Cuaderno de campaña / 9. Millones de personas no queremos vivir en un país ciego al color

Oliver Sacks

Sevilla, 15/VII/2023

Estamos viviendo momentos especialmente tenebrosos y grises ante las próximas elecciones generales del 23 de julio, porque el panorama pasado, presente y futuro que pintan algunos partidos de la derecha y la ultraderecha es gris, tirando a negro, desolador. Es verdad que todo depende del color con el que se mire la vida, pero no hay nada más terrible que permanecer ciegos al color, tal y como lo aprendí de Oliver Sacks en un libro suyo, La isla de los ciegos al color, que me aproximó a su investigación de cómo los pacientes aprenden a vivir con su enfermedad, la acromatopsia, hasta alcanzar un mimetismo asombroso con ella, aunque sufren ceguera del color, porque no les permite agregar color a la óptica de sus vidas. Todo se ve siempre de color gris en dos islas de la Micronesia, Pingelap y Pohnpei, donde se concentra esta enfermedad, que permiten “experimentos de la naturaleza, lugares benditos y malditos por su singularidad geográfica, que albergan formas de vida únicas”, en frase del propio Sacks.

Lo que está pasando, por ejemplo, con la bandera arcoíris que enarbola con orgullo de clase el movimiento LGTBI y otras siglas que representan la diversidad sexual, que es retirada de balcones institucionales en las nuevas corporaciones locales a petición de VOX, porque la ley dice que sólo debe figurar la española, en una lectura muy restrictiva de las enseñas de Estado, traduce perfectamente lo que se nos viene encima con la entrada en tromba de la derecha cavernícola en las instituciones del Estado. No les gusta el color de las culturas y de las razas, sobre todo el de la historia, el de la memoria democrática, de las diferentes creencias, sino el blanco y negro de toda la vida, en una deriva descarada hacia el gris, que representan mejor que nada el inmovilismo de la historia y de la vida.

Creo que la acromatopsia política existe, porque muchos partidos están ciegos al color de la vida y su maravillosa diversidad. En este contexto, vuelvo a leer algunas reflexiones de Juan Ramón Jiménez en torno a su color preferido, el de su persona de secreto, muy cerca de lo que veía por el cristal amarillo de su querida cancela de la calle Nueva. en Moguer (Huelva). Conservo en mi biblioteca, como oro en paño, un libro precioso que recopila un hilo conductor cromático en la obra de Juan Ramón Jiménez, que lleva un título programático: Por el cristal amarillo. Era el color preferido del poeta y casi todo lo que escribió y vivió lo inundó de amarillo en lo que él llamaba sabiamente “barrios de la memoria”. La cancela de su casa en la calle Nueva marcó su elección cromática para siempre: “[…] era de hierro y cristales blancos, azules, granas y amarillos. Por las mañanas. ¡qué alegría de colores pasados de sol en el suelo de mármol, en las paredes, en las hojas de las plantas, en mis manos, en mi cara, en mis ojos! […] Yo miraba sucesivamente todo el espectáculo, el sol, la luna, el cielo, las paredes de cal, las flores -jeranios, hortensias, azucenas, campanillas azules-, por todos los cristales, el azul, el grana, el amarillo, el blanco. El que más me atraía era el amarillo. Por el cristal amarillo todo se me aparecía cálido, vibrante, rejio, infinito […]”.

Recordando hoy de nuevo a Oliver Sacks, pienso también que un poema de Ángel González, Ciegos, escrito en el contexto existencial de nuestras vidas, nos puede dar la clave para votar la posibilidad de que el próximo 23 de julio pueda nuestro país, sin acromatopsia alguna, continuar en la senda política ya iniciada de progreso y avance social donde exista color, luz, música y vida.

¿Ciego a qué?
No a la luz:
a la vida.

¿Sordo a qué?
No al sonido:
a la música.
Abre los ojos,
oye:
nada ve,
nada escucha.

Como si al mundo entero
una nevada súbita
lo hubiese recubierto
de silencio y blancura.

La vida es algo más que el blanco y negro, que los grises, porque el cerebro está preparado para interpretar todos los matices cromáticos de la vida en libertad, sin dejar ninguno atrás. Al final, es verdad: todo depende del color del cristal existencial y político por el que se contemple la vida, se vote y se defienda la dignidad humana que el voto debe llevar siempre dentro, porque todas las políticas y sus representantes no son iguales ante la propuesta multicolor que siempre nos regala la vida.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!