ideológica porque la música tampoco es inocente al igual que las ideologías, según Lukács. Aprendí de Víctor Jara, por ejemplo, que “hoy es el tiempo que puede ser mañana”, en su Plegaria a un labrador, fundamentalmente porque estoy avisado de algo grave: la democracia peligra y los autoritarismos acechan en forma de partidos políticos de derecha taimada y ultraderecha, así como de los omnipresentes hombres de negro que manejan el mundo desde un portátil o un teléfono móvil en sus apartamentos de Manhattan o Dubái. La mejor forma de no olvidarlo es atender esta reflexión sobre la democracia en peligro en su hoy, que ahora es el nuestro, porque no ha perdido valor alguno al recordarla en estos momentos cruciales para este país. Sería una forma de salir del silencio cómplice en el que a veces estamos instalados para complicarnos la vida en el pleno sentido de la palabra. Merece la pena porque en la izquierda digna se sabe que mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pasen las personas libres para construir una sociedad mejor para todos. Palabra de Allende y ¿por qué no?, nuestra. Para quien la quiera seguir escuchando y practicando a pesar del autoritarismo que sobrevuela sobre nuestras vidas, casi sin darnos cuenta.

(1) Laplanche, J. y Pontalis, J.B. Diccionario de Psicoanálisis, Barcelona: Paidós, págs. 296-299, 1996.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!